El día que se hundió la Social democracia alemana.
Miguel A. Herrera Zgaib
Lara Feigel hace para The Guardian una reseña del libro de Klaus Gietinger, escrito en 1993, y traducido ahora al inglés por Loren Balhorn. Es una publicación de Verso, la editorial de New Left Review, al cumplirse 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo en Berlín, cuyo cuerpo exánime fue arrojado en el canal Landwehr, en enero de 1919.
La investigación de Gietinger que contiene el libro ofrece las pruebas de quienes fueron los autores materiales e intelectuales del asesinato, sin que haya en la reseña mención a lo que ocurrió con Karl Liebneckt. El asesinato fue ordenado por el general Waldemar Pabst, de la Unidad Paramilitar de Elite, GKSD, y lo ejecutaron oficiales de la misma.
La reconstrucción del crimen señala a Herman Souchon como quien mató a Rosa, con un disparo de pistola en el temporal izquierdo. Antes ella fue golpeada en la cabeza por Otto Runge con su rifle de dotación. Ya muerta, el cuerpo fue arrojado por otro oficial, Kurt Vogel, al canal Landwehr.
En el juicio inicial, en la corte, en mayo de 1919, se operó una farsa, que selló, de manera aparente la tragedia. En los años 60, el general Pabst, asumió la responsabilidad de ordenar el asesinato de Luxemburgo y Liebneckt, los dirigentes espartaquistas.
Waldermar reclamó que junto con el ministro de defensa, el socialdemócrata Gustav Noske, deberían ser honrados por la nación alemana. Él señaló también que el autor de la muerte de Rosa fue Souchon, y no Vogel. En el libro se prueba que, en efecto, Souchon fue el autor, pero él rechazó entonces la denuncia de Pabst, ganó el proceso; y el asesinato tanto de Rosa como de Karl se mantienen hasta hoy en la impunidad.
Waldermar reclamó que junto con el ministro de defensa, el socialdemócrata Gustav Noske, deberían ser honrados por la nación alemana. Él señaló también que el autor de la muerte de Rosa fue Souchon, y no Vogel. En el libro se prueba que, en efecto, Souchon fue el autor, pero él rechazó entonces la denuncia de Pabst, ganó el proceso; y el asesinato tanto de Rosa como de Karl se mantienen hasta hoy en la impunidad.
Pero, Lara Feigel se pregunta en su reseña, de manera contra fáctica, ¿qué hubiera pasado con la revolución alemana, si no hubieran asesinado a Rosa?. Ella destaca, primero, que no había acuerdo en los máximos dirigentes espartaquistas, porque Luxemburgo aún le daba crédito a la democracia parlamentaria, mientras que Liebneckt reclamaba la acción directa.
Ella ya había cuestionado el curso de la revolución bolchevique, conducida por Lenin y Trostky, cuando estos sólo permitieron la libertad para su propio partido, en el escrito sobre La revolución rusa. Para ella, en suma, la huelga general era un primer paso y la revolución aún tenía que esperar.
En cualquier caso, este doble asesinato marcó el derrumbe, la tragedia de la República de Weimar, que terminaría dándole paso al nacionalsocialismo, y la llegada de Adolfo Hitler al puesto de canciller, con la imposición del nazismo, y el posterior desenlace de la II Guerra Mundial.
La Socialdemocracia alemana, por propia cuenta selló el camino hacia la sociedad socialista que prometía de palabra alcanzar por medios pacíficos, al modo como lo había sostenido Eduard Bernstein, en abierto debate con los comunistas rusos.
El revisionista estuvo en contravía de los signatarios de las 21 condiciones establecidas por la III Internacional conducida por Lenin, cuando los comunistas se opusieron a la guerra, y a los créditos de guerra en Alemania, y en todos los lugares donde tenían una vocería minoritaria.
El revisionista estuvo en contravía de los signatarios de las 21 condiciones establecidas por la III Internacional conducida por Lenin, cuando los comunistas se opusieron a la guerra, y a los créditos de guerra en Alemania, y en todos los lugares donde tenían una vocería minoritaria.
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