domingo, 30 de junio de 2013

EL TEMPLO REZA Y LA CALLE GRITA


miguel angel herrera zgaib.
La inmensa mole de cemento, el Maracaná con capacidad para 100.000 espectadores, se silenció en 1950, cuando Uruguay le arrebató el título mundial a la selección de Leónidas. 

El templo del gol

Hoy, en la final de la copa Confederaciones, Fred y Neymar anticipan, en parte, lo que puede ser el mundial del 2014. Minutos apenas de que el defensor salvara el primer gol de España, la torcida brasileña puso cifras concluyentes al primer tiempo.

Pero, en la etapa complementaria de nuevo, Fred, el delantero de Fluminense, marcó el quinto gol en el torneo, y coloca en tres "pepinos" un resultado concluyente. La alegría es incontenible en Río, y en Madrid y Barcelona la gente enmudece. 

Es la despedida de España como campeón, y la presencia en primera persona de un sucesor que tendrá que verse en el camino consagratorio con Italia, que hoy ganó frente a Uruguay por la vía de los penalties.

Mientras que Brasil resuelve a punta de goles, y no masacrando un pequeñín como Tahití, tenemos delante ahora las dos mejores escuelas, la que va de salida y la que regresa, con su fútbol rápido e incisivo, que tiene, por lo pronto, en Fred y Neymar dos artilleros que harán temblar los estadios.

La calle le canta la tabla a Dilma

Los goles son una cosa, y la miseria y el hambre de millones de brasileños no cesa su reclamo, y con ellos está el coro de la nueva clase media. Se exige para todos que el milagro brasileño los cobije, y no que las diferencias astronómicas continúen durante el gobierno de la izquierda, cuyas promesas están enjugadas en corrupción. 

El reclamo ya no es más que cese el hambre, sino que haya condiciones de vida digna, y eso lo corean los torcedores dentro y fuera de los estadios. La multitud de modo consciente no se achicopala ante las balas. Y Dilma tiene que pasar a los hechos. 

El colchón que zurció Lula no es suficiente, y el 2014 exige respuestas inmediatas, que vayan a la yugular de la corrupción; y hagan fluir productivamente la riqueza que Brasil ha cosechado, su empresariado inescrupuloso y cortoplacista que ya consumió un buen pedazo de la Amazonia.

Ya no importa el resultado del Maracaná, ahora se trata de marcar el gol a la política de la exclusión y la marginalidad, y este es un partido que juegan en las calles los brasileños de abajo y del medio, y tienen clara la cuenta, y a quiénes cobrarán los penalties.

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