martes, 25 de diciembre de 2012

Después del  Foro Agrario

COSECHANDO PERLAS:  TRES HITOS  Y UNA POLÉMICA

Miguel Angel Herrera Zgaib.
Director Grupo Presidencialismo y Participación
Profesor Asociado, Ciencia Política, Unal
miguel.herrera@transpolitica.org

                                                           Entre las perlas que se pueden entresacar en la importante síntesis que hizo Marco Palacios en su libro más reciente, que toca en lo fundamental la problemática colombiana de la violencia pública, en particular,  del epílogo de su libro, se encuentra la especie noticiosa siguiente que es de capital importancia para las actuales negociaciones de paz.

El fusilamiento de Cano

"...por primera vez en la historia de las Farc cayó abatido por las "balas de la ley" un máximo comandante, Guillermo León Sáenz Vargas, "Alfonso Cano". Sin embargo,a los pocos días onseñor darío de Jesús Monsalve Mejía, arzobispo de Cali, denunció que el guerrillero había sido "fusilado". (p.187)

El sostén documental de este aserto escandaloso remite a El Espectador del 29 de noviembre de 2011, bajo el siguiente titular: "A 'Alfonso Cano' le impusieron la pena de muerte: Arzobispo de Cali".

La revolución pasiva modernizadora

                                                                   En otro apartado del mentado epílogo, este historiador del café y la industrialización colombiana señala también lo ocurrido durante los primeros veinte años de vigencia de la Constitución de 1991. Ello permite fijar el carácter de la modernización en términos gramscianos, aunque él no lo haga, se trata de una efectiva revolución pasiva la que corrió en el terreno económico social:

"En las dos últimas décadas las tasas de crecimiento de la concentración de la propiedad rural en Colombia han sido las más aceleradas del mundo, tomando como puntos de referencia los años 1964 y 2010. Esto es, de la época que los marquetalianos producían su manifiesto agrarista a los tiempos que el gran exterrateniente Salvatore Mancuso, desde una cárcel en Estados Unidos, rinde testimonios judiciales comprometedores". (p.188)

Fijando criterios estratégicos, 1985-2010

Para tratar este tercer punto de esta pesca de perlas políticas entresaco y cito de nuevo lo que resume el núcleo reflexivo  de "Violencia Pública en Colombia 1958-2010",  de lo ya explorado y de lo por indagar, según se determina en el balance del mismo Palacios:

"Este cuadro de unos 25 años de consolidación, ascenso y descenso, del que poco se conocen los matices y los puntos precisos de inflexión local, resulta fundamental para entender la historia, aunque menos se sabe aún de los impactos en las sociedades rurales, que son muy complejas en todo sentido; étnico, demográfico, de orientación político-electoral, tenencia de la tierra, formas de trabajo, desplazamiento forzado, antigüedad de asentamiento o articulación con los centros urbanos jerarquizados.

Pero en el gran esquema social colombiano hay que subrayar que, pese a la contaminación posmodernista de la cocaína, se mantiene un  trasfondo moderno de clases sociales: las guerrillas buscan legitimarse favoreciendo a los campesinos y los narcos y paras en los nichos habituales del latifundio, el clientelismo y la ideología contrainsurgente" (p. 188)

Un balance polémico

Por último, Palacios señala que las Farc-ep nunca estuvieron en una fase de ofensiva estratégica como lo pretendieron difundir analistas locales del talante de Alfredo Rangel, vocero intelectual del partido de la reacción. En todos los casos, esta guerrilla no sobrepasó la fase de defensiva estratégica, aunque  pudiera creer el secretariado y su principal ideólogo, digo yo, desde la Séptima conferencia (1982) que la ofensiva revolucionaria estaba a la vuelta de la esquina. 

El principal ideólogo político-militar, Jacobo Arenas, un comunista que provenía del  ala reformista internacional, conocida como browderista, -en honor al secretario del Partido comunista de EUA-, y que en Colombia fue bautizada como "duranista", se encargó de pensar y publicitar tal plan. Este plan se tronchó primero, luego de una seguidilla de victorias militares resonantes, en la operación de la toma de Mitú, que duró 72 horas, de nada sirvió, muerto hace varios años aquel estratega, para corregir el rumbo. 

De ese modo San Vicente del Caguán se hubiera valorado estratégicamente por las Farc de otro modo.  En la misma falla incurrió su heredero, Alfonso Cano, y terminó fusilado en las agrestes alturas del Cauca. Cano fue un escéptico a lo largo de los 18 meses, de qué pudiera resultar de aquellas conversaciones bilaterales. El misterio continuó y lo acompañó hasta la tumba. 

Parece que el sucesor, Timochenko algo aprendió de semejante descalabro; ahora se ha dispuesto a la guerra de posiciones, a la disputa democrática para la conquista de la hegemonía, un proceso que no pueden cumplir solos, tampoco bajo la desgastada lógica estalinista.

La Habana es uno de los teatros de los acontecimientos; el otro, el definitivo, es la sociedad civil, siempre y cuando se desamarre, se desenrede del círculo de garantías que le ha extendido el PNUD con el soporte de un puñado de académicos, agrupados en el Centro de Pensamiento constituido a dedo,  y en el cual lo que los une por lo pronto es la fallida manera de entender la esquiva realidad nacional.

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