viernes, 30 de diciembre de 2011

Hace unos meses Raúl escribió sobre Ecuador, y hace menos de un mes, estuvo por acá, si mal no recuerdo, invitado por la gente de Desde Abajo, para participar de unas reflexiones sobre el sistema-mundo y el capitalismo actual. Ahora al cierre del año cabe recordar este escrito en la perspectiva de discutir el tópico del estado ampliado, una categoría de cuño gramsciano que también utiliza Alvaro García Linera para tratar de pensar el rumbo de Bolivia. Estos híbridos conceptuales nos han de servir para pensar las novedades de la praxis reformista y revolucionaria en América Latina. N de la R.


Ecuador - El Estado fuerte y la criminalización a los movimientos

Programa de las Américas. 09/03/2011

Por Raúl Zibechi

La consulta popular del próximo 7 de mayo enfrenta al gobierno de Rafael Correa con la mayor parte de los movimientos sociales, con una nueva izquierda desgajada del gobierno y también con la derecha tradicional. No están en debate ni las explotaciones mineras y petroleras ni la defensa del medio ambiente, sino el deseo del gobierno de construir un Estado más centralizado y poderoso.

“No crean a los ambientalistas románticos, todo el que se opone al desarrollo del país es un terrorista”. Esa frase fue pronunciada por el Rafael Correa en cadena nacional en rechazo al paro indígena en la provincia amazónica de Orellana el 1 de diciembre de 2007. El 26 de noviembre se había iniciado una protesta social en la parroquia de Dayuma, provincia de Orellana, por el retraso en las obras de agua potable, electrificación y vías terrestres que se arrastraba desde el anterior gobierno. Correa había asumido el 15 de enero de 2007.

La reacción del gobierno ante el corte de una carretera que conduce a un pozo petrolero, fue declarar el estado de emergencia por “grave conmoción interna”. Se ordenó la movilización militar y se activó la jurisdicción militar para enjuiciar civiles. Las fuerzas armadas decretaron el toque de queda y prohibieron cualquier manifestación o reunión. El 30 de noviembre el ejército ingresó violentamente en los domicilios de los habitantes de Dayuma rompiendo las puertas y se detuvo a 25 personas que figuraban en una lista que llevaban los militares.

Según denuncia de los organismos de derechos humanos, todos ellos fueron maltratados, interrogados sin presencia de abogado defensor y amenazados de “ser violados sexualmente”. El Comité de Derechos Humanos de Orellana informó que uno de los detenidos debió ser hospitalizado tras las torturas y que todos los detenidos “estaban golpeados, con señales de golpes en el rostro, puntapiés, y que habían sido amarrados con bandas de caucho”. Al parecer, ese es el trato que merecen los “terroristas”.

El 1 de febrero de 2011, José Acacho González, presidente de la Federación Interprovincial de Centros Shuar, fue detenido junto a otros dos dirigentes acusados de terrorismo. El operativo militar incluyó el uso de un helicóptero y agentes con el rostro cubierto por pasamontañas. En setiembre de 2009 los indígenas shuar se habían movilizado contra el proyecto de Ley de Recursos Hídricos, en el marco de la implementación de megaproyectos de minería a cielo abierto en territorios indígenas por empresas multinacionales. En esa movilización hubo una fuerte represión policial y murió el profesor shuar Bosco Wisuma. Desde un primer momento Correa acusó a los indígenas de la muerte.

La Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), la Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (INREDH) y el Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES) consideraron que “asimilar a los indígenas shuar, movilizados en defensa de sus derechos, con el ‘terrorismo’ menoscaba gravemente los principios internacionales en materia del derechos a la protestas y contraviene la definición internacional de lo que constituyen actos terroristas”.

Golpistas y “terroristas”

En la edición de enero de Le Monde Diplomatique Cono Sur, aparece una larga entrevista de Ignacio Ramonet a Rafael Correa. A lo largo de cuatro páginas el presidente de Ecuador asegura que el 30 de setiembre hubo un golpe de Estado frustrado, aunque no explica las razones de esa afirmación. “Quien lo duda es esa prensa corrupta que no busca la verdad”, dice Correa .

En su opinión el inspirador del golpe fue el partido Sociedad Patriótica del ex presidente Lucio Gutiérrez y sectores de la derecha estadounidense, aunque reconoció que “hubo una gran muestra de solidaridad del Departamento de Estado de Estados Unidos”. Cuando se le pregunta si están identificados los líderes del golpe, menciona “dos oficiales y un hombre de tropa” que, dice vagamente, “me parece que los tres incluso están fugados”. Dos meses y medio después del “golpe”, dice “le parece”, sin precisar detalles de esos tres “cabecillas”.

Toda su explicación del “golpe” es muy ideologizada y muy poco concreta. Esta es una parte del diálogo en la cual el periodista le sugiere incluso mayor represión:

Ignacio Ramonet- Hay una frase de Trotsky que dice: ’La revolución necesita el diálogo de la contrarrevolución’. ¿Piensa usted acelerar, radicalizar, la revolución Ciudadana?

Rafael Correa- Después de esto hay que ser mucho más contundentes, eficaces y precisos para aplicar la Revolución Ciudadana en Ecuador (…) Tenemos que poner mucho más énfasis, mucho más cuidado en la parte de seguridad, y en la parte de reconstruir los mecanismos de inteligencia.

En ningún momento Correa se refiere a los golpistas –que provocaron la muerte de 8 personas y 275 heridos y pusieron en riesgo el estado de derecho y según el presidente su propia vida– con el calificativo de “terroristas”.

Ese término tan duro lo reserva para los dirigentes sociales que se oponen a la minería y la expansión de la frontera petrolera, que cortan carreteras y se manifiestan en defensa de sus territorios. En Ecuador hay 189 dirigentes indígenas acusados de sabotaje y terrorismo .

La Consulta: respuesta al 30 de setiembre

La forma que asumió la respuesta del gobierno fue convocar una consulta popular. La consulta tiene diez preguntas. Cinco de ellas suponen enmiendas a la recién aprobada constitución. Las dos primeras pretenden sustituir la caducidad de la prisión preventiva y restringir las medidas sustitutivas de privación de libertad con el argumento de combatir la delincuencia. La tercera impide que instituciones financieras sean propietarias de medios de comunicación. La cuarta y la quinta modifican la integración de los máximos órganos judiciales dando al Ejecutivo y al parlamento ingerencia en su nombramiento.

Las otras cinco preguntas de la consulta son: penar el enriquecimiento no justificado, prohibir las corridas de toros y los casinos y salas de juegos, regular los contenidos de violencia, sexuales y discriminatorios en los medios y penalizar a los empresarios que no inscriban a sus trabajadores en la seguridad social. Como puede verse, las enmiendas a la Constitución son cuestiones de fondo y de las otras cinco lucen oportunistas, incluso algunas ya han sido legisladas.

El referendo tiene como principal ventaja que traslada las contradicciones políticas al terreno en el que mejor desempeño tiene. En efecto, en cuatro años de gobierno Correa ganó dos elecciones presidenciales y tres consultas, una para convocar la Constituyente, otra para elegir sus miembros y la tercera para aprobar la nueva Constitución. Todas por un margen amplio.

La legalidad de las preguntas fue puesta en cuestión pero la Corte Constitucional falló en enero a favor de las preguntas propuestas por Correa. La derecha anunció que votará No, igual que la izquierda y los movimientos indígenas, aunque con matices. La consulta provocó rupturas y alejamiento en el partido oficialista Alianza País. La derecha se articuló a través de Cauce Democrático y está liderada por el ex presidente Osvaldo Hurtado.

La izquierda tiene dos grandes alianzas. Una de ellas liderada por Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente y ex amigo personal de Correa. Junto a varios disidentes del gobierno formaron el Frente de Defensa de la Constitución Montecristi Vive. “Tenemos un gobierno y un caudillo con rasgos autoritarios y de intolerancia”, dijo Acosta . “Un régimen presidencialista, que ya concentra cuotas importantísimas de poder, quiere más poder”, escribió Leonardo Orgaz Arce.

El segundo frente se llama Movimiento Participación y está liderado por Gustavo Larrea, ex ministro de Gobierno y Seguridad de Correa. El grupo está integrado por organizaciones de jubilados, estudiantes, comerciantes, sindicalistas y militares retirados además de personas que provienen del partido Pachkutik (vinculado al movimiento indígena) y del izquierdista MPD. Las dos agrupaciones coinciden en que las reformas pretenden romper la autonomía de la justicia. Para Correa son “traidores”.

Criminalización de la protesta social

“Cuando los plebiscitos surgen de una presión social popular, podemos encontrar que han tenido una función política democrática, como cuando el pueblo de Chile se manifestó por el ‘No’ frente a Pinochet y eso abrió un cambio. Pero cuando tenemos este tipo de dirección impositiva desde arriba, es un peligroso camino que ha terminado en el fascismo”; declaró el filósofo Iván Carvajal, de la Universidad de Quito. Ecuatorianos de los más diversos sectores temen una excesiva concentración de poder en Correa.

Alberto Acosta escribió días después de la detención de los dirigentes shuar: “Destaca la ligereza en el uso de las acusaciones de terrorismo y sabotaje. En estos últimos dos años se ha vuelto a esgrimir esta acusación para enfrentar la protesta popular”. En su texto, quien fuera cercano colaborador de Correa recuerda que la Asamblea Constituyente, el 14 de marzo de 2008, amnistió a 600 personas acusadas de terrorismo porque “se han visto en la necesidad de ejercer el derecho al reclamo en defensa de los recursos naturales y por alcanzar una vida digna dentro de un ambiente ecológicamente sano y libre de contaminación”.

Sostiene que el extractivismo amenaza los territorios indígenas con sus grandes proyectos mineros y petroleros. Pero asegura que los derechos que consagra la Constitución aún no se han convertido en leyes que “erradiquen todas aquellas prácticas represivas con las que se chantajea y siembra el terror en las comunidades”. El artículo 160 del código penal considera terroristas incluso a los que se manifiesten de forma pacífica y “construyeran barricadas, parapetos, trincheras…”. Aunque el artículo 98 de la nueva Constitución defiende el “derecho a resistencia” y protesta para reclamar derechos.

Finaliza su texto alertando sobre el “terrorismo de Estado”. Quien dice estas frases no sólo presidió la Asamblea Constituyente sino que fue uno de los principales inspiradores del Buen Vivir (Sumak Kawsay), de los “derechos de la naturaleza” y de la iniciativa Yasuní para dejar el petróleo en tierra que le han valido el respeto en todo el mundo. Vale decir que esas mismas iniciativas le han otorgado gran prestigio al presidente Correa entre quienes a menudo desconocen la compleja relación que mantiene con los movimientos.

El retorno del Estado fuerte

Entre los casi doscientos dirigentes sociales acusados de terrorismo y sabotaje están Marlon Santi, presidente de la CONAIE, y Delfín Tenesaca, presidente de Ecuarunari, las dos más importantes organizaciones sociales del país, por su rechazo a la ley de aguas. En la misma situación está Carlos Pérez Guartambel y otros cuatro dirigentes de la Federación de Organizaciones Indígenas del Azuay (FOA) por cortar rutas y manifestarse en Victoria del Portete.

¿Porqué el gobierno de Correa acusa de terroristas a los movimientos? ¿Para qué necesita un Estado fuerte, en el sentido que le da Correa, con un perfeccionamiento de los mecanismos de control y vigilancia?

Los hechos reseñados hasta ahora no son desbordes represivos. La frase de Correa que abre esta nota no fue un exabrupto. Forman parte de un nuevo modelo político-económico que se está gestando lentamente y que tiene dos puntas: el extractivismo, o la acumulación por pillaje como ha definido David Harvey, y la subordinación de los movimientos sociales y, en caso de no ser posible, su criminalización.

En la medida que los movimientos sean obstáculos para esta nueva economía que convierte a la naturaleza en mercancía, deben ser no sólo reprimidos sino culpados de negarse al desarrollo, lo que se ha convertido en un delito mayor. En este discurso, desarrollo es algo diferente a lo que se entiende habitualmente: se reduce a entregar las riquezas del país a las grandes multinacionales para aumentar la exportación de commodities. Por eso hace falta un Estado fuerte, para garantizar los contratos y la propiedad de las empresas.

Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe cada mes para el Programa de las Américas (www.cipamericas.org/es).

Recursos

Alberto Acosta, “El uso de la justicia como mecanismo de terror”, ALAI, 4 de febrero de 2011.

Entrevista de Ignacio Ramonet a Rafael Correa, Le Monde Diplomatique, enero de 2011.

Leonardo Orgaz Arce, “Consulta popular o la tentación del poder”, en Desde Abajo, 24 de febrero de 2011, http://www.desdeabajo.info

Marlon Santi, “Respete los derechos indígenas”, Carta abierta al presidente Correa, Agencia Intercultural de Noticias Indígenas, 25 de febrero de 2011.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

ESCRITURAS DESDE EL SUR Y PARA EL SUR

El profesor investigador, Juan Carlos García Lozano, joven estudioso de los temas de la seguridad y la guerra, nos remite esta nota donde pone en comparación los textos de Timochenko y el Gral (r) Valencia Tovar, dos guerreros que también escriben, para llamar la atención sobre las novedades que trae la muerte/asesinato de Alfonso Cano, dicen otros escépticos, incluida la duda metódica de Piedad Córdoba, y que además empatan con el anuncio de otras liberaciones por parte de las Farc-ep.

Aquí quedan los documentos a la vista para comentarios y observaciones de rigor. También los invitamos a que visiten el blog seminario.internacional.gramsci, donde hay una sesuda contribución de la doctorante Ginneth Narváez, que enriquecerá el análisis sobre el actual curso de la guerra en Colombia, y qué tan lejanos estamos de una paz con alternativas. N de la R.


Me parece, como simple lector casual de este cruce de cartas, que las palabras de Timoleón Jiménez tienen argumentos históricos y políticos que el General r. Valencia no puede negar.

Lo segundo es que el escrito de Timochenko está, según mi modesta opinión, bien escrito, agrada leerlo y releerlo. Leyéndolo me doy cuenta que el nuevo comandante de las Farc es mejor escritor que Cano y que conoce más de historia universal. Y que es más irónico con sus palabras, más castizo, más ácido, en tanto polemista, en tanto crítico. Que lee más, se nota, que sabe poner el acento donde él quiere, se reconoce. Es un hombre con recorrido intelectual y cultural. Esto es muy interesante para la retórica de la guerra a la que nos han acostumbrado las Farc, cosa que veo que se rompe con el comandante Timoleón.

Parece que es un buen escritor, lo cual es mucho pues revela que ha sido un asiduo lector. Creo yo que ahí hay un cambio de estilo en las Farc: Marulanda no respondía cartas, Cano las escribía a veces muy desde el dogmatismo, pero Timoleón le da un toque distinto, como llamar "padre Camilo Torres", como las citas que hace a la historia universal, a la literatura (en anteriores escritos, a la religión), la forma misma de dirigirse es un cambio, agradable al lector, versátil que muestra destreza.

Lo otro que veo, cuarto punto, es que Timoléon escribe más frecuente que Cano, digo, hace unos días respondió sobre la marcha contra las Farc y a los siguientes días le escribe a Valencia Tovar. Es decir, él está mejor preparado por las telecomunicaciones que el mismo Cano. Es más polémico, está más preocupado por lo que digan de las Farc, por lo que se propone por parte de los voceros del establecimiento. Se nota que está al tanto de El Tiempo. Se nota que tiene más discurso que Cano y que Marulanda juntos. Eso ya es un gran cambio. Una ruptura.

Les dejo los dos escritos para que comparen: el de Valencia Tovar, pienso, no tiene estilo literario: es un discurso de sometimiento, habla el poder instituido, el poder militar. El de Timoleón tiene un sustento de polémica indiscutible: habla desde la osadía rebelde, es muy político, aquel que está dispuesto a todo como Lenin.

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Timoleón Jiménez-
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP-

General Valencia Tovar: Lamento profundamente que la erudición histórica y política del autor de El ser guerrero del Libertador, que el camarada Jacobo Arenas valoró altamente y ordenó editar y reeditar como texto de estudio en nuestra organización revolucionaria armada, se desgaste al final de su vida en la pobreza de argumentos con los que me escribe para convidarme a la defección.

Si solicita usted al servicio de inteligencia militar la relación de los comunicados del Secretariado Nacional de las FARC en el último cuarto de siglo, encontrará fácilmente que el seudónimo que me atribuye nunca ha sido usado por mi parte. La guerra fría y su componente ideológico, La Doctrina de Seguridad Nacional, que usted tanto valora, lo dotaron de un anticomunismo tan rabioso, que mientras el Presidente Roosevelt y el primer ministro inglés Churchill recurrieron sin dudar a la Unión Soviética para poder salvar sus economías y países del totalitarismo nazi, usted la emprende contra los héroes del Ejército Rojo que hicieron posible tal hazaña.
Las FARC nos acercamos a los 48 años de lucha continua. Si eso nos convierte en caducos, qué no podría decirse de usted, que a fines de los años cincuenta ya intentaba hacer con Ciro Trujillo lo que hoy intenta conmigo. Nuestra plataforma para un nuevo gobierno de Reconciliación y Reconstrucción Nacional, producida en la Octava Conferencia Nacional en 1993 y adoptada como programa de lucha del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, contiene unas propuestas de país y sociedad que usted al parecer no conoce, y que le recomiendo estudiar para hablar con alguna propiedad acerca de nuestras concepciones e ideas.

Me permito, al igual que muchos millones y millones de colombianos, dudar de su objetividad acerca de los desarrollos de la guerra interna que se libra en Colombia, así como del reconocimiento que usted hace a siniestros personajes como Álvaro Uribe o los generales que menciona. Por muchos que sean los crímenes que usted intente enrostrarnos, jamás podrán oscurecer ante el país y el mundo la horrorosa hecatombe y el desastre sangriento que ha padecido nuestro país, por obra del militarismo y el paramilitarismo que hombres como usted han patrocinado toda la vida en privado y negado en público.

No deja de sorprenderme que una insurgencia en desbandada como la que usted describe, tenga que ser combatida con un presupuesto y un ejército tan grandes, que además se aumenta en recursos y pie de fuerza cada año. Ni que un Establecimiento tan bien atornillado al poder, con tan inmenso poder mediático de dominación, se vea obligado a apelar a veteranos momificados en vida como usted, para tratar de lograr lo que no consigue con sus operaciones militares. Cuando usted ordenó ocultar el cadáver del padre Camilo Torres, ni siquiera imaginaba que 45 años después, sus émulos ocultarían del mismo modo los de otros gigantescos comandantes guerrilleros. Los generales que ahora obran como usted, no tienen la menor idea de lo que este pueblo sufrido, empobrecido y perseguido, será capaz de conseguir en un mañana.

Soy consciente, señor general en uso de cómodo retiro, de la enorme responsabilidad ante el pueblo de Colombia, ante mis hombres, mi patria y la historia que significa asumir el mando de las FARC Ejército del Pueblo. Comprenderá entonces por qué no puedo menos que sonreír con pesar ante los cantos de sirena de traición que un antiguo hombre de armas se atreve a dirigirme.

Cordialmente,
Timoleón Jiménez
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, 11 de diciembre de 2011

Tomado de: http://www.farc-ep.co/?p=949


¿Qué son hoy las Farc? ¿Cuál su futuro?
Por: Gral. Álvaro Valencia Tovar. El Tiempo
Lo que fue guerrilla ideológica se ha convertido en caterva de narcotraficantes y asesinos.
Señor Rodrigo Londoño Echeverry:

Prefiero dirigirme al joven formado para la revolución violenta en la Juventud Comunista por su nombre de pila colombiano y no por el un tanto exótico del mariscal soviético de la II Guerra Mundial, que usted adoptó como alias de combate.

Pienso que el nacionalismo bravío que el comunismo esgrimió contra el imperialismo yanqui lo aleja de ese otro esclavizante del cual se apartó cuando los mismos rusos que lo impusieron se desencantaron de su invento y con Mijaíl Gorbachov a la cabeza se sacudieron del yugo totalitario para emprender la senda de la libertad.

Recibe usted el mando supremo de un caduco órgano revolucionario que prefirió criminalizarse con el narcotráfico a preservar su rumbo político de aliento soviético, así fuese para terminar en el mismo desencanto de una propuesta que contradice la naturaleza humana con una "dictadura del proletariado" ajena a la idiosincrasia colombiana. Como también lo fue para el pueblo ruso.
Cuando usted ingresó a las Farc, halló una fuerza armada en ascenso que alcanzó su cenit a fines del siglo XX merced a las fabulosas ganancias del tráfico de estupefacientes convertido en soporte financiero del movimiento armado que había vendido su artificiosa conciencia moral por el dinero maldito de la droga, sin entender que esta perversión sería su ruina.

Una política de Estado diseñada por el presidente Álvaro Uribe Vélez con apoyo en la estrategia militar de unas Fuerzas Armadas gestoras de su propia y trascendental reforma bajo el liderazgo de los generales Jorge Mora Rangel en el Comando del Ejército y Fernando Tapias Stahelin en el de las Fuerzas Militares.
A partir del 2002, el gozne del destino, parafraseando a Winston Churchill, comenzó a girar. Se acabaron los éxitos espectaculares de Miraflores, Las Delicias, Quebrada del Billar, Mitú y Patascoy.

Comenzaron los de las Fuerzas Militares que en los dos últimos años produjeron las operaciones magistrales de 'Jaque', 'Fénix', 'Camaleón', 'Sodoma'. Se desarticuló la dirección superior de la guerra.

Penetradas las redes de comunicaciones por la Inteligencia Militar, rescatadas regiones enteras de la influencia revolucionaria, fueron cayendo uno a uno los cabecillas, el secretariado político se esfumó, el Estado Mayor militar se quedó sin oficio con la desvertebración de sus frentes y la fragmentación de las agrupaciones menores que los componían. Para rematar el desastre, el asesinato infame de los cuatro rehenes demuestra el estado de degradación moral de sus fuerzas.

Ante semejante panorama, sería insensato de su parte proseguir una lucha de supuesta reivindicación popular, cuando ante su pueblo y ante el mundo lo que fue guerrilla ideológica se ha convertido en caterva de narcotraficantes y asesinos.

Le quedan dos caminos, que en su condición de nuevo jefe supremo puede escoger antes de que la criminalización lo comprometa irremediablemente: persistir con terquedad comunista en el camino hacia la desintegración total, o acogerse a la oportunidad única que el gobierno del presidente Santos, ejecutor de la brillante línea político-militar de su antecesor, le brinda y pasar a la historia como el hombre que puso un final digno a la guerra fratricida emprendida por las Farc.

Llegar a la cabeza de los despojos agónicos de lo que fue y dejó de ser implica enorme responsabilidad ante su pueblo, sus hombres, su patria, la historia.

Su destino, Rodrigo, es prolongar la hilera de tumbas que sus predecesores abrieron con irresponsable obcecación, o recibir el reconocimiento de sus compatriotas y sus propios combatientes por cerrar el capítulo macabro de sangre y horror.

martes, 20 de diciembre de 2011

FORO GLOBAL SOBRE LAS UNIVERSIDADES

Esta nota escrita por Thomas como participante en una conferencia reciente la remite Luis Mejía, interesado en la suerte de la educación superior y los procesos de participación política en curso, que reclaman otro rostro y otra realidad para las universidades conocidas. En Colombia estamos en una suerte de receso navideño, pasado el cual vendrá la discusión pública de las alternativas más viables para la reforma educativa de las universidades, en particular; y para una revisión en profundidad de todo el sistema educativa nacional, criterio que no pocos compartimos. N de la R.


LONDON REVIEW OF BOOKS

Vol. 33 No. 24 · 15 December 2011

Universities under Attack

Keith Thomas


We are all deeply anxious about the future of British universities. Our list of concerns is a long one. It includes the discontinuance of free university education; the withdrawal of direct public funding for the teaching of the humanities and the social sciences; the subjection of universities to an intrusive regime of government regulation and inquisitorial audit.

Tthe crude attempt to measure and increase scholarly ‘output’; the requirement that all academic research have an ‘impact’ on the economy; the transformation of self-governing communities of scholars into mega-businesses, staffed by a highly-paid executive class, who oversee the professors, or middle managers, who in turn rule over an ill-paid and often temporary or part-time proletariat of junior lecturers and research assistants, coping with an ever worsening staff-student ratio.

The notion that universities, rather than collaborating in their common task, should compete with one another, and with private providers, to sell their services in a market, where students are seen, not as partners in a joint enterprise of learning and understanding, but as ‘consumers’, seeking the cheapest deals that will enable them to emerge with the highest earning prospects; the indiscriminate application of the label ‘university’ to institutions whose primary task is to provide vocational training and whose staff do not carry out research; and the rejection of the idea that higher education might have a non-monetary value, or that science, scholarship and intellectual inquiry are important for reasons unconnected with economic growth.

What a contrast with the medieval idea that knowledge was a gift of God, which was not to be sold for money, but should be freely imparted. Or with the 19th-century German concept of the university devoted to the higher learning; or with the tradition in this country that some graduates, rather than rushing off to Canary Wharf, might wish to put what they had learned to the service of society by teaching in secondary schools or working for charities or arts organisations or nature conservation or foreign aid agencies or innumerable other good but distinctly unremunerative causes.

Our litany of discontents makes me realise how fortunate I was to have entered academic life in the mid-1950s, and thus to have experienced several decades of what now looks like a golden age of academic freedom, ‘when wits were fresh and clear,/ And life ran gaily as the sparkling Thames;/ Before this strange disease of modern life,/ With its sick hurry, its divided aims.’ It was a time when students were publicly funded and when the Treasury grant to universities was distributed by the University Grants Committee, largely made up of academics and working at arm’s length from the government.

They understood what universities needed and they ruled with a light touch, distributing block grants and requiring only that the money be spent on buildings, teaching and research. It was a time when the ‘new’ universities of the 1960s were devising novel syllabuses, constructed with an eye to the intellectual excitement they generated. Of course, there were fewer universities in those days, and only a minority of young people had access to them. It is a matter for rejoicing that higher education in some form or other is nowadays potentially available to nearly half of the relevant age group. But because there are so many universities, real and so-called, there are fewer resources to go around and the use of those resources is more intensively policed.

As a result, the environment in which today’s students and academics work has sharply deteriorated. When I think of the freedom I enjoyed as a young Oxford don, with no one telling me how to teach or what I should research or how I should adapt my activities to maximise the faculty’s performance in the RAE, and when I contrast it with the oppressive micro-management which has grown up in response to government requirements, I am not surprised that so many of today’s most able students have ceased to opt for an academic career in the way they once would have done.

Confronted by philistinism on the scale of the Browne Report and the government’s White Paper, what are we to do? Where can we turn? Not to the present government, for it is committed to the notion of the university system as a market, driven by economic considerations. And not to the Labour Party, which, when in government, introduced tuition fees in 1998, trebled them in 2004 and declared in a document of 2009 that universities should make a ‘bigger contribution to economic recovery and future growth’, and in opposition has been almost totally silent on the whole matter. Not to Hefce, in its new role as ‘lead regulator’, for its chief executive has, unsurprisingly, welcomed the White Paper with enthusiasm. Not to the research councils, whose role as government agencies has become increasingly blatant. Not to the law courts, for it is surely unlikely that they will grant the recent application by some students to have the fee increase deemed a breach of human rights.

Not even to the academic profession as a whole, for only in a few universities do all their members have the right to express their dissent publicly, as in the recent vote of no confidence by the Oxford Congregation, and in many institutions they dare not even complain to their head of department, for fear of subsequent persecution. Not to the vice-chancellors, for, with some honourable exceptions, they have been remarkably supine in the face of increasingly maladroit government policies, and are understandably more concerned to see what their own institutions can gain from the new arrangements than to challenge them directly.

Let me, nevertheless, suggest a few alternative ways forward. First, on tuition fees. The new provisions for student fees have been hastily arrived at and chaotically presented, with much backtracking and many changes of mind, and little visible financial saving at the end of it, for the state still has to put the money up front and will certainly fail to recoup it all in thirty years’ time. But in an age of mass higher education, and without either a reduction in other forms of public expenditure or a willingness to raise the level of direct taxation, fees are undoubtedly here to stay.

The government’s great failure has been its inability to present its scheme for what it is: a graduate tax, payable only by those earning above a certain level and only for a fixed period of time. Instead, potential students have the mistaken impression that they will be crushed by a lifelong burden of intolerable debt. The other day I heard a mother on the radio lamenting that, if her son went to university, he might never get a job and would therefore be unable to repay his colossal debts. Universities should do all they can to help poor students by fee waivers, scholarships and maintenance grants, but above all they should try to dispel the fog of misunderstanding which the government’s ineptitude has created.

Second, we must press for changes to the Research Excellence Framework (REF), formerly the Research Assessment Exercise (RAE). In my experience, this operation, though initially a stimulus, has in the longer run had appalling effects. It has generated a vast amount of premature publication and an even larger amount of unnecessary publication by those who have nothing new to say at that particular moment, but are forced to lay eggs, however addled. In the social sciences, it has discouraged the writing of books, as opposed to specialist articles, and by making peer review the ultimate arbiter it has very probably enshrined orthodoxies and acted as a curb on intellectual risk-taking and innovation.

Everywhere, it has led to an unwelcome shift in academic priorities, for younger faculty have been encouraged to do all they can to secure outside research grants which will allow them to escape from teaching, which they now regard as a vastly inferior activity; and it has induced vice-chancellors to emulate football clubs by buying in outside ‘stars’ on special terms and conditions.

The RAE has also been absurdly rigid in its requirements. A few years ago, a colleague in another university published a huge book, based on a vast amount of archival research, meticulously documented, beautifully written and offering a new and formidably argued reinterpretation of a major historical event. I remarked to a friend in that university that this great work would certainly help their prospects in the RAE. ‘Oh no,’ he said. ‘We can’t enter him. He needs four items and that book is all he’s got.’ At a recent meeting of the editorial board of a multi-volume historical project, the question arose of what should be done if some of the chapters submitted proved to be unsatisfactory.

The obvious answer was to delay publication until they had been properly revised. But it was at once pointed out that this would be very hard on the other contributors, who were relying on their work appearing in time to be included in the REF. So if the worst happens, we shall face an intolerable choice: should we meet the REF deadline at all costs? Or is our primary obligation to ensure the quality of the completed work? There must be hundreds of scholars who are currently confronting the same dilemma.

I contrast this with my own experience in the old, supposedly unregenerate days. The college where I became a tutor in 1957 had only 19 academic fellows. Of these, two did no research at all and their teaching was languid in the extreme. That was the price the rest of us paid for our freedom and in my view it was a price worth paying. For the other fellows were exceptionally active, impelled, not by external bribes and threats, but by their own intellectual ambition and love of their subject. In due course three became fellows of the Royal Society and seven of the British Academy. They worked at their own pace and some of them would have fared badly in the RAE, for they conformed to no deadlines and released their work only when it was ready. I became a tutor at the age of 24, but I did not publish a book until I was 38. These days, I would have been compelled to drop my larger project and concentrate on an unambitious monograph, or else face ostracism and even expulsion.

I should like to see the abolition of the REF altogether, but since no one has been able to think of a better method of selectively allocating research funds to universities, it is probably here to stay. Yet we should at least press for a longer interval between each round of assessment, say, ten years rather than six, a much greater emphasis on the quality of publications rather than their quantity, and the relegation of ‘impact’ to an optional extra rather than an essential requirement.

Since the REF is a scheme which is workable only if academics co-operate with it, the universities could easily achieve some reform here, but only if they maintain a united front. Unfortunately, those institutions which are currently most successful in the competition have no incentive to change the system, its undesirable intellectual consequences notwithstanding. We should also enlist the support of the House of Lords, which has on past occasions successfully come to the aid of the universities, most notably in 1988, when it amended the Education Reform Bill, so as to ensure the freedom of academics to express controversial or unpopular opinions without placing themselves in danger of losing their jobs or privileges.

My final suggestion, and much the most important, is that universities should collectively and publicly refute the repugnant philosophy underlying the Browne Report and the White Paper by reaffirming what they stand for and what they believe is their correct relationship to students on the one hand and to the government on the other. The original purpose of universities in the Middle Ages was to train students for service in Church and State, but the undergraduate curriculum was in the liberal arts (which, of course, included science and mathematics), and only after graduating did students take up vocational courses in law, medicine and theology.

Today, universities aim to enable students to develop their capacities to the full; in the process, they acquire the intellectual flexibility necessary to meet the demands of a rapidly changing economy. But a university should not provide vocational training, in the narrow sense of uncritical indoctrination in the rules and techniques of a particular trade.

Institutions which do that are an indispensable part of the higher education system. But if their courses are vocational and their staff do not engage in research, it does not help to call them ‘universities’: that way they end up being regarded as inferior versions of the real thing. We need a diverse system of higher education, but only some of its components should be universities and much confusion is created by the indiscriminate application of that name.

Advanced study and research are essential attributes of a university and some of that research will have vital social and industrial applications. But that is not its primary purpose, which is to enhance our knowledge and understanding, whether of the physical world or of human nature and all forms of human activity in the present and the past. For centuries, universities have existed to transmit and reinterpret the cultural and intellectual inheritance, and to provide a space where speculative thought can be freely pursued without regard to its financial value. In a free and democratic society it is essential that that space is preserved.

That will not happen unless the fate of our universities becomes a prominent political issue. We need constituents to badger their MPs and voters to make their views felt in the polls. This will prove a demanding task, but I think that the British public might prove a more receptive audience for our message than is sometimes assumed. Moving, as I do these days, among retired people of a certain age, I am struck by how many of them, though not university-educated, are strongly committed to the values of higher education. They sustain the cultural institutions of the country, whether museums and galleries, or concerts of classical music or the National Trust.

They read books and, unlike some students, they seem to enjoy going to lectures. We should mobilise their support, and that of others like them. What we need to do now is to clarify our aims and then to form a pressure group – perhaps the Council for the Protection, not of Rural England, but of British Universities. We should secure the help of an enlightened benefactor, hire a public relations agency and take our case to the country.

Keith Thomas and Michael Wood spoke at ‘Universities under Attack’, a conference sponsored by the ‘London Review’, the ‘New York Review’ and Fritt Ord held on 26 November at King’s College London.


jueves, 15 de diciembre de 2011

Carlos Medina ha mantenido una mirada atenta y una disposición para contribuir con experiencia y disposición analítica en el despertar democrático del estudiantado colombiano que se ha concretado en el establecimiento del programa mínimo, el segundo en la historia del movimiento universitario en 40 años de luchas, flujos y reflujos. Ahora, con el retiro del proyecto contra-reformista a la educación superior, se ensaya una nueva forma organizativa que federa de manera primaria esfuerzos provenientes de organizaciones gremiales y políticas activas en el espacio educativo nacional.

Sin duda, al examinar la vocería de la MANE se reconoce la presencia de tales experiencias tradicionales, en la mayoría de los casos, pero que han aprendido en la lucha misma la necesidad de fortalecer una primera organización colectiva federada de alcance nacional, sin pretender en forma inmediata construir una hegemonía o monopolizar para un partido u organización gremial patrocinada directa o indirectamente, el ámbito de la actual representación bajo el dispositivo orgánico de las VOCERÍAS.

No queda duda que no se trata en la experiencia de lo vivido en materia democrática y constituyente de "maneatar" sino de ampliar más la mesa amplia en materia de vocerías, dándole cabida a las expresiones regionales universitarias, que manifestaron desde el encuentro de Bogotá, en que se decidió suspender el paro, su rechazo a determinadas actuaciones, y amenazaron con escindirse, en caso de no ser tenido en cuenta.

Es igualmente necesario que haya un efectivo reconocimiento e interpelación de las bases estudiantiles, profesorales y de empleados, antes de tomar las decisiones, o al hacerlo, no ahorrarse el ejercicio de validarlas con la manifestación expresa del estudiantado en su conjunto. Lo cual no sucedió en este caso, cuando se regresó a clases.

Lo cual no implica, tiene por qué, cuestionar la pertinencia de este alto en la lucha inmediata, para culminar el semestre, y preparar el diálogo con el presidente y el aparato educativo, que tendrá que ser público y transmitido a todo el país en tiempo triple A, por las cadenas nacionales de radio y televisión con la posibilidad que las repliquen las privadas.

Claro, el estudiantado tiene en la acción y el pensamiento que concretar su real autonomía, su capacidad de autodirigirse y auto-organizarse, fortaleciendo el conjunto del movimiento nacional, por lo que es necesario definir una organización de base que complemente la fórmula provisoria de la vocería que tendrá que ser rotativa, pensando, p.e, en una rotación de una tercera parte de los componentes cada uno o dos meses, según lo amerita el devenir de los acontecimientos.

No hay duda tampoco que si se quiere enarbolar el planteamiento y el programa de una constituyente educativa tendrá que pensarse entre otros en el mecanismo del referendum dentro y fuera de la comunidad universitaria, así como revisar críticamente la experiencia del cogobierno. Y estos no son los únicos temas por tocar. N de la R.


NO MANE-ATAR A LA MANE

Una reflexión sobre el problema organizativo

CARLOS MEDINA GALLEGO

Docente –Investigador

Universidad Nacional de Colombia

La reunión de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil en la ciudad de Neiva el 3 y 4 de noviembre, evidenció en la dinámica de su desarrollo como uno de los problemas más cruciales del movimiento universitario el aspecto organizativo. Las larguísimas y enconadas discusiones sobre la naturaleza de la MANE y sus posibles formas de organización como expresión legitima de los estudiantes resultó ser uno de los tópicos en que se reflejó con mayor dinamismo las pugnas entre los nuevos e innovadores enfoques organizativos y de movilización, y las viejas y limitadas formas de organización que demostraron en décadas su extrema precariedad para posibilitar un auténtico y vigoroso movimiento estudiantil capaz de alcanzar algún triunfo significativo en la lucha por la defensa de la educación publica, la financiación de la educación superior, la autonomía y la democratización de la vida universitaria y la pertinencia social e histórica de los programas de formación profesional, posgraduada, de investigación y extension.

Este documento busca ponderar en alta estima las discusiones allí desarrolladas, adscribir a las decisiones tomadas pertinentes y sacar distancia crítica de las que lejos de potenciar el principal y más legítimo mecanismo de organización- La MANE- buscan atarlo y reducir su importancia, la capacidad de decisión y movilización.

1. SOBRE LA NATURALEZA DE LA MANE.

La MANE es en su esencia la expresión política del movimiento universitario en la defensa de la educación publica, que se expresa a través de una forma de organización amplia, pluralista, incluyente y democrática y de una particular forma de acción que reivindica la movilización constituyente y legitima de la comunidad universitaria en amplia alianza y solidaridad con los demás sectores y movimientos sociales de la nación en la conquista central del Derecho a una educación de excelencia, gratuita y pertinente, social e historicamente .

Es una expresión política en la medida en que se ubica en la lucha por la conquista del derecho fundamental de la educación concebida como de interés general en la medida en que este posibilita acceder a la cultura como un bien común resultante de la producción social del ser humano. La naturaleza política de su lucha consiste en que encarna el conjunto de ideas y acciones a través de las cuales la comunidad universitaria busca alcanzar ese bien común en un escenario de definiciones en el que esta de por medio la disputa con el poder político establecido que tiene la pretensión de negar el derecho y privatizar el acceso a la cultura.

El escenario esencial en el que se mueve la MANE es el nacional pues encarna la lucha de todos los estudiantes de la sociedad colombiana que realizan estudios tanto en la universidades estatales como privadas. En ella se expresa la nación en su complejidad, multiétnica y pluricultural en un país de regiones que ni por lo uno, ni por lo otro deja de lado su carácter de ser ante todo una única nación.

La MANE expresa esa síntesis nacional en la que medida en que siendo parte del todo universitario nacional encarna a ese todo que representa y del cual deriva su legitimidad. Su lucha esta mas allá de lo local-regional y de lo institucional particular, ella es el movimiento universitario nacional hecho fuerza reivindicativa y transformadora de naturaleza general; así lo entendido el país y le ha dado su apoyo y su solidaridad incondicional.

La MANE debe por lo tanto tener potestad prevalente sobre otras formas de organización, importantes pero menores, para tomar decisiones y emprender acciones, porque es ella la que encarna el interés primero y ultimo del movimiento universitario nacional siendo expresión autentica y legitima del mismo. Por esto, hay que revestirla de la mayor importancia y legitimidad, protegerla contra cualquier intento de deslegitimación y desprestigio, cohesionarla, fortalecerla y estarla reinventando a cada instante. Ningún consejo estudiantil superior, de ninguna universidad estatal o privada, por importante que ella sea, es superior a la MANE como expresión nacional. Por eso es Amplia y NACIONAL.

La mayor preocupación de la MANE ha de ser la consolidar las formas de organización distrital, local y regional que sean expresión de ella misma y que contribuyan a su fortalecimiento, como Mesas Amplias Locales-Distritales-Departamentales o Regionales, donde confluyan las expresiones organizadas de todas las universidades e instituciones de educación superior que sean portadoras de significativos grados de representatividad y legitimidad. Mejor aun si estas son la suma de consejos estudiantiles de carrera, facultad o universidad aceptados y reconocidos por los estudiantes de sus respectivas universidades.

La riqueza de la MANE es su versatilidad y su flexibilidad, es un instrumento dinámico y cambiante de la organización y movilización estudiantil, que hasta ahora, se ha revestido del mayor reconocimiento y de la mayor eficacia para convocar, movilizar y proponer. Esa es su fortaleza.

Seria gravísimo MANE-ATAR a la MANE, arrebatándole su capacidad de decisión para colocarla en lugares de menor relevancia, sin que por ello dejen de ser importantes, como las asambleas de carrera, facultad y universidad. Indiscutiblemente la MANE debe por todos los medios expresar el consenso generalizado y las tendencia más relevantes que se presenten en las discusiones de las problemáticas universitarias. Por ello resulta su mayor obligación tener claridad suprema sobre las fragmentadas y diferenciadas problemáticas regionales e institucionales. A la MANE le corresponde acompañar y solidarizarse con esas luchas pero su tarea fundamental esta en el ámbito de la defensa del interés nacional.

Digámoslo con mayor claridad:

La MANE es la expresión política, organizativa y de movilización del movimiento universitario nacional, tiene la responsabilidad de la defensa del interés nacional en el ejercicio soberano del derecho fundamental a la educación y del acceso de los colombianos y colombianas a la cultura como bien común y patrimonio colectivo de la humanidad.

Es una expresión organizativa amplia, incluyente y democrática y constituye por si misma expresión del ingenio, la innovación y compromisos de las nuevas generaciones de jóvenes con la lucha por la conquista y la defensa de los derechos fundamentales de la sociedad colombiana y en particular, del derecho a la educación.

Su preocupación central es la lucha por la formulación de una política pública educativa universitaria autónoma, independiente, soberana y pertinente a las necesidades e intereses del país, en el contexto del mundo globalizado. Esa política publica debe guiar el espíritu de la norma y debe ser la voz de la exposición de motivos de la misma.

Debe revestirse de la mayor legitimidad al interior de la comunidad universitaria y hacerse acompañar de la mayor solidaridad de los movimientos sociales y la sociedad.

Preocuparse porque en ella se expresen todos los sectores sociales, culturales, étnicos y políticos y por contar con los acompañamientos académicos y jurídicos que considere pertinente para el desarrollo de sus propuestas y luchas.

Debe contar con un amplio y detallado diagnostico de la realidad universitaria nacional y debe prestar acompañamiento a los procesos de las luchas locales y regionales en los campos gremiales y reivindicativos. Pero mantener siempre presente que el escenario fundamental de su lucha es política.

2. SOBRE LAS OTRAS FORMAS DE EXPRESION ORGANIZADA DE LOS ESTUDIANTES

Existen infinitas formas de organización estudiantil que pueden dar solides a la MANE y a la lucha estudiantil que van desde las formas representativas de los consejos estudiantiles de carrera, facultades y universidad, pasando por las formas organización de los sectores y movimientos políticos, hasta las formas de organización académica, investigativas, culturales, deportivas, étnicas, ambientales, comunicativas, de colonias entre otras.

2.1 Los consejos estudiantiles.

Los consejos estudiantiles son una de las más tradicionales y difíciles formas de organización del sector estudiantil. Los Consejos han adquirido una carácter formal de la organización a las que se les reviste de una legalidad y representatividad, que suele ser con frecuencia efímera y de una gran debilidad dada la naturaleza del comportamiento de los estudiantes, culturalmente, pocos dados a valorarlas.

Son estructuras vacías que por lo general no cuentan con el respaldo y la participación decidida de las bases estudiantiles lo que hace que terminen en manos del activismo estudiantil que suelen con frecuencia convertirlos en instrumento de sus propósitos políticos lejos del interés gremial y reivindicativo concreto de la comunidad universitaria. Son muy pocos los consejos que funcionan con eficiencia y que expresan el espíritu que mueve a los mismos. No es fácil construir y mantener los consejos estudiantiles y éstos suelen tener algún protagonismo en las luchas coyunturales.

No obstante lo anterior, esta forma de organización, reconocida institucionalmente, debe mantenerse y fortalecerse llevándolos a cumplir un papel esencial en las luchas internas en las universidades dándoles prioridad a la lucha gremial y reivindicativa especifica. La representación por semestres, los delegados y las asambleas son expresiones importantes que deben servir a consolidar los procesos organizativos democráticos y a ocupar los espacios de representación en los consejos de facultad, académicos y superiores, así como en los espacios de discusión curricular y de bienestar. Esos consejos deben ayudar a construir las problemáticas y aportar los insumos para los diagnósticos institucionales que permiten conocer en su justa dimensión la problemática universitaria y ayudan a la elaboración de agendas de lucha dirigidas a garantizar las mejores condiciones para que la vida institucional se de en el marco de las condiciones y garantías que lo requieren para la excelencia.

Estos consejos son a la vez importantes escuelas de formación de un liderazgo cualificado que se va promoviendo en los espacios de representación y vocería que requiere cada vez con más urgencia el movimiento estudiantil. No debe dejarse un solo espacio en el que los estudiantes puedan participar en los órganos de dirección de las universidades sin ocupar e incluso debe buscarse ampliar esos escenarios y construir nuevos. La participación decidida y responsable en ellos es fuente de conocimiento, información y de logros parciales que ayudan a construir las condiciones para que la lucha cuente con mejores argumentos y recursos.

2.2 Las formas de organización del activismo político.

Para nadie es un secreto la importancia que tiene el activismo político al interior del sector estudiantil, la importancia de sus líderes y el trabajo que desarrollan no solo en la lucha gremial y reivindicativa, sino en la lucha política propiamente dicha.

Gran parte del liderazgo estudiantil proviene de las organizaciones y movimientos políticos y eso debe ser un acumulado en positivo si se maneja lejos de las tradicionales enfermedades de un izquierdismo ingenuo y recalcitrante, dogmatico y sectario, vanguardista y radical, que no logra salirse de un estrategismo a ultranza para ubicarse en la realidades del momento político y sus requerimientos.

Reconocerse como parte de un universo diferenciado en la concepción política en relación con otras expresiones que deben ser consideradas como igualmente validas hace parte de las urgencias de la maduración de la actitud políticas de estas organizaciones, movimientos y grupos. Tener presente que el principio que favorece la unidad consiste en reconocer que nadie es dueño de la verdad y razón absoluta y que todos pueden desde distintas miradas ayudar a enriquecer las propuesta y a alimentar las discusiones, sin pretender hegemonizar, ni imponer por las fuerza los criterios, sino, que la tarea de todos es ayudar a construir consensos y a limar asperezas que lejos de movilizar desmovilizan y dividen.

La unidad no consiste en que todos seamos iguales, pensemos lo mismo y actuemos igual. La unidad consiste en que nos sepamos distintos, construyamos consensos y acordemos las mismas acciones. La unidad no se construye sobre principios, sino sobre problemas específicos para emprender acciones coordinadas. Es una unidad de acción sobre un acuerdo programático básico, en el que todos se ven reflejados.

La MANE es un escenario perfecto para que todos los grupos crezcan y se fortalezcan, pero eso no se puede producir al altísimo costo de acabar con la MANE, ni dividirla, ni debilitarla. Solo si todos la fortalecen tienen un excelente nicho para crecer política y organizativamente. La MANE no puede repetir la trágica historia del POLO. Ni en ella se puede dar el fenómeno de la antropofagia política y organizativa. Debe prevalecer sobre el interés de grupo, el interés del movimiento y los propósitos del mismo. La experiencia que acabamos de vivir es evidente a este respecto. Han aparecido y fortalecido nuevos y viejos grupos y así debe ser.

Superar el dogmatismo, el sectarismo, el vanguardismo, el regionalismo y todos los demás ismos, es una responsabilidad de los liderazgos cualificados y de sus respectivos grupos. La prioridad es mantener unida y fortalecida a la MANE y crecer a su interior con grandeza y sentido de patria.

2.3 Sobre otras formas de organización.

Todas las formas de organización que sean posibles deben construirse al interior del sector estudiantil y sus propósitos deben dirigirse hacia el fortalecimiento de la MANE y a su proyección en el ámbito nacional: Las colonias, los grupos de teatro y danza, los grupos de música en todos los géneros, las revistas científicas culturales y políticas, los grupos ambientales, los grupos étnicos y de género, las formas organizadas de LGTB, la prensa y la radio alternativa, los cine club, las paginas Web y Blogs…

Cada una de estas, entre otras formas posibles de organización, pueden mantener actividad permanente y contribuir a difundir los imaginarios de lucha de la MANE y las otras formas de organización. Que no se quede un solo estudiante sin estar orgaizado y sintonizado con los propósitos de la lucha. No existe hoy en los jóvenes un lugar para la apatía y el desgano, lo que se está produciendo es supremamente importante, una generación de jóvenes inteligentes, dinámicos e innovadores está haciendo una lectura con el pasado y de ellos se hablara en el futuro como la generación de los cambios significativos y estructurales. Esos jóvenes tienen que llenarse de vocación de poder y entender que el país ha puesto en ellos su esperanza de futuro, ante tal reto no pueden ser menores a las exigencias de las circunstancias históricas que los convocan.

3. SOBRE LAS VOCERIA Y LAS REPRESENTACIONES

El desarrollo del movimiento, las perspectivas y retos del mismo colocan cada vez con mayor fuerzas desafíos a los jóvenes líderes estudiantiles, les reclama mayor formación y capacidad para llevar la representación y la vocería de los estudiantes, la comunidad universitaria y la sociedad en general.

Todos pueden ser líderes, representantes y voceros, pero se exige de ellos la mayor formación y el mayor compromiso. Quienes se colocan al frente tienen que entender la responsabilidad que se descarga sobre ellos, se les entrega la fuerza de la inteligencia y la decisión colectiva para que ellos se expresen no como ellos mismos, sino, como la vos del colectivo en el reclamo de lo común. La vocerías no se pueden entregar, por grupos o por regiones, se deciden por la capacidad comunicativa, el compromiso, la habilidad, la inteligencia, la condición humana, la serenidad, la responsabilidad, la honestidad, la entereza, la dignidad con que asume la causa y se compromete a sacarla adelante.

Si el vocero titubea, su titubeo e indecisión refleja el titubeo y la indecisión del movimiento, si es claro y contundente refleja la claridad y la contundencia del grupo. Todos pueden ser voceros, pero deben ser entre todos los mejores los que representen al movimiento y ellos no deben perder de vista que toda su fortaleza proviene del movimiento y que deben tener cuidado con los riesgos que puedan heredarse de la popularidad. Deben hacerse querer y ser respetuosos con el conjunto de la comunidad universitaria y con sus adversarios. No hay lugar para la arrogancia, presunción o petulancia. La sencillez y la humildad es el espacio en el que se ganan el reconocimiento colectivo.

De nada serviría nombrar un representante o un vocero por el poder de una fuerza que careciera de la capacidad para representar el movimiento o llevar su vocería, pues esto significaría conducir lo construido hacia el desplome. El vocero, es la voz del movimiento representándolo en la confrontación, por eso no puede ser cualquiera, entre todos deben ser los mejores.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Diana Paola quiere compartir estas oportunas consideraciones de la longeva Mafalda, que como al niño del Tambor de Hojalata no le interesa crecer, como a su modo lo hace también el "pelusa" Messi, que quiere tratar el mundo a las patadas, con la mayor finura, y hacer goles. Bueno, los dos son argentinos, que sepamos, pero se mueven alrededor del globo y lo "mecen" de vez en cuando. N de la R.

Quino, el caricaturista argentino autor de Mafalda, desilusionado con el rumbo que está tomando el mundo en cuanto a valores y educación, expresó su sentimiento al respecto...brillante!




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La genialidad del artista produce una de las mejores críticas sobre la educación de los hijos en los tiempos actuales.....
Padres de Familia, Maestros, amigos: Reflexionemos, los invito a compartirlo.
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“Estoy convencido de que lo que separa a los emprendedores exitosos de los no exitosos es pura PERSEVERANCIA.”
- Steve Jobs (Cofundador de Apple)

Diana Paola López
Ciencia Política
Universidad Nacional de Colombia

Aprendiz Tecnologo en Entrenamiento Deportivo
SENA
Ficha No. 284117

Gestora de Apoyo Área pedagógica
Red Ubuntu

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