martes, 11 de diciembre de 2012


ESTANISLAO  ZULETA, UN DIÁLOGO: PENSAMIENTO, ESTÉTICA Y LITERATURA MODERNA.

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB[1]


“Vamos pues a invertir la proposición de San Juan en su Evangelio y poner exactamente la proposición contraria. No es verdad aquello de que “la verdad os hará libres”, porque faltaría todavía saber quién la tiene. Más bien es verdad lo contrario: la libertad os hará veraces, os obligará a tener que demostrar. No os permitirá refugiaros en una autoridad”. Estanislao Zuleta (1986). Arte y filosofía. 2a edición (2001). Hombre Nuevo editores. Medellín, p. 20.

Un recuerdo vivo

                                                                    El más vívido  recuerdo del maestro Estanislao Zuleta proviene de cuando yo culminaba Derecho en la universidad Libre después  de mi expulsión con 32  compañeros de la Universidad Santo Tomás de Aquino. Este proyecto colonial de los doctrineros dominicos del siglo XVI,  restaurado en la segunda mitad del siglo pasado se resistía en 1975 a darle paso a la modernidad en pensamiento y obra;  preservar la doble autoridad de Aristóteles y de la fe dictada por Tomás de Aquino a costa de la libertad de pensamiento y de asociación.

Era julio de 1978. Estanislao se encontraba invitado por la Libre de Bogotá, y yo vivía mi exilio intelectual y político. Los anfitriones eran los miembros de la Asociación de abogados laboralistas al servicio de los trabajadores, quienes con el sindicalista Eduardo Vanegas, presidente honorario de Unimar, patrocinaron una memorable serie de conferencias. Dentro y fuera de la Universidad creada en 1923 por  la masonería que lideró Benjamín Herrera. La presencia de Zuleta honraba la dirección libertaria que el pedagogo y  sociólogo  César Julio Rodríguez le había impreso.

La Libre era una de las ideas cocinadas junto al Congreso liberal de Ibagué para resistir el insultante autoritarismo de la hegemonía conservadora. Ahora bien, en Ibagué la izquierda nacional experimentó también la cooptación intelectual y política del liberalismo socializante. Entonces sólo se salvaron el PSR fundado por  Raúl Eduardo Mahecha,[2] María Cano e Ignacio Torres Giraldo,  quien convertido después al comunismo  cayó  bajo la autoridad del stalinismo.[3] A la asimilación liberal y comunista sobrevivieron ciertos grupos anarquistas, y algunas personalidades en rebeldía.

En la visita a la Libre Zuleta estaba en la plenitud  de su discurrir socrático por  los meandros de la modernidad. El recuerdo de sus primeras clases y seminarios ofrecidos en la carrera de derecho  permanecía vivo, al igual que el fallido experimento del nuevo Partido revolucionario, el PSR  que animó y en el cual militaron  más de uno de los profesores que ahora lo acogían.

Un ciclo inolvidable

Las conferencias que ofreció Zuleta trataron tres tópicos principales. La primera se llamó Acerca de la naturaleza de las ciencias sociales, y se ofreció en el aula máxima de Derecho. Le tomó dos sesiones con  una audiencia que rebasó la capacidad del recinto. Un público ávido acompañó con creciente interés el pausado, coherente y aflautado discurrir del carismático pensador,  mientras él entretejía en forma seductora los saberes críticos del marxismo, el psicoanálisis, con el arte, la literatura y la filosofía moderna.

Al final llegaron las preguntas y los cuestionamientos para el maestro de boca de jóvenes militantes tocados por los desafíos intelectuales y políticos propuestos en aquella plática. La primera pregunta versó sobre Marx: por qué la teoría del valor era también una teoría de la dominación.

Zuleta la respondió así: “pareciera ser que la teoría del valor es la búsqueda de una determinación objetiva de los valores de cambio; es decir, el intento de resolver el problema de cómo pueden ser sometidos a cuantificación los más diversos productos del trabajo.

Ahora bien, Marx en los primeros capítulos de El Capital hace muchas alusiones a la dominación; por ejemplo, cuando explica la posición de la mercancía que sirve de equivalente general, resultando que el que posee esa mercancía tiene la particularidad –en ese momento del análisis-, de tener el dinero, y quienes participan en el cambio están dispuestos a dar su mercancía por eso.”[4]

Más adelante, con el mismo tono pausado, Zuleta confirmaba su interpretación, diciendo que “la teoría del valor implica una reproducción de la fuerza de trabajo y de la acumulación de capital, que quiere decir que la fuerza de trabajo que el capitalista compra solamente funciona como capital propiamente dicho, y se justifica porque su efecto es producir un valor que es un poder mayor sobre el trabajo existente.”[5]

En seguida otro estudiante le preguntó: Usted nos ha hablado de dos elementos de la ciencia, el método y el objeto, faltaría un tercer elemento que serían las leyes del materialismo histórico  y el materialismo dialéctico en el caso de las ciencias sociales.

La respuesta  de Zuleta no se hizo esperar: “Le quiero indicar que si nosotros nos preguntamos cuál es el objeto de una ciencia, podríamos hacer esta observación, el objeto de una ciencia no es nunca un objeto empírico que entregue directamente la experiencia, pues ésta nos entrega muchísimas cosas: lo crudo y lo cocido, lo fresco y lo podrido, lo duro y lo blando…que no son objeto de ninguna ciencia.

Para que algo se constituya como objeto de una ciencia es necesario que se descubra que ese objeto tiene sus propias leyes y que esas leyes permiten explicarnos los fenómenos que se producen en ese objeto, a veces modificarlo, pero es necesario que tenga sus propias leyes. Así Freud, por ejemplo, tiene como su objeto de estudio el inconsciente, pero el que él piensa es un objeto que tiene sus propias leyes: la contestación, el desplazamiento, la representatividad, la escenificación, además tiene su propio lenguaje, su propia temporalidad”.[6]

EL PRESENTE DE LAS CIENCIAS SOCIALES

La siguiente pregunta fue directa al punto: ¿qué se puede considerar como las ciencias sociales?

“Me parece que en el estado del desarrollo actual  suele decirse que la lingüística tiene algunos avances, la antropología, el psicoanálisis y el marxismo. Ahora, en una Facultad de derecho ¿se transmite una ciencia?
No creo que se pueda organizar con alguna variante un concepto de ciencia normativa, incluso si se da el rodeo kelseniano que estudia normas universales. No creo que haya normas universales, y sin alguien me dice, por ejemplo, ¿acaso no matar no es una norma universal? No creo, siempre tiene un condicionamiento decisivo: el mismo que la trajo del Sinaí se preparaba para matar a todos los Cananeos.”[7]

Luego la afirmación fue más rotunda y concluyente: “yo no creo que haya normas jurídicas universales, la universalidad es una característica de las ciencias. No hay que confundir el derecho como práctica en determinadas condiciones de poder con la psicología del derecho. No hay que confundir tampoco dos cosas, el derecho sí puede ser objeto de una investigación científica, pero ello no significa que por eso vaya a ser una ciencia.”[8]

Otro estudiante preguntando sobre la literatura añadió una pregunta desafiante: ¿cómo se explica entonces que quienes difunden el marxismo no tengan tiempo para militar y a la inversa?

Zuleta realzó de inmediato  “el hecho de poder dialogar en esta forma, con objeciones precisas y citas sin pasar a un calificativo excluyente ya es una conquista, sin reducirlo todo a una condición maniquea como se acostumbraba en la historia del movimiento socialista y marxista”. Y él elaboró en vivo la reflexión que sigue: “La ideología no es instrumental, la ideología dominante es también la de la clase dominante, pero la clase dominante también la padece, por lo menos en su conjunto.

Quiero mencionar ahora otros problemas: el problema de la literatura, y tú citaste algunos autores para demostrar que yo sostenía que la literatura era espontánea y no consistía en la transmisión de un saber previamente adquirido. Me respondiste que eso no era cierto, que era frecuente en literatura la aplicación de un saber ya adquirido.

Marx distingue el aporte de una obra artística de la ideología de su autor, pero un instrumentalismo literario ha llegado a confundir estas dos cosas. Marx había leído sin duda la frase de Balzac en La comedia humana  que dice: toda obra  depende de dos verdades eternas, la monarquía y el catolicismo, que se encuentran en el pasado, pero precisamente porque son eternas…Una persona que dice eso de que toda su obra depende de ese par de verdades es la persona que a Marx más le aporta en el conocimiento de la sociedad francesa.”

El maestro proseguía  de modo coloquial: “Tú citaste el Ulises de Joyce.  Creo que es un aporte notable en muchos casos y principalmente a la psicología, porque Joyce es un individuo que caracteriza a sus personajes, no solamente por sus rasgos externos o pertenencias a un medio, sino incluso por el estilo de hacer imaginación, por el estilo de asociar.”[9]

Para aclarar al auditorio que implicaba reconocer que el arte, la literatura en particular, es también conocimiento recordó que “el saber conceptual que Joyce tenía en ese momento era la psicología de Binet, y el Ulises es una liquidación en forma de la psicología de Binet, rompe el saber conceptual de su tiempo. Es una aventura hacia lo no conocido, y no solamente una transmisión de lo ya conocido.”[10]

ARTE Y PEDAGOGÍA

Después la  respuesta de Zuleta se enfoca en la obra de Bertolt Brecht, quien  “es al mismo tiempo un gran artista y un innegable pedagogo, pues con cordialidad anota:  mencionaste La ópera de tres centavos, que realmente no es una obra artística muy importante, pero sí lo es la caracterización interesante de algunos aspectos del capitalismo…Una cosa bien hecha, pero yo no creo que sea una gran obra artística. Donde Brecht es más didáctico es menos artístico, como en las piezas didácticas, las Lehrstücke.

En cambio, cuando Brecht deja un problema no resuelto, por ejemplo, La madre, eso ya comienza a ser un gran trabajo artístico, pues distingue tipos de amor, pero no se queda en el amor. Este es el mismo problema que parece sucederle a Brecht en Galileo Galilei. La hija de Galileo parece que lo quiere mucho, pero no como buscador, como científico, sino que quiere que no haga más cosas, para que no lo vayan a llevar al Vaticano a torturarlo.

Ahí se enfrenta Brecht con un problema que no tiene antecedentes, ¿cómo combinar lo afectos con la vida?, con la lucha más inmediata que al mismo tiempo llega a ser para alguien la esencia de su vida…es decir, que va lanza en ristre, por un lado, con lo que los marxistas no habían podido hacer hasta él. Hay que distinguir entre la obra artística y el aporte didáctico, puede que no se excluyan, pero el arte no se puede reducir a un caso.”[11]

Llega el turno para Jean Paul Sartre, uno de los autores de culto  en la formación inicial de Zuleta como intelectual de izquierda. Él responde al estudiante militante que lo cuestiona:
 “Tú mencionaste a Sartre con algunos errores de detalle, pero realmente alguien dijo que La Náusea era la aplicación en forma de novela de la teoría de Heidegger. A lo cual Sartre contestó: entonces no es una novela porque una novela es siempre riesgo, es la búsqueda de algo que puede transformarnos y que no sabemos en qué sentido nos va a transformar; pero si es la aplicación de una tesis ya sabida es una ejemplificación, no una novela ni una obra artística.”[12]

El conversatorio y el debate que no termina aquí, sobrevivió a aquel instante de comunión y deliberación mágica, porque el Círculo de Crítica Jurídica Antonio Gramsci grabó las dos sesiones de esta conferencia, tal y  como otros más lo hicieron con otras charlas del formidable interlocutor que era Zuleta tejiendo la madeja de un pensamiento límpido que fluía con aparente sencillez. Después de veinte años, el texto de la conferencia  se editó y constituyó el primer y único libro de la colección Palabra y Acción de la revista Contravía, con un notorio éxito de difusión entre el estrecho público intelectual.

La misma conferencia tuvo una nueva publicación como parte del libro presentado por el economista y urbanita   Fabio Giraldo, Estanislao Zuleta: Precursor del pensamiento complejo en Colombia. Esta edición de la fundación Fica circuló con  el título Ciencias naturales y ciencias sociales  e incluyó otro texto, Freud: el arte de la interpretación en la búsqueda de sentido.[13]  Este discípulo de Estanislao Zuleta fue director y cofundador  de la revista Ensayo & Error.

Como ya lo hemos comentado, en aquella visita hubo otras conferencias. Para un público más reducido que pagó por ella, la siguiente reflexión  estuvo dedicada a  la lectura crítica de una pieza filosófica moderna,  “Ser y Tiempo”,  la obra mayor de Martín Heidegger,  insignia de la segunda modernidad filosófica  que ha nutrido la reflexión de la Escuela de Frankfurt,  Michel Foucault, Jacques Derrida, entre otras figuras del pensamiento posmoderno y sus críticos.

La tercera conferencia  consistió en un interesante diálogo con Ramón Pérez Mantilla, lúcido expositor de la obra de Nietzsche en la Universidad Nacional, y divulgador a través de la revista Eco heraldo intelectual de la  librería Buchholz.  Este diálogo contempló el  trabajo del joven  Marx,  de modo particular,  Introducción a la Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1844), y La crítica de la filosofía hegeliana del derecho estatal.[14] En el último escrito, la democracia decimonónica es escrutada por Marx desde una perspectiva  revolucionaria que critica la nueva fe laica, la religión estatal hegeliana que legitima la presencia del estado ético con clave de bóveda de la entera vida social moderna.

EL ENCUENTRO CON EL PSICOANÁLISIS Y LA LITERATURA

Freud es un autor cuya obra pone en cuestión los fundamentos de nuestra cultura, por lo tanto, su conocimiento es un conocimiento que no nos deja intactos ni en nuestras relaciones con ella, ni en nuestra vida personal. Estanislao Zuleta. Freud: el arte de la interpretación en la búsqueda del sentido, en: Ciencias naturales y ciencias sociales, p. 52.

Como se comprueba en aquel ciclo emblemático, no cabía duda de la intensa y productiva  vida intelectual que desplegaba Estanislao Zuleta en compañía inescindible con la literatura, y sin salir de Colombia. A través de su culto a la palabra rica en ejemplos y fuentes diversas con la presencia persistente de la influencia esclarecedora de Sigmund Freud y Thomas Mann, analizados con laconismo lógico, ayuno de cualquier exceso retórico, pero, eso sí, siempre llenos de nuevas sorpresas para compartir con amor y eludir la melancolía siempre en acecho.

 Cali era  para ese tiempo el albergue del maestro quien orientaba el Centro Psicoanalítico
Sigmund Freud, con la activa participación de jóvenes intelectuales dedicados a éste y a otros
saberes, donde contaba con la presencia regular de pacientes, y la visita de discípulos y
admiradores.  De su quehacer intelectual en Cali es  un conjunto de charlas dictadas con el
título Freud: el arte de la interpretación en la búsqueda del sentido, que editó Fabio Giraldo, y
que Zuleta aceptó publicar para conmemorar los 50 años del nacimiento de Freud en la revista
Camacol n. 41, en diciembre de 1989.

Zuleta señala en esa serie de reflexiones, que “El estilo que llamamos exploratorio, indirecto
de Freud en realidad lo que implica es una construcción de la ciencia y una concepción del pensamiento que se opone rigurosamente a la concepción clásica de la metafísica occidental, se opone a lo que Freud llama la  seguridad de los señores filósofos que construyen  un sistema acabado al considerar que la ciencia siempre es inacabable…Freud se dio cuenta que detrás de la construcción de sistemas filosóficos en la metafísica occidental hay una añoranza de la religión”.[15]

En las mismas charlas, Zuleta acude a un cuento de Jorge Luis Borges, para dar cuenta de un proceso inhibitorio, el olvido, y nos dice con Freud, y también con Nietzsche, “es necesario olvidar; si nosotros recordamos todo, todos los acontecimientos de nuestra vida y de nuestra infancia, si nos asediaran todos los rostros que hemos visto, si tuviéramos presentes todas las experiencias que hemos vivido, caeríamos en la locura…
Una buena descripción de lo que podrían ser las consecuencias de una pérdida de nuestra capacidad de olvido se encuentra en el cuento de Jorge Luis Borges Funes el memorioso, un cuento muy bello, donde se trata de un señor que le pasó la catastrófica circunstancia de que se volvió incapaz de olvidar”.[16]
En otro momento de su charla de varios sesiones, Zuleta enfrenta el tópico de la  histeria y el modo como Freud se auxilió de lo hecho por la literatura, “decía debo mucho más a los poetas que a toda la psiquiatría junta. El sabía que su gran deuda era con Dostoievski y Shakespeare…Para dejar muy claro todo lo que Freud vino a romper: que una conducta humana tenía un sentido si era intencional y voluntaria, si no, no tenía sentido, solamente causas.”[17]

En cambio, según lo expuesto por Zuleta, con la ayuda de poetas y literatos, “Freud comenzó a pensar en el sentido desde otros términos. Antes lo que no fuera voluntario no podía tener sentido. Un sueño no podía tener sentido porque un sueño es algo que nos ocurre sin proponérnoslo…Hasta entonces había dos versiones respecto de los sueños: los que tenían una idea puramente mágica, folclórica, religiosa de los sueños, y decían que tenían sentido premonitorio…y los científicos, según los cuales el cerebro durante el dormir se desconectaba y producía locamente imágenes que no tenían sentido”.[18]

Acude Zuleta a la presentación de la obra de Freud de la  Interpretación de los sueños (1900), y señala que “la posición de búsqueda del sentido es lo que le permitió hacer su obra. La búsqueda del sentido hasta el fin.

Freud no se da por vencido porque no entienda un sueño. Tenía una capacidad inmensa de un trabajo que es muy difícil y necesario en el orden del pensamiento y que Kant llamaba la suspensión del juicio.”[19]
Un año antes de su presencia en la Libre, Estanislao  publicó otro escrito suyo, Thomas Mann ,la Montaña Mágica y la llanura prosaica. Este  era un ensayo extenso de crítica literaria que  apareció en la colección de Colcultura dirigida por el poeta Jorge Rojas. 

Este trabajo, en sí mismo, amerita un comentario aparte, porque  representa un testimonio elocuente  de la madurez crítico literaria, de la  penetrante pasión crítica  forjada por Estanislao Zuleta con un estilo de gran sencillez expositiva al servicio  de atractiva, viva divulgación de  las obras cimeras de la literatura occidental moderna




[1] Profesor Asociado, Universidad Nacional. Catedrático, maestría estudios políticos, Universidad Javeriana. Ex rector nacional, Universidad Libre de Colombia. Exdirector de Ciencia Política y Unijus, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Autor del libro.: La participación y representación política en Occidente (2000). CEJA, Bogotá. Coautor (2009): Educación pública superior, hegemonía cultural y crisis de representación en Colombia, 1842-1984.  Colección Gerardo Molina 20. Unijus, Bogotá.
[2] Expulsado del Partido Comunista de Colombia por “oportunista” junto con Tomás Uribe Márquez, el obrero Alberto Castrillón, y Juan C. Dávila. Ver la Introducción de Klaus Meschkat  Del socialismo revolucionario al stalinismo en Colombia, del  libro Liquidando el pasado que recoge la documentación de la Internacional Comunista sobre Colombia entre los años  1927 a 1933,  más el primer documento fechado en 1925.
[3] MESCHKAT, Klaus, ROJAS, José María (2009). Capítulo IX, en: Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética. Taurus/Fescol. Bogotá, pp: 617-678.
[4]  Ver ZULETA, Estanislao (1999).  Acerca de la naturaleza de las ciencias sociales. Colección palabra y acción.  Ediciones Contravía. Bogotá, ps. 69-70.
[5] Op. cit., p. 71.
[6] Ídem., p. 75.
[7] Ídem., p. 77.
[8] Ibídem., p. 77.
[9] Ídem., p. 85.
[10] Ídem., p. 85.
[11] Ídem., ps. 86- 87.
[12] Íde,., ps. 87-88.
[13] ZULETA, Estanislao (2003). Ciencias naturales y ciencias sociales. Dos ensayos. Fica, Bogotá.
[14] Conviene anotar que la traducción castellana del primer escrito fue obra del filósofo Rubén Jaramillo, quien utilizó la edición alemana MEGA de 1971, proyecto editorial que estaba a cargo de la RDA. Este y cinco textos más de 1837-1847, se publicaron la primera vez en Colombia, en la colección Viejo Topo de la editorial ERIS S.A,. Bogotá, mayo de 1978.
[15] ZULETA, Ciencias Naturales y ciencias sociales, p. 59.
[16] Ídem., ps. 70-71.
[17] Ídem., p. 84.
[18] Ídem., ps. 86-87.
[19] Ídem., p. 93.

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