martes, 14 de noviembre de 2017

LA UNIVERSIDAD DE LA HEGEMONÍA INTEGRAL  Y EL PENSAMIENTO DE RUPTURA.
EN LUCHA POR LA DEMOCRACIA SUBALTERNA GLOCAL.

Miguel Angel Herrera Zgaib
Profesor asociado, U. Nacional de Colombia
Exrector de la U. Libre
Director del Grupo Presidencialismo y participación, y del proyecto Seminario Internacional Antonio Gramsci.

¿A dónde se han ido todos los líderes? Ellos están tras los barrotes o sepultados bajo tierra. Los poderes dominantes y las fuerzas de la reacción  ( a menudo en colaboración con los partidos institucionales de la izquierda) han sistemáticamente apresado y asesinado a los líderes revolucionarios. Cada país tiene su propio panteón de héroes caídos y mártires: Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Che Guevara, Nelson Mandela, Fred Hampton, Ibrahim Kaypakkaya. Usted puede hacer su propia lista. HARDT & NEGRI. ASSEMBLY, Leaderless movements as symptoms of a historical shift. Cambridge. Oxford University Press, pp: 8-9.

                                                                          Estimados colegas, amigos, compañeros de sueños y realidades, les compartimos hoy, un programa/proyecto, ad portas    del XIII Seminario Internacional Antonio Gramsci, del que son parte orgánica los trabajos colectivos y personales de un común hecho de disposiciones singulares y plurales. Es una obra en construcción aún, a pocas horas del acto inaugural, cuando cumplimos una década de luchas y alegrías, tejidas con esfuerzo y disfruto. 

Tenemos la convicción que esta celebración pudo haber sido mejor concebida y tejida, pero las agujas y los hilos de mil colores todavía están en la urdimbre, moviéndose en todas direcciones, y tensando infinitas armonías y ruidos, en procura de un pensamiento de ruptura  y una acción común transformadora. 

En materia de innovación pedagógica, nos la estamos jugando toda por Otra, nueva universidad pública, partiendo de una segunda fundación de la Universidad Nacional de Colombia, 1867-2017,  que se extendió desde las trincheras del radicalismo décimonónico hasta la revolución en marcha de un liberalismo influido en materia cultural y educativa por el Grito de Córdoba que aún resuena con su reclamo subversivo de libertad de pensamiento.

Cuando se cumplen 500 años del reformador Martín Lutero, quien se transformó en la lucha por los derechos civiles invocada por Luther King Jr., inmolado en la década gloriosa e infame a la vez, de los años 60, la de las piedras rodantes donde confluyeron la fiesta, el carnaval de la participación, con la sangrientas, bestiales agresiones imperialistas en todos los continentes.

Siguiendo la saga, restaurada la Universidad Nacional en el espacio social común bautizado como Ciudad Blanca, hemos visto también mancharse de sangre y oprobio este bastión de libertad y militancias de todas las convicciones y calibres. Hasta arribar en 1971, durante una huelga de un año, al cogobierno de la real, la vibrante comunidad universitaria que expandió con el diapasón libertario el mensaje revolucionario para entonar una canción de vida, con un coro de múltiples voces, bajo el conjuro subversivo de dos excepcionales tenores.

Este dúo genial, que resuena en los pasillos de lo Otra universidad, lo componen Camilo Torres Restrepo, fugitivo de las formas convencionales del derecho y la iglesia. Al encuentro de la otra Colombia, la rural, y la poblada por obreros, pobres, humillados y ofendidos, mujeres, niños, lgtbi. Dispuestos los jóvenes y maestros a llevar con Ernesto Ché Guevara de la Serna, una cura medicinal, utópica de todos los males represados por más de 500 años sin cuenta. Años repletos estos de historias de resistencia, subversión y rebelión. Ambos son un ejemplo que se extiende como una larga sombra liberadora. En términos de Antonio Gramsci, todos ellos han esculpido una obra für ewig. Nosotros la honramos hoy, en día.

Razón de sobra para que demandemos pronta justicia y libertad para los presos políticos de nuestras universidades, y de la Nacho, en particular. A ellos y ellas está dirigido nuestro abrazo solidario, en franca rebeldía; acompasado, pese a los errores, con la acción heroica, inclaudicable de los grupos y clases subalternas, sociales e insurgentes, quienes son la garantía, si la hay, de ir más allá de las mezquinas y equivocadas pretensiones de las paces reaccionaria y subalterna. 

Les proponemos a los compañeros, invitados internacionales, que con sus voces y su compromiso contribuyan a refundar por segunda vez a la universidad pública, más allá de claustros y colegiaturas. Una universidad del común que se extienda con su grito y su melodía, para que se oiga desde la gélida Groenlandia hasta el Cabo de Hornos. Una academia heterodoxa que recorra con su eco subversivo las altas cumbres, los valles y planicies de nuestra América. Tierra fecunda y arisca, la de José Martí, Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, de los Jacobinos haitianos, y tantos otros, miles que lucharon y triunfaron en la gesta independiente del siglo XIX, de comienzo a fin. 

Todos tienen en la Cuba socialista, tantos años resistiendo en dignidad, con errores y rectificaciones, una convocatoria incumplida por el resto de naciones, conquistar la segunda independencia. A esta causa gigantesca, la de nuestra América en interlocución global, se debe la nueva universidad, refundada en el tiempo de la paz, la que anima la entrada, la decisión y la creatividad recuperada. La potencia instituyente de los subalternos tiene la palabra. Es a quienes convocamos a construir la paz  y la revolución democrática.

Dispuestos estamos no solo a obtener la autonomía universitaria plena: la financiación suficiente, el autogobierno y la gratuidad de la educación a todos los niveles,  sino dispuestos también a avanzar también en procura de la reforma intelectual y moral. Saldemos cuentas con el pasado oligárquico, confesional y excluyente, y avance con paso firme, lucidez y creatividad en la forja de una autonomía integral, la que pensó y publicitó Gramsci en sus cuadernos, escritos durante miles de noches de vigilia y encierro libertario. 

Refundando él, con el Marx de El capital, con el Lenin de la revolución proletaria, y el Ché de la Tricontinental, de la denuncia de la OEA, impunemente asesinado en una humilde escuela rural de la Bolivia andina, la ciencia política, rescatándola del cerco burgués normalizador, siervo del espíritu del capitalismo y sus metamorfosis, liberales y posneoliberales. 

Haciendo caminar la nueva ciencia de la democracia subalterna, que transforme, revolucione el sentido común. Por un nuevo sentido común, que rompa en la praxis, con inteligencia, tesón, audacia las cadenas de la opresión, hecha de explotación, dominio y subordinación de los subalternos. Desde ese atalaya ofrecemos y compartimos este ejercicio de Escuela autónoma, nutrido de maestros ignorantes, de Zuletas, Zabaletas, Echeverrías, Mariáteguis, Martís multiplicados al infinito.

Invitados a enriquecer las voces subalternas, en los mensajes escritos, audiovisuales del proyecto Pensamiento de Ruptura, la IGS-Colombia, y la red de estudiosos latinoamericanos Sociedad GlobAL Gramsci, SGG, que a partir de ahora se hace revista cotidiana de lo coyuntural y estructural, necesarios para la construcción vigorosa, diversa de un intelectual colectivo orgánico a todas las luchas por la emancipación y liberación que desde América se levantan en coro para invitar a los habitantes globales, a romper el yugo del capitalismo global, a sepultar todas las discriminaciones, exclusiones, desigualdades y opresiones, para transitar con paso firme las avenidas de lo común en sus múltiples formas. 

Desde el mirador de Colombia, que se debate por obtener el triunfo definitivo de la paz. En esta dura, cruenta guerra de posiciones democrática que marca el tiempo de posguerra que vivimos, experimentamos entre los Acuerdos de La Habana, y lo que ahora se construyen desde Quito, en interlocución con la insurgencia subalterna, que se dispuso a librar con todos, sin imposiciones, con pasión por la verdad situada. 

Demandamos todas las solidaridades posibles continentales, regionales, locales para triunfar. Para que el año 2018 sea un botón de muestra, de la potencia constituyente e instituyente del nuevo país, de la universidad para todos, donde se juntan el pensamiento académico, crítico y de ruptura en la tarea común de extender el nuevo mundo a todos los confines, haciendo efectiva la revolución contra El Capital, de la que habló con juvenil elocuencia, Antonio Gramsci.

Nuestro interlocutor válido, provocador, de días y horas. Tal ha sido el proyecto del Seminario Internacional Antonio Gramsci, nacido en la Universidad Nacional, concebido desde los espacios libertarios de la Universidad Libre. La que queremos se abra para todos los colombianos, a lo largo de estos años que se cuentan entre el 2007 y el 2017. 

Los que celebramos con el concurso de todas las generaciones, durante estas tres inolvidables jornadas, en un mítico tiempo liberador, de revoluciones, contadas más allá de los calendarios convencionales. Citándonos en el Auditorio Camilo Torres Restrepo, y en la Plaza de la Memoria Viva. 

Adentro y afuera de la Ciudad Blanca donde se juntan la melodía transformadora, el contrapunto creador de la reforma y la revolución, con los pioneros de la educación laica y libre en la Gran Colombia de Bolívar y Santander. Seguida por la vocería múltiple de los forjadores de las reformas liberales socializantes del radicalismo de los Estados Unidos de  Samper y Santos Acosta. 

La Nacional de Bravo Pérez, Arciniegas, Gaitán y López, contrarias a la hegemonía conservadora. La universidad moderna, de la libertad de expresión, cultora de la razón, del pensar por sí mismo de Molina, Villazón y los estudiantes en lucha contra la oligarquía y la dictadura. 

La universidad eco y émulo de las luchas por la liberación y la revolución, que aprende del ejemplo de China, Argelia, Cuba y Vietnam, con la presencia de Camilo, Gabo, Fals Borda, Almarales, Martínez Quiroz, Romero Buj. Para recordar, apenas, unos cuantos que reflexionaron desde estos salones, y trajinaron en los espacios de la sociedad política y la sociedad civil la suerte de las revoluciones en América Latina. 

Hasta llegar a los años 70, el tiempo del programa mínimo de los estudiantes colombianos y el fugaz pero ejemplar cogobierno democrático en la Universidad Pública; la lucha posterior contra los rectores policías, bajo la resistencia de la generación rebelde y libertario de los "sin permiso" que se cierra con la toma y la destrucción del Palacio de Justicia, en la retoma político militar de noviembre de 1985. Una herida abierta, supurante que no cauteriza, por la podredumbre que se difunde a granel en la inocultable corruptela de los poderes públicos, que son contadas excepciones.

Con la vuelta de tuerca, cercana del año 2011, con la comunidad estudiantil, con la multitud ciudadana, auto-organizada en la Mane,  y las  mingas indígenas  protestando en las calles, aulas, plazas y carreteras, por una parte; y en desobediencia civil, animada por la dignidad de figuras individuales como el maestro Gustavo Moncayo, quien recorrió a Colombia de sur a norte, en rebeldía contra la guerra fratricida.

Es el antecedente ejemplar de la universidad movilizada que responde a la contrarreforma universitaria y cultural, y al abandono descarado y cínico de la educación pública a todos los niveles. Que revive y amplía la lucha del programa mínimo de 1971, y fracasa en el Congreso, cuando propone una ley de reforma para la educación superior. 

De otra parte, en el campo, cambiando de escenario, se libra la resistencia contra la política de arrasamiento lanzada contra el campesinado armado, que defiende la reducida reforma agraria, y las formas de subsistencia de pobres del campo y la ciudad que se auto-emplean y trabajan en la producción y reproducción de los cultivos ilícitos que garantizan su precaria resistencia, frente al avance de los megaproyectos agrícolas y mineros. 

Aquí se produce la inflexión de 2008, que detiene con el uso de las armas, y la táctica de guerra de guerrillas, los bombardeos y la política de tierra arrasada. Aparece la interlocución de un exuniversitario, Alfonso Cano, un estudiante de antropología de la Nacho de los 70, Guillermo León Sáenz, quien es el secretario político de las Farc-Ep, heredero de Manuel Marulanda, quien reclamó con firmeza, en sus últimos años de vida, no la humanización de la guerra sino su terminación, habiendo sido protagonista de primera fila, de las auto-defensas campesinas que enfrentaron a la gran violencia, desatada después del asesinato del líder reformista Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.

Es la encrucijada del medio siglo pasado, y comienzo de la crisis orgánica del régimen político bipartidista productor y reproductor del capitalismo periférico y dependiente, impuesto al fin de la segunda guerra mundial, por el nuevo hegemón continental y mundial, los Estados Unidos de Norteamérica.

Cano fue interlocutor del actual presidente, el entonces ministro de defensa, Juan Manuel Santos, quien ya contaba con el beneplácito del gobierno del demócrata Barack Obama, para parar la guerra sucia que se extendía sin cuartel del campo a las ciudades, con más de 3.000 asesinatos de población civil, en un impune ejercicio de terrorismo de estado, de práctica generalizada del estado de excepción de hecho y de derecho, que sigue hasta nuestros días.

Cano fue sacrificado, cuando llevaban varios años de conversaciones secretas, que continuaron con el recien electo presidente, quien autorizó desde Bogotá su sacrificio, su asesinato, cuando estaba sitiado e indefenso en un paraje de los Andes. Entonces, la universidad en resistencia, en rechazo contra la guerra, y los asesinatos de civiles indefensos, y de activistas políticos de todo tipo volvió a las calles, para contrarrestar las manifestaciones convocadas por la reacción. Alcanzó un nuevo momento con el apoyo al paro agrario nacional, que mostró el poder del campesinado organizado frente al despojo y el expolio de la agro-industria transnacional.

Es el rechazo exitoso a la guerra fraguada durante los gobiernos de la guerra contra los subalternos sociales e insurgentes que arranca con el fracaso de la paz en el Caguán, y se amplía con acción de liquidación lanzada contra las guerrillas rurales por el régimen parapresidencial de la "seguridad democrática".  Es el punto de inflexión, donde el mundo rural consolida el tránsito a la paz de Colombia, que impidió la derrota de la insurgencia subalterna y su resistencia armada en las retaguardias, asediadas por los bombardeos y el espionaje electrónico conducido por los gobiernos estadounidense, británico e israelí. 


La universidad pública, la otra universidad, la que se solidariza con la causa de los subalternos, que es su causa, salió de nuevo a respaldar la lucha del magisterio contra el plan de contrarreformas agenciadas desde el ministerio de educación que condujo a la caída de la ministra Gina Parody, pero que no tuvo hasta hoy la fuerza suficiente, para impulsar una verdadera reforma de la educación pública en los niveles elemental y de secundaria. Como tampoco la han tenido por separado las movilizaciones indígena, campesina, de transportadores de carga, y de pilotos hasta nuestros días.

Tampoco fue suficiente su prédica y su compromiso para contribuir al triunfo del plebiscito en apoyo a la negociación de paz, que se perdió por algo más de 52.000 votos. Pero sí, su salida al lado de jóvenes, mujeres, ciudadanos del común, para reclamar en las calles y plazas de Bogotá y las grandes ciudades para respaldar los acuerdos de La Habana, que condujeron a que el presidente utilizara  los poderes ejecutivos para refrendarlos.

Sin embargo, estamos en noviembre, y por todos los medios, se busca el naufragio de la JEP, la Jurisdicción especial para la paz, y la participación política de la Farc, el partido político creado por la insurgencia subalterna después de la dejación de las armas pactada, y de las víctimas de la guerra que dura más de medio siglo. 

Se han puesto talanqueras a la paz subalterna, por lo que la lucha de la Universidad colombiana enfrenta un nuevo desafío, que conquiste su renovación plena. Es una tarea de gigantescas proporciones, que exige una disputa contra-hegemónica en el campo y la ciudad; demanda una profunda reforma intelectual y moral que sacuda los cimientos reaccionarios y los intereses del gran capital transnacional. Reclama de todos los universitarios imaginación y rigor en la praxis guiada por el pensamiento de ruptura. 

Esta es la universidad con la que nos identificamos, y la escuela autónoma que es el Seminario Internacional Antonio Gramsci, que invita a multiplicar la praxis horizontl de auto-gobierno, auto-gestión, que, además, reclama, con urgencia, sin claudicaciones, la constitución de un frente común para ganar con el múltiple partido de la paz, en enfrentamiento con el partido de la guerra, el ciclo de elecciones en 2018. 

Esto quiere decir, ganar la presidencia de Colombia, y obtener el mayor número de congresistas que defiendan e impulsen la paz subalterna. Lo que supone preparar, agenciar y realizar en paralelo un ejercicio nacional  de Constituyente Social que materialice de una vez por todas el compromiso signado en 1991, en el artículo 13, y el bloque de constitucionalidad que lo tiene por centro. 

De dicho proyecto es parte orgánica y punta de lanza, el instrumento de la Constituyente Educativa, donde la Universidad Nacional en sus 150 años es gestora, y animadora de primera línea, en ejercicio de la academia militante, con pasión por la verdad, y compromiso transformador con la causa de los muchos; es decir, con 48 millones de colombianos, afectados por la fórmula capitalista que multiplica la desigualdad, la exclusión, la discriminación y el sectarismo de toda laya.

Desde este mirador, reclamamos solidaridad y compromiso con la academia militante, con el pensamiento de ruptura en interlocución horizontal y directa con la revolución democrática del trabajo contra el capital, en búsqueda de una contrahegemonía integral que aprende y corrija los errores y fallas de la onda progresista en su disposición por hacer reales las conquistas socialistas.

Estas no son punto de llegada, sino trincheras y casamatas en la construcción de la sociedad civil de abajo. Se trata de conseguir la hegemonía cultural y social, el buen sentido que potencia el nuevo sentido común de los subalternas,  movilizados en enjambre plural, reunidos en asamblea, subvirtiendo el orden corrupto, inmoral que rinde culto a la guerra, el despojo de la naturaleza, y el hambre y la miseria de los muchos.



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