sábado, 3 de septiembre de 2011

EL PAIS-Madrid

Hessel: "Hay que inventar una nueva democracia"

En su visita a Madrid, el autor de '¡Indignaos!' anima a votar en las elecciones y a desobedecer las decisiones de los Gobiernos que no sean legítimas

TEREIXA CONSTENLA - Madrid - 01/09/2011

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Este señor que está a punto de cumplir 94 años, que ha pasado por campos de concentración, que ha sido torturado y que ha combatido clandestinamente contra los nazis, cree en el futuro. Por la larga vida de Stéphane Hessel ha pasado la apisonadora de la historia del XX. Y ya sabemos que fue un siglo pródigo en espantos totalitarios. Quizá para compensarlo fue asimismo un siglo memorable por sus conquistas. Hessel, también aquí en primera fila, asistió a la gestación de algo extremadamente vital: la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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Este señor al que le sobran razones para odiar o llorar ha decidido sonreír todo el rato, como reiteró de nuevo esta mañana en Madrid. "Lo que caracteriza mi vida es la suerte.

He sido sumamente afortunado. He pasado por cosas que han salido mal y he logrado salir indemne".

He aquí a un optimista irredento, que decidió abrazar la esperanza y no dejarse arrastrar por la oscuridad que acabó con un gran amigo de su padre y gran pensador europeo, Walter Benjamin, el filósofo que acabó suicidándose en 1940, mientras huía del nazismo, y que creía que el progreso era un huracán destructor.

Este señor que escribió un panfleto (¡Indignaos!), al que luego siguió otro (¡Comprometeos!) y al que sucederá un tercero en breve, al alimón con el filósofo Edgar Morin -publicados en España por Destino-, ha dado cauce teórico a un descontento que ya ha vivido alguna crecida. Le toman en serio porque antes de la teoría se dedicó a dar lecciones prácticas.

Este señor está hoy en Madrid para dar respuestas. No tiene todas las respuestas, claro. Hessel, doblemente sabio por diplomático y mayor, avisa que desconoce realidades con la concreción que se necesita para posicionarse. Pero en la expectante rueda de prensa que ha dado esta mañana en Círculo de Lectores no elude ninguna pregunta.

Desgrana sus recetas universales: hay que despedirse de la era Reagan y Thatcher en la que vivimos, hay que apoyar nuevos movimientos democráticos y votar por los partidos que más se acerquen a la defensa de la democracia y la igualdad social.

"Hay que empezar por usar las fuerzas que ya existen en las próximas elecciones en Francia, España y Alemania, no vale decir que todos son iguales y me abstengo, y luego hay que apoyar a los nuevos movimientos", apeló antes de explicar que, en su país, respalda al partido socialista.

Tampoco tuvo empacho en confesar sus simpatías por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero -y por mostrar esperanza ante Alfredo Pérez Rubalcaba, "quizás sea otro gran líder"- y en recomendar que se combata activamente a los partidos que van en dirección contraria al refuerzo de la democracia y la solidaridad. ¿Cómo? Con el voto. Al 15-M, el movimiento español que enarboló su manifiesto como un estandarte, le augura larga vida.

Dos de sus representantes, Óscar Rivas y Fabio Gándara, se sentaron hoy en primera fila para escucharle y preguntarle. Le veían por primera vez. Gándara leyó el texto recomendado en las redes sociales cuando ya se preparaba el 15-M: "Me sirvió para saber que había gente con un bagaje vital enorme, que ha vivido el siglo XX, y que defiende lo mismo que nosotros".

Rivas lo hizo unos meses antes, asaltado por el panfleto en una librería: "No fue un libro de descubrimiento, pero sí de confirmación".

Este señor que ha pertenecido al status quo (fue diplomático) se atreve a decir cosas contra el sistema: "Hay que inventar una nueva democracia", "No podemos aceptar este FMI incapaz de resolver el problema de la deuda", "Cuando la legalidad democrática choca contra la legitimidad democrática es válido recurrir a la desobediencia civil", "La excesiva presión de los mercados y el poder financiero han hecho que los gobiernos actúen de espaldas a su pueblo".

Este señor de manos grandes y ojos diminutos no cree que merezca ser candidato al premio Nobel de la Paz, por mucho que le halague la propuesta.

Probablemente se compare con Franklin D. Rooselvet, a quien le agradece cada vez que puede la Declaración de los Derechos Humanos, y piense que sus opúsculos son poca cosa.

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