jueves, 26 de mayo de 2016

PONENCIA   VII  FORO PALABRA  Y ACCIÓN.


miguel angel herrera zgaib
director grupo pyp
seminario internacional a.gramsci

Un tiempo de crisis orgánica y disputa hegemónica


El imperio gobierna un orden global fracturado por divisiones y jerarquías internas, y abatido por la guerra perpetua.  (Negri & Hardt, 2004, p.15.).

En el análisis del tercer grado o momento del sistema de las relaciones de fuerzas existentes en una situación determinada, se puede recurrir con utilidad al concepto que, en la ciencia militar se denomina “coyuntura estratégica”, o sea, con mayor precisión, al grado de preparación estratégica del escenario de la lucha uno de cuyos principales elementos está dado por las condiciones cualitativas del personal dirigente y de las fuerzas activas que se pueden llamar de primera línea (comprendidas también las de asalto).” (Gramsci, Escritos Políticos, 1917-1933, p.367.)

Esta investigación doctoral retoma los debates contemporáneos acerca de la democracia, la democratización, y más particularmente, las transiciones democráticas. El fin fundamental es explicar el curso político de la transición Colombiana, durante un periodo crucial para la paz y la guerra que transcurre entre 1999 y 2010.
Dicha transición está sobredeterminada por una prolongada guerra social interna que libró la insurgencia subalterna en la resistencia, siendo autodefensas campesinas al comienzo, y después librando una clásica guerra de guerrillas. Focalizadas primero en determinados enclaves de resistencia rural, y luego transformadas en guerrilla móvil extendida por parte considerable del territorio nacional.
Después viene el tránsito hacia la paz, con varios episodios truncados con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, CGSB.[1] Hasta, por una parte, el pare con el Eln en los Acuerdos de Puerta del Cielo; y el cierre intempestivo de la negociación con las Farc-Ep, por decisión del presidente Andrés Pastrana Arango. La ruptura sobrevino con el secuestro del senador Jorge Gechem Turbay, miembro de la comisión de paz del Congreso, por la columna especial Teófilo Forero, el 20 de febrero de 2002.
Empero, el fragmentando proceso de la transición Colombiana se confunde con la paz, y comienza a resolverse, después de tres interrupciones anteriores, en medio de las hostilidades, cuando al final del periodo 1999 y 2010, entre bambalinas, se acordó la negociación bilateral entre Alfonso Cano, Farc-Ep, y Juan Manuel Santos motu proprio, ministro de defensa del presidente Álvaro Uribe Vélez, con el visto bueno del gobierno de Barack Obama, el principal aliado político militar del bloque de poder nacional.
 Así establecido, los momentos de guerra y negociación son trayectorias contradictorias y complementarias de la transición que aquí se postula y estudia. Definida como transición democrática tardía de Colombia, cuyo proceso y desenlace, sin duda, afectará por partida doble al Estado social de derecho y al régimen político presidencial nacido en la Constituyente 1991.
Esta fase crítica de la transición, 1999-2010, sobre la que versa esta disertación es comprendida como una disputa política por la hegemonía entre el bloque dominante y el bloque social subalterno en formación, quienes pugnan por orientar y conducir a la sociedad civil de conformidad con sus proyectos. Después de que infructuosamente buscaron resolver la contradicción que los separa mediante la guerra, que mutó en un conflicto político militar crónico. Esta situación reúne las características de una crisis orgánica de larga duración, de cuyo estudio y comprensión fue pionero Antonio Gramsci.
El acuerdo de negociación de la paz definitiva propuesto a las Farc-ep fue revelado por el facilitador Henry Acosta Patiño, mensajero primero del presidente Álvaro Uribe y las Farc-Ep, y luego  del presidente Juan Manuel Santos, el 6 de septiembre de 2010. Llevándole un mensaje escrito al comandante Alfonso Cano, en que se leía lo siguiente: “…parar la guerra y negociar ya el conflicto histórico con las Farc”, aceptando en parte que “…su plataforma de doce puntos es un programa mínimo, allí hay espacio para una negociación y para allegar un acuerdo.”[2]
Más allá de las apariencias, la transición democrática de Colombia se caracteriza de modo “sustancial” por una crisis orgánica de larga duración que es el producto histórico de la separación de parte considerables de los grupos sociales subalternos, campesinos, obreros, pequeña burguesía intelectual, pobladores urbanos, el “país nacional” de la dirección de los partidos tradicionales, Liberal y Conservador.
Es una situación que aparece primero como una crisis de representación, cuyo catalizador fue la acción intempestiva de los subalternos movilizados por la paz en Bogotá, interpelados por el caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán, y con su muerte se transforma en una crisis de legitimidad democrática que los subalternos de ascendencia liberal enfrentan por la vía armada.
De modo progresivo, la insurgencia subalterna en la lucha armada contra las fuerzas regulares del estado, aprende que la reiterada negativa a las reformas sociales remite a la existencia de una crisis abierta de la formación social, orgánica del sistema capitalista periférico; y que el bloque de poder desafiado cuenta con un aliado estratégico principal, los Estados Unidos, que hace presencia oficial e interviene en la guerra social no declarada desde 1948 hasta la fecha.
Los subalternos descubren a la muerte del líder liberal, por una parte, el carácter antagónico de la modernización de “la revolución en marcha” con su carga de socialidad contradictoria; pero, ante todo, ensayan su rebeldía, confrontando con su precaria autonomía, espontánea y multitudinaria la esencia reaccionaria del bipartidismo liberal-conservador que cierra filas desde entonces para combatirlos, reprimirlos e impedir cualquier reforma democrático burguesa que cambien los pilares socio-económicos en los que se asienta la dominación burguesa y terrateniente que constituye el comando tardo oligárquico del capitalismo periférico colombiano.
El bloque histórico de matriz burguesa y terrateniente, rechazó las reformas, la agraria en primer lugar, y los demás componentes del original Plan Gaitán que en su conjunto simbolizan hasta llegar al programa de los 12 puntos, que rememora Juan Manuel Santos, en su carta de invitación a negociar con las Farc-Ep, la demanda democrática de campesinos, indígenas, obreros, pobres y pequeña burguesía intelectual, un precipitado reivindicatorio que conjuga igualdad social, inclusión política más libertad y tolerancia ideológica.
Aquella crisis de representación, primero tuvo alcances insurreccionales y fracasó en el intento de aquellas semanas, pero, en cambio, dejó huella en la lucha de clases y grupos subalternos por la autonomía del bipartidismo que los dominaba y dirigía hasta la “pacificación” de las guerrillas subalternas del Llano realizada por el general Gustavo Rojas Pinilla. Después se tradujo en la manifestación secuencial, primigenia de la crisis de hegemonía de la clase dirigente bipartidista, porque “vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeños burgueses intelectuales) pasaron bruscamente de la pasividad política a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto constituyen una revolución” (Gramsci, 1982, 362).
Ahora esta crisis es estudiada en su fase de desenlace, 1999-2010, comprendiéndola como un proceso de democratización de-democratización, producto de una específica relación de fuerzas sociales, políticas y militares. Es pensada como un conflicto antagónico, encarado primero bajo la lógica amigo-enemigo se transforma en una confrontación adversarial entre los grupos dominantes y subalternos cuyo desenlace definirá la disputa por la orientación hegemónica de la ecuación de la guerra y la paz.
Esta solución pasa por el despertar y acción de la sociedad civil que ha sido tratada en todo el recorrido anterior, 1947-2002, como un títere estratégico de los antagonistas en la guerra, que la sometieron a sus dictados autoritarios en los teatros de la guerra social. La sociedad civil interviene cuando el país nacional y político experimenta la primera gran variación política y jurídica institucional, al derogarse la Constitución del viejo régimen de 1886.
Esta vez la guerra no cesó, convirtiéndola en una nueva “carta de batalla”, pero sí dio cabida institucional a fuerzas guerrilleras que hicieron dejación de armas.[3] Pero el pacto de paz entre los antagonistas fracasó con las principales fuerzas de la insurgencia subalterna organizadas en la CGSB. En particular, ante la exigencia de las Farc-Ep, de disponer de la mitad de los delegados a la Constituyente. La respuesta que recibieron de parte del gobierno de César Gaviria fue el bombardeo inesperado de Casa Verde, la sede tradicional del Secretariado guerrillero en La Uribe, Meta, el 9 de diciembre de 1990.
Así, la constitución promulgada y sancionada en 1991 fue símbolo de un nuevo proceso truncado de la paz nacional. Volvió a ganar momento después de ocho años de guerra social subalterna,[4] con los acercamientos preliminares entre el candidato conservador Andrés Pastrana Arango, y el comandante Manuel Marulanda Vélez, en el año 1998. El asunto de la paz como promesa definió al triunfador.[5] La mesa se instaló, con la silla de Marulanda vacía, su  emisario, Joaquín Gómez  inauguró la nueva ronda en San Vicente del Caguán en 1999.
En el plano analítico, esta trayectoria histórico política que empieza en el año 1999 se estudia con el enfoque gramsciano porque ofrece una matriz teórica adecuada para el estudio del Estado colombiano, y la metodología consiguiente para aprehender la dinámica del sistema, el régimen, el gobierno y la comunidad política nacional, sus contradictores ya adversarios interno.
Dicho enfoque teórico operativo parte del análisis de las situaciones. Todo lo cual supone examinar un triángulo relacional de fuerzas complejo, con el cual establecemos, diferenciamos y relacionamos “…los diversos grados de relaciones de fuerzas…” (Gramsci, 1982, 342). Igualmente, estudiando su articulación interna resolvemos el problema de las relaciones entre la estructura y las sobreestructuras, para hacer un análisis adecuado tanto de las fuerzas que operan en la historia de este periodo, 1999-2010, y determinar su correlación dinámica (Gramsci, 1982, 343).
Según Gramsci, el estudio de las relaciones de fuerza actuantes en la transición política tiene unos controles espacio temporales, encarnados en dos principios heurísticos, dos cánones que fueron formulados, en sus orígenes, por Carlos Marx del siguiente modo:

Una formación social no perece antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas para las cuales es aún suficiente y nuevas y más altas relaciones de producción hayan ocupado su lugar, ni antes que las condiciones materiales de existencia de éstas últimas hayan germinado en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad se plantea siempre y sólo las tareas que puede resolver; si se observan las cosas atentamente, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino donde las condiciones materiales de su solución  existen ya, o se encuentran al menos en proceso de formación. (Marx, Introducción/Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política, 1859).

Gramsci refiere los mismos principios en sus apuntes acerca del Análisis de situaciones. Relaciones de Fuerzas, así:

Hay que moverse en el ámbito de dos principios: 1) el de que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al menos, en vías de aparición o desarrollo; 2) el de que ninguna sociedad se disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas de vida implícitas en sus relaciones… (Gramsci, 1982, 343).

Al respecto de las relaciones de fuerzas conviene precisar que tienen varios momentos o grados, que son tres, como siguen:

1) Una relación de fuerzas sociales estrechamente ligada a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hombres y que puede medirse con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de producción se tienen las agrupaciones sociales, cada una de las cuales representa una función y ocupa una posición  dada en la producción misma… (Gramsci, 1982, 347).

2) Un momento ulterior es la relación de las fuerzas políticas, esto es: la estimación del grado de homogeneidad, de autoconciencia y de organización alcanzado por los varios grupos sociales. Este momento puede analizarse a su vez distinguiendo en él varios grados que corresponden a los diversos momentos de la conciencia política colectiva tal y como se ha manifestado hasta ahora en la historia…, y un tercer momento o grado es aquel en el cual se llega a la conciencia de que los mismos intereses corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro, superan el ambiente corporativo, de grupo meramente económico, y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, la cual indica el paso claro de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas. (Gramsci, 1982, 347).

En el mismo texto, Gramsci especifica la concepción que de Estado tiene en la dinámica de las relaciones de fuerzas, propia de una situación objetivamente antagónica, diciendo que:

El estado se concibe, sin duda, como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables a la máxima expansión del grupo; pero ese desarrollo y esa expansión se conciben y se presentan como la fuerza motora de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías “nacionales (Gramsci, 1982, 347).

La disputa por la conquista y la dirección del estado es también una disputa encarnizada por la hegemonía en la sociedad civil que es conformada por la red de “organismos privados”. Colombia no es tampoco la excepción.
 Gramsci advierte también que los momentos de las diversas relaciones de fuerzas, “En la historia real se implican recíprocamente, horizontal y verticalmente…según las actividades económico-sociales (horizontales) y según los territorios (verticales), combinándose y escindiéndose por modos varios…” (Gramsci, 1982, 348).
Siguiendo en el examen del entramado teórico que Gramsci nos propone, indica que:

Aún hay que tener en cuenta que con esas relaciones internas de un estado nación se entrelazan las relaciones internacionales creando nuevas combinaciones… Esta relación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía más por la existencia, dentro de cada estado, de numerosas secciones territoriales de varia estructura y diversas relaciones de fuerza de todos los grados… (Gramsci, 1982, 348).

La red de relaciones comprende también las que ligan al estado, sus fuerzas nacionales, con las fuerzas internacionales, burguesas y proletarias, principalmente; pero que están también al interior de la formación social nacional las fuerzas territoriales, provinciales, regionales, locales, según sea el caso.
No es menos importante para nuestro análisis, dentro del complejo de la relación de fuerzas, el grado de las fuerzas militares que Gramsci destaca como decisivo. Este aserto se prueba en el proceso de desenlace de la guerra colombiana durante el periodo 1999-2010. Él explica por qué lo es, señalando que el desarrollo histórico de una formación social oscila constantemente entre el primer momento, esto es, las relaciones de fuerza objetivas, y el tercer momento, las relaciones de fuerza militares, con la mediación de las relaciones políticas que a su vez se descomponen analíticamente en tres grados internos  (Gramsci, 348).
En últimas, el devenir de la transición política, bajo el doble movimiento, democratización y de-democratización, la potencial autonomía de los subalternos solo se realiza cuando la clase y los grupos aliados se hacen estado; porque, anota Gramsci “los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y levantan. En realidad, incluso cuando parecen victoriosos, los grupos subalternos se encuentran en una situación de alarma defensiva.” (Gramsci, 1982, 361).
Al respecto conviene aclarar que en este momento crucial de la lucha de clases, entre subalternos y dominantes “se pueden distinguir dos grados: el militar en sentido estricto, o técnico militar, y el grado que puede llamarse político-militar…con una gran variedad de combinaciones” (Gramsci, 1982, p.348).
 En este tercer grado o momento los movimientos orgánicos son protagónicos, desafían al orden existente, y nunca pueden confundirse con otras acciones colectivas, las propias de los movimientos de “coyuntura” que se presentan como ocasionales y casi accidentales.
 En el periodo 1999-2010, la fase que abarca los años 2002-2007, corresponde al aspecto técnico militar del tercer momento, y la que va del 2008 al 2010 es la fase propiamente político militar. Esta distinción posibilita desentrañar en el plano táctico y estratégico de la lucha, y el posible devenir tendencial de la situación. Precisemos también que ésta es una transición con dos movimientos, democrático y de-democratizador.[6] Este último aspecto tiene apoyo conceptual en el sociólogo político Charles Tilly, estudioso, en particular, de las democratizaciones tardías.
Charles Tilly estudió las transiciones democráticas de Europa del Este, comprendiéndolas como procesos de democratización, que no son ejercicios sin retorno. En efecto, ellas tienen retrocesos de-democratizadores (Tilly, 2007). Este es el caso colombiano, cuya transición sufre una reacción de-democratizadora. El bloque de poder agencia una reacción autoritaria con una mutación necesaria del régimen político neopresidencial de 1991. Lo convierte en un régimen para-presidencial mediante el dispositivo de la excepcionalidad.
Es la reacción estratégica del bloque de los dominantes a la acción política y social sostenida de los grupos y clases subalternas, una vez que éstos abandonan las posiciones de autodefensa, y de resistencia tradicionales. Quieren ser gobierno unos, fortalecidos por sus victorias militares, de un lado; y el descrédito político del bloque dominante de otro, anima los frentes electorales legales de los subalternos sociales.
Esta doble acción plural, heterogénea, de apariencia caótica, contra el orden político que los oprime; y contra la desigualdad social que los excluye e invisibiliza reaviva el curso interrumpido de la revolución democrática radical. Es respuesta política al descubrimiento de las limitaciones del nuevo orden, en rechazo de la parálisis del nuevo Estado que nació para promover  “(…) las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva (…), y con la obligación constitucional de adoptar “(…) medidas en favor de grupos discriminados o marginados.”[7]
Ahora bien, Antonio Gramsci permite comprender el proceso democratizador de-democratizador colombiano, un objeto estudiado y actualizado por Charles Tilly, entendiéndolo ambos diacrónicamente como una disputa política, que tiene una fundación social.[8] No es otra contención social, sino que expresa el antagonismo social capitalista no resuelto durante la crisis orgánica de larga duración.  Para su análisis presente, el periodo 1999-2010, la definimos como una “coyuntura estratégica” en la guerra de posiciones democrática que tiene una historia específica que reconstruimos y analizamos.
El concepto de coyuntura estratégica es extrapolado de la ciencia y el arte militar al campo político, conforme a lo experimentado en la Primera guerra mundial y la depresión económica de 1929, que dio pasos a las revoluciones pasivas del fascismo, el nazismo y el estalinismo.  El concepto de coyuntura estratégica tiene larga vida, porque nos permite definir la nueva época de la lucha de clases y grupos, en presencia de dos proyectos de sociedad, capitalista y socialista en guerra de posiciones estratégica. Ésta es válida hasta nuestros días, ahora sobredeterminada por las luchas propias del orden global imperial, con el ascenso de una ola democrática, la tercera, y una cascada de revoluciones pasivas experimentadas por el orden político y social capitalista, con las cuales varios estados nación transitan del régimen de acumulación fordista a una nueva hegemonía económica, la del régimen posfordista en el que predomina el trabajo inmaterial.
Para el entendimiento de lo que son las revoluciones pasivas bajo el capitalismo, acudimos, primero, a lo postulado por Marx y Engels acerca de la continua revolución capitalista en el Manifiesto Comunista. Consideramos también las contribuciones de Antonio Gramsci, quien llama pasivas a las revoluciones en que no hay la presencia activa, autónoma de los subalternos; y luego lo escrito por Antonio Negri, en Marx, más allá de Marx, que recupera la perspectiva subjetiva presente en el trabajo de los Grundrisse; y en el trabajo en común con Michael Hardt de la serie Imperio, centrado en el antagonismo entre democracia y guerra en la era imperial, y la alternativa de la alter-globalización .
 Con ellos, la guerra de posiciones democrática y la contratendencia de las revoluciones pasivas orquestadas por el capital globalizado posibilita entender el lugar y función del Plan Colombia como punto de articulación del orden nacional e internacional, para el análisis de la situación conflictiva que enfrenta a los grupos subalternos de Colombia con la la apertura económica neoliberal que afianza  la dominación del bloque  posfrentenacional, bajo el comando  de la fracción capitalista financiera.
Los presidentes Andrés Pastrana Arango, y Álvaro Uribe Vélez son los continuadores de esta estrategia capitalista, el binomio que sacrifica la tarea fundamental de promover la igualdad social de los subalternos; y reduce al mínimo las medidas que favorecen a las minorías discriminadas o marginadas.   Entronizan como política pública reina a la guerra, esto es, la doctrina hobbesiana de la seguridad, a la vez que cooptan a los grupos subalternos que son proclives, mediante los consabidos dispositivos de política social neoliberal focalizados. 
Así, ambos gobernantes combinan la doble fórmula de “la zanahoria y el garrote”, con diversa intensidad y acento autoritarios. Estas respuestas estratégicas de clase están influídas por las victorias militares obtenidas por la insurgencia subalterna dirigida por las Farc-Ep; y sacan provecho del repliegue estratégico adoptado por el Eln, ante los ataques de las AUC a sus bases de apoyo social.
Álvaro Uribe Vélez buscó mediante el presidencialismo de excepción resolver la doble crisis de hegemonía, económica y político militar, usando la política pública de guerra para imponer la hegemonía política y social, al fracaso de su antecesor, el conservador Andrés Pastrana Arango con quien el bloque de poder bipartidista nacional ensayó la negociación de paz con las Farc-Ep.
     Esta disertación establece y explica la accidentada trayectoria de la democracia posconstituyente, cuando sufre la inflexión de-democratizante producida por la escalada oficial de la guerra. Esta secuencia marca el descenso del proceso democratizador que fuera anunciado por las tres fuerzas principales, partido liberal, conservadores y la Alianza Democrática-M19, que fueron copresidieron las deliberaciones de la Constituyente en 1991.
    La investigación dilucida el real devenir reaccionario de esta transición tardía; determina el significado del proceso político y social que la hizo posible, cuando chocan en la guerra la fuerza que dirige el bloque de poder y la subalterna insurgente que lo desafía en el campo propiamente militar.  Ambas interrumpen la negociación de paz cuando se abre la guerra contra las Farc-Ep, al tiempo que se ordena su salida de la zona de despeje con un plazo perentorio. 
El desenlace de este curso de la política por otros medios bajo comando del Estado, desemboca en una nueva aproximación a la paz en el año 2010, al ser electo Juan Manuel Santos, quien declaró en la posesión que la llave de la paz no estaba perdida. La paz social, fruto amargo de las prometidas e incumplidas reformas, se erige como la frontera de la transición democrática y la disputa hegemónica que desencadena y que está por resolverse entre tres actores, los dos antagonistas, gobierno e insurgencia subalterna, y la sociedad civil que ha salido de su condición de títere estratégico de los guerreros.



[1] Fue la coordinadora establecida por las tres organizaciones guerrilleras que no participaron en el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente. Ellas fueron Farc-Ep, Eln y el sector minoritario del Epl.
[2] Tomado de “Así no empezó todo”, un escrito de Pablo Catatumbo firmado en La Habana, el 22.01.2014, en respuesta rectificatoria a lo consignado en el libro de Enrique Santos Calderón.
[3] Es lo que ocurrió con el Movimiento 19 de abril, la mayoría del EPL, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, y el Movimiento Armado Quintín Lame.
[4] Ante el fracaso de la Operación Centauro lanzada contra las Farc por el gobierno Barco Vargas, en marzo de 1990, la paz fue iniciativa de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, CGSB. Un comando se tomó la embajada de Venezuela. Solicitó intermediación del embajador Fernando Gerbasi, para iniciar reuniones exploratorias de paz con el presidente Virgilio Barco.
Las mesas de negociación se instalaron en Caracas, dos veces, en junio de 1991. Con el golpe de Estado, en febrero de 1992, la negociación se trasladó a Tlaxcala (México). La muerte por infarto del exministro Angelino Durán Quintero, cautivo del EPL, produjo la ruptura de las negociaciones, el 4 de mayo de 1992. La vocería del gobierno de César Gaviria la tuvieron entonces Horacio Serpa Uribe, y Álvaro Leyva. 
[5] Las Farc-Ep no conversaron con Horacio Serpa Uribe, el otro candidato, emisario liberal, de la fracasada negociación de paz en las reuniones de Caracas y Tlaxcala. Este hecho a la postre selló  su derrota política en la competencia presidencial.
[6] Aquí se cita directamente a Charles Tilly, y cómo el caracteriza los procesos de democratización:
 The argument proceeds on six fundamental assumptions:
1) If democratization occurs, the process does not take place on the scale of millennia (with the implication that it can only happen in places that have accumulated a favorable environment very gradually) or on the scale of months (with the implication that canny social engineers can build it rapidly almost anywhere), but at a scale in between, most likely over years or decades;
2) Prevailing circumstances under which democratization occurs vary significantly from era to era and region to region as a function of the international environment, available models of political organization, and predominant patterns of social relations;
3) Not just one, but multiple paths to democracy exist;
 4) Most large-scale social environments that have ever existed and the majority of those that exist today contain major obstacles to democracy;
5) Yet such obstacles diminish rapidly under specifiable circumstances;
6) Democratization has rarely occurred, and still occurs rarely, because under most political regimes in most social environments major political actors have strong incentives and means to block the very processes that promote democratization. (Processes and Mechanisms of Democratization. Charles Tilly, Social Dynamics and Political Change Series. Revised 4 February 1999,Lazarsfeld Center at Columbia University)


[7] Ver al respecto, y cotejar el contenido del artículo 13 de la Constitución Nacional.
[8] En concreto se trata del antagonismo social estudiado por Carlos Marx, y sus continuadores. Al respecto se refiere Antonio Gramsci, cuando estudia el grado o momento de la “relación de fuerzas sociales estrechamente ligada a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, y que puede medirse con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de la producción se tienen las agrupaciones sociales, cada una de las cuales representa una función y ocupa una posición dada en la producción misma (…)” (Gramsci, 1981, p. 346)

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