sábado, 24 de agosto de 2013

EVENTO: 2o.  SEMINARIO INTERNACIONAL DE INSPECCIÓN, VIGILANCIA Y CONTROL  A ENTIDADES SIN ÁNIMO DE LUCRO.

ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ. AUDITORIO HUITACA,  21 DE AGOSTO DE 2013.

PONENCIA:
REPENSANDO LAS RELACIONES ENTRE LA SOCIEDAD CIVIL Y EL ESTADO

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB
PROF. ASOCIADO, CIENCIA POLÍTICA, UNAL. BOGOTÁ.
DIRECTOR GRUPO PRESIDENCIALISMO Y  PARTICIPACIÓN, UNIJUS/COLCIENCIAS.

CONSIDERACIONES INICIALES

                                                    En el marco de la experiencia de gobierno actual de la ciudad capital, el programa que lo autodefine como Bogotá Humana, le da centro a la presente  reflexión, donde la interlocución reflexiva es  con el llamado “tercer sector” que desde una perspectiva económica es definido como el conjunto de entidades sin ánimo de lucro, y que en términos más categoriales  enmarcamos bajo la expresión sociedad civil, cuya genealogía trazaré luego en grandes pinceladas.

En particular, me corresponde compartir ciertas ideas y criterios que orienten  uno de los cuatro temas del seminario, específicamente, el segundo de la agenda que plantea el desafío de repensar las relaciones entre Estado y organizaciones de la sociedad civil.

La pretensión práctica es que este tipo de deliberaciones, esta conversación plural, contribuyan a generar sinergias que de modo principal se traduzcan en políticas públicas y en la garantía de los derechos humanos, que en las condiciones de Colombia han sufrido tanta mengua, como quiera que la historia del país nos enfrenta con la cruda realidad de un conflicto armado de más de medio siglo, que ahora, por cuarta vez, ensaya fórmulas de solución, entre guerrilla y gobierno con el compromiso de refrendación por la sociedad toda de aquello que se acuerde en La Habana.

A la vez, este II Seminario Internacional, coincide, igualmente, con el desarrollo de un paro nacional agrario, minero y de transporte, que no se ha reflejado del mismo modo en la capital, y en las principales ciudades; que en el resto del  país, en los departamentos donde la vida rural, campesina, de minorías étnicas y trabajadores no estacionarios, y una miríada de pobres reclama un tratamiento equitativo, que redistribuya productivamente la derrama de la “prosperidad”  que el gobierno central con Juan Manuel Santos presidiéndole sostiene y publicita cumplidos tres años.

En este proceso de movilización social, el tercer sector colombiano nos muestra a protagonistas de la sociedad civil, a las redes de organizaciones privadas interactuando de hecho y de derecho, exigiendo con sus intereses y reivindicaciones, lo que el artículo 13, de la Constitución de 1991, enuncia, que el Estado Social de Derecho se comprometa en efecto a procurar que “la igualdad sea real y efectiva” para todos los colombianos.

Sin embargo, el tercer sector que identificamos como un componente fundamental de la sociedad civil moderna no es idéntico a ella, sino uno de sus componentes, porque ésta, además, se encuentra fundada en el antagonismo social propio de la sociedad burguesa regida por sistema económico capitalista, el cual padece de modo regular e irregular por crisis cíclicas, y recesiones y depresiones. En todas ellas el beneficio, la ganancia capitalista, el lucro es el motor individual y colectivo que, en el mejor de los casos, diría el holandés Mandeville, convierte a los vicios privados en virtudes públicas.

Nosotros vamos a fijar la atención en un conjunto de organismos privados, organizaciones e instituciones cívicas voluntarias, no lucrativas, que normalmente distinguimos como Ongs, asociaciones, fundaciones, cooperativas, donde la referencia ética y la transparencia son la medida de su misión y sus propósitos, porque ellas conforman esa noción contemporánea de tercer sector, las autodefinidas como entidades sin ánimo de lucro.

Para un estudioso del tema, Stuart Etherington (2008), un tercer sector fuerte e independiente significa la presencia de una fuerte y saludable sociedad civil, lo cual se traduce en la generosa creación de valor social, por fuera de las lógicas mercantiles. Así que hacer su diagnóstico es una  manera de dar cuenta de la realidad de la sociedad colombiana en presente.

LA SOCIEDAD CIVIL, LO COMÚN Y EL TERCER SECTOR HOY

“Se trata una vez más de la tradición clásica del poder, con su exaltación de la guerra para subyugar al monstruo y destruir la libertad. Pero el monstruo biopolítico, lo hemos visto, es la potencia común del ser. Destruirlo es ahora imposible, a menos que se destruya –junto con el monstruo- el mundo, a menos que se elimine –junto con el monstruo- el ser. Antonio Negri. Notas sobre una política del futuro anterior, en: Elogio de lo común, p. 270.

                                           En las condiciones de nuestro presente, cuando hemos experimentado la globalización regida por el capital, y donde los socialismos de corte soviético-autoritario experimentaron una derrota a partir de 1989,  el mercado se ha convertido en la medida del éxito, y en apariencia, el estado de bienestar ha sido arrinconado, y orillado a sus mínimos, donde ha sido posible, abriéndose paso la gobernanza y una nueva forma de soberanía, la así denominada soberanía imperial con la cual se busca poner orden a la crisis del espacio político a escala planetaria.

Pero, al mismo tiempo, hemos vivido y gozado, la presencia de las multitudes, el monstruo político, la potencia común del ser, desplegado más allá de las formas de la representación tradicionales, el pueblo y la nación. El monstruo político que despliega la productividad tanto del trabajo material como el inmaterial juntos, un sujeto singular que en su pluralidad impulsa una revolución democrática que toca a todos los continentes, y también a Colombia.

Con todo subsisten experiencias socialistas, como la de la poderosa China, que desarrolla una economía socialista de mercado, o el socialismo de Cuba, donde el lucro administrado con la vigilancia estatal acompasa con logros en efectiva igualdad social en la provisión de bienes básicos como la educación, la vivienda, la alimentación, la salud, y el esparcimiento.

Dicho lo cual, para el resto de países, y Colombia es uno de ellos, la fórmula que articula  Estado y sociedad  civil, después de las revoluciones burguesas y socialistas, ha optado, según la voluntad expresa de la minoría que eligió a los delegados a la Asamblea Constituyente de 1990/91, por un Estado social de Derecho. Fórmula que en particular traduce, una relación inestable entre derechos de participación política con una desigualdad social manifiesta, que está consagrada en la Constitución.

Con este diseño constitucional, el proceso de abolir las desigualdades y privilegios que tienen una historia que se remonta a la dominación colonial española  cuando menos, exige, reclama una sociedad civil vigorosa, una ciudadanía con poder de decisión colectiva que haga posible desplegar una economía social, unas prácticas productivas solidarias, que exigen el necesario desmonte, la desmercantilización de los derechos fundamentales.

Así vistas las cosas, el tercer sector en Colombia, no puede estar marcado por la impronta de la caridad, o el asistencialismo con cuentagotas capitalista, sino que tiene que estar centrado en transformar el sistema de las necesidades que es la arquitectura sobre la que se monta la sociedad civil presente.

Tal y como lo revelaba Hegel en su Filosofía del Derecho, cuando hizo la radiografía de la sociedad civil moderna, y cómo ésta en su despliegue libre, se polariza en dos extremos, burgueses y proletarios. Dándole pie a los que Kant llamó antes que él la insociable sociabilidad del hombre.  Y que Marx resumió en los sujetos modernos que llevamos cotidianamente una doble vida, común y egoísta.

Hacer el ejercicio de repensar las relaciones entre estado y sociedad civil hoy, supone realizar un giro de 180 grados. Implica, primero que todo, desmontar la relación privado/público para recuperar lo común, que se ha venido expropiando a sangre y fuego. Tal y como lo vemos en las experiencias del desplazamiento y en la concentración de baldíos convertidos en  nuevos latifundios, con todo tipo de argucias legales. 

Tal y como lo vemos en la interminable disputa por la riqueza del subsuelo y a quién se le entrega para su lucro personal, o transnacional; o como ocurre la disposición del espectro electromagnético, que se entrega a los oligopolios para que lo usufructúen sin efectivo retorno para la sociedad colombiana.

Se trata en este giro audaz de colocar en el centro de nuestra preocupación política y social, la recuperación y potenciación de lo común, en procura no del socialismo del siglo XXI, preñado de abusos autoritarios, y siervo de la impronta capitalista, sino de lo común en todas sus formas, y en democracia.

Quizás es tiempo de pensar en serio, en el comunismo democrático del siglo XXI, una versión anticapitalista, por supuesto, pero que reclama y practica la autonomía individual y colectiva como horizonte, y que no incorpora la violencia como última ratio, sino, los procesos de dirección y consenso, los ejercicios contra-hegemónicos que derroten a la guerra en sus mismos fundamentos.


En procura de la sociedad civil autoregulada, que destierre el miedo de nuestras mentes y haga real el despliegue de nuestra creatividad como individuos sociales, cambiando el paradigma estadocéntrico por uno que tiene por centro a la sociedad liberada de la tiranía del mercado capitalista con su elenco de alienaciones.  

Continúa. Mientras tanto: visita el blog plataformaabiertaparalapaz

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