LA COYUNTURA GLOBAL Y LA CRISIS DE LA DEUDA ESTADOUNIDENSE
¿CÓMO LEER LA CRISIS ACTUAL? (PARTE I)
Miguel Angel Herrera Zgaib
Profesor Asociado. Ciencia Política, Unal[1]
Desde la invención de la economía, entendida primero como reflexión acerca de la organización y reproducción privada de la existencia en Grecia antigua, que la entendía como las normas del hogar, - oikos, hogar, nomós, norma - hasta la creación del saber moderno de la economía política, que ubica las reglas del “buen vivir” colectivo en el espacio privado estatal, centrado en la recuperada sociedad civil de los libres asociados, en Escocia y Francia, durante el tiempo de la Ilustración,[2] muchas lecciones se han aprendido de lo que resulta de la libre competencia de los individuos modernos, y los agrupamientos que resultan de su competencia en los mercados que dinamizan la llamada sociedad burguesa.
La posterior crítica de esta disciplina en cabeza de Carlos Marx, expuesta en su monumental obra, El Capital, ajustó cuentas con los aportes de Adam Ferguson, Adam Smith y David Ricardo[3]. Él mostró la condición antagónica, polar entre capital y trabajo, y su necesaria contradictoria coexistencia, alimentada de sangre, sudor y lágrimas.
El siglo XX se despertó con la primera revolución socialista triunfante, que le dio paso a una rectificación y a la redefinición de este saber de la economía política a cargo de neoclásicos y marginalistas. Ellos buscaron suprimir la política de la economía, buscando colocar, reducir el Estado a los márgenes del mercado. Para restablecer el reinado de los sponte acta, el espacio extraestatal de los individuos egoístas de la sociedad de ayer y hoy. [4]
Producida la crisis del llamado Estado de Bienestar, o Estado Providencia, según el lugar del mundo occidental al que nos refiramos, el gran contrato celebrado entre las poderosas organizaciones sindicales e industriales al término de la II Guerra mundial, se fue desmoronando en el paraíso perdido del pleno empleo, que dejó de rimar bien con los beneficios, las ambiciones capitalistas.
Antes, durante la prosperidad de posguerra, el optimismo juntaba el saber de Lord Keynes con el del premio Nobel estadounidense, Paul Samuelson centrado ahora en la microeconomía a secas. Y éste se convirtió en una suerte de predicador de la buena nueva, y su catecismo económico fue convertido en la vulgata moral. Repetido hasta el cansancio en las universidades de Occidente hasta que ocurrió la crisis del petróleo, que corrió paralela con la derrota del imperialismo estadounidense y sus aliados en Vietnam del Sur. En este doble campo de batalla se derrumbó y quemó lo acordado en Bretton Woods.
Enseguida, el gobierno del presidente Richard Nixon socializó las pérdidas entre todos sus socios y subordinados internacionales; desconectó a voluntad el dólar del patrón oro, convirtió a Fort Knox en una “cueva de ladrones” lejos del alcance de Supermán, devaluando su moneda en un santiamén. Todo lo cual tuvo como colofón a Watergate, conduciendo a la quiebra los restos de moralidad pública puritana, al disolver el matrimonio por conveniencia entre estado y mercado modernos. El resultado final fue, ni más ni menos, el colapso de “la ética protestante y el espíritu del capitalismo” que diera fama al sociólogo alemán Max Weber, dedicado neuróticamente a explicar los nexos entre economía, sociedad y religión.
La operación “limpieza” del establo capitalista afectado por la inflación de precios se prolongó con la “liberación” financiera de los mercados decretada por la Gran Bretaña, la bestia rubia quería “recuperar” el honor perdido de la City londinense, cuando la libra esterlina le cedió el paso al verde dólar. Ahora ella globalizó la especulación financiera, dándole dolorosa carta de ciudadanía al capitalismo casino, sobre el cual ya escribió con lucidez Susan Strange, uno de sus súbditos.
John Maynard Keynes pronosticó que en 100 años estaríamos muertos. Tomaba como punto de referencia el Tratado de Versalles. Ahora siendo algo apocalípticos en el pronóstico, la muerte del “capitalismo” podría ocurrir alrededor del año 2019. El posible resultado está a la vista después de haber ensayado diversos remedios coyunturales sin poder curar la naturaleza de la enfermedad que lo acompaña desde su nacimiento.
Pese a los cuidados intensivos de Joseph Schumpeter, teórico de las crisis cíclicas del capitalismo. Parodiando con algo de crueldad el recurrente misterio del cáncer en los organismos vivos, los sucesivos tratamientos de quimioterapia de las crisis, que significan hambrunas sin cuento y destrucción despiadada de la riqueza social, que producen un alivio momentáneo, renovando el optimismo en el mercado global. Ahora, en la metamorfosis neoliberal conducen a recaídas cada vez más severas, como la que viene padeciendo el mundo posindustrial desde el año 2008, donde el “paciente” no es inglés sino estadounidense, y no hay, por lo pronto, Obama que valga.
La receta más socorrida, metida en el saber popular de la economía diaria, controlar los flujos monetarios, el nuevo testamento de Milton Friedman y la escuela de Chicago, a la postre viene perdiendo estruendosamente el examen. La política monetaria ha perdido la cabeza, y viene enloqueciendo a la sociedad actual, desde Alaska hasta la Patagonia. Tiene en ascuas al multimillonario presidente de Chile, Piñera, y al congreso estadounidense bebiendo con amargura en la mesa del Tea Party.
[1] Email:miguel.herrera@transpolitica.org
[2] FERGUSON, Adam. Historia natural de la sociedad civil.
[3] RICARDO, David (1943). The Principles of Political Economy and Taxation. J. M. Dent $ Sons Ltd. London.
[4] SARTORI, Giovanni. ¿Qué es política?, en: Política, lógica y método en las ciencias sociales. FCE. México, p: 219.
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