LA ADMINISTRACIÓN DE GUSTAVO PETRO (Segunda parte)
miguel angel herrera zgaib
Grupo Presidencialismo y participación
Proyecto Gobernanza y biosociedad
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La administración Petro y las futuras elecciones
“Voy a ayudar a Petro a que siga administrando”. Guillermo A. Jaramillo, secretario de Gobierno de Bogotá.
Gustavo Petro es un “presidenciable”, y él lo sabe. Es una de las figuras de la oposición política, quien tiene una fuerza electoral in crescendo, ahora organizada en el movimiento Progresistas, que enfrenta al establecimiento liberal conservador que durante los pasados diez años prohijó la parapolítica para conseguir la seguridad de los grandes propietarios de Colombia.
Tal es el perverso acuerdo pos-frente nacional para cerrarle una vez más el paso a la democracia. De hecho ha dado existencia “recargada” al partido de la guerra como forma hechiza de mantenerse al comando del poder del estado.
Esta compleja realidad es la que el grupo de investigación PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN ha rastreado desde su emergencia indiciaria en 1999, y que caracterizó de modo definitivo como la coalición del régimen para-presidencial, con la pretensa intención de refundar la patria, después que se perpetró la reelección de Álvaro Uribe en el año 2006.
Dicho estado de cosas que aún no lo desmonta el actual presidente Santos, oficiante con afán inusitado en los altares de la paz con el monaguillo Humberto de la Calle Lombana, delante del coro incómodo de subalternos insurrectos, que incluye para completar entre sus voces a una internacionalista agraciada, la holandesa Tanja Nijmeyer.
Antes el cálculo del hoy ministro de trabajo, el liberal Rafael Pardo, ocupaba la cartera de defensa, y la estrategia era la guerra integral. Decía que requería de 18 meses para liquidar al opositor armado. El actual presidente también hizo los propios cálculos, y lo que sí consiguió en últimas fue “ajusticiar” a Alfonso Cano, por interpuesta persona. Cano había sucedido a Marulanda en la interlocución por la paz.
Ahora, según lo pregona al unísono la dupla Santos /de la Calle en menos tiempo se concretará la paz. Y Petro, el principal gobernante local, está también comprometido con la paz, y ésta pasa por Bogotá necesariamente. El respaldo se demostró en la movilización del 9 de abril, coliderada por Piedad Córdoba, la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, y un sinnúmero de organizaciones sociales e iniciativas que sumaron cerca de 500.000 personas. Se alinderan con el bloque en construcción de la paz social, que antagoniza con el partido de la guerra y su más ruidoso propagandista, el ex Uribe Vélez.
Este partido, que se denomina con eufemismo Centro democrático, ataca el viraje “traidor” de Juan Manuel Santos, desde que dijo en la plaza de Bolívar que tenía las llaves de la paz en su bolsillo. Con las Farc-ep hacen sonar el manojo de 5 llaves en el oído expectante de las multitudes. El otrora viajero del tren de la guerra, fracasado en liquidar la guerrilla, se apeó en la estación de la paz; conversó con Alfonso Cano en medio de la guerra como lo hizo antes Pastrana con Marulanda.
Los dos, gobernante burgués y guerrillero en resistencia, empezaron a fijar las condiciones mínimas para discutir la paz. Entre cúpulas, sin repetir el Caguán, asumieron el compromiso de someter lo acordado a la prueba democrática. Mientras, en estrechas representaciones consultan a la opinión nacional en foros programados por el PNUD y el Centro de Pensamiento.
La Paz no es un negocio
En la misma suerte está jugado el gobernante Gustavo Petro, sin dobleces, desde los tiempos en que el M19 dejó las armas, y contribuyó al diseño de la Constitución de 1991. Él también sigue siendo un defensor a ultranza, censura la seguidilla de contra-reformas, pirañas que han mordido la mayoría de sus aspectos progresistas, y el "articulillo" de la reelección que rompió eficazmente los balances y contrapesos del diseño democrático liberal estrenado en 1991.
Alfonso Cano fue asesinado en el intento de la paz. Antes las figuras de la oposición legal corrieron la misma suerte. Es la lista de Jaramillo y Jaime Pardo, con el proyecto de la UP; y Carlos Pizarro Leóngómez, al que sobreviven Antonio Navarro, y Gustavo Petro, hoy "Progres". La misma suerte sufrió Luis Carlos Galán Sarmiento, el renovador y moralizador del liberalismo.
Petro y Navarro siendo gobernantes se han dispuesto a la paz, habiendo guerreado antes del lado de los grupos y clases subalternas. Bajo la consigna: “Con el pueblo, con las armas, al poder”. A las multitudes que invocan de parte y parte, en el bloque por la paz, les interesa vitalmente la democracia a secas. Ellas rechazan sin ambages el negocio de la guerra, porque las utiliza como sus peones, y los sacrifica por una mísera paga, dizque para hacer realidad el sueño de libertad verdadera que luego de sesenta años se transformó en mortal pesadilla.
Fueron los “inefables” cubanos, su medicina socializada, quienes le salvaron la vida a Navarro, y posibilitaron su rehabilitación, trasladado de urgencia a La Habana en compañía entonces de Carlos Lucio, y María Eugenia Vásquez, víctimas de aquel atentado hecho al menos con la complicidad oficial de liberales y conservadores en el gobierno de aquel entonces.
La Habana, territorio libre del imperialismo, y en parte del imperio, porque ahí está Guantánamo todavía, vuelve a ser territorio que se juega por la vida y la justicia social, maltrecha por las condiciones en que le toca vivir la causa de los de abajo. Pues es Cuba donde se adelantan hasta hoy las negociaciones de paz entre los representantes del gobierno y la guerrilla, luego de la instalación en Oslo, en medio de la algarabía internacional.
El exguerrillero amnistiado, Gustavo Petro, dejó su lugar en un congreso corrompido, y se convirtió en gobernante de la ciudad de Bogotá, cabeza del segundo puesto en importancia política en una república centralista y oligárquica la gran mayoría de veces. La revocatoria de los congresistas la pide ahora por la vía del referéndum, uno entre ellos, el senador Camilo Romero.
Él hace pocos días en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, defendió la revocatoria, y reclamó millares de firmas para inscribir también esta iniciativa que no va en la dirección de la revocatoria a Petro. Ella muestra cuál es la realidad actual del poder legislativo colombiano corrompido por la guerra, el capital, y la parapolítica que los junta a ambos en la disolución de Colombia.
Los poderes públicos, sus ocupantes, están bajo la mira de los gobernados, y los huérfanos de de ellos, dispuestos a todo, para regresar al monopolio de la decisión política en todos los órdenes, para sacar los máximos frutos entusiasmado por la “apertura” de la prosperidad que sigue los dictados de la “tercera vía”.
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