El colega Néstor Hernando escribió sobre Canadá, y hubo varias preguntas, observaciones y cuestionamientos. Aquí incluimos una parte de su extensa y enjundiosa respuesta. N de la R.
RESPUESTA COLOQUIAL
A COMENTARIOS AL ARTÍCULO
“CANADA, CAMBIOS Y RIESGOS POLÍTiCOS”
Néstor Hernando Parra
He recibido, y agradezco, diferentes comentarios sobre mi último artículo que tuvo como tema la situación actual de la política de Canadá y los riesgos que corre ante los recientes cambios en su orientación, ahora evidentemente conservadora, en dirección contraria a su tradicional rumbo social liberal o socialdemócrata.
En lugar de dar respuesta individual, he optado por agruparlos bajo tres acápites: 1) Razones que puedan explicar el inesperado giro electoral; 2) Comportamiento de las “multinacionales canadienses” que explotan recursos no renovables en América Latina con detrimento del medio ambiente que tanto respetan allá, tema no tratado en el escrito pero de indudable interés; 3) Educación e igualdad de oportunidades como parte de la política del Estado del Bienestar.
Siguiendo ese orden, expresaré en forma coloquial, sucinta y sencilla, mis puntos de vista.
1. Cómo explicar el cambio
Comienzo recordando que Harper ha demostrado ser un excelente director de su partido. En efecto, ha sido notoria la superioridad del PC en organización, en estrategias y, muy importante, en financiación. Esta ventaja se fue haciendo mayor en cada campaña electoral, incluidas las dos elecciones anteriores en las que obtuvo sólo la mayor minoría y en tal calidad gobernó. Organización centralizada, controlada por él desde Ottawa; estrategias que llevaban un fin único: dividir hasta destruir al contendor, en este caso al Partido Liberal; financiación que se nutrió con los aportes de las grandes empresas siempre listas a “invertir” en la política que premia al capital.
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Michael Ignatieff, a quien conocí personalmente en Toronto durante la presentación de su libro “The Warriors Honour”, en enero de 1998, que cito y comento en el capítulo final de mi libro “Entre la Democracia y la Barbarie”, recibió un partido debilitado por varios años de gobierno (Chrètien y Martin), dividido y desorganizado. Su inexperiencia parlamentaria lo llevó a cometer errores y a desperdiciar oportunidades.
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Sin olvidar la campaña negra orquestada por el Partido Conservador que resultó clave para desprestigiarlo como aspirante a ser cabeza de gobierno. El fiasco del PL explica en parte la causa del inesperado triunfo del NDP, del carismático Jack Layton, pues se convirtió en el refugio de los desencantados electores liberales e inclusive de los quebequenses independentistas, ambos reducidos a su mínima expresión en las elecciones del 2 de mayo pasado.
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El otro aspecto, justamente advertido por varios de los amigos comentadores, hace relación al comportamiento conservador de las clases medias insinuado en el artículo. Recuerdo que en épocas de mi juventud se definía a la clase media –a la que según las encuestas la mayoría de los pobres creen pertenecer- diciendo que los que en ella se identifican “se sienten tan ricos como los ricos, pero que son más pobres que los pobres”.
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Y también viene a mi memoria una anécdota del Maestro Darío Echandía, en El Espinal, el domingo de resurrección de la Semana Santa de 1967, cuando en un almuerzo campestre con agricultores de esa rica zona del centro del Tolima, respondiendo a las críticas sobre la reforma agraria del gobierno de Lleras Restrepo, en su estilo directo y contundente, les decía, palabra más palabra menos: La Reforma Agraria es para acabar con los grandes latifundios, con las tierras inexplotadas o mal explotadas, para mejor distribuir la tierra entre los que la trabajan, pero ahora resulta que los que primero se sienten amenazados son los cultivadores que como ustedes tienen propiedades de 50 o 100 hectáreas, y las trabajan con esmero. Se creen latifundistas y por eso temen que les afecte.
En el mundo capitalista, el que ya tiene algo lo quiere conservar a toda costa, sin importarle nada más, se siente rico en el sentido de que tiene algo o mucho por defender. Individualismo puro y duro.
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Está convencido de que lo que tiene se lo ha ganado sólo, con su esfuerzo personal y único. No tiene en cuenta ni le importa el interés general. En esa misma dirección, es muy válido el comentario de un ilustre economista, escritor y admirado amigo que recaba en mi afirmación relacionada con los excesos de una casta burocrática sindicalizada y generosamente remunerada que “se convierten en reaccionarios porque sólo defienden sus intereses particulares y se olvidan del interés público”. Y agregaría yo: que defienden a los que están adentro, sin preocuparse por sus demás colegas trabajadores que no están sindicalizados, con lo que se convierten en una casta, expresión formal de exclusión rampantemente conservadora.
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Y para cerrar esta primera parte, vale la pena destacar que muchos analistas de los movimientos de protesta que tanto abundan hoy en capitales europeas afirman que no se trata de una revolución, ni siquiera de una propuesta de cambio de modelo y mucho menos de sistema, sino de una forma de expresar su inconformidad porque no los dejan entrar, no pueden participar ni “disfrutar” del sistema, del modelo, capitalista y consumista, por falta de empleo, de poder adquisitivo.
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En últimas, parecería que la ola conservadora –adquirir, mantener, conservar, cada quien como pueda- es la que impera. No se trata, pues, de ideologías, sino de defender lo que se tiene, ¿o lo que se aspira a tener?, con lo que se confirmaría lo que en el argot popular, arriba citado, se entiende por clase media, o lo que son las clases medias.
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