EVENTO: 2o. SEMINARIO
INTERNACIONAL DE INSPECCIÓN, VIGILANCIA Y CONTROL A ENTIDADES SIN ÁNIMO DE LUCRO.
ALCALDÍA MAYOR DE
BOGOTÁ. AUDITORIO HUITACA, 21 DE AGOSTO
DE 2013.
PONENCIA:
REPENSANDO LAS
RELACIONES ENTRE LA SOCIEDAD CIVIL Y EL ESTADO
MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB
PROF. ASOCIADO, CIENCIA POLÍTICA, UNAL. BOGOTÁ.
DIRECTOR GRUPO PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN, UNIJUS/COLCIENCIAS.
CONSIDERACIONES
INICIALES
En el marco de la experiencia de gobierno actual de la ciudad capital,
el programa que lo autodefine como Bogotá
Humana, le da centro a la presente
reflexión, donde la interlocución reflexiva es con el llamado “tercer sector” que desde una
perspectiva económica es definido como el conjunto de entidades sin ánimo de
lucro, y que en términos más categoriales enmarcamos bajo la expresión sociedad civil,
cuya genealogía trazaré luego en grandes pinceladas.
En particular, me corresponde compartir ciertas ideas y
criterios que orienten uno de los cuatro
temas del seminario, específicamente, el segundo de la agenda que plantea el
desafío de repensar las relaciones entre
Estado y organizaciones de la sociedad civil.
La pretensión práctica es que este tipo de deliberaciones,
esta conversación plural, contribuyan a generar sinergias que de modo principal
se traduzcan en políticas públicas y en la garantía de los derechos humanos,
que en las condiciones de Colombia han sufrido tanta mengua, como quiera que la
historia del país nos enfrenta con la cruda realidad de un conflicto armado de
más de medio siglo, que ahora, por cuarta vez, ensaya fórmulas de solución,
entre guerrilla y gobierno con el compromiso de refrendación por la sociedad
toda de aquello que se acuerde en La Habana.
A la vez, este II Seminario Internacional, coincide,
igualmente, con el desarrollo de un paro nacional agrario, minero y de transporte,
que no se ha reflejado del mismo modo en la capital, y en las principales
ciudades; que en el resto del país, en
los departamentos donde la vida rural, campesina, de minorías étnicas y
trabajadores no estacionarios, y una miríada de pobres reclama un tratamiento
equitativo, que redistribuya productivamente la derrama de la
“prosperidad” que el gobierno central
con Juan Manuel Santos presidiéndole sostiene y publicita cumplidos tres años.
En este proceso de movilización social, el tercer sector colombiano nos muestra a
protagonistas de la sociedad civil, a las redes de organizaciones privadas
interactuando de hecho y de derecho, exigiendo con sus intereses y
reivindicaciones, lo que el artículo 13, de la Constitución de 1991, enuncia,
que el Estado Social de Derecho se comprometa en efecto a procurar que “la
igualdad sea real y efectiva” para todos los colombianos.
Sin embargo, el tercer sector que identificamos como un
componente fundamental de la sociedad civil moderna no es idéntico a ella, sino
uno de sus componentes, porque ésta, además, se encuentra fundada en el
antagonismo social propio de la sociedad burguesa regida por sistema económico
capitalista, el cual padece de modo regular e irregular por crisis cíclicas, y
recesiones y depresiones. En todas ellas el beneficio, la ganancia capitalista,
el lucro es el motor individual y colectivo que, en el mejor de los casos,
diría el holandés Mandeville, convierte a los vicios privados en virtudes
públicas.
Nosotros vamos a fijar la atención en un conjunto de
organismos privados, organizaciones e instituciones cívicas voluntarias, no
lucrativas, que normalmente distinguimos como Ongs, asociaciones, fundaciones,
cooperativas, donde la referencia ética y la transparencia son la medida de su
misión y sus propósitos, porque ellas conforman esa noción contemporánea de
tercer sector, las autodefinidas como entidades sin ánimo de lucro.
Para un estudioso del tema, Stuart Etherington (2008), un
tercer sector fuerte e independiente significa la presencia de una fuerte y
saludable sociedad civil, lo cual se traduce en la generosa creación de valor
social, por fuera de las lógicas mercantiles. Así que hacer su diagnóstico es
una manera de dar cuenta de la realidad
de la sociedad colombiana en presente.
LA SOCIEDAD CIVIL, LO
COMÚN Y EL TERCER SECTOR HOY
“Se trata una vez más de la tradición clásica del poder, con
su exaltación de la guerra para subyugar al monstruo y destruir la libertad.
Pero el monstruo biopolítico, lo hemos visto, es la potencia común del ser.
Destruirlo es ahora imposible, a menos que se destruya –junto con el monstruo-
el mundo, a menos que se elimine –junto con el monstruo- el ser. Antonio Negri.
Notas sobre una política del futuro anterior, en: Elogio de lo común, p. 270.
En
las condiciones de nuestro presente, cuando hemos experimentado la
globalización regida por el capital, y donde los socialismos de corte
soviético-autoritario experimentaron una derrota a partir de 1989, el mercado se ha convertido en la medida del
éxito, y en apariencia, el estado de bienestar ha sido arrinconado, y orillado
a sus mínimos, donde ha sido posible, abriéndose paso la gobernanza y una nueva
forma de soberanía, la así denominada soberanía imperial con la cual se busca
poner orden a la crisis del espacio político a escala planetaria.
Pero, al mismo tiempo, hemos vivido y gozado, la presencia de
las multitudes, el monstruo político, la potencia común del ser, desplegado más
allá de las formas de la representación tradicionales, el pueblo y la nación. El
monstruo político que despliega la productividad tanto del trabajo material
como el inmaterial juntos, un sujeto singular que en su pluralidad impulsa una
revolución democrática que toca a todos los continentes, y también a Colombia.
Con todo subsisten experiencias socialistas, como la de la
poderosa China, que desarrolla una economía socialista de mercado, o el
socialismo de Cuba, donde el lucro administrado con la vigilancia estatal
acompasa con logros en efectiva igualdad social en la provisión de bienes
básicos como la educación, la vivienda, la alimentación, la salud, y el
esparcimiento.
Dicho lo cual, para el resto de países, y Colombia es uno de
ellos, la fórmula que articula Estado y
sociedad civil, después de las
revoluciones burguesas y socialistas, ha optado, según la voluntad expresa de
la minoría que eligió a los delegados a la Asamblea Constituyente de 1990/91,
por un Estado social de Derecho. Fórmula que en particular traduce, una
relación inestable entre derechos de participación política con una desigualdad
social manifiesta, que está consagrada en la Constitución.
Con este diseño constitucional, el proceso de abolir las
desigualdades y privilegios que tienen una historia que se remonta a la
dominación colonial española cuando
menos, exige, reclama una sociedad civil vigorosa, una ciudadanía con poder de
decisión colectiva que haga posible desplegar una economía social, unas
prácticas productivas solidarias, que exigen el necesario desmonte, la
desmercantilización de los derechos fundamentales.
Así vistas las cosas, el tercer sector en Colombia, no puede
estar marcado por la impronta de la caridad, o el asistencialismo con
cuentagotas capitalista, sino que tiene que estar centrado en transformar el
sistema de las necesidades que es la arquitectura sobre la que se monta la
sociedad civil presente.
Tal y como lo revelaba Hegel en su Filosofía del Derecho,
cuando hizo la radiografía de la sociedad civil moderna, y cómo ésta en su
despliegue libre, se polariza en dos extremos, burgueses y proletarios. Dándole
pie a los que Kant llamó antes que él la insociable sociabilidad del hombre. Y que Marx resumió en los sujetos modernos
que llevamos cotidianamente una doble vida, común y egoísta.
Hacer el ejercicio de repensar las relaciones entre estado y
sociedad civil hoy, supone realizar un giro de 180 grados. Implica, primero que
todo, desmontar la relación privado/público para recuperar lo común, que se ha
venido expropiando a sangre y fuego. Tal y como lo vemos en las experiencias
del desplazamiento y en la concentración de baldíos convertidos en nuevos latifundios, con todo tipo de argucias
legales.
Tal y como lo vemos en la interminable disputa por la riqueza del
subsuelo y a quién se le entrega para su lucro personal, o transnacional; o
como ocurre la disposición del espectro electromagnético, que se entrega a los
oligopolios para que lo usufructúen sin efectivo retorno para la sociedad
colombiana.
Se trata en este giro audaz de colocar en el centro de
nuestra preocupación política y social, la recuperación y potenciación de lo
común, en procura no del socialismo del siglo XXI, preñado de abusos autoritarios,
y siervo de la impronta capitalista, sino de lo común en todas sus formas, y en
democracia.
Quizás es tiempo de pensar en serio, en el comunismo
democrático del siglo XXI, una versión anticapitalista, por supuesto, pero que
reclama y practica la autonomía individual y colectiva como horizonte, y que no
incorpora la violencia como última ratio, sino, los procesos de dirección y
consenso, los ejercicios contra-hegemónicos que derroten a la guerra en sus
mismos fundamentos.
En procura de la sociedad civil autoregulada, que destierre
el miedo de nuestras mentes y haga real el despliegue de nuestra creatividad
como individuos sociales, cambiando el paradigma estadocéntrico por uno que
tiene por centro a la sociedad liberada de la tiranía del mercado capitalista
con su elenco de alienaciones.
Continúa. Mientras tanto: visita el blog plataformaabiertaparalapaz
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