sábado, 14 de agosto de 2021

 

DESENLACE HEGEMÓNICO: SENTIDO COMÚN DOMINANTE, OPOSICIÓN ELECTORAL Y PARO. PARTE IV.

Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD

Presidente de lnternational Gramsci Society, IGS-Colombia.

Director del Grupo Presidencialismo y participación. Unijus/Minciencias.

 

La representación en clave político-cultural.

                  “…hay dos propuestas de dónde escoger.” Angélica Lozano, senadora de la Alianza Verde.

                                                                         A la vista de tod@s está la disputa “civilizada y tramposa” del pasado 20 de julio en la elección de la mesa directiva del Senado; porque ella marcó a propios y a extraños el partidor del ciclo de elecciones en Colombia. Estas serán en menos de un año el colofón que resolverá cuál es el estado de nuestra democracia en el desenlace de una prolongada crisis de hegemonía que afecta la dirección y el rumbo de la sociedad civil actual.

Indicándonos quién o quiénes tendrán las mayorías del Congreso, y de qué bloque saldrá el ganador de la presidencia como probable resultado del ballotage para el año 2022. Las elecciones mostrarán si en el posconflicto la comunidad política legitimará una vez más el gobierno del bloque de la guerra.

O si tendremos un viraje, con el catalizador del paro de 70/90 días, dando carta de ciudadanía a un nuevo pacto que refunde a Colombia, para bien. Un pacto histórico que la revista Contravía anticipaba al final del siglo pasado, como un urgente modo de secularizar al país. Dándole tránsito, por fin, a la modernidad democrática que exige una lógica política adversarial, civilizada.

Sin duda, con independencia del resultado, este ciclo electoral es definitivo en materia de representación. Comporta de manera ritual, por una parte, la elección de congresistas, con un repertorio necesario de consultas paralelas; y de otra, éstas revelan ante la opinión pública la debilidad manifiesta de los partidos que contienden como tales para movilizar a nuevos y viejos electores. Servirá para impulsar la quiebra del sistema presidencialista y darle paso, cuando menos, a una forma de semipresidencialismo, del que ya tenemos ejemplos en América Latina.

Una parte importante de la comunidad política que gobierna con Iván Duque y el Centro Democrático, es la que llamo el partido de la guerra, porque se resiste en política a salir de la teología política, la relación amigo-enemigo, en lugar de transitar a la lógica secular adversarial. Hace cábalas y nuevas marrullas con respecto a “cortarle vía” al presente del partido de la paz como alternativa de gobierno del estado. Partido éste que vuelve a estar dividido entre dos proyectos que lideran la Coalición de la Esperanza y el Pacto Histórico.

Estos dos parecen, con todo, apostarle a la lógica política adversarial sin la cual la democracia representativa liberal es inviable; así que se colocan en el ala de la modernidad política que toma distancia del legado de Carl Schmitt, que fue incluso incorporado en el discurso de las izquierdas de la primera mitad del siglo veinte.[1]

Á propos de la hegemonía: lógicas y sentido común dominante

“Nos exponemos a que perdamos las elecciones nuevamente.” Senador Gustavo Bolívar.                                             

                    Decentes/Colombia Humana.

            

                                                                  En Colombia, el líder del Centro Democrático,[2] en caída libre su popularidad, junto a sus acólitos, prefiere lucrarse de la “guerra de religiones,” especulando sobre el enemigo interno, intentando reencauchar vandalismo y terrorismo, para estigmatizar a los pobres, jóvenes y mujeres movilizados a partir de 2019, y en forma masiva, en los primeros setenta días del paro.

Quienes podrán estar dispuestos a votar, organizados para hacerlo en el tiempo que queda. Pueden garantizar, si se deciden, el triunfo de las fuerzas de oposición en el congreso, hasta llegar incluso a disputarle la presidencia a la coalición de reacción y derecha, que constituye el partido de la guerra.

Pero, de modo general, después de los extraordinarios resultados obtenidos en la elección separada para presidencia en 2018, se trata a como de lugar, de cortarle las alas la Oposición progresista que nació como tercera fuerza bajo la fórmula de la Alianza Democrática- M 19.[3]

Aquella confusión entre política y religión, que es estrategia tradicional de la reacción y la derecha es el fruto envenenado, pero aún eficaz de una heredad en parte novohispana, en cuya fabricación confluyeron, de modo principal, componentes jesuíticos y dominicos.

Es una herencia que se retroalimenta y que se resiste a morir.[4] La experiencia de la teología de la liberación no obtuvo una raigambre tan fuerte en Colombia, porque la radicalización de su más carismático líder, el padre Camilo Torres, y no solo él, se enmontaron, como el célebre Poliarco, hasta la muerte natural.

Durante la década de los sesenta abandonaron los espacios de la sociedad civil, tomaron las armas, en lugar de profundizar, ahondar en la lucha por la dirección hegemónica de las comunidades religiosas, católicas y cristianas. Así las cosas, el grupo de Golconda perdió al principal reformador con causa en los pobres, de la iglesia católica, apostólica y romana en Colombia. Para la cual el poeta Jorge Zalamea Borda escribió una diatriba fenomenal, El sueño de las escalinatas, con no poca influencia de Saint John Perse, de quien fuera traductor al castellano.

La caracterizo así, porque tomo en cuenta algo que indaga de manera sostenida el italiano Loris Zanatta, doctor en historia, con respecto a las raíces del populismo peronista en Argentina que explican en parte su permanencia hasta nuestros días.

Aclaro, que el argentino es un populismo que no podemos confundirlo con la versión desteñida, descafeinada del populismo colombiano, donde la igualdad social es una promesa incumplida desde los tiempos coloniales en adelante; y, además, el nacionalismo es un asunto en el que se entremezclan de modo explosivo religión y fútbol, por un lado.

 Por el otro lado, está la pérdida de territorios estratégicos como Panamá, donde, sin embargo,  los Estados Unidos, su gobierno depredador, resulta ser el “mejor amigo” de la elite oligárquica desde los tiempos de Eduardo Santos, quien abandonó pronto el entusiasmo por Sandino, el general de hombres libres, ante la invasión imperialista de Nicaragua.

Así, el nacionalismo colombiano resulta ser una comunidad imaginaria por excelencia,[5] ayuna de satisfacciones materiales.[6] En cambio, sostenida, erigida sobre dos creencias, un dios católico, apostólico y romano que alimentó la Violencia en los campos, durante el medio siglo pasado; y luego el fútbol que difundió la pasionalidad laica con El Dorado del medio siglo pasado, que fue posible por una huelga de futbolistas en Argentina, que nutrió el nuevo espectáculo de masas, con su ritualidad de fin de semana, como las misas.

Fue un tinglado montado después del asesinato de Gaitán, y en medio de la violencia en los campos. Esta segunda creencia se nutrió en su implante definitivo en las ciudades y sus barriadas populares tanto de la bonanza cafetera como la paz impuesta por el general Gustavo Rojas Pinilla a la guerrilla liberal que por miles resistía y crecía en los Llanos, pero sin la autonomía suficiente de quienes seguían siendo sus gobernantes en la sombra.[7]

De ese modo se trasladó en Colombia, con la pacificación del medio siglo la pasión por los equipos de futbol del campo a las ciudades pobladas de migrantes desplazados; organizándolos a la postre con parejas de pobres y ricos. Los equipos de fútbol de Millonarios y Santafé en Bogotá son ejemplo vivo de este dualismo socializador que se repitió en las grandes ciudades que resultaron de la urbanización, acrecentada como fruto amargo de la desposesión, y el desarraigo campesino sin reforma agraria, y perseguido a sangre y fuego.

Crisis de hegemonía y secularización bizarra

En el siglo pasado se sitúa esta secularización bizarra, impregnada de la lógica teológica amigo/enemigo, que se repite en los estadios y sus alrededores, en tiempos de pandemia y bajo los estallidos autoritarios de Claudia López y su comparsa light, el secretario de gobierno, Luis Ernesto Gómez que gusta de los tennis Convers, como el senador Petro, los zapatos Ferragamo.

Un caso relevante es el estadio Nemesio Camacho, “El Campín, en cuyas salidas ya no se come fritanga al aire libre, prohibida para resguardar la salud pública, - como antes se hizo con la chicha Muisca en los comienzos del siglo XX, por indicación del higienista Bejarano -, pero las barras bravas y bandas de jóvenes en cambio desfogan sus frustraciones.

Se golpean hasta casi producir la muerte del contrario, sin “ensañarse” como los “vándalos” del presente, en estrellar su furia contra los bienes muebles e inmuebles, la sacrosanta propiedad privada cuya presencia privilegiada se exhibe en público, y parece, la más de las veces, importar más que preservar la vida de los pobres enredados en el sentido común dominante, donde las barras bravas se olvidan de la consecución de la igualdad social embriagadas por el fanatismo futbolero.

Esta diferencia la reproducen y la recuerdan quienes son los verdaderos dueños del país, antes y después de la pandemia, cuyo inventario actualizado continúa el economista Julio Silva Colmenares.[8] Este viernes, precisamente, falleció una de esas figuras emblemáticas, el señor Carlos Ardila Lulle, cuya fortuna partió, dicen, de la industria de las gaseosas, con la firma Postobón, tan ligada a la historia de la próspera Girardot de los años cincuenta.

Al lado de los monopolios, donde se ubican los de arriba, quienes multiplican con desparpajo sus ganancias, fruto del capitalismo político que es el que aquí impera, crece la cuenta de más de 111.000 víctimas mortales, fruto del desmantelamiento y privatización de los servicios de salud y sanidad. Hoy por hoy sigue la danza de las vacunas, aunque haya disminuido el conteo, y aparezca la amenaza de una nueva ola de contagios con el bautizado virus Delta, que aterroriza a otros países por la velocidad de su expansión.

Al mismo tiempo sigue la trágica campaña de eliminación personalizada de los excombatientes guerrilleros, para quienes el posconflicto aparece como el espejismo de “la tierra prometida”. Ahora se unió la búsqueda, casa por casa, en la “operación rastrillo” contra los jóvenes desempleados y miserables de Cali, en primer lugar; la llamada “primera línea” que protege a los manifestantes de las agresiones del Esmad.

Esta organización al calor de la protesta, que incluyó a las madres de la primera línea, se convirtió en signo de la revuelta y la rebelión ciudadana y popular de las multitudes contra el mal gobierno, el hambre y la desposesión crecientes. Uno de los momentos más dolorosos y dramáticos conocidos fue al acribillamiento del joven que cubrió a la ingeniera alemana, Rebecca expulsada del país, y quien así salvó su vida.

 

De allí se irá generalizando a las otras ciudades como un componente del fascismo social que caracterizó el estudioso portugués Boaventura de Sousa Santos.[9] Diagnosticado desde los años 90, como componente del experimento del desmonte de lo progresista de la Constitución del 1991. No en lo inmediato, sigue en marcha tal desmonte, porque median los cálculos electorales que hacerlo con “descaro” aumente la cauda de votantes de la oposición política que lideran los dos Gustavos, quienes, por otra parte, son el trompo de poner de la reacción y sus estratagemas mediáticas.[10]

La oposición continúa su marcha. Ahora se le añadió, en fecha reciente, la recuperación de la personería por parte del Nuevo Liberalismo, a través de un fallo de tutela de la Corte Constitucional. Personería a la que había renunciado el senador Luis Carlos Galán Sarmiento para retornar a las toldas del Liberalismo oficial, bajo la dirección del expresidente Julio César Turbay Ayala.

Un acto parecido al retorno de Jorge Eliécer Gaitán al Liberalismo en la primera mitad del siglo veinte, primero, para participar del gobierno de Alfonso López Pumarejo; y luego, cuando, ante el retiro de Gabriel Turbay, que viajó después de la derrota ante el conservador Mariano Ospina Pérez, a París, y allí falleció. Jorge EliécerGaitán, en cambio, siguió en la brega política, y ante el triunfo obtenido en las elecciones, Eduardo Santos le entregó “las llaves de la casa del partido”.

En esa condición halló la muerte Gaitán, al ser asesinado el 9 de abril de 1948, mientras que Galán Sarmiento fue asesinado también en la plaza de Suacha, por un comando sicarial cumpliendo órdenes del binomio Escobar/Rodríguez Gacha con el concurso de otras complicidades. Ambos en circunstancias parecidas, en el sentido que habiendo sido opositores, de modo singular, estaban muy opcionados para ser elegidos presidentes de Colombia, con una diferencia de medio siglo. Y fueron eliminados bestialmente, con autores intelectuales entre bambalinas, es la pregunta que aún no se resuelve de manera satisfactoria.

 



[1] Sobre el particular, se lee con provecho, el trabajo de la filósofa belga Chantal Mouffe, El retorno de lo político, donde expuso la lógica adversarial, dándole continuidad al libro publicado con Ernesto Laclau, Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una política democrática radical publicado primero en inglés en 1985. Era en buena parte una respuesta a la caída de la socialdemocracia en los brazos del neoliberalismo.

[2] El exsenador Álvaro Uribe ensaya todo tipo de estratagemas para salirse de la causa penal que pende sobre sí. Ahora con la ayuda descarada del fiscal Jaimes, quien estuvo durante seis días, “pedaceando” las pruebas recaudadas por la sala de instrucción penal de la CSJ, para concluir que debía cesar la causa contra el Innombrable, como lo llama sus críticos.

[3] Está, recordarán no pocos, antes la ANAPO de los años 60, y de la elección de 1970, liderada por el general Gustavo Rojas Pinilla, y su hija, la capitana María Eugenia Rojas; y el famoso “robo de las elecciones” que continúa siendo asunto de polémica nacional no resuelta.

[4] Doctos militantes e inquisidores, como lo recuerda el palacio de la Inquisición en Cartagena, para aconductar a naturales y negros en el mestizaje racista.

[5] Para recordar el texto de Benedict Anderson, cuando debatía en Gran Bretaña la problemática de cultura, nación y estado, animado por el grupo de intelectuales de la nueva izquierda, orientados por Raymond Williams, Robin Blackburn, Perry Anderson, Stuart Hall, entre otros, a través de New Left Review y otras publicaciones de la izquierda ortodoxa.

[6] Argentina experimentó con el Peronismo, un estado de compromiso impuesto por un exmilitar entre elites oligárquicas y trabajadores organizados. En Colombia, este intento se frustró con el asesinato de un caudillo popular liberal, primero; y luego con la traición de un caudillo de prosapia populista extemporánea, Gustavo Rojas Pinilla, el “pacificador” del Llano, a quien le robaron la elección presidencial.

[7] Revisar lo escrito por un partícipe directo, Eduardo Franco Isaza (1976). Las guerrillas del Llano. Ediciones Hombre Nuevo. 3a  edición.

[8] Ella prueba el comando soterrado o abierto del capital financiero especulativo, repartido entre los verdaderos dueños del país, como lo registra el trabajo pionero del economista Julio Silva Colmenares desde 1977, y quien ha actualizado su primera pesquisa en la edición de 2020. Al respecto, según Eduardo Gutiérrez Arias, Colombia tiene ocho grandes monopolios cuyos activos ascienden a 1.140 billones de pesos colombianos y 380.000 millones de dólares (el 120% del PIB nacional de 2017). Controlan las áreas fundamentales de la economía nacional (financiera, industrial, agroindustrial, comercial, de transporte, de servicios públicos, medios de comunicación, etc.).

Los ocho monopolios de marras son: el grupo Aval dirigido por Carlos Sarmiento Angulo, el grupo Santodomingo, el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), el grupo Ardila Lulle, la oligarquía azucarera del Valle, el grupo Char de Barranquilla, el grupo Gilinski y el grupo financiero Colpatria.

Las Dos Orillas registró en febrero del 2018, a 5 de sus líderes entre las 1.000 personas más ricas del mundo según la revista Forbes: Carlos Sarmiento Angulo, US$12.600 millones en el puesto 126; Andrés y Alejandro Santo Domingo, con US$4.400 millones en el puesto 492; Alejandro Santo Domingo; Jaime Gilinski, con US$3.700 millones, en el puesto 632, Carlos Ardila Lulle, con US$2.900 millones en el puesto 838.

 

[9] Consultar al respecto el libro El Caleidoscopio de las Justicias en Colombia, publicado por la facultad de derecho de la Universidad de los Andes, bajo la responsabilidad editorial del profesor Mauricio García Villegas, al frente del CIJUS, entre los años 1995-1999 en Colombia. La publicación tiene tres volúmenes. El primer tomo se publicó en 2001, y se reeditó en 2004.

[10] La última campaña tuvo por blanco al girardoteño Gustavo Bolívar, propietario de un resort, donde un hijo del artista y cantante Bruno Díaz, hizo la instalación de unos paneles solares; y donde Bruno apareció también en el ciclo electoral anterior en vallas al lado de los dos Gustavos. A Bolívar, Bruno lo acusó de no pagar deudas a su hijo, quien se suicidó por otras circunstancias, y, además, le añadió de manera sorpresiva una diatriba difundida de manera virtual. Bolívar ha dicho que lo demandará por aquel decir.

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