ESTANISLAO ZULETA, UN DIÁLOGO: PENSAMIENTO, ESTÉTICA Y
LITERATURA MODERNA.
MIGUEL
ANGEL HERRERA ZGAIB[1]
“Vamos pues a invertir la proposición de San Juan en su
Evangelio y poner exactamente la proposición contraria. No es verdad aquello de
que “la verdad os hará libres”, porque faltaría todavía saber quién la tiene.
Más bien es verdad lo contrario: la libertad os hará veraces, os obligará a
tener que demostrar. No os permitirá refugiaros en una autoridad”. Estanislao
Zuleta (1986). Arte y filosofía. 2a
edición (2001). Hombre Nuevo editores. Medellín, p. 20.
Un
recuerdo vivo
El más vívido recuerdo del maestro
Estanislao Zuleta proviene de cuando yo culminaba Derecho en la universidad
Libre después de mi expulsión con
32 compañeros de la Universidad Santo
Tomás de Aquino. Este proyecto colonial de los doctrineros dominicos del siglo
XVI, restaurado en la segunda mitad del
siglo pasado se resistía en 1975 a darle paso a la modernidad en pensamiento y
obra; preservar la doble autoridad de
Aristóteles y de la fe dictada por Tomás de Aquino a costa de la libertad de
pensamiento y de asociación.
Era julio de 1978. Estanislao
se encontraba invitado por la Libre de Bogotá, y yo vivía mi exilio intelectual
y político. Los anfitriones eran los miembros de la Asociación de abogados
laboralistas al servicio de los trabajadores, quienes con el sindicalista
Eduardo Vanegas, presidente honorario de Unimar, patrocinaron una memorable
serie de conferencias. Dentro y fuera de la Universidad creada en 1923 por la masonería que lideró Benjamín Herrera. La
presencia de Zuleta honraba la dirección libertaria que el pedagogo y sociólogo César Julio Rodríguez le había impreso.
La Libre era una de las ideas
cocinadas junto al Congreso liberal de Ibagué para resistir el insultante
autoritarismo de la hegemonía conservadora. Ahora bien, en Ibagué la izquierda
nacional experimentó también la cooptación intelectual y política del
liberalismo socializante. Entonces sólo se salvaron el PSR fundado por Raúl Eduardo Mahecha,[2] María Cano e Ignacio
Torres Giraldo, quien convertido después
al comunismo cayó bajo la autoridad del stalinismo.[3] A la asimilación
liberal y comunista sobrevivieron ciertos grupos anarquistas, y algunas
personalidades en rebeldía.
En la visita a la Libre Zuleta
estaba en la plenitud de su discurrir
socrático por los meandros de la
modernidad. El recuerdo de sus primeras clases y seminarios ofrecidos en la
carrera de derecho permanecía vivo, al
igual que el fallido experimento del nuevo Partido revolucionario, el PSR que animó y en el cual militaron más de uno de los profesores que ahora lo
acogían.
Un
ciclo inolvidable
Las conferencias que ofreció
Zuleta trataron tres tópicos principales. La primera se llamó Acerca de la naturaleza de las ciencias
sociales, y se ofreció en el aula máxima de Derecho. Le tomó dos sesiones
con una audiencia que rebasó la
capacidad del recinto. Un público ávido acompañó con creciente interés el pausado,
coherente y aflautado discurrir del carismático pensador, mientras él entretejía en forma seductora los
saberes críticos del marxismo, el psicoanálisis, con el arte, la literatura y
la filosofía moderna.
Al final llegaron las preguntas
y los cuestionamientos para el maestro de boca de jóvenes militantes tocados
por los desafíos intelectuales y políticos propuestos en aquella plática. La
primera pregunta versó sobre Marx: por qué la teoría del valor era también una
teoría de la dominación.
Zuleta la respondió así:
“pareciera ser que la teoría del valor es la búsqueda de una determinación
objetiva de los valores de cambio; es decir, el intento de resolver el problema
de cómo pueden ser sometidos a cuantificación los más diversos productos del
trabajo.
Ahora bien, Marx en los
primeros capítulos de El Capital hace muchas alusiones a la dominación; por
ejemplo, cuando explica la posición de la mercancía que sirve de equivalente
general, resultando que el que posee esa mercancía tiene la particularidad –en
ese momento del análisis-, de tener el dinero, y quienes participan en el
cambio están dispuestos a dar su mercancía por eso.”[4]
Más adelante, con el mismo tono
pausado, Zuleta confirmaba su interpretación, diciendo que “la teoría del valor
implica una reproducción de la fuerza de trabajo y de la acumulación de
capital, que quiere decir que la fuerza de trabajo que el capitalista compra
solamente funciona como capital propiamente dicho, y se justifica porque su
efecto es producir un valor que es un poder mayor sobre el trabajo existente.”[5]
En seguida otro estudiante le
preguntó: Usted nos ha hablado de dos elementos de la ciencia, el método y el
objeto, faltaría un tercer elemento que serían las leyes del materialismo
histórico y el materialismo dialéctico
en el caso de las ciencias sociales.
La respuesta de Zuleta no se hizo esperar: “Le quiero
indicar que si nosotros nos preguntamos cuál es el objeto de una ciencia, podríamos
hacer esta observación, el objeto de una ciencia no es nunca un objeto empírico
que entregue directamente la experiencia, pues ésta nos entrega muchísimas
cosas: lo crudo y lo cocido, lo fresco y lo podrido, lo duro y lo blando…que no
son objeto de ninguna ciencia.
Para que algo se constituya
como objeto de una ciencia es necesario que se descubra que ese objeto tiene
sus propias leyes y que esas leyes permiten explicarnos los fenómenos que se
producen en ese objeto, a veces modificarlo, pero es necesario que tenga sus
propias leyes. Así Freud, por ejemplo, tiene como su objeto de estudio el inconsciente,
pero el que él piensa es un objeto que tiene sus propias leyes: la
contestación, el desplazamiento, la representatividad, la escenificación,
además tiene su propio lenguaje, su propia temporalidad”.[6]
EL PRESENTE DE LAS CIENCIAS SOCIALES
La siguiente pregunta fue directa al punto: ¿qué
se puede considerar como las ciencias sociales?
“Me parece que en el estado del
desarrollo actual suele decirse que la
lingüística tiene algunos avances, la antropología, el psicoanálisis y el
marxismo. Ahora, en una Facultad de derecho ¿se transmite una ciencia?
No creo que se pueda organizar
con alguna variante un concepto de ciencia normativa, incluso si se da el rodeo
kelseniano que estudia normas universales. No creo que haya normas universales,
y sin alguien me dice, por ejemplo, ¿acaso no matar no es una norma universal?
No creo, siempre tiene un condicionamiento decisivo: el mismo que la trajo del
Sinaí se preparaba para matar a todos los Cananeos.”[7]
Luego la afirmación fue más
rotunda y concluyente: “yo no creo que haya normas jurídicas universales, la
universalidad es una característica de las ciencias. No hay que confundir el
derecho como práctica en determinadas condiciones de poder con la psicología
del derecho. No hay que confundir tampoco dos cosas, el derecho sí puede ser
objeto de una investigación científica, pero ello no significa que por eso vaya
a ser una ciencia.”[8]
Otro estudiante preguntando
sobre la literatura añadió una pregunta desafiante: ¿cómo se explica entonces
que quienes difunden el marxismo no tengan tiempo para militar y a la inversa?
Zuleta realzó de inmediato “el hecho de poder dialogar en esta forma, con
objeciones precisas y citas sin pasar a un calificativo excluyente ya es una
conquista, sin reducirlo todo a una condición maniquea como se acostumbraba en
la historia del movimiento socialista y marxista”. Y él elaboró en vivo la
reflexión que sigue: “La ideología no es instrumental, la ideología dominante
es también la de la clase dominante, pero la clase dominante también la padece,
por lo menos en su conjunto.
Quiero mencionar ahora otros
problemas: el problema de la literatura, y tú citaste algunos autores para
demostrar que yo sostenía que la literatura era espontánea y no consistía en la
transmisión de un saber previamente adquirido. Me respondiste que eso no era
cierto, que era frecuente en literatura la aplicación de un saber ya adquirido.
Marx distingue el aporte de una
obra artística de la ideología de su autor, pero un instrumentalismo literario
ha llegado a confundir estas dos cosas. Marx había leído sin duda la frase de
Balzac en La comedia humana que dice: toda obra depende de dos verdades eternas, la monarquía
y el catolicismo, que se encuentran en el pasado, pero precisamente porque son
eternas…Una persona que dice eso de que toda su obra depende de ese par de
verdades es la persona que a Marx más le aporta en el conocimiento de la
sociedad francesa.”
El maestro proseguía de modo coloquial: “Tú citaste el Ulises de
Joyce. Creo que es un aporte notable en
muchos casos y principalmente a la psicología, porque Joyce es un individuo que
caracteriza a sus personajes, no solamente por sus rasgos externos o
pertenencias a un medio, sino incluso por el estilo de hacer imaginación, por
el estilo de asociar.”[9]
Para aclarar al auditorio que
implicaba reconocer que el arte, la literatura en particular, es también
conocimiento recordó que “el saber conceptual que Joyce tenía en ese momento
era la psicología de Binet, y el Ulises es una liquidación en forma de la psicología
de Binet, rompe el saber conceptual de su tiempo. Es una aventura hacia lo no
conocido, y no solamente una transmisión de lo ya conocido.”[10]
ARTE Y PEDAGOGÍA
Después la respuesta de Zuleta se enfoca en la obra de
Bertolt Brecht, quien “es al mismo tiempo
un gran artista y un innegable pedagogo, pues con cordialidad anota: mencionaste La ópera de tres centavos, que realmente no es una obra artística
muy importante, pero sí lo es la caracterización interesante de algunos
aspectos del capitalismo…Una cosa bien hecha, pero yo no creo que sea una gran
obra artística. Donde Brecht es más didáctico es menos artístico, como en las
piezas didácticas, las Lehrstücke.
En cambio, cuando Brecht deja
un problema no resuelto, por ejemplo, La
madre, eso ya comienza a ser un gran trabajo artístico, pues distingue
tipos de amor, pero no se queda en el amor. Este es el mismo problema que
parece sucederle a Brecht en Galileo
Galilei. La hija de Galileo parece que lo quiere mucho, pero no como
buscador, como científico, sino que quiere que no haga más cosas, para que no
lo vayan a llevar al Vaticano a torturarlo.
Ahí se enfrenta Brecht con un
problema que no tiene antecedentes, ¿cómo combinar lo afectos con la vida?, con
la lucha más inmediata que al mismo tiempo llega a ser para alguien la esencia
de su vida…es decir, que va lanza en ristre, por un lado, con lo que los
marxistas no habían podido hacer hasta él. Hay que distinguir entre la obra
artística y el aporte didáctico, puede que no se excluyan, pero el arte no se
puede reducir a un caso.”[11]
Llega el turno para Jean Paul
Sartre, uno de los autores de culto en
la formación inicial de Zuleta como intelectual de izquierda. Él responde al
estudiante militante que lo cuestiona:
“Tú mencionaste a Sartre con algunos errores
de detalle, pero realmente alguien dijo que La
Náusea era la aplicación en forma de novela de la teoría de Heidegger. A lo
cual Sartre contestó: entonces no es una novela porque una novela es siempre
riesgo, es la búsqueda de algo que puede transformarnos y que no sabemos en qué
sentido nos va a transformar; pero si es la aplicación de una tesis ya sabida
es una ejemplificación, no una novela ni una obra artística.”[12]
El conversatorio y el debate
que no termina aquí, sobrevivió a aquel instante de comunión y deliberación
mágica, porque el Círculo de Crítica Jurídica Antonio Gramsci grabó las dos
sesiones de esta conferencia, tal y como
otros más lo hicieron con otras charlas del formidable interlocutor que era Zuleta
tejiendo la madeja de un pensamiento límpido que fluía con aparente sencillez.
Después de veinte años, el texto de la conferencia se editó y constituyó el primer y único libro
de la colección Palabra y Acción de la revista Contravía, con un notorio éxito
de difusión entre el estrecho público intelectual.
La misma conferencia tuvo una
nueva publicación como parte del libro presentado por el economista y urbanita Fabio Giraldo, Estanislao Zuleta: Precursor del pensamiento complejo en Colombia.
Esta edición de la fundación Fica circuló con el título Ciencias
naturales y ciencias sociales e
incluyó otro texto, Freud: el arte de la
interpretación en la búsqueda de sentido.[13] Este discípulo de Estanislao Zuleta fue
director y cofundador de la revista
Ensayo & Error.
Como ya lo hemos comentado, en
aquella visita hubo otras conferencias. Para un público más reducido que pagó
por ella, la siguiente reflexión estuvo
dedicada a la lectura crítica de una
pieza filosófica moderna, “Ser y
Tiempo”, la obra mayor de Martín
Heidegger, insignia de la segunda
modernidad filosófica que ha nutrido la
reflexión de la Escuela de Frankfurt,
Michel Foucault, Jacques Derrida, entre otras figuras del pensamiento
posmoderno y sus críticos.
La tercera conferencia consistió en un interesante diálogo con Ramón
Pérez Mantilla, lúcido expositor de la obra de Nietzsche en la Universidad
Nacional, y divulgador a través de la revista Eco heraldo intelectual de la librería Buchholz. Este diálogo contempló el trabajo del joven Marx, de modo particular, Introducción
a la Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1844), y
La crítica de la filosofía hegeliana del
derecho estatal.[14]
En el último escrito, la democracia decimonónica es escrutada por Marx desde
una perspectiva revolucionaria que critica
la nueva fe laica, la religión estatal hegeliana que legitima la presencia del estado
ético con clave de bóveda de la entera vida social moderna.
EL ENCUENTRO CON EL PSICOANÁLISIS Y LA LITERATURA
Freud es un autor cuya obra pone en cuestión los fundamentos
de nuestra cultura, por lo tanto, su conocimiento es un conocimiento que no nos
deja intactos ni en nuestras relaciones con ella, ni en nuestra vida personal.
Estanislao Zuleta. Freud: el arte de la
interpretación en la búsqueda del sentido, en: Ciencias naturales y
ciencias sociales, p. 52.
Como se comprueba en aquel
ciclo emblemático, no cabía duda de la intensa y productiva vida intelectual que desplegaba Estanislao
Zuleta en compañía inescindible con la literatura, y sin salir de Colombia. A través
de su culto a la palabra rica en ejemplos y fuentes diversas con la presencia
persistente de la influencia esclarecedora de Sigmund Freud y Thomas Mann,
analizados con laconismo lógico, ayuno de cualquier exceso retórico, pero, eso
sí, siempre llenos de nuevas sorpresas para compartir con amor y eludir la
melancolía siempre en acecho.
Cali era para ese tiempo el albergue del maestro quien
orientaba el Centro Psicoanalítico
Sigmund Freud, con la activa participación de jóvenes intelectuales
dedicados a éste y a otros
saberes, donde contaba con la presencia regular de pacientes, y la
visita de discípulos y
admiradores. De su quehacer
intelectual en Cali es un conjunto de
charlas dictadas con el
título Freud: el arte de la
interpretación en la búsqueda del sentido, que editó Fabio Giraldo, y
que Zuleta aceptó publicar para conmemorar los 50 años del nacimiento de
Freud en la revista
Camacol n. 41, en diciembre de 1989.
Zuleta señala en esa serie de reflexiones, que “El estilo que llamamos
exploratorio, indirecto
de Freud en realidad lo que
implica es una construcción de la ciencia y una concepción del pensamiento que
se opone rigurosamente a la concepción clásica de la metafísica occidental, se
opone a lo que Freud llama la seguridad
de los señores filósofos que construyen
un sistema acabado al considerar que la ciencia siempre es
inacabable…Freud se dio cuenta que detrás de la construcción de sistemas
filosóficos en la metafísica occidental hay una añoranza de la religión”.[15]
En las mismas charlas, Zuleta
acude a un cuento de Jorge Luis Borges, para dar cuenta de un proceso
inhibitorio, el olvido, y nos dice con Freud, y también con Nietzsche, “es
necesario olvidar; si nosotros recordamos todo, todos los acontecimientos de
nuestra vida y de nuestra infancia, si nos asediaran todos los rostros que
hemos visto, si tuviéramos presentes todas las experiencias que hemos vivido,
caeríamos en la locura…
Una buena descripción de lo que
podrían ser las consecuencias de una pérdida de nuestra capacidad de olvido se
encuentra en el cuento de Jorge Luis Borges
Funes el memorioso, un cuento muy bello, donde se trata de un señor que le
pasó la catastrófica circunstancia de que se volvió incapaz de olvidar”.[16]
En otro momento de su charla de
varios sesiones, Zuleta enfrenta el tópico de la histeria y el modo como Freud se auxilió de
lo hecho por la literatura, “decía debo mucho más a los poetas que a toda la
psiquiatría junta. El sabía que su gran deuda era con Dostoievski y Shakespeare…Para
dejar muy claro todo lo que Freud vino a romper: que una conducta humana tenía
un sentido si era intencional y voluntaria, si no, no tenía sentido, solamente
causas.”[17]
En cambio, según lo expuesto
por Zuleta, con la ayuda de poetas y literatos, “Freud comenzó a pensar en el
sentido desde otros términos. Antes lo que no fuera voluntario no podía tener
sentido. Un sueño no podía tener sentido porque un sueño es algo que nos ocurre
sin proponérnoslo…Hasta entonces había dos versiones respecto de los sueños:
los que tenían una idea puramente mágica, folclórica, religiosa de los sueños,
y decían que tenían sentido premonitorio…y los científicos, según los cuales el
cerebro durante el dormir se desconectaba y producía locamente imágenes que no
tenían sentido”.[18]
Acude Zuleta a la presentación
de la obra de Freud de la Interpretación de los sueños (1900), y
señala que “la posición de búsqueda del sentido es lo que le permitió hacer su
obra. La búsqueda del sentido hasta el fin.
Freud no se da por vencido
porque no entienda un sueño. Tenía una capacidad inmensa de un trabajo que es
muy difícil y necesario en el orden del pensamiento y que Kant llamaba la
suspensión del juicio.”[19]
Un año antes de su presencia en
la Libre, Estanislao publicó otro
escrito suyo, Thomas Mann ,la Montaña
Mágica y la llanura prosaica. Este
era un ensayo extenso de crítica literaria que apareció en la colección de Colcultura
dirigida por el poeta Jorge Rojas.
Este trabajo, en sí mismo,
amerita un comentario aparte, porque representa un testimonio elocuente de la madurez crítico literaria, de la penetrante pasión crítica forjada por Estanislao Zuleta con un estilo
de gran sencillez expositiva al servicio de atractiva, viva divulgación de las obras cimeras de la literatura occidental
moderna
[1] Profesor Asociado,
Universidad Nacional. Catedrático, maestría estudios políticos, Universidad
Javeriana. Ex rector nacional, Universidad Libre de Colombia. Exdirector de
Ciencia Política y Unijus, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Autor
del libro.: La participación y representación política en Occidente (2000).
CEJA, Bogotá. Coautor (2009): Educación pública superior, hegemonía cultural y
crisis de representación en Colombia, 1842-1984. Colección Gerardo Molina 20. Unijus, Bogotá.
[2]
Expulsado del Partido Comunista de Colombia por “oportunista” junto con Tomás
Uribe Márquez, el obrero Alberto Castrillón, y Juan C. Dávila. Ver la
Introducción de Klaus Meschkat Del socialismo revolucionario al stalinismo
en Colombia, del libro Liquidando el
pasado que recoge la documentación de la Internacional Comunista sobre Colombia
entre los años 1927 a 1933, más el primer documento fechado en 1925.
[3]
MESCHKAT, Klaus, ROJAS, José María (2009). Capítulo
IX, en: Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la
Unión Soviética. Taurus/Fescol. Bogotá, pp: 617-678.
[4] Ver ZULETA, Estanislao (1999). Acerca de la naturaleza de las ciencias
sociales. Colección palabra y acción.
Ediciones Contravía. Bogotá, ps. 69-70.
[5] Op. cit., p. 71.
[6]
Ídem., p. 75.
[7]
Ídem., p. 77.
[8]
Ibídem., p. 77.
[9]
Ídem., p. 85.
[10]
Ídem., p. 85.
[11]
Ídem., ps. 86- 87.
[12]
Íde,., ps. 87-88.
[13]
ZULETA, Estanislao (2003). Ciencias
naturales y ciencias sociales. Dos ensayos. Fica, Bogotá.
[14] Conviene anotar que la
traducción castellana del primer escrito fue obra del filósofo Rubén Jaramillo,
quien utilizó la edición alemana MEGA de 1971, proyecto editorial que estaba a
cargo de la RDA. Este y cinco textos más de 1837-1847, se publicaron la primera
vez en Colombia, en la colección Viejo Topo de la editorial ERIS S.A,. Bogotá,
mayo de 1978.
[15]
ZULETA, Ciencias Naturales y ciencias
sociales, p. 59.
[16]
Ídem., ps. 70-71.
[17]
Ídem., p. 84.
[18]
Ídem., ps. 86-87.
[19]
Ídem., p. 93.
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