PONENCIA VII FORO PALABRA Y ACCIÓN.
miguel angel herrera zgaib
director grupo pyp
seminario internacional a.gramsci
Un tiempo de crisis orgánica y disputa
hegemónica
El
imperio gobierna un orden global fracturado por divisiones y jerarquías
internas, y abatido por la guerra perpetua.
(Negri & Hardt, 2004, p.15.).
En
el análisis del tercer grado o momento del sistema de las relaciones de fuerzas
existentes en una situación determinada, se puede recurrir con utilidad al
concepto que, en la ciencia militar se denomina “coyuntura estratégica”, o sea,
con mayor precisión, al grado de preparación estratégica del escenario de la
lucha uno de cuyos principales elementos está dado por las condiciones
cualitativas del personal dirigente y de las fuerzas activas que se pueden
llamar de primera línea (comprendidas también las de asalto).” (Gramsci,
Escritos Políticos, 1917-1933, p.367.)
Esta investigación doctoral retoma los
debates contemporáneos acerca de la democracia, la democratización, y más
particularmente, las transiciones democráticas. El fin fundamental es explicar
el curso político de la transición Colombiana, durante un periodo crucial para
la paz y la guerra que transcurre entre 1999 y 2010.
Dicha transición está sobredeterminada
por una prolongada guerra social interna que libró la insurgencia subalterna en
la resistencia, siendo autodefensas campesinas al comienzo, y después librando
una clásica guerra de guerrillas. Focalizadas primero en determinados enclaves
de resistencia rural, y luego transformadas en guerrilla móvil extendida por
parte considerable del territorio nacional.
Después viene el tránsito hacia la paz,
con varios episodios truncados con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar,
CGSB.[1]
Hasta, por una parte, el pare con el Eln en los Acuerdos de Puerta del Cielo; y
el cierre intempestivo de la negociación con las Farc-Ep, por decisión del
presidente Andrés Pastrana Arango. La ruptura sobrevino con el secuestro del
senador Jorge Gechem Turbay, miembro de la comisión de paz del Congreso, por la
columna especial Teófilo Forero, el 20 de febrero de 2002.
Empero, el fragmentando proceso de la
transición Colombiana se confunde con la paz, y comienza a resolverse, después
de tres interrupciones anteriores, en medio de las hostilidades, cuando al
final del periodo 1999 y 2010, entre bambalinas, se acordó la negociación
bilateral entre Alfonso Cano, Farc-Ep, y Juan Manuel Santos motu proprio, ministro de defensa del
presidente Álvaro Uribe Vélez, con el visto bueno del gobierno de Barack Obama,
el principal aliado político militar del bloque de poder nacional.
Así establecido, los momentos de guerra y
negociación son trayectorias contradictorias y complementarias de la transición
que aquí se postula y estudia. Definida como transición democrática tardía de Colombia, cuyo proceso y
desenlace, sin duda, afectará por partida doble al Estado social de derecho y
al régimen político presidencial nacido en la Constituyente 1991.
Esta fase crítica de la transición,
1999-2010, sobre la que versa esta disertación es comprendida como una disputa
política por la hegemonía entre el bloque dominante y el bloque social
subalterno en formación, quienes pugnan por orientar y conducir a la sociedad
civil de conformidad con sus proyectos. Después de que infructuosamente
buscaron resolver la contradicción que los separa mediante la guerra, que mutó
en un conflicto político militar crónico. Esta situación reúne las
características de una crisis orgánica de larga duración, de cuyo estudio y
comprensión fue pionero Antonio Gramsci.
El acuerdo de negociación de la paz
definitiva propuesto a las Farc-ep fue revelado por el facilitador Henry Acosta
Patiño, mensajero primero del presidente Álvaro Uribe y las Farc-Ep, y
luego del presidente Juan Manuel Santos,
el 6 de septiembre de 2010. Llevándole un mensaje escrito al comandante Alfonso
Cano, en que se leía lo siguiente: “…parar la guerra y negociar ya el conflicto
histórico con las Farc”, aceptando en parte que “…su plataforma de doce puntos
es un programa mínimo, allí hay espacio para una negociación y para allegar un
acuerdo.”[2]
Más allá de las apariencias, la
transición democrática de Colombia se caracteriza de modo “sustancial” por una
crisis orgánica de larga duración que es el producto histórico de la separación
de parte considerables de los grupos sociales subalternos, campesinos, obreros,
pequeña burguesía intelectual, pobladores urbanos, el “país nacional” de la
dirección de los partidos tradicionales, Liberal y Conservador.
Es una situación que aparece primero
como una crisis de representación, cuyo catalizador fue la acción intempestiva
de los subalternos movilizados por la paz en Bogotá, interpelados por el
caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán, y con su muerte se transforma en una
crisis de legitimidad democrática que los subalternos de ascendencia liberal
enfrentan por la vía armada.
De modo progresivo, la insurgencia
subalterna en la lucha armada contra las fuerzas regulares del estado, aprende
que la reiterada negativa a las reformas sociales remite a la existencia de una
crisis abierta de la formación social, orgánica del sistema capitalista
periférico; y que el bloque de poder desafiado cuenta con un aliado estratégico
principal, los Estados Unidos, que hace presencia oficial e interviene en la
guerra social no declarada desde 1948 hasta la fecha.
Los subalternos descubren a la muerte
del líder liberal, por una parte, el carácter antagónico de la modernización de
“la revolución en marcha” con su carga de socialidad contradictoria; pero, ante
todo, ensayan su rebeldía, confrontando con su precaria autonomía, espontánea y
multitudinaria la esencia reaccionaria del bipartidismo liberal-conservador que
cierra filas desde entonces para combatirlos, reprimirlos e impedir cualquier
reforma democrático burguesa que cambien los pilares socio-económicos en los
que se asienta la dominación burguesa y terrateniente que constituye el comando
tardo oligárquico del capitalismo periférico colombiano.
El bloque histórico de matriz burguesa y
terrateniente, rechazó las reformas, la agraria en primer lugar, y los demás
componentes del original Plan Gaitán que en su conjunto simbolizan hasta llegar
al programa de los 12 puntos, que rememora Juan Manuel Santos, en su carta de
invitación a negociar con las Farc-Ep, la demanda democrática de campesinos,
indígenas, obreros, pobres y pequeña burguesía intelectual, un precipitado
reivindicatorio que conjuga igualdad social, inclusión política más libertad y
tolerancia ideológica.
Aquella crisis de representación,
primero tuvo alcances insurreccionales y fracasó en el intento de aquellas
semanas, pero, en cambio, dejó huella en la lucha de clases y grupos
subalternos por la autonomía del bipartidismo que los dominaba y dirigía hasta
la “pacificación” de las guerrillas subalternas del Llano realizada por el
general Gustavo Rojas Pinilla. Después se tradujo en la manifestación
secuencial, primigenia de la crisis de hegemonía de la clase dirigente
bipartidista, porque “vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeños
burgueses intelectuales) pasaron bruscamente de la pasividad política a una
cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto
constituyen una revolución” (Gramsci, 1982, 362).
Ahora esta crisis es estudiada en su
fase de desenlace, 1999-2010, comprendiéndola como un proceso de
democratización de-democratización, producto de una específica relación de
fuerzas sociales, políticas y militares. Es pensada como un conflicto
antagónico, encarado primero bajo la lógica amigo-enemigo se transforma en una
confrontación adversarial entre los grupos dominantes y subalternos cuyo desenlace
definirá la disputa por la orientación hegemónica de la ecuación de la guerra y
la paz.
Esta solución pasa por el despertar y
acción de la sociedad civil que ha sido tratada en todo el recorrido anterior,
1947-2002, como un títere estratégico de los antagonistas en la guerra, que la
sometieron a sus dictados autoritarios en los teatros de la guerra social. La
sociedad civil interviene cuando el país nacional y político experimenta la
primera gran variación política y jurídica institucional, al derogarse la
Constitución del viejo régimen de 1886.
Esta vez la guerra no cesó,
convirtiéndola en una nueva “carta de batalla”, pero sí dio cabida
institucional a fuerzas guerrilleras que hicieron dejación de armas.[3]
Pero el pacto de paz entre los antagonistas fracasó con las principales fuerzas
de la insurgencia subalterna organizadas en la CGSB. En particular, ante la
exigencia de las Farc-Ep, de disponer de la mitad de los delegados a la
Constituyente. La respuesta que recibieron de parte del gobierno de César
Gaviria fue el bombardeo inesperado de Casa Verde, la sede tradicional del
Secretariado guerrillero en La Uribe, Meta, el 9 de diciembre de 1990.
Así, la constitución promulgada y
sancionada en 1991 fue símbolo de un nuevo proceso truncado de la paz nacional.
Volvió a ganar momento después de ocho años de guerra social subalterna,[4]
con los acercamientos preliminares entre el candidato conservador Andrés
Pastrana Arango, y el comandante Manuel Marulanda Vélez, en el año 1998. El
asunto de la paz como promesa definió al triunfador.[5]
La mesa se instaló, con la silla de Marulanda vacía, su emisario, Joaquín Gómez inauguró la nueva ronda en San Vicente del
Caguán en 1999.
En
el plano analítico, esta trayectoria histórico política que empieza en el año
1999 se estudia con el enfoque gramsciano porque ofrece una matriz teórica
adecuada para el estudio del Estado colombiano, y la metodología consiguiente
para aprehender la dinámica del sistema, el régimen, el gobierno y la comunidad
política nacional, sus contradictores ya adversarios interno.
Dicho
enfoque teórico operativo parte del análisis
de las situaciones. Todo lo cual supone examinar un triángulo relacional de
fuerzas complejo, con el cual establecemos, diferenciamos y relacionamos “…los
diversos grados de relaciones de fuerzas…” (Gramsci, 1982, 342). Igualmente,
estudiando su articulación interna resolvemos el problema de las relaciones
entre la estructura y las sobreestructuras, para hacer un análisis adecuado
tanto de las fuerzas que operan en la historia de este periodo, 1999-2010, y
determinar su correlación dinámica (Gramsci, 1982, 343).
Según
Gramsci, el estudio de las relaciones de fuerza actuantes en la transición
política tiene unos controles espacio temporales, encarnados en dos principios
heurísticos, dos cánones que fueron formulados, en sus orígenes, por Carlos
Marx del siguiente modo:
Una formación social no perece
antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas para las cuales es aún
suficiente y nuevas y más altas relaciones de producción hayan ocupado su
lugar, ni antes que las condiciones materiales de existencia de éstas últimas
hayan germinado en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad se
plantea siempre y sólo las tareas que puede resolver; si se observan las cosas
atentamente, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino donde las
condiciones materiales de su solución
existen ya, o se encuentran al menos en proceso de formación. (Marx, Introducción/Prefacio a la Contribución a la
crítica de la economía política, 1859).
Gramsci
refiere los mismos principios en sus apuntes acerca del Análisis de situaciones. Relaciones de Fuerzas, así:
Hay que moverse en el ámbito de
dos principios: 1) el de que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya
solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al
menos, en vías de aparición o desarrollo; 2) el de que ninguna sociedad se
disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas
de vida implícitas en sus relaciones… (Gramsci, 1982, 343).
Al
respecto de las relaciones de fuerzas conviene precisar que tienen varios
momentos o grados, que son tres, como siguen:
1) Una relación de fuerzas
sociales estrechamente ligada a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad
de los hombres y que puede medirse con los sistemas de las ciencias exactas o
físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de
producción se tienen las agrupaciones sociales, cada una de las cuales
representa una función y ocupa una posición
dada en la producción misma… (Gramsci, 1982, 347).
2) Un momento ulterior es la
relación de las fuerzas políticas, esto es: la estimación del grado de
homogeneidad, de autoconciencia y de organización alcanzado por los varios
grupos sociales. Este momento puede analizarse a su vez distinguiendo en él
varios grados que corresponden a los diversos momentos de la conciencia
política colectiva tal y como se ha manifestado hasta ahora en la historia…, y
un tercer momento o grado es aquel en el cual se llega a la conciencia de que
los mismos intereses corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro,
superan el ambiente corporativo, de grupo meramente económico, y pueden y deben
convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más
estrictamente política, la cual indica el paso claro de la estructura a la
esfera de las superestructuras complejas. (Gramsci, 1982, 347).
En
el mismo texto, Gramsci especifica la concepción que de Estado tiene en la
dinámica de las relaciones de fuerzas, propia de una situación objetivamente
antagónica, diciendo que:
El estado se concibe, sin duda,
como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables
a la máxima expansión del grupo; pero ese desarrollo y esa expansión se
conciben y se presentan como la fuerza motora de una expansión universal, de un
desarrollo de todas las energías “nacionales (Gramsci, 1982, 347).
La
disputa por la conquista y la dirección del estado es también una disputa
encarnizada por la hegemonía en la sociedad civil que es conformada por la red
de “organismos privados”. Colombia no es tampoco la excepción.
Gramsci advierte también que los momentos de
las diversas relaciones de fuerzas, “En la historia real se implican
recíprocamente, horizontal y verticalmente…según las actividades
económico-sociales (horizontales) y según los territorios (verticales),
combinándose y escindiéndose por modos varios…” (Gramsci, 1982, 348).
Siguiendo
en el examen del entramado teórico que Gramsci nos propone, indica que:
Aún hay que tener en cuenta que
con esas relaciones internas de un estado nación se entrelazan las relaciones
internacionales creando nuevas combinaciones… Esta relación entre fuerzas
internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía más por la existencia,
dentro de cada estado, de numerosas secciones territoriales de varia estructura
y diversas relaciones de fuerza de todos los grados… (Gramsci, 1982, 348).
La
red de relaciones comprende también las que ligan al estado, sus fuerzas
nacionales, con las fuerzas internacionales, burguesas y proletarias,
principalmente; pero que están también al interior de la formación social
nacional las fuerzas territoriales, provinciales, regionales, locales, según
sea el caso.
No
es menos importante para nuestro análisis, dentro del complejo de la relación
de fuerzas, el grado de las fuerzas militares que Gramsci destaca como
decisivo. Este aserto se prueba en el proceso de desenlace de la guerra
colombiana durante el periodo 1999-2010. Él explica por qué lo es, señalando
que el desarrollo histórico de una formación social oscila constantemente entre
el primer momento, esto es, las relaciones de fuerza objetivas, y el tercer
momento, las relaciones de fuerza militares, con la mediación de las relaciones
políticas que a su vez se descomponen analíticamente en tres grados internos (Gramsci, 348).
En
últimas, el devenir de la transición política, bajo el doble movimiento,
democratización y de-democratización, la potencial autonomía de los subalternos
solo se realiza cuando la clase y los grupos aliados se hacen estado; porque,
anota Gramsci “los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los
grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y levantan. En realidad, incluso
cuando parecen victoriosos, los grupos subalternos se encuentran en una
situación de alarma defensiva.” (Gramsci, 1982, 361).
Al
respecto conviene aclarar que en este momento crucial de la lucha de clases,
entre subalternos y dominantes “se pueden distinguir dos grados: el militar en
sentido estricto, o técnico militar, y el grado que puede llamarse
político-militar…con una gran variedad de combinaciones” (Gramsci, 1982, p.348).
En este tercer grado o momento los movimientos orgánicos son
protagónicos, desafían al orden existente, y nunca pueden confundirse con otras
acciones colectivas, las propias de los movimientos de “coyuntura” que se
presentan como ocasionales y casi accidentales.
En el periodo 1999-2010, la fase que abarca
los años 2002-2007, corresponde al aspecto técnico militar del tercer momento,
y la que va del 2008 al 2010 es la fase propiamente político militar. Esta
distinción posibilita desentrañar en el plano táctico y estratégico de la
lucha, y el posible devenir tendencial de la situación. Precisemos también que
ésta es una transición con dos movimientos, democrático y de-democratizador.[6]
Este último aspecto tiene apoyo conceptual en el sociólogo político Charles
Tilly, estudioso, en particular, de las democratizaciones tardías.
Charles
Tilly estudió las transiciones democráticas de Europa del Este,
comprendiéndolas como procesos de democratización, que no son ejercicios sin
retorno. En efecto, ellas tienen retrocesos de-democratizadores (Tilly, 2007).
Este es el caso colombiano, cuya transición sufre una reacción
de-democratizadora. El bloque de poder agencia una reacción autoritaria con una
mutación necesaria del régimen político neopresidencial de 1991. Lo convierte
en un régimen para-presidencial mediante el dispositivo de la excepcionalidad.
Es
la reacción estratégica del bloque de los dominantes a la acción política y
social sostenida de los grupos y clases subalternas, una vez que éstos
abandonan las posiciones de autodefensa, y de resistencia tradicionales.
Quieren ser gobierno unos, fortalecidos por sus victorias militares, de un
lado; y el descrédito político del bloque dominante de otro, anima los frentes
electorales legales de los subalternos sociales.
Esta
doble acción plural, heterogénea, de apariencia caótica, contra el orden
político que los oprime; y contra la desigualdad social que los excluye e
invisibiliza reaviva el curso interrumpido de la revolución democrática
radical. Es respuesta política al descubrimiento de las limitaciones del nuevo
orden, en rechazo de la parálisis del nuevo Estado que nació para promover “(…) las condiciones para que la igualdad sea
real y efectiva (…), y con la obligación constitucional de adoptar “(…) medidas
en favor de grupos discriminados o marginados.”[7]
Ahora
bien, Antonio Gramsci permite comprender el proceso democratizador
de-democratizador colombiano, un objeto estudiado y actualizado por Charles
Tilly, entendiéndolo ambos diacrónicamente como una disputa política, que tiene
una fundación social.[8]
No es otra contención social, sino que expresa el antagonismo social
capitalista no resuelto durante la crisis orgánica de larga duración. Para su análisis presente, el periodo
1999-2010, la definimos como una “coyuntura estratégica” en la guerra de
posiciones democrática que tiene una historia específica que reconstruimos y
analizamos.
El
concepto de coyuntura estratégica es extrapolado de la ciencia y el arte
militar al campo político, conforme a lo experimentado en la Primera guerra
mundial y la depresión económica de 1929, que dio pasos a las revoluciones pasivas
del fascismo, el nazismo y el estalinismo.
El concepto de coyuntura estratégica tiene larga vida, porque nos
permite definir la nueva época de la lucha de clases y grupos, en presencia de
dos proyectos de sociedad, capitalista y socialista en guerra de posiciones
estratégica. Ésta es válida hasta nuestros días, ahora sobredeterminada por las
luchas propias del orden global imperial, con el ascenso de una ola
democrática, la tercera, y una cascada de revoluciones pasivas experimentadas
por el orden político y social capitalista, con las cuales varios estados
nación transitan del régimen de acumulación fordista a una nueva hegemonía
económica, la del régimen posfordista en el que predomina el trabajo
inmaterial.
Para
el entendimiento de lo que son las revoluciones pasivas bajo el capitalismo,
acudimos, primero, a lo postulado por Marx y Engels acerca de la continua
revolución capitalista en el Manifiesto
Comunista. Consideramos también las contribuciones de Antonio Gramsci,
quien llama pasivas a las revoluciones en que no hay la presencia activa,
autónoma de los subalternos; y luego lo escrito por Antonio Negri, en Marx, más allá de Marx, que recupera la
perspectiva subjetiva presente en el trabajo de los Grundrisse; y en el trabajo
en común con Michael Hardt de la serie Imperio,
centrado en el antagonismo entre democracia y guerra en la era imperial, y la
alternativa de la alter-globalización .
Con ellos, la guerra de posiciones democrática
y la contratendencia de las revoluciones pasivas orquestadas por el capital
globalizado posibilita entender el lugar y función del Plan Colombia como punto
de articulación del orden nacional e internacional, para el análisis de la
situación conflictiva que enfrenta a los grupos subalternos de Colombia con la
la apertura económica neoliberal que afianza
la dominación del bloque
posfrentenacional, bajo el comando
de la fracción capitalista financiera.
Los
presidentes Andrés Pastrana Arango, y Álvaro Uribe Vélez son los continuadores
de esta estrategia capitalista, el binomio que sacrifica la tarea fundamental
de promover la igualdad social de los subalternos; y reduce al mínimo las
medidas que favorecen a las minorías discriminadas o marginadas. Entronizan como política pública reina a la
guerra, esto es, la doctrina hobbesiana de la seguridad, a la vez que cooptan a
los grupos subalternos que son proclives, mediante los consabidos dispositivos
de política social neoliberal focalizados.
Así, ambos gobernantes combinan la doble
fórmula de “la zanahoria y el garrote”, con diversa intensidad y acento
autoritarios. Estas respuestas estratégicas de clase están influídas por las
victorias militares obtenidas por la insurgencia subalterna dirigida por las
Farc-Ep; y sacan provecho del repliegue estratégico adoptado por el Eln, ante
los ataques de las AUC a sus bases de apoyo social.
Álvaro Uribe Vélez buscó mediante el
presidencialismo de excepción resolver la doble crisis de hegemonía, económica
y político militar, usando la política pública de guerra para imponer la hegemonía
política y social, al fracaso de su antecesor, el conservador Andrés Pastrana
Arango con quien el bloque de poder bipartidista nacional ensayó la negociación
de paz con las Farc-Ep.
Esta disertación establece y explica la accidentada trayectoria de la
democracia posconstituyente, cuando sufre la inflexión de-democratizante
producida por la escalada oficial de la guerra. Esta secuencia marca el
descenso del proceso democratizador que fuera anunciado por las tres fuerzas
principales, partido liberal, conservadores y la Alianza Democrática-M19, que
fueron copresidieron las deliberaciones de la Constituyente en 1991.
La investigación dilucida el real devenir reaccionario de esta
transición tardía; determina el significado del proceso político y social que
la hizo posible, cuando chocan en la guerra la fuerza que dirige el bloque de
poder y la subalterna insurgente que lo desafía en el campo propiamente
militar. Ambas interrumpen la
negociación de paz cuando se abre la guerra contra las Farc-Ep, al tiempo que
se ordena su salida de la zona de despeje con un plazo perentorio.
El desenlace de este curso de la
política por otros medios bajo comando del Estado, desemboca en una nueva
aproximación a la paz en el año 2010, al ser electo Juan Manuel Santos, quien
declaró en la posesión que la llave de la paz no estaba perdida. La paz social,
fruto amargo de las prometidas e incumplidas reformas, se erige como la
frontera de la transición democrática y la disputa hegemónica que desencadena y
que está por resolverse entre tres actores, los dos antagonistas, gobierno e
insurgencia subalterna, y la sociedad civil que ha salido de su condición de
títere estratégico de los guerreros.
[1]
Fue la coordinadora establecida por las tres organizaciones guerrilleras que no
participaron en el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente. Ellas fueron
Farc-Ep, Eln y el sector minoritario del Epl.
[2] Tomado
de “Así no empezó todo”, un escrito de Pablo Catatumbo firmado en La Habana, el
22.01.2014, en respuesta rectificatoria a lo consignado en el libro de Enrique
Santos Calderón.
[3] Es lo
que ocurrió con el Movimiento 19 de abril, la mayoría del EPL, el Partido
Revolucionario de los Trabajadores, y el Movimiento Armado Quintín Lame.
[4] Ante el
fracaso de la Operación Centauro lanzada
contra las Farc por el gobierno Barco Vargas, en marzo de 1990, la paz fue
iniciativa de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, CGSB. Un comando se
tomó la embajada de Venezuela. Solicitó intermediación del embajador Fernando
Gerbasi, para iniciar reuniones exploratorias de paz con el presidente Virgilio
Barco.
Las mesas de negociación se
instalaron en Caracas, dos veces, en junio de 1991. Con el golpe de Estado, en
febrero de 1992, la negociación se trasladó a Tlaxcala (México). La muerte por infarto
del exministro Angelino Durán Quintero, cautivo del EPL, produjo la ruptura de
las negociaciones, el 4 de mayo de 1992. La vocería del gobierno de César
Gaviria la tuvieron entonces Horacio Serpa Uribe, y Álvaro Leyva.
[5] Las
Farc-Ep no conversaron con Horacio Serpa Uribe, el otro candidato, emisario
liberal, de la fracasada negociación de paz en las reuniones de Caracas y
Tlaxcala. Este hecho a la postre selló su derrota política en la competencia
presidencial.
[6] Aquí se cita directamente a Charles Tilly, y cómo el caracteriza los
procesos de democratización:
The argument proceeds on
six fundamental assumptions:
1) If democratization occurs, the process does not take place on the
scale of millennia (with the implication that it can only happen in places that
have accumulated a favorable environment very gradually) or on the scale of
months (with the implication that canny social engineers can build it rapidly
almost anywhere), but at a scale in between, most likely over years or decades;
2) Prevailing circumstances under which democratization occurs vary
significantly from era to era and region to region as a function of the
international environment, available models of political organization, and
predominant patterns of social relations;
3) Not just one, but multiple paths to democracy exist;
4) Most large-scale social
environments that have ever existed and the majority of those that exist today
contain major obstacles to democracy;
5) Yet such obstacles diminish rapidly under specifiable circumstances;
6) Democratization
has rarely occurred, and still occurs rarely, because under most political
regimes in most social environments major political actors have strong
incentives and means to block the very processes that promote democratization.
(Processes and Mechanisms of
Democratization. Charles Tilly, Social
Dynamics and Political Change Series. Revised 4 February 1999,Lazarsfeld Center at Columbia
University)
[7] Ver al
respecto, y cotejar el contenido del artículo 13 de la Constitución Nacional.
[8] En
concreto se trata del antagonismo social estudiado por Carlos Marx, y sus
continuadores. Al respecto se refiere Antonio Gramsci, cuando estudia el grado
o momento de la “relación de fuerzas sociales estrechamente ligada a la
estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, y que puede
medirse con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del
grado de desarrollo de las fuerzas materiales de la producción se tienen las
agrupaciones sociales, cada una de las cuales representa una función y ocupa
una posición dada en la producción misma (…)” (Gramsci, 1981, p. 346)