¿LA COCHA, TERRITORIO DE PAZ ANCESTRAL?
Miguel Ángel Herrera Zgaib
Proyecto Historia de los Subalternos
Con unos queridos amigos viajamos ayer a la Cocha, maravilla cuasi
natural del departamento de Nariño. Territorio en general, donde se concentran
tanto las mayores contradicciones como las potencialidades en este tránsito
nacional de la guerra a la paz.
Esta coyuntura está signada por el
doble gobierno que orienta un burgués bogotano Juan Manuel Santos, economista
de los Andes, y grumete de la escuela naval en Cartagena. Dispuesto a hacer
posible, imponiendo la paz, la negociación neoliberal que, sin embargo, no es
la rendición de la insurgencia subalterna. Así la quería su antecesor, el
ganadero y abogado antioqueño, Álvaro Uribe Vélez.
Pero, en el Puerto, donde comenzamos
la visita a la Cocha, este domingo, nada de aquello se observa a primera vista,
después de haber recorrido una vía pavimentada que la conecta con Pasto, por
algo más de 20 minutos entre la bruma fría y la cálida luz del mediodía.
Este es un descenso tachonado de
verdor, a lado y lado, con la vegetación propia de esta región enclavada en los
Andes colombianos, la que antes estuvo controlada por la insurgencia subalterna
de las Farc-ep, que hace un tiempo se repliega al otro lado de la cordillera.
Descendiendo de las faldas del Galeras
Al inicio de la jornada, el ambiente era frío y neblinoso, pero a medida
que bajábamos se iba abriendo paso la luz, y la temperatura se hacía benigna,
para un calentano como yo, que no se entusiasma con las bajas temperaturas de
buenas a primeras.
Estando en las alturas barajamos con
nuestros anfitriones las posibilidades de ir a uno de tres sitios, al
tradicional Chalet, antes regentado por una pareja suiza ya fallecida, que
abrió este paraje natural al turismo y cuya heredera decidió abandonar. Al
hotel Sindamanoy, propiedad pública, no siempre bien administrada, o
encaminarnos al Puerto, de lo cual, no tenía noticia.
Esta opción fue la escogida, y
recorrimos un tramo cementado, con una modalidad que recuerda los viejos
caminos de herradura, que recorrí siendo un niño, donde se combinaba en lugar
de cemento tierra apisonada con piedra alineada en hileras.
Para llegar a caballo, mula o burro,
según la condición social del jinete, de La Mesa de Juan Díaz hasta San
Joaquín, claro, en otro lugar de la geografía andina, Cundinamarca. Transitando
aquí los dominios de Muiscas y Caribes, y no el suelo de los Pastos y sus
descendientes acampesinados de hoy.
Un híbrido de Ginebra y Venecia
Para llegar al Puerto hay que
atravesar la población del corregimiento del Encano, recorrer algo así como tres kilómetros, a
uno de cuyos lados serpea el río homónimo, que baña los humedales circunvecinos.
A través de un canal desemboca en la
laguna de la Cocha, para alimentarlo como lo hacen otros tantos ríos y
quebradas que bajan del páramo que corona las laderas reverdecidas, pobladas de
líquenes, helechos y fraylejones.
En el camino se puede observar el tipo
de construcciones que colorean el paisaje humano que lo habite. Casas, casi
siempre de dos niveles, combinación de ladrillo, madera, teja y vidrio,
montadas sobre unos pilares de madera, que previenen las inundaciones, durante
la temporada de lluvias, cuando el río regresa a su cauce natural.
(continua)
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