sábado, 17 de septiembre de 2016

¿QUÉ TRANSICIÓN LA DE COLOMBIA, Y QUIÉNES LA GOBERNARÁN? Miguel Angel Herrera Zgaib. Director Grupo Presidencialismo y Participación, y XI SEMINARIO INTERNACIONAL GRAMSCI, 10-13 octubre de 2016. Demasiado pensamiento revolucionario no se ha planteado el problema de la transición, poniendo solamente atención a la apertura y desconociendo todos los actos del drama que la continua. Derrotar los poderes dominantes, destruir el antiguo régimen, aplastar la máquina estatal – incluso derrocar el capital, el patriarcado, y la supremacía blanca- no es suficiente. “Hardt & Negri, Governing the Revolution, Commonwealth . Harvard University Press, Cambridge, 2009, p.361. En el seminario interno del Grupo de investigación Presidencialismo y participación estamos realizando un ciclo para aprehender el tránsito de la guerra a la paz, con los mayores instrumentos de análisis a nuestro alcance. Durante la semana pasada hicimos una aproximación cruzada a esta coyuntura valiéndonos de la lectura de apartes significativos del trabajo de Antonio Negri y Michael Hardt, Commonwealth, y las contribuciones de Antonio Gramsci en relación con el entendimiento de los procesos de hegemonía social, y la relevancia del concepto y la práctica derivadas de la existencia de un estado integrado, esto es una sociedad política y sociedad civil articuladas. Este último concepto y el enfoque derivado ha permitido entender los procesos del progresismo y los intentos del socialismo del siglo XXI en la región Andino Amazónica, para adelantar la comprensión de procesos tan diversos como los de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Argentina o Brasil, con sus especificidades. La hora de Colombia Un derecho revolucionario es un derecho cuyo objeto es mantener la revolución y acelerar o regular su curso. Condorcet, Sobre el significado de la palabra Revolucionario, en Commonwealth, 6.3. Governing the Revolution, p. 361. En presente, el mayor debate, si lo hay, colombiano gira en torno a la paz, y el asunto del plebiscito; y en qué medida es éste el instrumento idóneo para refrendar el acuerdo de paz bilateral entre el gobierno y las Farc-ep, con la impronta de que si el plebiscito fracasa en las votaciones del 2 de octubre, sólo obligará al presidente de la república. Igualmente, las Farc-ep se adelantó a señalar que proseguirá en la tarea inconclusa de la paz. Confirma la Corte Constitucional con dicho aserto sentencioso, y no hay duda, que nuestro régimen sigue siendo una forma degradada de hiperpresidencialismo, una categoría que hizo circular el jurista constitucionalista argentino Santiago Nino, cuando pensaba los obstáculos de la transición argentina hace algo más de un cuarto de siglo. Él trataba de aplicar los postulados, adecuarlos, tomados de la denominada democracia deliberativa que tenía su factura en el pensamiento del sociólogo y filósofo social, Jürgen Habermas. Hoy, precisamente, al asistir a buena parte de lo que fue el primer acto de la denominada Maratón Pedagógica por la Paz, en el bello y confortable auditorio de la U. Jorge Tadeo Lozano, una iniciativa que es conducida por la rectora María Cecilia Vélez, y la decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Sandra Borda, quien se turna en sus tareas académicas con las actividades periodísticas en televisión. El Conversatorio que se publicitaba se convirtió, por arte de birlibirloque en una suerte de consistorio para agitar los tópicos de la paz, con parte de la delegación del gobierno, que fue escuchada en ese recinto por alrededor de 1.000 personas, porque el aforo del lugar fue respetado milimétricamente. Las preguntas que se recogieron del público asistente fueron un pretexto, porque se congelaron al lado de la moderada, quien traía preparada una agenda de preguntas y repreguntas, que la convirtieron en algo más que moderadora, en una actora junta a Humberto, Sergio, Frank, y Oscar. Ellos jugaron el juego preguntar y contestar, donde el público se identificó con los delegados frente a una información de lo que había pasado con el empresariado del Valle, que según Sandra Borda, había sacado con caras destempladas a la troupe del gobierno. Pero, Frank Pearl la dismintió en el acto, el público aplaudió entusiasmado. El duro ejemplo del vecindario. La noción de revolución pasiva de Antonio Gramsci y sus limitaciones nos ayuda a entender cómo la relación entre la diagonal política y el diagrama biopolítico direcciona el enigma de la transición. Hardt & Negri, Commonwealth, p. 365. Este episodio de la Tadeo es viernes inolvidable, cuando el acto fue tendencia en las redes de twitter, es sintomático de los preliminares de la transición colombiana, tomando a una universidad privada como botón de muestra. Este proceso político y social muy pocos se atreverían a calificarlo de revolucionario, aunque haya más que la sienten como democrático, en la medida en que se le da cabida a un actor subalterno. La contraparte guerrillero subalterna, antes el enemigo, hoy el adversario, si atendemos a los dictados académicos de Chantal Mouffe, que sobrevive a Ernesto Laclau, es la insurgencia de las Farc-ep, la que por algo más de 52 años empuñó las armas contra el estado y el gobierno juntos. Según ellos a raíz de las agresiones sufridas, cuando estaban enmontadas, constituidas como comunidades agrarias de paz. Así lo dejó escrito el ausente más notorio del Caguán, Manuel Marulanda, al inicio de los terceros diálogos de paz, en San Vicente, hace algo más de una década, dejando a Andrés Pastrana con un palmo de narices. Delante de toda la prensa internacional que hacía de notaria de aquellos inicios contradictorios que se cerrarían con los acuerdos de San Francisco de la Sombra, y el secuestro del senador Gechem Turbay, en los “dominios” de las familias Turbay y Pastrana. Sin embargo, para la investigación académica que hacemos de las transiciones y los fracasos de las consolidaciones democráticas en América Latina, el proceso colombiano descentra, problematiza y orienta tales procesos en perspectiva. Esta fue una tarea que tuvo varios pioneros desde los años 70 del pasado siglo, empezando por Europa del sur, donde se probaron los primeros análisis; pasamos luego a América Latina, donde O´Donnell, el equipo de Notre Dame y la fundación Kellogs hicieron sus estudios y simposios. Ellos trataban de acreditar el trámite procedimental de las transiciones democráticas de los regímenes autoritarios, prevalentemente, del Cono Sur. Hubo una profusa literatura que divulgó y explotó esta mercancía académica con teorías de diversas procedencias. ¿Gobernar qué transición? Revolución pasiva, explica Gramsci, es una revolución sin una revolución, esto es, una transformación de las estructuras políticas e institucionales sin que emerja centralmente un fuerte proceso para la producción de subjetividad. Los “hechos” más que los actores sociales son los protagonistas reales. Hardt & Negri, Commonwealth, p´- 365. Pero, en los hechos, lo que ocurrió, sin duda, fue el tránsito a ciertas modalidades de democracia liberal enfrentada con la realidad de las grandes, abismales desigualdades sociales y económicas, que la descuadernaban con el correr de los años; más los ajustes económicos que asfixiaban los procesos políticos en curso, con la secuela de rebeldías que produjeron de México al Perú. En todos los casos los bebés democrático representativos fueron asfixiados casi en la cuna económica. Había que atender a los dictados de las instancias internacionales de posguerra. Si lo antes dicho tiene verdad, lo que circuló como mercancía común luego, según el escalonamiento de los países fue el neoliberalismo, la apertura forzosa, inducida a pie y juntillas, como resultado de la década perdida, con notabilísima pérdida de peso de las industrias autóctonas, desastres en la seguridad alimentaria, con la quiebra en cadena de las agriculturas tradicionales, y la homogenización de un proyecto de globalización capitalista. A este reformismo “desarrollista” bien le cabe la calificación de revolución pasiva del capital, y le fue impuesto a los grupos y clases subalternas, que tuvieron acompañantes y usufructuarios a los bloques dominantes, los gobernantes de estos países, que entronizaron a los capitales financieros transnacionales en el comando de esta nueva forma de dependencia del capitalismo global, como lo denomina, William Robinson. A todas éstas, Colombia ensayó ejercicios de rebeldía urbana, siendo la guerrilla del M-19, la más representativa. Intentó hacer justicia por propia mano, tomándose el Palacio de Justicia, creyendo que ésta sería la palanca que le permitiría mover el mundo de la dominación sobre los subalternos, bajo el lema “Con el pueblo, con las armas, al poder”, luego de una purga de la oligarquía colombiana, hecha con papel periódico para empezar. En esos muros derruidos, incendiados, con más de 100 vidas humanas perdidas, cuyos restos todavía no se encuentran, la justicia se hundió hasta el día de hoy, en el más profundo de los infiernos, la impunidad, y las más grosera mercantilización. Vino enseguida, luego de un lustro, un tratado de paz excluyente, la Constitución de 1991. No sirvió para sellar la paz entre los colombianos. Se convirtió en la consagración de la “Primavera neoliberal”, que un cuarto de siglo después vive el Otoño, junto al patriarca del para-presidencialismo. Que se quiere prolongar en los cuarteles del Invierno de la guerra emprendida bajo la divisa de la “seguridad democrática”, que se resiste a morir, ante los ojos incrédulos de la “prosperidad” al debe, en la que se concreta la nueva negociación de paz con las Farc-ep. La pregunta es entonces, concluimos un proceso de revolución pasiva, y transitamos hacia un proceso de revolución democrática, impulsada, demandada por los muchos, los subalternos, grupos y clases, quienes reclaman una hegemonía social democrática, o volvemos a un nuevo ciclo de revolución pasiva envuelta en una negociación de paz que solo quiere la transformación institucional y política, ayuna de reales procesos de subjetivación. Quizás eso explique por qué en el día de hoy estuvieron ausentes los delegados de las Farc-ep, quienes, en cambio, han vuelto a los predios cercanos de San Vicente del Caguán, en el Caquetá, cuando Florencia se convierte en la capital de la paz colombiana, Mientras tanto, en Bogotá, por separado, la delegación del gobierno, vende la idea de la paz, en ausencia de sus más directos beneficiarios, que quisieran esconderlos en las selvas, lejos de la mirada de los citadinos, quienes habitan las faldas y altiplanicies de los Andes.

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