lunes, 13 de diciembre de 2010

LA POLÍTICA PÚBLICA DE LA GUERRA EN COLOMBIA


Miguel Angel Herrera Zgaib

Grupo Presidencialismo y Participación

email:presid.y.partic@gmail.com

DISCURSO Y BLOQUE HISTÓRICO

El análisis del discurso de la política de guerra, dominante en el quehacer excepcional del ejecutivo de Colombia, primero con Andrés Pastrana (1999-2002), y Alvaro Uribe (2002-2010) después, para un periodo de diez años, da cuenta de una doble dinámica con la que se recompone la realidad del bloque histórico dominante.[1]

La guerra como dispositivo del régimen de biopoder garantiza la productividad del trabajo social, el proceso de trabajo formal y real subsumido en la acumulación posfordista, y conforme con la especificidad de la periferia capitalista de la que es parte Colombia. [2]

Por una parte, la reflexión trata de la dinámica del antagonismo en lo infra-estructural; y de otra da cuenta de un dinamismo contradictorio que es propio de las superestructuras complejas.[3]

Es éste un funcionamiento diferencial, infra y superestructural, que es articulado por el discurso de un significante político específico, la seguridad democrática, para la década estudiada.

De acuerdo con lo dicho, esta estrategia congnoscitiva nos ubica “en los diversos grados de las relaciones de fuerzas”[4]. Para desentrañar la complejidad discursiva, y explicar la forma política de la excepcionalidad que sobredetermina la coyuntura que cerró la elección del nuevo presidente Juan Manuel Santos en Colombia en el año 2010.

Tomando en consideración la realidad efectiva de la cosa, dictado analítico que Gramsci recuperó de Maquiavelo[5], empecemos por señalar, que definimos el bloque histórico de la dominación en general como una totalidad social abierta, la cual está constituida por “las relaciones objetivas sociales” (para luego pasar) al grado de “…las relaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior del Estado) y, finalmente, a “las relaciones políticas inmediatas (o sea potencialmente militares)[6]."


Ahora bien, la complejidad sistémica implicada en el concepto de bloque histórico, no es ni puede ser solamente discursiva, porque ella implica el reconocimiento y posición de determinadas fuerzas sociales materiales.

La realidad efectiva de la cosa no es discursiva, como parecieran entenderla o insinuarla los enfoques postestructuralistas atribuidos a Foucault, Fairclough, y a nuestro Ernesto Laclau.

No hay duda, sin embargo, que el discurso constituye y da sentido a la acción social y política, pero la materialidad de las fuerzas sociales implicadas la condiciona y potencialmente transforma el bloque histórico.

Lo ya dicho, supone de una parte la ligazón orgánica de infra-estructura y superestructuras, una organización que proviene de la acción de individuos y colectivos, lo que Marx destacó con la expresión general intellect[7], y que Gramsci durante la acumulación fordista señalaba que era “la obra de los grupos sociales encargados de administrar las actividades superestructurales”[8]; aunque convenga recordarlo todos los seres humanos seamos intelectuales.

El posfordismo, no solo se reconoce que todos somos intelectuales, sino que todos somos intelectualmente productivos para la relación capitalista. Ya no hay más afuera posible de ésta, tal y como lo postulaba la histórica división entre trabajo material e intelectual en la primera época del capitalismo.


Retomando a Colombia y en su situación de crisis transicional, el bloque de la dominación es recompuesto provisoriamente utilizando para ello el régimen de la excepcionalidad para-presidencial. Luego el intento sigue siendo juridicizar tal estado de cosas mediante la Ley de justicia y paz para reinsertar a los paramilitares en la sociedad civil, y descabezar a su dirigencia principal.

A la vez, ya bajo el nuevo periodo especial de la "prosperidad democrática", primero se prolonga la ley de orden público, que prohibe que se autoricen más zonas de distensión/despeje a lo San Vicente del Caguán para las Farc, y Santafé de Ralito con las AUC. Dicha ley se viene prolongando por más de una década. Ahora fue revisada por el Congreso con la absoluta mayoría de la coalición del gobierno de Unidad Nacional, para su prórroga.


Segundo, la Corte tumbó el decreto que hacía posible la impunidad de más de 17.000 paramilitares rasos y medios desmovilizados bajo la puesta en vigencia de Justicia y paz. Por lo que el gobierno de la prosperidad inicia un trámite legislativo que reemplaza la derogada fórmula de impunidad para el ejército de ejecutores locales y regionales del régimen para-presidencial.


Ahora bien, la forma ideológica de estas relaciones de fuerza, vista desde la perspectiva discursiva, específicamente, se refiere de manera nuclear a la seguridad democrática, que es el significante vacío/ flotante que ordenó y direccionó el accionar “legítimo” de la guerra contra los de abajo.

La seguridad democrática constituye al mismo tiempo el código de poder que fija lo permitido y lo prohibido para el bloque en el poder y sus actuales reformadores con la dirección presente del presidente actual.

Desde una perspectiva diacrónica su función performativa le garantiza, en parte regular los comportamientos de quienes siguen en la resistencia, y se rebelan, desobedecen a la vez que demandan autonomía.

Hegemonizar la diversa realidad social de los sujetos humanos[9], es el nombre del juego y el objetivo principal de esta transición que ahora comprende a cuatro presidentes seguidos. Es la doma insatisfecha de los muchos, de los subalternos , cuando éstos se subjetivizan individual y colectivamente definiéndose, perfilándose como multitud autónoma que constituye el “antagonismo”. en la época del capitalismo posfordista.

De ese modo, quienes dominan intentan gobernar un desacuerdo fundamental; establecer un Estado de gobierno para domeñar el antagonismo social existente en Colombia.

El caracter de este antagonismo conforme lo entiende Zizek, difiere del entendimiento ofrecido por Ernesto Laclau, aunque ambos compartan algunas fuentes interpretativas tanto psicoanalíticas como las que ofrece tanto la teoría del lenguaje como el marxismo más actual[10].

EL MISTERIO DE LA "FORMA" DEMOCRACIA.

Según Lacan, ningún sino Marx fue quien inventó la noción de síntoma…entonces debemos plantearnos la pregunta kantiana acerca de las “condiciones de posibilidad” espistemológicas de un encuentro de este tipo: ¿cómo fue posible que Marx, en su análisis del mundo de las mercancías, produjera una noción que se aplica también al análisis de los sueños, a los fenómenos histéricos y demás?. Slavoj Zizek, ¿Cómo invento Marx el síntoma?, en: El sublime objeto de la ideología, p. 35.

Lo que sigue en esta parte del ensayo es descifrar el secreto de la forma democracia, de manera similar a como Marx lo hizo con la forma mercancía, Freud con la forma de los sueños, Schmitt con la forma estado, o Pashukanis con la forma jurídica, entre otras. Para lo cual, lo primero que evito es la fascinación propiamente fetichista, alienante del contenido de la democracia.

Para decirlo de manera breve, parafraseando a Zizek, no se trata de develar mediante el análisis el contenido que oculta la forma de la crisis en la transición autoritaria, de-democratizadora que experimenta Colombia, de “penetrar hasta el contenido manifiesto al núcleo oculto de la mercancía –la determinación del valor que tiene por cantidad de trabajo consumido en la producción de la misma - ,[1]sino de explicar por qué el poder asumió la forma de la excepcionalidad, y por qué la potencia constituyente puede afirmar su carácter de libertad/autonomía colectiva e individual sólo en la forma democrática de la política rehuyendo a la falsa mediación del socialismo tal y como lo hemos conocido.

Conviene recordar entonces, y no sólo con Churchill, que la democracia por radical que sea siempre acarrea la posibilidad de corrupción, de gobierno de los mediocres, bajo las formas de la representación. Segundo, que la sociedad civil moderna, el reino de los individuos libres e iguales, es una de las superestructuras complejas, la otra es la sociedad política. Como tal, la sociedad civil en el capitalismo, según Gramsci, está constituida antagónicamente, tal y como lo reconoció el mismo Hegel.

Otra cosa es afirmar que si se quiere suprimir el antagonismo concreto de la propiedad privada como institución de la explotación, la forzosa conclusión sea el terrorismo totalitario. Sin embargo, con Antonio Gramsci mismo, con Castoriadis, a su modo, la democracia permite no sólo elucidar si no ofrece un principio de solución a esta problemática. Porque la democracia hace posible la autonomía política en el marco del capitalismo actual, yendo más allá de la democracia representativa. Se darle entonces, a la vez que descubrir desde el espacio político democrático de la guerra de posiciones un tratamiento diferencial a la excepcionalidad, porque no tiene un sentido único, exclusivo y excluyente. Dicho de otro modo, darle paso a la excepcionalidad constituyente, a la gobernanza del común.[2]

Para explicitarlo mejor quiero decir, voy a lidiar con la problemática del estado de excepción, basándome, primero, de modo principal en las contribuciones de Giorgio Agamben, Carl Schmitt, y Antonio Negri y Michael Hardt, luego, para pensar desde ésta otra excepcionalidad, la propia de la democracia radical entendida como potencia, poder constituyente de la multitud. Para así mostrar, en el proceso de la reflexión la otra cara de la excepcionalidad, para hacer una crítica de las formas de gobierno representativo, y ésta crisis de hegemonía en la transición de-democratizadora que experimenta Colombia, que es objeto de este estudio puntual, y darle paso a la construcción de la libertad común como componente fundamental de la nueva ciencia de la democracia.

Analicemos e interpretemos con las anteriores claves analítico intrpretativas la actual complejidad política que animan los grupos y clases también en Colombia, cuya lucha de clase conforma el régimen de democracia y excepcionalidad juntas, en las condiciones histórico sociales de Colombia.

En ellas se articulan de modo singular dominación y hegemonía, las funciones de de coerción y consenso activo y/o pasivo en la disputa concreta por la transición política que consolide la democracia o entronice una forma de terrorismo totalitario, que empieza con la fórmula de “mayorías sin democracia”,[3] en un tiempo de manifiesta revolución pasiva, y cuando se intenta una torsión en el régimen de la dominación bajo la impronta prometida de la “prosperidad democrática”.



[1] Ibíd, p. 35.

[2] NEGRI, Antonio (2008). La Fábrica de porcelana. Una nueva gramática de la política. Paidós. Barcelona

[3] GARCÍA VILLEGAS, Mauricio, REVELO REBOLLEDO, Javier (2009). Mayorías sin Democracia. DeJusticia. Bogotá.



[1] Metodológicamente, la noción de bloque histórico permite concretar, operar con los principios marxianos para entender, según Gramsci, “el problema de las relaciones entre estructura y superestructura el que hay que plantear exactamente y resolver para llegar a un justo análisis de las fuerzas que operan en la historia de un determinado periodo y determinar su relación. Hay que moverse en el ámbito de dos principios: 1) el de que ninguna sociedad se impone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o que éstas no estén al menos en vías de aparición y desarrollo; 2) y el de que ninguna sociedad se disuelve y puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones…” (MARX, Carlos. Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política). Cuadernos de la Cárcel 5, p. 32.

[2] CIAPPI, Silvio et al (2005). Globalización y nueva esclavitud, en: Periferias del Imperio. Poderes globales y control social. Instituto Pensar. Universidad Javeriana. Bogotá, pp. 45-53.

[3]Gramsci se refiere al tercer momento en la relación de las fuerzas políticas, “el neto pasaje de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas…” en: Análisis de situaciones: relaciones de fuerzas. Cuadernos de la Cárcel 5 (1999). Cuaderno 13. Editorial ERA/BUAP. México, pp. 36.

[4] Ibídem, op. cit., p. 33.

[5] GRAMSCI, Antonio (1985). Maquiavelo, la Política y el Estado Moderno. Editorial Juan Pablos. México.

[6] Op cit., ibídem, pp. 36-37.

[7] Revisar el capítulo VI, Inédito. Gründrisse (1859), objeto de estudio puntual por Antonio Negri, en su ciclo de conferencias Marx, Más allá de Marx, en París.

[8] PORTELLI, Hugues (1979). Gramsci y el bloque histórico. Siglo XXI editores. México, p. 48.

[9] ZIZEK, Slavoj (1992). Introducción, en: El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI editores. México, p. 24. Zizek nos refiere que la verdadera ruptura en la teoría de la ideología, a propósito del sujeto, la representa Louis Althusser, con su insistencia de que “es una cierta fisura, una hendidura, un reconocimiento falso, lo que caracteriza a la condición humana en cuanto tal, con la tesis de que la idea del posible fin de la ideología es una idea ideológica par excellence (Althusser, 1965)

[10] ZIZEK, Slavoj (1992), op. cit., p. 25. Él hace una crítica al marxismo ortodoxo, acudiendo a su lectura de Hegel vía Lacan, para advertir que “no hemos de borrar la distancia que separa lo Real que hay en cada simbolización, puesto que es este plus de lo Real que hay en cada simbolización lo que funge como objeto-causa de deseo. Llegar a un acuerdo con este plus (o con mayor precisión, resto) significa reconocer un desacuerdo fundamental (“antagonismo”), un núcleo que resiste la integración-disolución simbólica”.

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