sábado, 14 de junio de 2014

TERMINÓ EL PARTIDO:

¿CUÁL CIUDADANÍA TRIUNFARÁ?

Miguel  Angel Herrera Zgaib

                                                                 No acerté en las cifras del triunfo de la selección de Colombia, como tantos otros que se atrevieron a compartir su pronóstico. En lugar de dos fueron 3 los goles. Porque casi al final vino el tanto de James Rodríguez, en quien hay fincadas las esperanzas que resulte el armador del equipo para el duro partido con Costa de Marfil. Y nadie quiere ser aguafiestas.

Es cierto que el equipo construido por Pékerman no se ha desbaratado por la ausencia de Falcao, Aldo Leao, y Perea, incluso el mismo Muriel, alejado del grupo por otras razones. Pero, sí nos revela ciertas falencias, como el hecho que no pocas veces se queda parado en mitad de la cancha si crear jugadas que lleguen a las 5.50, donde lo Real traumático espera a los audaces, quienes obtienen el premio de goles, que hace delirar a las tribunas.

Pékerman tiene hasta el jueves para sacar conclusiones de lo que permitió aprender de los helenos, y su ineficacia ofensiva que ya estaba anunciada. Koné no fue capaz de hacer de estratega, y, por eso, fue retirado de la cancha por el entrenador. Pero, los griegos del primer tiempo corretearon al elenco colombiano, y descubrimos que el estado físico de Colombia no es el mejor.

En buena medida, y no es exageración tiene que ver que la mayoría viene  de los extenuantes campeonatos en el extranjero, donde las empresas futbolísticas les "sacan la leche".  Se requiere utilizar más jóvenes provenientes de los mismos torneos rentados nacionales; que, además, esté presente una escuela futbolística permanente, que arranque desde las divisiones inferiores con el seguimiento que es debido.

Termina una época: la de la mafia y fútbol juntos.

No se puede negar que el presidente que quiere reelegirse contribuyó a que se produjera el quiebre entre mafia y fútbol, después que fue la soberana de las canchas, donde grandes figuras se malograron paladiadas por los señores del narcotráfico, que los querían como a las mujeres bellas a su lado, creando devociones y muerte, en los dos extremos.

Pudo haber sido Martino o Pékerman, el contratado. La elección fue inteligente, escoger a un argentino que había jugado en Colombia, y que había conseguido la gloria forjando a juveniles en torneos mundiales. El entrenador maduro, y sabio por experiencia, no se ha dejado manosear, y tampoco cortejar por las fortunas mal o bien habidas.

Su presencia ha hecho posible el milagro. Este ya no es más el tiempo de Higuita, por espectacular que fuera, ni el del Bolillo. Tampoco el de Maturana, que hizo posible que surgiera un estilo propio, capaz de derrotar, superar a sus propios maestros, la escuela argentina, que había empezado con el ballet azul  de los años 50, en la cima de otra bonanza, la del café y la dictadura populista de Rojas Pinilla.

Por 16 años, en Colombia,  por dentro y por fuera,  se ha valido todo, desde comprar partidos, y referees, hasta lavar grandes fortunas ilegales. Y grandes jugadores fueron títeres para satisfacer los caprichos y apuestas de los grandes capos.

¿De la ciudadanía del miedo a la democracia subalterna?

El cuadrilátero de Medellín, Bogotá, Barranquilla y Cali fue la caja de resonancia, donde las multitudes recibieron la cuota de circo que hizo posible que se librara la guerra más cruenta contra los de abajo, y se produjera el desplazamiento de varios millones despojados de vida y tierra, que abandonaron aterrorizados los campos, objeto de una violencia  sorda que hizo posible una inaudita acumulación de capital.

Pero, a diferencia de Roma antigua, el pan fue amargo, y el circo abundante, pero en la más extrema de las desigualdades. Este 15 de junio tendremos delante, qué tanto de para-política sigue gravitando en el otro orden de realidad, la política. Lo que hemos llamado el régimen para-presidencial, del que Juan Manuel Santos es hijo putativo.


Durante 8 horas, en el laboratorio electoral de mañana, sabremos si la lección del fútbol nacional, hoy, si Colombia está cerrando una época, y dando inicia a otra, con tambaleos e inconsecuencias. Si, por fin, será posible desterrar las clientelas del fútbol, y los patrones sangrientos de la política, que han prolongado y reproducido  las ciudadanías del miedo, para darle albergue a la nueva ciudadanía subalternas.  

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