lunes, 28 de diciembre de 2015


¿LA COCHA, TERRITORIO DE PAZ ANCESTRAL?

Miguel Ángel Herrera Zgaib
Proyecto Historia de los Subalternos

                                                  Con unos queridos amigos viajamos ayer a la Cocha, maravilla cuasi natural del departamento de Nariño. Territorio en general, donde se concentran tanto las mayores contradicciones como las potencialidades en este tránsito nacional de la guerra a la paz.


Esta coyuntura está signada por el doble gobierno que orienta un burgués bogotano Juan Manuel Santos, economista de los Andes, y grumete de la escuela naval en Cartagena. Dispuesto a hacer posible, imponiendo la paz, la negociación neoliberal que, sin embargo, no es la rendición de la insurgencia subalterna. Así la quería su antecesor, el ganadero y abogado antioqueño, Álvaro Uribe Vélez.


Pero, en el Puerto, donde comenzamos la visita a la Cocha, este domingo, nada de aquello se observa a primera vista, después de haber recorrido una vía pavimentada que la conecta con Pasto, por algo más de 20 minutos entre la bruma fría y la cálida luz del mediodía.


Este es un descenso tachonado de verdor, a lado y lado, con la vegetación propia de esta región enclavada en los Andes colombianos, la que antes estuvo controlada por la insurgencia subalterna de las Farc-ep, que hace un tiempo se repliega al otro lado de la cordillera.


Descendiendo de las faldas del Galeras


                                                       Al inicio de la jornada, el ambiente era frío y neblinoso, pero a medida que bajábamos se iba abriendo paso la luz, y la temperatura se hacía benigna, para un calentano como yo, que no se entusiasma con las bajas temperaturas de buenas a primeras.


Estando en las alturas barajamos con nuestros anfitriones las posibilidades de ir a uno de tres sitios, al tradicional Chalet, antes regentado por una pareja suiza ya fallecida, que abrió este paraje natural al turismo y cuya heredera decidió abandonar. Al hotel Sindamanoy, propiedad pública, no siempre bien administrada, o encaminarnos al Puerto, de lo cual, no tenía noticia.


Esta opción fue la escogida, y recorrimos un tramo cementado, con una modalidad que recuerda los viejos caminos de herradura, que recorrí siendo un niño, donde se combinaba en lugar de cemento tierra apisonada con piedra alineada en hileras.


Para llegar a caballo, mula o burro, según la condición social del jinete, de La Mesa de Juan Díaz hasta San Joaquín, claro, en otro lugar de la geografía andina, Cundinamarca. Transitando aquí los dominios de Muiscas y Caribes, y no el suelo de los Pastos y sus descendientes acampesinados de hoy.


Un híbrido de Ginebra y Venecia


Para llegar al Puerto hay que atravesar la población del corregimiento del Encano, recorrer algo así como tres kilómetros, a uno de cuyos lados serpea el río homónimo, que baña los humedales circunvecinos.


A través de un canal desemboca en la laguna de la Cocha, para alimentarlo como lo hacen otros tantos ríos y quebradas que bajan del páramo que corona las laderas reverdecidas, pobladas de líquenes, helechos y fraylejones.


En el camino se puede observar el tipo de construcciones que colorean el paisaje humano que lo habite. Casas, casi siempre de dos niveles, combinación de ladrillo, madera, teja y vidrio, montadas sobre unos pilares de madera, que previenen las inundaciones, durante la temporada de lluvias, cuando el río regresa a su cauce natural.

(continua)



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