viernes, 28 de noviembre de 2014

LA CRISIS MEXICANA,  AYOTZINAPA E IMPUNIDAD.

Miguel Angel Herrera Zgaib

                                                             La semana anterior puso a México en la lente del mundo, cuando miles salieron a las calles para seguir reclamando el regreso con vida de los 43 normalistas, masacrados en un claro contubernio entre autoridades a todos los niveles, y el crimen organizado. 

El narcotráfico y la disputa por la riqueza social, vía despojo de los muchos, como en Colombia, no encuentra una solución estable y justa, desde que la revolución mexicana  y sus conquistas se han venido reduciendo con efectiva, brutal parsimonia. Lo cual antes produjo el levantamiento de Chiapas y la aparición del proyecto autonomista del EZLN  y el subcomandante Marcos. Ahora pone a la ciudadanía de todas las edades, en movimiento transformador y al PRD a punto de extinguirse.

Una historia trágica

“Todos somos Ayotzinapa”

                                   Corresponde remontarse a 1988, para descubrir un recorrido que ahora se "destapa" trágicamente con una rebeldía que explota en las calles. Un recorrido que es la degeneración de las conquistas de una revolución donde las masas oprimidas y explotadas, a partir de 1910,  habían sembrado una esperanza en la gente mexicana, y en todo un continente.

Es una gesta que quedó fijado  en el folclor y el cine mexicano que se desparramaron por toda América a partir de los años 40 del siglo pasado. Un cuarto de siglo después, los corridos cantan las "hazañas" de los narcotraficantes y sus familias, y hacen famosos a los "Tigres del norte"  y a otros elencos menos conocidos.

El fraude electoral en la elección para presidente en 1988, que colocó a Carlos Salinas de Gortari en lugar de a Cuauhtémoc Cárdenas, marcó el comienzo de un fin trágico, que tuvo su reverberación inicial con las protestas de lo que se convirtió luego en el PRD, exigiendo un reconteo de votos, y mostrando pruebas de cómo fueron destruidos sufragios en favor de su candidato.

El hijo del general Lázaro Cárdenas, el último de los reformadores en el ciclo de la revolución mexicana, célebre por la nacionalización del petróleo, y una reforma agraria en las ricas tierras de El Bajío, vuelve ahora a la palestra caminando sobre la espuma de los acontecimientos desencadenados en la masacre de Iguala, lugar histórico de la revolución, en cuya vecindad se acabó con la vida de 43 jóvenes.

Allí estuvo involucrada la autoridad local, cuyo alcalde tuvo el respaldo electoral del PRD, y cuyo superior, el gobernador de Guerrero, también está vinculado con el mismo partido del que Cuauhtémoc Cárdenas Batel fue presidente, y varias veces candidato.  Él, y quienes lo acompañaron desde los tiempos de la corriente democrática del PRI, cuando se separaron para cofundar el Partido de la Revolución Democrática, hoy reclaman una nueva constitución para México, un cambio en las reglas del juego, que ponga orden en la casa a punto de incendiarse.

En este empeño hecho público la semana pasada lo acompañan 200 intelectuales y políticos, varios de ellos retirados del PRD, y otros, los más que son  activos al interior del partido que con el PAN hacen oposición desteñida y contrapeso al regreso del PRI  que eligió al presidente Enrique Peña Nieto, luego de haberse probado como gobernador del Estado de México, un foco de corrupción política y negociados económicos por muchos años.

Después, ¿qué pasa?
                                                               El día miércoles al cierre de noviembre se produce un nuevo resultado de la crisis mexicana. Hay un nuevo y significativo desprendimiento del PRD, el partido que naciera de la confluencia de la izquierda y la corriente democrática del PRI.

Se retira definitivamente Cuauhtémoc Cárdenas, el delfín del general Cárdenas, y con él se separa un grupo notable de diputados y militantes. Le darán existencia a un nuevo proyecto político. Es el segundo líder de importancia que se separa del PRD en los últimos años.

Antes lo hizo Manuel López Obrador, quien se presentó como candidato presidencial, y ante el fraude alegado en los resultados, le dió existencia a un movimiento, MORENA, que consiguió la segunda votación nacional en la última elección presidencial.

Un matrimonio presidencial
                                                         No queda duda que la tempestad de la corrupción política y administrativa de la gran república mexicana no cesa, sino que por momentos se agrava más. La familia presidencial, el binomio mediático Peña Nieto/ Angélica Rivera, ha quedado literalmente "encochinado" con el episodio de la otra "Casa Blanca".

Este es un elefante de inmensas proporciones, la casa de la familia Peña/Rivera construida por el arquitecto minimalista, Miguel A. Aragonés, quien hace parte de negocios poco claros, según lo revela el portal Aristegui Noticias. El costo de la mansión es de 54 millones de pesos mexicanos (1 dólar/12.5 pesos), y aparece financiada por un contratista mexicano a la cabeza del grupo HIGA, Juan Armando Hinojosa Cantú, quien iba a ser el contratista del tren rápido Ciudad de México- Querétaro.

El es también el beneficiario de jugosos contratos durante la gobernación del Estado de México, en cabeza del hoy presidente de los mexicanos, quien está puesto en la picota pública, y apenas salvaguardado de un juicio político por la dividida diputación de oposición cuyas fuerzas principales son el PRD y el PAN.

El arquitecto y el contratista, en particular, aparecen relacionados en la compra venta de la Casa blanca, ubicada en Sierra Gorda 150, en las Lomas de Chapultepec, una zona exclusiva de los ricachos de México. Compra-venta que ahora revirtió la primera dama, Angélica Rivera, artista que fuera de seriados de Televisa. Pero nadie les cree.

La pareja está a las puertas de un juicio político, y una sanción fiscal. Pero la impunidad también campea en el México pos-revolucionario como aquí, nuestra desvencijada Colombia, que, por supuesto, no conoció aún revolución alguna, pero sí un sinnúmero de reacciones.

Mientras tanto

“México no puede seguir así, asumo la responsabilidad de la lucha para liberar al país de la criminalidad…” Enrique Peña Nieto, presidente.

                                                         Mientras tanto, en las calles y ciudades de México, la gente reclama que a los estudiantes asesinados los regresen vivos. Recordando una consigna coreada por Rosario Ibarra de Piedra, una de las principales activistas de los derechos humanos en México, cuyo hijo fue desaparecido en la década de los 70, y nunca cejó hasta hoy, siendo senadora del PT, en su empeño de demandar justicia frente a los crímenes de Estado. Ella es la animadora principal del comité Eureka en México.

Con descarado cinismo, este jueves, el propio presidente, con “cara de yo no fuí,” anuncia que terminará las policías locales, que están al servicio del narcotráfico, en muchas partes del México azotado por la violencia y el desgobierno municipal. Lo cual quiere decir, ni más ni menos, que se pondrán más de 170.000 uniformados, - que hacen parte  de 1.800 entidades y 32 cuerpos estatales -, en situación de impunidad, y en franca actividad con sus verdaderos patronos.

Pero, está claro, Peña Nieto no renuncia, sino que señala a sus críticos como desestabilizadores de las instituciones, y “hacedores de tempestades”.  Un día después  aparecen 13 cadáveres descabezados, que nada tienen que ver con Guanajuato. Veremos qué dicen los dictámenes periciales. Estas escenas recuerdan a los televidentes escenas del seriado de Fox,  “The Bridge”, donde Demián Bichir  y Diane Kruger, los detectives Ruiz y Cross, lidian impotentes con los horrores a lado y lado del río Bravo.

Ha sido un doloroso modo de celebrar las efemérides trágicas. Será la Plaza de las Tres Culturas, sin la presencia mortal de los “guantes blancos” de Díaz Ordaz y  Echeverría la que le diga al mundo, que “como México no hay dos,” y reivindique en las calles y en las plazas a sus muertos, los de hoy y los de antes. Será en diciembre, claro está, o ¿no será?.

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