miércoles, 31 de agosto de 2011

OTRA VOZ EN EL DEBATE DEL CAPITALISMO. ZIZEK EN LA PALESTRA.

London Review Books trae un texto de Slavoj Zizek que circula traducido, y que nos da a conocer Oscar Delgado por su correo público, atento a las novedades intelectuales, jurídicas y políticas internacionales. El traductor es S. Seguí, pero se puede consultar en inglés el texto en mención. Como se sabe, Slavoj, se desempeña como director del Colegio de Humanidades en BIrbeck Collegue, que hace parte de la Universidad de Londres. Y allí él pasa la mitad del año, la otra en Lujbliana.
Aquí el tópico son "los riots" en Londres, y las acciones sostenidas de los Indignados en España, y las protestas en Grecia . Éstas según él son las más promisorias como formas de auto-organización, pero unas y otras carecen de una forma organizativa eficaz, un partido, parece querer decirnos Zizek. No basta con el papel de ser grupos de presión para afectar a los partidos existentes. Los protestantes tienen que huntarse, y correr el riesgo de sucumbir.

Pero, Slavoj, no hay duda, mostró el cobre; y la admiración que sigue manteniendo por Lenin y su legado del ¿Qué hacer? Amanecerá y veremos qué es lo que pasa; y si la forma partido es el modo de salir del atolladero y ajustar cuentas al capitalismo financiero y sus crímenes. N de la R.



Slavoj Žižek on the meaning of the riots


Fuente: http://www.lrb.co.uk/2011/08/19/slavoj-zizek/shoplifters-of-the-world-unite

Traducción por S. Seguí

La repetición, según Hegel, tiene un papel crucial en la Historia: cuando algo sucede sólo una vez, puede ser descartado como un accidente, algo que podría haberse evitado si la situación se hubiera manejado de manera diferente; pero cuando el mismo evento se repite, se trata de una señal de que un proceso histórico más profundo se está desarrollando.

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Cuando Napoleón fue derrotado en Leipzig en 1813, pareció una cuestión de mala suerte; pero cuando perdió de nuevo en Waterloo, estaba claro que su tiempo había pasado.

Lo mismo vale para la persistente crisis financiera. En septiembre de 2008, algunos la presentaron como una anomalía que podría corregirse mediante una mejor reglamentación, etc., pero ahora que los signos de una crisis financiera se repiten está claro que se trata de un fenómeno estructural.

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Se nos dice una y otra vez que estamos viviendo una crisis de la deuda, y que todos tenemos que compartir la carga y apretarnos el cinturón. Todos, es decir, excepto los (muy) ricos.

La idea de gravarlos más es tabú: si lo hiciéramos, nos dicen, los ricos no tendrían ningún incentivo para invertir, se crearían menos puestos de trabajo y todos sufriríamos. La única manera de salvarnos en estos tiempos difíciles es empobrecer más a los pobres y enriquecer a los ricos.

¿Qué deberían hacer los pobres? ¿Qué pueden hacer?

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A pesar de que los disturbios en el Reino Unido los desencadenó el sospechoso incidente del tiroteo a Mark Duggan, todos coinciden en que expresan una inquietud más profunda. Pero, ¿de qué tipo? Al igual que en la quema de automóviles en las banlieues de París en 2005, los amotinados del Reino Unido no tienen ningún mensaje que transmitir.

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(Un claro contraste con las manifestaciones masivas estudiantiles de noviembre de 2010, que también fueron violentas. Los estudiantes dejaron claro que rechazaban las reformas de la educación superior que se proponían).

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Por esta razón, es difícil concebir a los alborotadores del Reino Unido en términos marxistas, como ejemplo de la aparición de un sujeto revolucionario; encajan mucho mejor con el concepto hegeliano de «chusma», es decir, los que están fuera del espacio social organizado y que sólo pueden expresar su descontento por medio de arrebatos “irracionales” de violencia destructiva, lo que Hegel llamó “negatividad abstracta”.

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Hay un viejo cuento sobre un trabajador sospechoso de robo: todas las noches, al salir de la fábrica, inspeccionaban cuidadosamente la carretilla que empujaba. Los guardias no encontraban nada, siempre estaba vacía. Por último, cayeron en la cuenta: lo que el trabajador estaba robando eran las propias carretillas. Los guardias obviaban la verdad evidente, del mismo modo que han hecho los comentaristas de los disturbios.

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Se nos ha dicho que la desintegración de los regímenes comunistas, en la década de 1990, marcó el fin de las ideologías: el tiempo de los grandes proyectos ideológicos que culminaron en catástrofes totalitarias había terminado, y habríamos entrado en una nueva era de políticas racionales y pragmáticas.

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Si el tópico de que vivimos en una era posideológica es cierto en algún sentido, ello es visible en este reciente brote de violencia. Ha sido una protesta de grado cero, una acción violenta sin ninguna exigencia. En su intento desesperado de encontrar significado en los disturbios, los sociólogos y editorialistas han ofuscado el enigma que presentan los disturbios.

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Los manifestantes, aunque socialmente desfavorecidos y excluidos de facto, no vivían al borde de la inanición. Personas en mucha peor situación material, para no hablar de situaciones de opresión física e ideológica, han sido capaces de organizarse en fuerza política dotada de programas claros.

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El hecho de que los alborotadores no tengan programa es pues en sí mismo un dato que exige interpretación y que nos dice mucho acerca de nuestra situación política-ideológica y del tipo de sociedad en que vivimos, una sociedad que celebra la posibilidad de elección, pero cuya única alternativa posible al vigente consenso es un ciego acting out.

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La oposición al sistema ya no puede articularse en forma de una alternativa realista, o siquiera como un proyecto utópico, sino que sólo puede tomar la forma de un arrebato sin sentido. ¿Qué sentido tiene celebrar nuestra libertad de elección cuando la única opción está entre la aceptación de las reglas del juego y la violencia (auto)destructiva?

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Alain Badiou sostiene que vivimos en un espacio social que se experimenta cada vez más como “sin mundo”: en este espacio, la única forma que puede tomar la protesta es la violencia sin sentido. Tal vez es éste uno de los principales peligros del capitalismo: aunque en virtud de su ser global abarca el mundo entero, sostiene una constelación ideológica “sin mundo” en la que se encuentran personas privadas de su modo de localizar significados.

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La lección fundamental de la globalización es que el capitalismo puede acomodarse a todas las civilizaciones, de la cristiana a la hindú o budista, del Este al Oeste: no hay una visión capitalista global, ni una civilización capitalista en sentido estricto. La dimensión global del capitalismo representa la verdad sin sentido.

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La primera conclusión que puede extraerse de los disturbios, por lo tanto, es que tanto las reacciones conservadoras como las liberales ante el descontento no son suficientes. La reacción conservadora ha sido predecible: no hay justificación para este tipo de vandalismo, es preciso usar todos los medios necesarios para restaurar el orden, para evitar más explosiones de este tipo no hace falta más tolerancia y ayuda social sino disciplina, trabajo duro y sentido de la responsabilidad.

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Lo malo de este relato no es sólo que hace caso omiso de la desesperada situación social que empuja a los jóvenes a estallidos de violencia, sino, tal vez más importante, que no tiene en cuenta la forma en que estos arrebatos se hacen eco de las premisas ocultas de la misma ideología conservadora.

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Cuando en la década de 1990, los conservadores lanzaron su campaña de “vuelta a lo básico”, su complemento obsceno fue revelado por Norman Tebbitt: “El hombre no es sólo un ser social, sino también un animal territorial; debemos incluir en nuestros programas la satisfacción de estos instintos básicos tribalistas y territoriales.”

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Esto es lo que la ideología de “vuelta a lo básico” fue, realmente: la liberación del bárbaro que acecha bajo nuestra sociedad aparentemente civilizada y burguesa, mediante la satisfacción de sus “instintos básicos”.

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En la década de 1960, Herbert Marcuse introdujo el concepto de “desublimación represiva” para explicar la llamada revolución sexual: era posible desublimar los impulsos, darles rienda suelta y mantenerlos sujetos al mecanismo capitalista de control, a saber, la industria del porno. En las calles británicas, durante los disturbios, lo que vimos no eran personas reducidas a bestias, sino la forma esquemática de la “bestia” producto de la ideología capitalista.

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Mientras tanto, los progresistas de izquierda, igualmente predecibles, pegados a los mantras de los programas sociales, las iniciativas de integración, el abandono que ha privado a los inmigrantes de segunda y tercera generación de sus perspectivas económicas y sociales: los brotes de violencia son el único modo que tienen que articular su descontento.

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En lugar de caer nosotros mismos en fantasías de venganza, debemos hacer un esfuerzo para comprender las causas profundas de los estallidos. ¿Podemos siquiera imaginar lo que significa en un barrio pobre ser joven, mestizo, sospechoso por sistema para la policía y acosado ​​por ésta, no sólo desempleado sino también no empleable, sin esperanza de un futuro? La implicación es que las condiciones en que se encuentran estas personas hacen inevitable que salgan a la calle. El problema de este relato, sin embargo, es que sólo cuenta las condiciones objetivas de los disturbios. La revuelta consiste en hacer una declaración subjetiva, declarar de manera implícita cómo uno se relaciona con una sus propias condiciones objetivas.

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Vivimos en una época cínica y es fácil imaginar a un manifestante que, atrapado saqueando y quemando una tienda, si se le presiona para que exponga sus razones, responda con el lenguaje utilizado por los trabajadores sociales y los sociólogos, citando cuestiones como escasa movilidad social, inseguridad creciente, desintegración de la autoridad paterna o falta de amor maternal en su más tierna infancia. Él sabe lo que está haciendo, pero no obstante lo hace.

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No tiene sentido reflexionar sobre cuál de estas dos reacciones, la conservadora o la progresista, es la peor: como habría dicho Stalin, las dos son peores, y eso incluye la advertencia dada por las dos partes de que el peligro real de estas explosiones se encuentra en la reacción predeciblemente racista de la “mayoría silenciosa”.

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Una de las formas de esta reacción fue la actividad “tribal” de los vecinos locales (turco, caribeño, sikh) que rápidamente se organizaron en unidades de vigilancia para proteger su propiedad.


¿Son los comerciantes una pequeña burguesía dispuesta a defender su propiedad contra una protesta genuina, aunque violenta, contra el sistema, o son representantes de la clase obrera en lucha contra las fuerzas de desintegración social?

Aquí también deberíamos rechazar la exigencia de tomar partido. La verdad es que el conflicto se dio entre dos polos de los más desfavorecidos: los que han conseguido funcionar en el marco del sistema en oposición a aquellos que están demasiado frustrados para seguir intentándolo.

La violencia de los manifestantes estuvo dirigida casi exclusivamente contra su propio grupo. Los coches quemados y las tiendas saqueadas no lo fueron en los barrios ricos, sino en los propios barrios de los manifestantes.

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El conflicto no es entre diferentes segmentos de la sociedad; es, en su manifestación más radical, el conflicto entre una sociedad y otra, entre los que tienen todo y que no tienen nada que perder; entre los que no tienen ningún interés en su comunidad y aquéllos cuya apuesta es la más alta posible.

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Zygmunt Bauman ha caracterizado los disturbios como acciones de “consumidores defectuosos y descalificados”: más que nada, una manifestación de un deseo consumista violentamente escenificado, incapaz de realizarse del modo adecuado: por la compra. Como tal, también contiene un momento de genuina protesta, en forma de una irónica respuesta a la ideología consumista: “¡Nos invitan a consumir, a la vez que nos privan de los medios para hacerlo adecuadamente; así que lo estamos haciendo de la única manera que podemos!"

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Los disturbios son una manifestación de la fuerza material de la ideología, lo que desdeciría la llamada “sociedad posideológica”. Desde un punto de vista revolucionario, el problema de los disturbios no es la violencia como tal, sino el hecho de que la violencia no sea realmente autoasertiva. Es rabia impotente y desesperación enmascaradas como exhibición de fuerza, es la envidia disfrazada de carnaval triunfante.

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Los disturbios deberían enmarcarse en relación con otro tipo de violencia que la mayoría progresista actual percibe como una amenaza a nuestra forma de la vida: los ataques terroristas y los atentados suicidas. En ambos casos, violencia y contraviolencia se encuentran atrapadas en un círculo vicioso, cada una de ellas generando las fuerzas que trata de combatir. En ambos casos, estamos hablando de ciegos passages à l'acte, en los que la violencia es un reconocimiento implícito de impotencia. Lo distinto es que, a diferencia de los disturbios del Reino Unido o de París, los ataques terroristas se llevan a cabo al servicio del Significado Absoluto que proporciona la religión.

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¿Pero no fueron los levantamientos árabes un acto colectivo de resistencia que evitó la falsa alternativa de violencia autodestructiva y fundamentalismo religioso?

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Lamentablemente, el verano egipcio de 2011 será recordado como el fin de la revolución, el momento en que su potencial emancipador fue sofocado. Sus sepultureros han sido el ejército y los islamistas.

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Los contornos del pacto entre el ejército (que sigue siendo el ejército de Mubarak) y los islamistas (que fueron marginados en los primeros meses del levantamiento, pero que están ganando terreno) son cada vez más claros: los islamistas tolerarán los privilegios materiales del ejército y a cambio proporcionarán la hegemonía ideológica.

Los perdedores serán los progresistas pro occidentales, demasiado débiles –a pesar de los fondos de la CIA que reciben– para “promover la democracia”, así como los verdaderos agentes de los acontecimientos de la primavera, la izquierda laica emergente que ha tratado incesantemente de crear una red de organizaciones de la sociedad civil, de los sindicatos a las feministas.

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Antes o después, la situación económica, que empeora rápidamente, sacará a los pobres, en gran parte ausentes de las protestas de la primavera, a las calles. Es probable que haya una nueva explosión, que plantee la difícil pregunta de quiénes son los sujetos políticos de Egipto capaces de canalizar la rabia de los pobres.


¿Quién va a traducirla a un programa político: la nueva izquierda laica o los islamistas?

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La reacción predominante de la opinión pública occidental ante el pacto entre los islamistas y el ejército será sin duda una exhibición triunfal de sabiduría cínica: se nos dirá que, como quedó claro en el caso de Irán (país no árabe), los levantamientos populares en los países árabes siempre terminan en un islamismo militante. Y Mubarak aparecerá como si hubiera sido un mal muy menor: mejor seguir con el diablo conocido que enredar con la emancipación. Contra tal cinismo, uno debería permanecer incondicionalmente fiel a la esencia radical-emancipatoria del levantamiento egipcio.

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Pero también es preciso evitar la tentación del narcisismo de la causa perdida: es muy fácil admirar la belleza sublime de los levantamientos condenados al fracaso. La izquierda de hoy se enfrenta al problema de la “negación determinada”: ¿qué nuevo orden deberá sustituir al antiguo después del levantamiento, cuando el sublime entusiasmo del primer momento se haya acabado?

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En este contexto, el manifiesto de los indignados (1) españoles, emitido después de las manifestaciones de mayo, es revelador. Lo primero que salta a la vista es el tono deliberadamente apolítico: “Algunos de nosotros nos consideramos progresistas, otros conservadores. Algunos de nosotros somos creyentes, otros no. Algunos de nosotros tenemos ideologías claramente definidas, los demás son apolíticos, pero todos estamos preocupados e indignados por las perspectivas políticas, económicas y sociales que vemos a nuestro alrededor: la corrupción de políticos, empresarios y banqueros, que nos deja indefensos, sin voz.”

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Protestan en nombre de las verdades inalienables que deberían regir nuestra sociedad: “el derecho a la vivienda, el empleo, la cultura, la salud, la educación, la participación política, el desarrollo libre y personal y los derechos del consumidor, para una vida sana y feliz.” En su rechazo de la violencia, instan a una “evolución ética”. “En lugar de colocar el dinero por encima de los seres humanos, lo pondremos de nuevo a nuestro servicio. Somos personas, no productos. Yo no soy un producto de lo que compro, de por qué lo compro y a quién se lo compro.”

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¿Quiénes serán los agentes de esta revolución? Los indignados descartan a toda la clase política, derecha e izquierda, como corrupta y poseída por el ansia de poder, sin embargo, el manifiesto consiste en una serie de demandas… ¿dirigidas a quién? No a la propia gente: los indignados (todavía) no afirman que nadie más lo hará en su lugar, que ellos mismos tienen que ser el cambio que quieren ver.

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Y ésta es la fatal debilidad de las recientes protestas: expresan una auténtica rabia incapaz de transformarse en un programa positivo de cambio sociopolítico. Expresan el espíritu de revuelta sin revolución.

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La situación en Grecia parece más prometedora, probablemente debido a la tradición reciente de autoorganización progresista (que desapareció en España después de la caída del régimen de Franco). Pero también en Grecia el movimiento de protesta muestra los límites de la autoorganización: los manifestantes mantienen un espacio de libertad igualitaria, sin autoridad central que lo regule, un espacio público donde a todos se les asigna el mismo tiempo de intervención, y así sucesivamente.

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Cuando los manifestantes comenzaron a debatir qué hacer a continuación, cómo ir más allá de la mera protesta, el consenso de la mayoría fue que lo que se necesitaba no era un nuevo partido o un intento directo de tomar el poder estatal, sino un movimiento cuyo objetivo sea ejercer presión sobre los partidos políticos. Esto claramente no es suficiente para imponer una reorganización de la vida social. Para conseguirlo se necesita un organismo fuerte, capaz de tomar decisiones rápidas y ponerlas en práctica con todo el rigor necesario.


lunes, 29 de agosto de 2011

"Every Corrupt Person—No Matter How Important He Is—Will Go to Jail. "

Colombian President Juan Manuel Santos on reviving relations with Venezuela and fighting drug cartels and corruption.

By Lally WeymouthPosted Friday, Aug. 26, 2011, at 11:31 AM ET

Colombian President Juan Manuel Santos came well-prepared for the job: Previously, he had served as his country's finance minister, foreign trade minister, and, most recently, defense minister under his predecessor, Álvaro Uribe. But while Uribe centered Colombia's foreign policy around an alliance with the United States, Santos has maintained good relations with Washington yet also kept some distance, becoming more of an independent player in Latin America. Santos, who has been in office slightly more than a year and who enjoys a strong domestic approval rating at 71 percent, sat down last week with Washington Post senior associate editor Lally Weymouth in Bogota. Excerpts of their conversation:

L.W.: It is said that you are repositioning Colombia, that President Uribe focused only on America and that you are repositioning your country and making it much more [of] a force in your own hemisphere. Is that so?

J.M.S.: Yes, it is a correct analysis but I want to be very clear: It is with the U.S. I personally have always been a good friend of the U.S. I am and will continue to be. I was educated there and for me, having strategic good relations with the U.S. is of the utmost importance. But I think they are not mutually exclusive, to have good relations with your neighbors and with the U.S.

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L.W.: You have warmed up relations with Venezuela, which were almost at an end under President Uribe.

J.M.S.: Yes, they were not almost at an end—they were at an end. We had no diplomatic relations, no trade. The only discussions we had were through the media, and we were talking about war, which is inconceivable. So I decided to have cordial and cooperative relations not just with Venezuela, but also with Ecuador, a country with which we also had no relations. What we decided is that it is in our interest to have a region that is not on the verge of war.

L.W.: Venezuela was Colombia's No. 2 trading partner before relations broke off, but that trade level hasn't been restored, correct?

J.M.S.: No, it will never go back with the regime that we have in Venezuela. They don't believe in free trade; it's as simple as that. I negotiated the free-trade agreement 20 years ago with Venezuela. The trade went from $300 million to $7 billion, and then it went back to zero, because we had no trade. We are restoring it, but on a different basis, because they don't trade freely.

L.W.: There have been allegations that under President Uribe, the Department of Administrative Services was wiretapping Supreme Court members, reporters, and union leaders. What did you know about the DAS when you were minister of defense under Uribe?

J.M.S.: My answer is very clear and very simple: I had no knowledge about the DAS making illegal tapping, and I never received from President Uribe even a suggestion [of] our intelligence [being] used for political purposes like the ones that the DAS was allegedly making.

L.W.: The Washington Post reported this week that some U.S. assistance to Colombia may haven been diverted from fighting the FARC to conducting this wiretapping.

When I heard for the first time about this scandal … I was in Washington about two years ago at the CIA. My point here is that never did U.S. officials or U.S. intelligence agencies ever have any participation in this illegal tapping that I know of. I am sure that if they had known that, they would have denounced it. That was my experience with U.S. officials and U.S. intelligence agencies.

They were involved with the DAS in the sense that the CIA has always helped the DAS, but that does not mean they have helped them to do illegal things. The intelligence agencies in the U.S. have helped all our intelligence services, but that in no way means that they are accomplices in anything illegal.

L.W.: The Post story indicated that because Colombia received U.S. intelligence resources, they were able to do the tapping more effectively.

Then the sense of the story is completely different. Because we were trained by the U.S. and some of the people decided to use that knowledge to tap illegally, you cannot conclude that the U.S. aid has been used for illegal purposes.

With all due respect to the Washington Post, which I admire very much, I think this story is not an objective story. To say that the aid instead of going to the FARC went to illegal tapping is a tremendous injustice and not true.

L.W.: Is President Uribe under investigation?

J.M.S.: No. He is not under investigation.

L.W.: How is the financial crisis in the U.S. and in Europe affecting your country?

J.M.S.: Fortunately, the financial crisis of 2008 did not hit us as hard as other countries. Since 10 years ago—when we had our big crisis—we started to develop ways to protect ourselves from the international financial crises. Our financial system was very strong in 2008 and today is even stronger. We are protecting ourselves with monetary measures and by strengthening our financial system and by starting to speak to the region to see how we can confront this crisis multilaterally.

L.W.: And what have you decided?

J.M.S.: The ministers of finance of the region got together and decided to strengthen the regional financial institutions, like the Corporación Andina de Fomento [the Andean Development Corporation]. They also decided to strengthen the regional reserve funds and to start talking to each other and the central banks to see what type of additional measures could be taken to protect the region, which is growing—in contrast to the U.S. and Europe. We are exploring if we can increase intraregional trade, because we are afraid that demand from the traditional consuming countries, like Europe and the U.S., might come down.

I hope we don't have a double dip.

L.W.: Do you think you will?

J.M.S.: I hope we don't. And I certainly hope that politics does not interfere in the rational decisions that the U.S. and Europe should take in order to get out of this situation.

L.W.: So you are talking about the EU financial crisis and the recent U.S. debt-ceiling crisis? And Republicans and Democrats fighting?

J.M.S.: Yes, this is something that is contributing to the uncertainty of the financial centers and markets. In many ways, it is more than an economic crisis—it is a political crisis. The polarization that the world has seen in the U.S. Congress is causing a lot of uncertainty.

L.W.: What will your growth rate be this year?

J.M.S.: If the outside situation doesn't worsen this year, we should grow over 5 percent.

L.W.: How do you see your future with China?

J.M.S.: Right now it is our No. 2 trading partner. But we don't want to depend too much on China.

L.W.: The U.S. is your No. 1 trading partner?

J.M.S.: Yes, and I hope you will continue to be. That's why I am so interested in the approval of the free-trade agreement.

L.W.: What do you think of the prospect of the agreement passing?

J.M.S.: I have my fingers crossed. The U.S. has been our most important trade partner and our most important investor. It is not only in the interest of Colombia—it is in the interest of the U.S. that Colombia has free trade. We are a source of growth for the U.S. We are 46 million Colombians. We are growing at a relatively high rate; we are taking millions of Colombians out of poverty. We want to lower the poverty rate by at least 7 or 8 percent.

L.W.: How are you doing with the FARC and violence? Is the security situation under control?

J.M.S.: Yes, the security situation is under control. We still have security problems, because we still have an interior conflict. But the FARC is weakened; they are politically defeated, but they still have enough muscle to commit acts of terrorism, and that's what they have been doing.

L.W.: Is Venezuelan President Hugo Chávez still giving them sanctuary?

J.M.S.: He has made a commitment to me that he will not allow the FARC to use his territory as a sanctuary.

L.W.: Do you believe him?

J.M.S.: So far he has given me no grounds to say he is not complying. There probably are guerrillas in Venezuela, but he says it is without his say-so and that if I pinpoint where they are, he will go and get them. On two different occasions, I have pinpointed, and he has delivered.

L.W.: Has the drug trade diminished so it is not one of your major problems?

J.M.S.: It is a big problem, but it is not a major problem. We were able to defeat the major cartels. We now have mini cartels. But as long as we have consumption in Washington, Paris, or London—there will be a supply and the business will continue.

L.W.: Why did you create the fiscal rule?

J.M.S.: We introduced into our constitution the criteria of fiscal sustainability in order to oblige not only this government but future governments to be fiscally responsible.

L.W.: The fiscal rule would call for a deficit of only 1 percent of the GDP?

J.M.S.: Our aim is to lower deficits to a maximum of 1 percent, and we have the plans as to how we will arrive at that figure.

L.W.: What do you think of President [Barack] Obama?

J.M.S.: I hope he does well. If the U.S. does well, the world does well.

L.W.: What do you think of the Republicans?

J.M.S.: I have good friends on the Republican side. I want to continue having good relations with both parties.

L.W.: It has been reported that you are going to abolish the DAS.

J.M.S.: I am going to abolish the DAS in the next three or four months. I want to create a new and completely different intelligence agency. By abolishing DAS, we can take away the bad culture that it has developed. I want to take away some of the functions that the DAS had and transfer them to other entities. For instance, they were in charge of immigration.

L.W.: President Uribe picked you out and promoted you for president and has now emerged as one of your main opponents.

J.M.S.: I can assure you that I have great respect for President Uribe. I understand that he might not like some of the things I am doing. ...

He doesn't like my foreign relations strategy. Every president has his own way of doing things. He has criticized this government for unveiling a lot of corruption; he thinks it is an attack on his government. But I have said no, it is not an attack on his government, it is an attack on the corrupt people and I will continue to do that.

L.W.: When you talk of attacking corruption, are you talking about the attorney general or other parts of your government?

J.M.S.: We have a crusade with the attorney general, the prosecutor general, the police, and the controller general to identify cases of corruption, put people in jail, and start cleaning up this country. So far we have done it. We have saved a lot of money for the state that was going to corruption. For example, people were stealing money from the health system. The mafia was in the system, manipulating the computers and presenting false claims. With the sales tax system, they were inventing fictitious exports and claiming the tax refunds for millions of pesos and people are now in jail. We will continue fighting those mafias. We are attacking corruption and every corrupt person—no matter how important he is—will go to jail.

viernes, 26 de agosto de 2011



LA COYUNTURA GLOBAL Y LA CRISIS DE LA DEUDA ESTADOUNIDENSE

UN DESENLACE (IN) ESPERADO DE LA CRISIS ACTUAL (parte II)

Miguel Angel Herrera Zgaib[1]

El monetarismo tal y como lo enseñó a los “Chicago Boys” Milton Friedman, y lo fundamentó F. Von Hayek, autor de “El camino a la servidumbre”, criticando las experiencias socialistas, marcó el retorno de la escuela austriaca consagrada en los Estados Unidos. Hayek fue el patriarca de esta iglesia laica, y obtuvo el Nobel de economía. Vivió un cuarto de siglo de gloria, siendo Reagan y Thatcher los más fieles cancerberos de la religión del lucro egoísta.

Hace algo más de una década la criatura de dos cabezas: neoliberal en lo económico y neoconservadora en la vida civil se derrumba ante nuestros ojos. Enfrentada por el desierto de miseria y exclusión que sembró en la mayoría de los países del orbe. Los escenarios avanzados del capitalismo y sus periferias sufren la sequía del trickle down effect, el efecto gota a gota, de un modo asincrónico. El monetarismo capitalista bajo el comando de la especulación financiera extendió como plaga de Egipto las diferencias entre los de abajo y arriba en forma astronómica.

Un botón de muestra

La pobreza disminuyó en el conjunto de los países de América Latina a lo largo de la primera década del nuevo siglo…Entre 40 y 50 millones de personas dejaron de ser pobres. En 12 países se redujo la desigualdad; entre estos, en Brasil, México, Perú y Chile. En Colombia…la pobreza extrema no cayó y la desigualdad aumentó. Carlos Caballero Argáez. Escuela de Gobierno U. de los Andes. El Tiempo, 13/08/2011, p. 21.

Chile, en contra de lo escrito por el director de la escuela de gobierno de los Andes, es el más cruel ejemplo de desigualdad socio-económica en Suramérica: entre lo que gana el más rico y el más pobre hay una relación de 1 a 700. Queda claro, sin tentaciones economicistas, por qué es posible que en la patria de Neruda pase lo que pasa actualmente. Hubo dos días de huelga general en 25 y 26 de agosto, y la gente en la calle pide a gritos, y con huelgas de hambre, la derogación de la Constitución que impuso Pinochet; y muerte definitiva al reinado discrecional de los Chicago Boys, y a su multimillonario consueta, el presidente Sebastián Piñera.

Además, el avance más significativo de las multitudes organizadas y movilizadas después del cruento fin de la Unidad Popular, es exigir el desmonte de la indignante escala de privilegios aumentada por casi 40 años bajo la “soberanía” del capital financiero: el establecimiento de la educación pública y gratuita, y un sistema de salud no mercantilista.

El capitalismo que floreció en Chile marchitó al grueso de su sociedad bajo un régimen de excepción marcial consentido por socialistas y demócratas cristianos que vive sus últimas jornadas. Colombia fue un aplicado y “desastroso” discípulo de Chile desde que existe la Ley 100, y un párvulo “aventajado” en privatizar la educación, las formas campesinas y las comunidades de las minorías ancestrales contra viento y marea.

Delante de cualquiera está el escándalo de Carimagua, AIS, el despojo paramilitar del Urabá antioqueño por el Fondo Ganadero de Córdoba, y la más protuberante punta del iceberg: la corruptela multibillonaria de las Eps privadas, como en las intervenidas Saludcoop y Humana, amén de la tozuda picardía de nuestro presidente en funciones, quien insistió en ir a Chile en busca de lo que no se la ha perdido: la receta que salve a la educación pública, esto es, su consecuente privatización.

Entre Bush y Obama

La etapa más crítica de la destorcida neoliberal tiene dos momentos, la crisis económica de los años 2008-2009, la secuela de los yerros de la administración Bush en lo económico y político; y su actual rebrote brutal en el corriente año. La primera prohijó la elección presidencial del demócrata Barack Obama, punto de quiebre del liderazgo de los halcones republicanos que llevaron la guerra a las antípodas del globo, y la miseria a sus ciudadanos en el principal centro de la hegemonía capitalista.

A Obama le ayudaron, de una parte, el compromiso con las causas sociales de las barriadas de Chicago, en lo local; y su rechazo como senador a la acción guerrera en Irak, dándole golpe de estado a la ONU. Unido a su estilo directo y lacónico, que ahora enfrenta el incumplimiento de las promesas hechas a los electores descontentos, a las minorías “latinas” y a la joven intelectualidad que fue motor en la base de su campaña.

Obama ha intentado curar la enfermedad de la quiebra de las hipotecas, y los grandes conglomerados financieros que se alimentan como “vampiros” de la sangre de las familias medias estadounidenses echando dólares en la hoguera de las ilusiones, para evitar que aquellos mueran de inanición caníbal, en lo posible. Sin embargo la sangría continúa, y el desempleo apenas se recupera que mantiene una tasa superior al 9,1 porciento[2]. A lo cual se añadió la crítica circunstancias de haber experimentado sobrepasado el techo de la deuda permitido por la legislación estadounidense.

El descalabro financiero inducido por las hipotecas subprime, colocó de un golpe en la calle a miles de miles de estadounidenses: por la pérdida o venta precipitada de sus hogares.[3] Es el sino trágico de la inestabilidad y la incertidumbre que reinan en el infartado corazón de la sociedad capitalista más consolidada, donde la democracia liberal se asfixia por la pugna entre elites republicanas y demócratas por la presidencia, y los privilegios son cada vez más insultantes e insoportables de los menos, el puñado de billonarios, y los millones de pobres e indigentes que sobreviven de lo que queda de un raquítico “welfare”.

Jueves negro: quiebre político de la historia económica

Que Estados Unidos pague por su propia adicción al endeudamiento y sus peleas políticas sin visión de futuro. Reclamo de las autoridades económicas chinas.

El viernes 5 de agosto, la agencia de calificación de riesgo, Standard & Poor’s, bajó de AAA a AA+ la deuda norteamericana, porque no hay seguridad suficiente a mediano plazo que el gobierno estadounidense pueda honrar sus exhorbitantes compromisos económicos. Colombia vivió también ese día una caída de su bolsa que alcanzó al 6,05 porciento, y que estuvo cayendo desde el comienzo de aquella semana negra.

El trasunto de este comportamiento económico fue una errática actuación política que comprometió al ejecutivo demócrata y al congreso dominado por los republicanos en alianza con algunos demócratas en rebeldía contra Obama, y su dizque perfiles socializantes. Esta vez la divisa no era: “Es la economía, estúpido”, que hizo famoso a Bill Clinton, sino “Es la política, estúpido”, que coloca al borde de la pérdida de la presidencia al circunspecto y atildado Barack Obama.

Ahora la receta aplicada por el desaparecido Consenso de Washington, de los ajustes sangrientos toca a la puerta de su principal promotor en el pasado, recortar gastos y cobrar más impuestos. Pero su congreso aceptó lo primero, pero rechazó lo segundo. Apretarse el cinturón sí, pero no los ricos, aunque uno de ellos, después, Warren Buffett, haya dicho que es irrisorio lo que él paga por impuestos comparado el monto de sus ganancias anuales.

Al riesgo de una posible recesión estadounidense en un plazo de dos años, se le añadió la crisis de la deuda en los socios de la UE. Italia tuvo que encajar nuevas reformas económicas en contra de los más, para socializar las pérdidas que resultan del despilfarro y la especulación financiera en los mercados del mundo. Lo cual hace casi imposible la reelección del halcón Berlusconi.

El descenso general en las bolsas fue el peor en casi tres años de tragedia económica internacional. En esta primera semana del agosto negro, las acciones europeas perdieron 820.000 millones de dólares de acuerdo con el índice MSCI. Todo lo cual fue agravado también por un notorio decrecimiento de las principales economías asiáticas, China, India y Japón.



[1] Exrector de la U. Libre de Colombia. Exdirector de Ciencia Política y el Instituto UNIJUS, Universidad Nacional. Profesor Asociado y director del Grupo de investigación Presidencialismo y participación en la Facultad de Derecho y Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia.

[2] En el mes de julio se registró la creación de 117.000 nuevos empleos en EUA, que superó el estimativo inicial de 85.000 pronosticado por los analistas, lo que bajo en una décima la caída del desempleo.

[3] El punto máximo de la caída de las hipotecas subprime, respaldadas por bonos con las mejores calificaciones de las agencias de riesgo, fue la caída del gigante Lehman Brothers y el angustiante auxilio gubernamental a las firmas aseguradoras al borde de la quiebra. Todo lo cual precipitó a Estados Unidos en la recesión desde diciembre de 2007. El nuevo gobierno de Obama tuvo que meterse la mano al dril, y hubo una corta recuperación marcada por la baja en el desempleo que pasó de 10,1 a 8,8 entonces.