DEMOCRACIA, EXCEPCIONALIDAD Y HEGEMONÍA EN EL POSFORDISMO.
EL CASO COLOMBIANO, 1999-2009.
Miguel Ángel Herrera Zgaib
miguel.herrera@transpolitica.org
El imperio gobierna un orden global fracturado por divisiones y jerarquías internas, y abatido por la guerra perpetua. M. Hardt, A. Negri. Prefacio, en: Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, p. 15.
Sí, el proceso de trabajo ha sido revolucionado por la innovación tecnológica, el trabajo industrial es ahora marginal en el mundo occidental, aunque tiende a devenir central en el resto del mundo, la figura del obrero masa ha sido fragmentada sin el retorno, a pesar de la ideología del nuevo trabajo en la fábrica integrada, a la figura del trabajador profesional…El aspecto más evidente de las nuevas tecnologías es la supresión pura del viejo trabajo y la precarización salvaje del nuevo. Mario Tronti (2001). Prólogo, en: Obreros y capital. Akal, p. 14.
Resumen
Parto del proyecto de investigación, Democracia y presidencialismo de excepción. La transición política en Colombia, 1999-2009, como referente principal para este ensayo que avanza en la comprensión de una relación política problemática cuyo marco lógico voy a construir. Me refiero al estudio de la relación entre la democracia actual y el régimen de excepcionalidad que ella practica sobre los grupos subalternos.[1]
Trato de explicar desde esta perspectiva investigativa, las razones de la de-democratización[2] experimentada por Colombia en la última década, cuando el estado de excepción es el dispositivo que garantiza la gobernabilidad de los subalternos bajo un mínimo de reglas democráticas.
Aquí explicaré la disputa contra-hegemónica que no tiene ya de modo exclusivo una dimensión nacional, sino global porque la formación social colombiana para su reproducción está condicionada también por un gobierno imperial, al ser articulado el Estado a aquel por la vía del Plan Colombia de claros perfiles contra-insurgentes.
Esta condición de por sí tampoco excluye intervenciones imperialistas en cualquier parte del globo bajo la lógica posmoderna de la guerra preventiva justa.[3]
Los grupos y clases subalternas, que constituyen el campo de la subalternidad glocal, en pos de la autonomía y la abolición de los privilegios sociales, no sólo resisten, desobedecen, se rebelan contra la política pública de guerra interna.[4] Ellos también antagonizan con tra el bloque en el poder cuyas clases y fracciones en coalición obran como agente colectivo, heterogéneo, de la revolución pasiva neoliberal que impone a toda costa el posfordismo, [5] esto es, el nuevo régimen de acumulación capitalista a escala planetaria.
Así las cosas, la nueva realidad del trabajo se revela sintomáticamente,[6] como lo afirma Mario Tronti, en la supresión pura del viejo trabajo y la precarización salvaje del nuevo subsumido formal y realmente por el capital.
Para explicar en perspectiva holística esta transformación de la democracia colombiana, que estableció la Constitución de 1991, - y no tuvo tampoco el refrendo general de la ciudadanía-,[7] y su sentido actual, se postula el choque antagónico a lo interno de la forma democrática liberal entre el bloque de poder que encarna los intereses estratégicos del capital glocal, y el ejercicio potencialmente contra-hegemónico de la resistencia cívica y armada contra la guerra en la que emerge un nuevo sujeto colectivo, la multitud ciudadana, diversa, plural y heterogénea, constituida a partir de las luchas por la autonomía, contra el autoritarismo, de los grupos y clases subalternas: trabajadores, pobres, minorías, grupos originarios e intelectuales rurales y urbanos.
Las luchas aunque dispersas de los subalternos en procura de la autonomía, aun desarticuladas y contradictorias por los medios que emplean y los escenarios en los que se libran, sin embargo, definen hoy por hoy, condicionan el curso y el carácter de la guerra interna en Colombia,[8] cuando experimentamos el tránsito de-democratizador a los dos gobiernos de la seguridad democrática que entronizó como agente reaccionario el régimen para-presidencial que redujo la participación a las “formas concentracionarias” de la legalidad marcial en las principales regiones objeto de disputa por su importancia económica y estratégico militar.[9]
La nueva etapa de la prosperidad democrática que publicita el actual presidente, Juan Manuel Santos, y la coalición de fuerzas de la Unidad nacional ensaya un viraje y fija el límite espacio temporal del proyecto de la seguridad democrática, que es nuclear en el contenido del presente ensayo.
INTRODUCCIÓN
Pero desde el momento en que un grupo subalterno deviene realmente autónomo y hegemónico suscitando un nuevo tipo de Estado, nace la concreta exigencia de construir un nuevo orden intelectual y moral o sea un nuevo tipo de sociedad y por tanto la exigencia de elaborar los conceptos más universales, las armas ideológicas más refinadas y decisivas. Antonio Gramsci. Q 11, p. 338.
El epígrafe indica el horizonte y la dirección del esfuerzo analítico hermenéutico, las premisas teóricas, para pensar la nueva ciencia de la democracia, desde las que este enfoque inter y transdisciplinar trabaja una transición singular que observaré desde una perspectiva estratégica, no neutral en lo ético. Para explicar en su devenir tendencial de-democratizador esta relación de fuerzas local y global que define la situación actual, que lo caracterizo por una recomposición del dominio sobre determinados grupos y clases a través de un desarrollismo impuesto bajo la fórmula de una revolución pasiva.[10]
Ellos, los afectados, resisten y cuestionan la violenta inserción de Colombia en el nuevo régimen de acumulación que hegemoniza la red capitalista global: el posfordismo, para el cual los estados de excepción son el dispositivo del sistema político de la soberanía imperial que garantiza su reproducción planetaria. A la guerra, la multitud responde con el éxodo, que en las condiciones de Colombia se expresa en el desplazamiento interno y externo de millones de pobres, minorías y proletarios.
Ontológicamente, esta multitud “es un conjunto difuso de singularidades que produce una vida común; es una especie de carne social que se organiza a sí misma en un nuevo cuerpo social. Esto es lo que define a la biopolítica. Lo común, que es al mismo tiempo un resultado artificial y un fundamento constitutivo, es lo que configura la sustancia móvil y flexible de la multitud.[11]
La anterior presencia de la multitud aparece también en términos sociales, en el trabajo agrícola como el industrial, que siendo singular desarrollan bases comunes, a través de la cooperación y la comunicación, y tienden a formar un tipo de motor constituyente.[12] Todo ocurre bajo una forma de dominación, el estado democrático liberal que, sin embargo, ahora usa de modo recurrente, al degenerarse por la estrategia de guerra, los estados de excepción reforzando el biopoder sobre los muchos para reprimirlos, disgregarlos y controlarlos. [13]
Volviendo a Colombia, después de la ruptura intempestiva de las negociaciones de paz en el Caguán, avanza en progresión tal excepcionalidad del biopoder, desde el Decreto 1837 del 11 de agosto de 2002.[14] Vino luego la legislación de orden público, con la fallida intentona ejecutiva del Estatuto Antiterrorista, tramitada como Acto legislativo 2 de 18 de diciembre de 2003, que modificaba los artículos 15,24, 28 y 250 de la Constitución, declarado inexequible por la Corte Constitucional.
Entonces la estrategia del nuevo gobierno fue doble: hacer la guerra contra la oposición armada, y desacreditar a la civil, incluyendo a la rama jurisdiccional, señalándolas como colaboradoras de las guerrillas.[15] Además con el apoyo e injerencia extranjera manifiesta, con el gobierno estadounidense al comando, el Plan Colombia siguió rindiendo sus frutos amargos, de-democratizadores en el campo, a la vez que fracasaba en la eliminación de los cultivos ilícitos, apoyaba la guerrilla mediática que asocia guerrilla, terrorismo y narcotráfico para su descrédito político y aislamiento internacional.[16]
Se trata así, en el periodo 1999-2009, de explicar y comprender la complejidad de una situación política que es definida como de crisis orgánica,[17] para aprehenderla en la coyuntura de los pasados diez años; para descubrir y articular las determinaciones históricas del complejo sociedad civil (dirección) y sociedad política (coerción). Entendiendo de antemano, que la crisis define las potencialidades implícitas en un tránsito coyuntural que en el marco de una guerra de posición, prometía una consolidación de la democracia liberal por una vía relativamente consensuada, dándole cabida a las representaciones partidistas de la oposición y a los movimientos de la multitud trabajadora y pobre, bajo la impronta de la llamada democracia participativa conseguir la paz.[18]
Luego, de cara a la transición, frente a la acumulación de demandas insatisfechas, el bloque dominante del capital en coalición de independientes y con el concurso de los partidos tradicionales liberal y conservador realiza un giro reaccionario y acude a la excepcionalidad de la guerra para desmontar el proyecto democratizador prometido por el Estado social de derecho, y ensayar la fórmula corporativa del Estado comunitario con la impronta de transformar a Colombia en un país de propietarios, paradójicamente, expropiando y arruinando a los muchos.
El enfoque en su plexo teórico interpretativo, para avanzar en este estudio de la coyuntura, exige no sólo el análisis lógico de la apariencia de la realidad política de la transición actual, sobre-determinada por la excepcionalidad política, sino también articula un ejercicio hermenéutico que hace posible el estudio sintomático de la forma que adopta la relación democracia y guerra en Colombia.[19] Ello implica el estudio de la forma ideológica del imaginario de la seguridad democrática y el modo cómo este interpela a la sociedad civil en procura de su consenso activo para la política pública de guerra. [20]
Esta forma constituye la realidad de-democratizadora de la transición, [21]cuando subtiende y fija el sentido de la compleja red del biopoder[22] micro, capilar, y macro estatal imponiendo la excepcionalidad en las relaciones político-jurídicas, económicas, culturales y sociales, no sin resistencias de los afectados. En suma, el imaginario de la seguridad democrática define el bloque histórico gobernante y dominante con el dispositivo principal de la excepción de hecho y de derecho, y la intelectualidad que es orgánica al proyecto de-democratizador,[23] con el complemento del dispositivo mediático de guerra llamado “estado de opinión” como aparato de legitimación y hegemonía.
Con la ayuda de los estudios sobre el discurso político, adelantados por Laclau/Mouffe,[24] Michel Foucault,[25] Norman Fairclough,[26] y Slavoj Zizek, se realiza el estudio, y en lo posible, el develamiento de las formas ideológicas sintomáticas del uso permanente del biopoder excepcional.[27] Ellas conforman los aparatos de hegemonía y legitimidad parciales, y posibilitan las funciones “normales o no” de producción y reproducción de la formación social, bajo el régimen del significante dominante que las codifica.
En este caso particular, nos referimos a la seguridad democrática, que al mismo tiempo instrumentalizó el dispositivo de la excepcionalidad para hacer posible y ejecutable la política pública de guerra como rectora de la actividad estatal. Este fue el curso de la acción seguido desde 1999 hasta el final del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, sin que el nuevo mandatario haya procedido a su efectivo desmonte.
Ahora bien, el Estado de gobierno que se formaliza en el Estado social de Derecho vive su desenlace cuando un poder ejecutivo que decide la excepcionalidad se encuentra reforzado por el reciente triunfo electoral presidencial con algo más de nueve millones de votos, y congresional. Es el punto de llegada de la presente etapa de la crisis orgánica del capitalismo político colombiano en la época del posfordismo bajo “el cobijo” de la forma soberana imperial desterritorializada.
El nuevo presidente anunció un giro discursivo cambiando el acento democrático al sustantivo prosperidad en lugar de seguridad, bajo la falsa premisa que ésta ya fue conquistada. Así se pretende conquistar la hegemonía, e ir más allá de la legitimidad obtenida para la política pública de guerra. Recomponiendo el bloque en el poder, que comanda la sociedad política, al incorporar a Cambio Radical y al Liberalismo en la coalición de Unidad Nacional.
Empero, el último asunto tratado sumariamente no es objeto específico de análisis en este ensayo. Lo refiero, repito, como límite espacio temporal de la evolución de la crisis de hegemonía, de dirección estatal sobre sus rivales, antagonistas históricos, los grupos y clases subalternas que luchan por su autonomía social y política.
Simultáneamente, el bloque gobernante que desmonta el Estado de gobierno en esta segunda acción estratégica, para resolver la crisis orgánica privilegia el dispositivo de la excepcionalidad. Quiere liquidar, de una parte, la oposición político militar de las guerrillas al escalar la guerra interna con gigantescas operaciones aéreas y recuperar el monopolio de la fuerza/violencia en el territorio nacional;[28] a la vez mediante un programa de devolución de tierras expropiadas a campesinos y comunidades raizales cooptar para el programa de la prosperidad a los pequeños y medianos propietarios rurales desplazados.
El nuevo mandatario usa como efecto de demostración tanto las herramientas del resorte inmediato del gobierno como la acción congresional. En el primer caso, Santos entrega tierras, su ministro del interior ordena allanar el Concejo Nacional de Estupefacientes, destituye antes al director y confisca después los archivos institucionales, intempestivamente.
En el segundo, este gobierno presenta, por un lado, el proyecto de reparación a las víctimas del conflicto armado, y de otro, la modificación del régimen de regalías. Esta medida de política dotará de presupuesto al gobierno, permitiéndole responder a la crisis fiscal agro-industrial, y humanitaria donde confluyen tres problemas el desplazamiento, la expropiación y la miseria rural.
De manera sumaria expuesta, a manera de cierre del periodo 1999-2009, la nueva estrategia en la guerra de posición cambia el imaginario de la seguridad por la prosperidad democrática. El propósito es ganar el control y dirección de la sociedad civil que se abstiene en lo electoral; y neutralizar la oposición legal que ahora se expresa en tres vertientes organizadas y diversas, el recién creado Partido Verde, que canalizó el descontento de sectores de la clase media y las juventudes; el PDA, que pasó a ser la tercera fuerza, afectado por la burocracia, la división y la corrupción; y los movimientos sociales y las minorías étnicas no alineadas.
[1] En Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de método (1934), Antonio Gramsci dijo: “la historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica. No hay duda que en la actividad histórica de estos grupos hay una tendencia a la unificación, aunque sea a niveles provisionales; pero esta tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los grupos dirigentes y, por tanto, sólo es posible mostrar su existencia cuando se ha consumado ya el ciclo histórico, y siempre que esa conclusión haya sido un éxito.” Véase Escritos Políticos (1977). Cuadernos 54. Siglo XXI. México, p. 361. Con estas formulaciones de cuño gramsciano se creó en la India el campo de investigación denominado Estudios Subalternos con los trabajos de Ranajit Guha, Partha Chatterjee, Shahib Amin, Dipesh Chakrabarty, que tomo en consideración para este ensayo sobre la Subalternidad revisada, y apoyándome en la indagación actual del Grupo presidencialismo y participación, Proyecto Historia Social y Política de la Subalternidad en la Región Andino-Amazónica. Ver el libro Debates Poscoloniales. Una Introducción a los Estudios de la Subalternidad (2007). SEPHIS. Universidad Surcolombiana. Gente Nueva Editorial. Bogotá.
[2] La escuela de la política contenciosa que tiene como principales exponentes a Charles Tilly, ya fallecido, Sidney Tarrow, y Bert Klandermans han desarrollado la teoría de la acción colectiva para dar cuenta de los movimientos sociales y políticos en Occidente. En el marco de estos procesos, Charles Tilly ha planteado para el estudio de la tercera ola democrática la existencia de movimientos de democratización y de-democratización, sobre lo cual hablaré más adelante.
[3] Antonio Negri expresó por ejemplo, que la invasión de Iraq fue una suerte de golpe de estado al orden imperial, y en particular, a la autoridad global de la ONU, que es parte de una de las tres formas de gobierno, la democracia, que articula la soberanía imperial junto con la monarquía y la aristocracia.
[4] Basándome en los desarrollos del análisis discursivo actual, como lo propone y desarrolla Frank FISCHER, al reestructurar la política pública, yo aplico de modo heterodoxo tales instrumentos e intuiciones para la que defino como la principal política pública del periodo 1999-2009, la guerra para prevenir las demandas democráticas de los de abajo, que juntas tienen la potencia de una revolución de los de abajo.
[5] JESSOP, Bob (1999). Capítulo 1. Fordismo y Posfordismo en: Crisis del Estado de Bienestar. Siglo del Hombre Editores/Unal. Bogotá, pp. 40-62.
[6] En este análisis se asume, igualmente, el aporte de Jacques Lacan en teoría de la ideología, a partir de la afirmación que Marx inventó el síntoma. Lo cual procesa, Slavoj Zizek, su continuador heterodoxo, para desarrollar su crítica política y cultural.
[7] Como sí lo obtuvo, para citar solo un ejemplo, la constitución actual de la República Bolivariana de Venezuela, mediante el referendo del 15 de diciembre de 1999, según se dispuso por la Constituyente entonces presidida por Luis Miquelena, Isaías Rodríguez y Aristóbulo Istúriz el 17 de noviembre de 1999.
[8]Guerra de posición es la expresión que Antonio Gramsci empleó para entender la reacción capitalista al curso expansivo de la revolución rusa en Occidente, mediante la revolución pasiva del bloque capitalista internacional que tornó hegemónico el régimen fordista de acumulación, hasta alterar incluso el curso mismo de la revolución proletaria en su escenario original. Ver Cuaderno Americanismo e fordismo (1950). Universale económica. Milan.
[9] Ver HERRERA ZGAIB, Miguel Ángel et al (2007). Presentación, en: El 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colombia. Unijus/UNAL. Bogotá, pp. 7-36.
[10] La revolución pasiva, según el estudioso italiano Giuseppe Vacca, califica en Gramsci la época histórica en las que las transformaciones impuestas por una gran revolución, la propagación de sus impulsos en otras realidades y en otros países, sucede en ausencia de iniciativas históricas de las masas populares y por lo tanto es promovida y dirigida por las viejas clases dominantes. Prólogo, en: Una introducción a los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci (2000). KANOUSSI, Dora. P y V. México, pp. 17-18
[11] HARDT, M, NEGRI, Antonio (2004). Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Debate. Random House Mondadori. Argentina, p. 396.
[12] Op. cit., p. 397.
[13] Según Hardt y Negri, “…lo que ocurre hoy es que, en vez de avanzar hacia la paz en cumplimiento de ese sueño, nos vemos catapultados al pasado y devueltos a un estado de guerra perpetuo e indeterminado, a la suspensión el imperativo legal internacional, y a la ausencia de una distinción clara entre el mantenimiento de la paz y actos de guerra”. Ibíd., p. 28.
[14] VALENCIA, Luis Carlos (2010). Democracia y excepcionalidad en: “El autoritarismo de opinión”. Revista Javeriana N. 762, pp. 54-59.
[15] El episodio más reciente es la destitución de la senadora Piedad Córdoba, cabeza de Colombian@s por la Paz, ordenada por la Procuraduría, aduciendo su colaboración manifiesta con las Farc.
[16] ALOP (2001). Plan Colombia ¿seguridad nacional o amenaza regional. CEPES. Lima, pp. 37-68.
[17] Crisis orgánica es crisis de hegemonía, crisis del Estado en su conjunto para Antonio Gramsci, quien la denota como crisis de dirección del bloque histórico dominante sobre los grupos y clases subalternos, la que se manifiesta primero como crisis de representación, la que de suyo no es irreversible.
[18] DUGAS, John compilador (1993). La constitución de 1991: ¿Un pacto político viable. Uniandes/Fescol. Bogotá.
[19] Aquí se incorpora a Foucault, arqueólogo de los saberes sociales modernos, cuando advertía: “Marx, Nietzsche y Freud nos han vuelto a poner en presencia de una nueva posibilidad de interpretación, han fundamentado de nuevo la posibilidad de una hermenéutica”. Añado yo, para develar la forma ideológica de la realidad. Ver FOUCAULT, M (1967). Nietzsche, Freud, Marx, en: El Psicoanálisis en el materialismo histórico. Editorial Zeta. Medellín.
[20] Una primera aproximación al asunto del “método de investigación” que empleo, implica considerar una hibridación teórica de análisis y la hermenéutica del síntoma según lo propuesto por Michel Foucault al estudiar las técnicas de interpretación. Así lo plasmé en el breve apartado Los laberintos del método materialista, de mi libro La participación y la representación política en Occidente (2000). CEJA/UJ. Bogotá, pp. 20-22.
[21] TILLY, Charles (2007). Democracy. Cambridge University Press. New York.
[22] HARDT y NEGRI puntualizan en relación a la guerra en la era del Imperio, que “…la guerra se ha convertido en la matriz general de todas las relaciones de poder y técnicas de dominación, supongan o no derramamiento de sangre. La guerra se ha convertido en un régimen de biopoder, es decir, una forma de dominio con el objetivo no sólo d controlar a la población, sino de producir y reproducir todos los aspectos de la vida social. Esa guerra acarrea la muerte pero también, paradójicamente, debe producir la vida”. Ver Multitud (2004), p. 34.
[23] En el estudio de la democratización y de-democratización Tilly comparte la siguiente conclusión metodológica relevante: “Substantial withdrawal of trust networks from public politics, increasing insertion of categorical inequalities into public politics, and rising autonomy of coercive powers centers all promote de-democratization…” Op. cit., p. 78.
[24] LACLAU, E., MOUFFE, Chantal (1987). Hegemonía y estrategia socialista. Siglo XXI editores. Madrid.
[25] FOUCAULT, Michel (1967). Nietzsche, Freud y Marx, en: El psicoanálisis en el materialismo histórico. Editorial Zeta. Medellín.
[26] FAIRCLOUGH, Norman (1994). Language and Power. Longman. London.
[27] Hablando de la genealogía discursiva de las nuevas guerras, Hardt y Negri puntualizan lo siguiente: “Con la guerra contra la droga, en cambio, iniciada en el decenio de 1980, y todavía más con la guerra contra el terrorismo de este siglo XXI, la retórica bélica (adversarial) empieza a adquirir un carácter más concreto…Estos discursos bélicos movilizan a todas las fuerzas sociales con mucho más éxito que en el caso de la guerra contra la pobreza, y suspendan o limitan el diálogo político normal”. Ver Multitud (2004), p. 35.
[28] La “operación Sodoma”, que dio de baja al Mono Jojoy, comandante militar del Bloque oriental de las Farc, es una muestra de dicho propósito, al comienzo de la administración Santos.
Estoy en espera de los comentarios, observaciones críticas, problematizaciones que suscite este ejercicio reflexivo.
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