miércoles, 8 de abril de 2015


UNA DISPUTA ENTRE DOS MATRIARCAS DE LA POLÍTICA,
Y LA  PAZ DE LOS SUBALTERNOS.

Miguel Angel Herrera Zgaib.
Grupo Presidencialismo y participación, Unal, Bogotá.

                                          Desde la semana pasada, la vocería de Claudia López y Viviane Morales se encaraman en la cresta de la ola de la llamada opinión pública nacional, porque disputan en torno a qué pueda ser el adefesio (no edificio) llamado tribunal de aforados, alrededor del cual cruzan argumentos con acerbía, y descubren sus personalidades.

En un país donde la justicia es una especie escasa, y la impunidad una bestia insaciable, estas dos mujeres hacen gala de su interés por ponerle cauce a un país político desbordado por la codicia económica, que ha permitido pasar de la seguridad de los pocos a la prosperidad de los menos, los Sanchos del capital financiero.

En esta batalla de matriarcas, cada una a su modo, quebradoras de prejuicios, quieren hacer un trabajo de cura dosificada de conciencias. Cada una quiere ofrecerle remedios a la enfermedad que aqueja a la sociedad civil en ebullición, seducida por el dinero fácil, y enloquecida por la miseria. 

Pero, no siempre, las dos descubren sus debilidades por sí mismas, teniendo como escena su condición de senadoras, la una del liberalismo, y defendiendo a más no poder su electorado, y la otra, con una dosis de moralina, haciendo otro tanto, para que los herederos de los entusiasmos por Antanas le sigan perteneciendo. 

Me refiero al grupo en que concurren los verdes en su heterogénea alianza política que no encuentra un rumbo creíble, donde bulle un puñado de individualidades con agenda y ambiciones propias.

Verdades en medio de la polémica

Las dos políticas habían estado de acuerdo en el tribunal de aforados, en el interés de castigar a los dirigentes y gobernantes, pero  entre un año y otro creció un mico, que quiere evitar los destrozos causados a la nación por el orangután que se ha amamantado entre la seguridad y la prosperidad, después de la corrupción que inauguraron dos ilustres liberales, César y Ernesto, como bien y caústicamente lo recuerda en presente Fernando Vallejo.

Lo obvio pareciera no prosperar, que sean castigados por sus faltas políticas con juicios políticos, los que tienen responsabilidades en la sociedad política. Para eso está la Comisión de acusaciones, pero es necesario limpiar el establo de Augías; primero, poner en su sitio a tanto delincuente investido de político. León Valencia recordó que hay 70 que mantienen dentro la herencia de la parapolítica, para empezar. 

Y encauzar penalmente, por las conductas punibles a todos incluidos los magistrados de las altas cortes, sin atenuantes. Se trata de democratizar la justicia, y que los jueces respondan por su errores y su inmoralidad dictada por la codicia, que tiene que ver con su interés egoista, satisfecho a como de lugar, con todo tipo de maturrangas y complicidades. 

De lo cual es muestra elocuente el caso del magistrado Jorge Pretelt, un discípulo aventajado del dos veces presidente, Álvaro Uribe, exponente de la chalanería nacional, de la chabacanería y el compadrazgo premoderno, que ha parido este tipo de mayordomía. Pero, como bien lo recordó Vallejo, este estilo ya fue derrotado en su ambiente predilecto, el campo inculto e inhóspite, por la guerrilla de las Farc-ep. 

Viviane, al discutir con Claudia se sacaron los cueros al sol. La una señaló cómo existe la llamada inviolabilidad del voto de los congresistas, que ahora se quiere trasladar, hacer extensivo a los otros dos poderes, legislativo, judicial, y a uno cuarto, el de control, para que los que mandan hasta ahora queden a cubierto, en todas sus trapisondas. 

La otra señaló que en su actuación frente a la absolución de Samper ella reclamó que a éste se le hiciera un juicio político, y no una sindicación penal, pero que ella quedó en la infinita minoría cuando el congreso en pleno votó, en secreto. 

Así que no sabemos cómo votó Viviane, pero sí se puede inferir que no fue por la condena de Ernesto Samper, bajo el supuesto que la Comisión de acusaciones no tiene, ni tiene por qué tener competencia penal. Después de los años recorridos todavía esta diferencia se quiere mantener entre tinieblas en un país repleto de leguleyadas.

La jornada de mañana, 9 de abril, que "celebra" la impunidad de un crimen política, y el inicio de una crisis orgánica del orden de la dominación, tiene un horizonte esquivo delante, la paz, que no puede ser manipulada y convertida como la condena Vallejo como una farsa. De ahí que la paz tenga que experimentar un giro de 360 grados, para que no se convierta en una tragicomedia nacional más. 

Esto quiere decir que la tiene que resolver la comunidad política toda, en un ejercicio político constituyente, con todas las de la ley, y más allá, porque se trata de crearla en común, y sin impunidad ni perdones fariseos. La opción de la otra paz, es la opción de los muchos, no de las mayorías. 

Es el tránsito a la madurez como nación, y no solo se trata de ajustar cuentas con los padres, sino también con las madres. Es un doble ejercicio, es una doble cura, y quizás en esa materia, nos toque por la primera vez, caminar solos, en medio del desierto de lo real. Porque se trata de hacer memoria en nosotros mismos, de lo que está por transformar y transformarlo, sin baberos, mamelucos, seducciones y terrores. Menuda tarea.

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