BARRANCABERMEJA
MATRIZ DE LA PAZ DE C0LOMBIA
Agosto 12 de 2011
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente - Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Barrancabermeja es en la historia del país un eje obligado de referencia en procesos de organización social, luchas reivindicativas y resistencia política. Su gente y su territorio han sido y sigue siendo médula de la lucha por la defensa de los recursos energéticos del país, el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y la calidad de vida digna de los pobladores de la región y en general de los colombianos.
Barranca ha soportado con heroísmo los embates de todas las formas de violencia a un altísimo precio en vidas de sus habitantes, ha sido receptor de pobladores provenientes de todas partes victimas del desplazamiento y la violencia, conoce en la historia de sus viudas y sus huérfanos el rigor de la guerra y el resultado de sus estragos; la ciudad ha hospedado importantísimas luchas del movimiento campesino y popular y su presupuesto de solidaridad parece no agotarse en cada esfuerzo que realiza para ser sede de las luchas de resistencia de la población. Si existe una escuela donde aprender el significado de la lucha por la dignidad humana esa la constituye la historia de Barrancabermeja.
No resulta extraño por lo tanto que se haya escogido esta ciudad para que las comunidades campesinas, obreras, estudiantiles, afrodescendientes e indígenas, la sociedad colombiana en su conjunto, convoquen la atención de todos los sectores a unirse a una demanda colectiva de paz al gobierno y a los actores armados en la solicitud explicita de encontrarle al conflicto colombiano una salida política negociada, que nos conduzca de manera irreversible hacia una sociedad erigida sobre la justicia social y la democracia profunda.
Ninguna posibilidad tiene Colombia de pensarse en el futuro si no resuelve de manera definitiva la situación del conflicto armado, si sigue haciéndoles eco a los carboneros de la guerra que desde sus cómodas trincheras en el interior y exterior del país, en los canales y medios de comunicación, en las instituciones del Estado, en la comodidad de sus economías trasnacionales, en la administración de sus mercados de violencia, en la concentración de la propiedad de la tierra, en los flujos de los capitales ilegales provenientes del crímenes organizado del narcotráfico y la corrupción, en la especulación del capital financiero alimentan el conflicto y viven de él.
Ha pasado una década en la que el gobierno colombiano privilegio la guerra y la victoria militar sobre la insurgencia, se hablo del fin de fin y del postconflicto, y lo que a diario muestran los hechos es que los aprendizajes de los actores armados nos colocan frente a a un conflicto que se proyecta en el tiempo de manera indefinida y con permanentes curvas de recrudecimiento y degradación.
La guerra se ensaña con el mayor rigor en los pobres y marginados de Colombia: en el campesino que se aferra a su parcela como única esperanza de vida y futuro, en las mujeres que han visto como sus cuerpos se convierte en teatros de operaciones de la barbarie de sus agresores y en su botín de guerra; en los indígenas que defienden con especial devoción su territorio madre, su cultura y sus tradiciones; en las comunidades afrodescendientes que se mueven en la incertidumbre de la búsqueda del pan de cada día en las actividades de la minería y la agricultura; en los trabajadores rurales y urbanos que se acomodan al hacinamiento al que los ha reducido la precariedad de sus salarios; en los desempleados que viven huyéndole a las trampas de los falsos positivo; en los jóvenes sin futuro que se ocupan en el mercado de la guerra y de la muerte, en los humildes y marginados de Colombia, que son precisamente quienes se han convocado al encuentro de paz de Barranca que debe ser la matriz en la que se fecunde un autentico proceso de paz cargado de esperanza y compromiso, sin olvidar que existen otros sectores de la sociedad colombiana cuyas voces pueden no ser coincidentes y no por ello deben ser considerados como enemigos. La democracia no puede ser otra cosa que el reconocimiento de la diferencia y la posibilidad de encontrarse en los acuerdos.
El encuentro de Barranca debe llamar la atención del gobierno de la prosperidad democrática para que se coloque en la agenda social y política del país el tema de la solución negociada del conflicto armado y la paz con justicia social y democracia; debe tomar la iniciativa para convocar un proceso democrático que de origen a una LEY DE PAZ, que supere las dificultades que existen en los cierres a los que se ve enfrentado todo proceso de paz en el ámbito normativo y constitucional, como consecuencia de la estrategia de guerra frontal del gobierno anterior y de la cual aun no se desprende el actual.
Una ley que ofrezca las mayores garantías y credibilidades a los procesos, que haga desaparecer del leguaje los términos de derrota, rendición y sometimiento que lejos de acercar aleja la solución definitiva del conflicto. Una ley que privilegie el interés nacional y la convivencia democrática, que preste especial atención a la construcción del bienestar de los colombianos y desarrolle una estrategia de atención focalizada a zonas golpeadas por la violencia. Es decir una Ley de Paz que se piense un país en el que quepamos todos.
El encuentro igualmente debe convocar la atención de las organizaciones insurgentes para que pasen de las reiteradas manifestaciones de voluntad de paz a la construcción social y política de la paz disponiendo todos sus esfuerzos para que la guerra encuentre el camino de la solución política.
La comunidad nacional e internacional debe acompañar solidariamente el encuentro de paz de Barranca, debe blindarse de cualquier estigmatización y señalamiento, debe dársele la mayor protección y cobertura institucional y debe esperarse que allí germine nuevamente en el país la semilla de la paz.
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