TERMINÓ EL PARTIDO:
¿CUÁL CIUDADANÍA
TRIUNFARÁ?
Miguel Angel Herrera Zgaib
No acerté en las cifras del
triunfo de la selección de Colombia, como tantos otros que se atrevieron a
compartir su pronóstico. En lugar de dos fueron 3 los goles. Porque casi al
final vino el tanto de James Rodríguez, en quien hay fincadas las esperanzas
que resulte el armador del equipo para el duro partido con Costa de Marfil. Y
nadie quiere ser aguafiestas.
Es cierto que el equipo
construido por Pékerman no se ha desbaratado por la ausencia de Falcao, Aldo
Leao, y Perea, incluso el mismo Muriel, alejado del grupo por otras razones.
Pero, sí nos revela ciertas falencias, como el hecho que no pocas veces se
queda parado en mitad de la cancha si crear jugadas que lleguen a las 5.50,
donde lo Real traumático espera a los audaces, quienes obtienen el premio de
goles, que hace delirar a las tribunas.
Pékerman tiene hasta el jueves
para sacar conclusiones de lo que permitió aprender de los helenos, y su
ineficacia ofensiva que ya estaba anunciada. Koné no fue capaz de hacer de
estratega, y, por eso, fue retirado de la cancha por el entrenador. Pero, los
griegos del primer tiempo corretearon al elenco colombiano, y descubrimos que
el estado físico de Colombia no es el mejor.
En buena medida, y no es
exageración tiene que ver que la mayoría viene
de los extenuantes campeonatos en el extranjero, donde las empresas
futbolísticas les "sacan la leche".
Se requiere utilizar más jóvenes provenientes de los mismos torneos
rentados nacionales; que, además, esté presente una escuela futbolística
permanente, que arranque desde las divisiones inferiores con el seguimiento que
es debido.
Termina una época: la de la mafia
y fútbol juntos.
No se puede negar que el
presidente que quiere reelegirse contribuyó a que se produjera el quiebre entre
mafia y fútbol, después que fue la soberana de las canchas, donde grandes
figuras se malograron paladiadas por los señores del narcotráfico, que los
querían como a las mujeres bellas a su lado, creando devociones y muerte, en
los dos extremos.
Pudo haber sido Martino o
Pékerman, el contratado. La elección fue inteligente, escoger a un argentino
que había jugado en Colombia, y que había conseguido la gloria forjando a
juveniles en torneos mundiales. El entrenador maduro, y sabio por experiencia,
no se ha dejado manosear, y tampoco cortejar por las fortunas mal o bien
habidas.
Su presencia ha hecho posible el
milagro. Este ya no es más el tiempo de Higuita, por espectacular que fuera, ni
el del Bolillo. Tampoco el de Maturana, que hizo posible que surgiera un estilo
propio, capaz de derrotar, superar a sus propios maestros, la escuela
argentina, que había empezado con el ballet azul de los años 50, en la cima de otra bonanza,
la del café y la dictadura populista de Rojas Pinilla.
Por 16 años, en Colombia, por dentro y por fuera, se ha valido todo, desde comprar partidos, y
referees, hasta lavar grandes fortunas ilegales. Y grandes jugadores fueron
títeres para satisfacer los caprichos y apuestas de los grandes capos.
¿De la ciudadanía del miedo a la
democracia subalterna?
El cuadrilátero de Medellín,
Bogotá, Barranquilla y Cali fue la caja de resonancia, donde las multitudes
recibieron la cuota de circo que hizo posible que se librara la guerra más
cruenta contra los de abajo, y se produjera el desplazamiento de varios
millones despojados de vida y tierra, que abandonaron aterrorizados los campos,
objeto de una violencia sorda que hizo
posible una inaudita acumulación de capital.
Pero, a diferencia de Roma
antigua, el pan fue amargo, y el circo abundante, pero en la más extrema de las
desigualdades. Este 15 de junio tendremos delante, qué tanto de para-política
sigue gravitando en el otro orden de realidad, la política. Lo que hemos
llamado el régimen para-presidencial, del que Juan Manuel Santos es hijo
putativo.
Durante 8 horas, en el
laboratorio electoral de mañana, sabremos si la lección del fútbol nacional,
hoy, si Colombia está cerrando una época, y dando inicia a otra, con tambaleos
e inconsecuencias. Si, por fin, será posible desterrar las clientelas del
fútbol, y los patrones sangrientos de la política, que han prolongado y
reproducido las ciudadanías del miedo,
para darle albergue a la nueva ciudadanía subalternas.
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