lunes, 12 de julio de 2021

 

PARTE III

La contradictoria lucha de los Subalternos por la autonomía en Colombia, 1928-1947.

“Este grupo teniendo en cuenta el espíritu de los trabajadores de las bananeras y la irreflexión de  Mahecha, acordó que tanto el camarada Castrillón como yo (Argemiro Becerra) debíamos trasladarnos a Ciénaga con el fin de controlarle lo más que se pudiera.”[1]

Durante el periodo que cierra 1933, se dieron múltiples luchas proletarias, campesinas, indígenas, y de sectores artesanales, y estudiantiles, que hicieron posible el ciclo revolucionario y después el desenlace reformista hegemonizado por la corriente browderista. En todo caso, de aquellas acciones obreras, campesinas y estudiantiles en menor medida surgieron las primeras formas de auto-organización subalterna.

Todas se tensionaron al final de los años 20, en el periodo 1928-1930, para enfrentar la monarquía oligárquica que aparecía blindada, así lo parecía, por la fórmula de la constitución de 1886. Su corazón era el Código Civil que reproducía en buena parte lo que escribiera Andrés Bello para el mismo fin en Chile (1832), y su mente estaba enajenada al espíritu conservador y antimodernista plasmado en el Concordato de 1887, que aún se mantiene con algunas enmiendas menores.

 Hubo también una experiencia revolucionaria que, a su modo, aprendía y proyectaba en territorio ajeno las enseñanzas de la revolución rusa, como en el siglo XIX lo hizo el proyecto del general Melo y las Sociedades Democráticas, después de las fracasadas revoluciones burguesas europeas de 1848 a 1853.

El nuevo ensayo insurreccional era un intento de articulación entre sectores herederos del radicalismo liberal, en cabeza de uno de los tres directores del liberalismo, el general Cuberos Niño, y los intelectuales de avanzada del socialismo, que en Colombia empezó bajo una impronta cristiana, con Madiedo.

El núcleo ideológico abrevaba del socialismo reformista, que en el inicio del siglo XX hasta tuvo un partido de corta existencia. Y lo sucedió el socialismo revolucionario, de base obrera de puertos y obras públicas, con su partido el PSR, que consiguió presencia electoral y acción directa en las principales ciudades, y en menor medida en el campo.

Sin embargo, aquella dirección subalterna no logró resolver de manera democrática la conducción de su lucha, y se embarcó en las tentaciones del putchismo. Esta sacrificó la autonomía de clase, pero, sobre todo, estuvo afectada por la incomunicación, falta de deliberación y la precaria financiación más la forzosa itinerancia de sus dirigentes históricos.

Eran figuras más que visibles para la reacción regeneradora, que implementó la reforma militar y policial que realizó la dictadura constitucional del general Rafael Reyes, quien contrató a la misión militar chilena de raigambre prusiana.

En concreto, tales desajustes estratégicos y tácticos de la breve existencia del PSR, en buena parte, los ilustran el registro de los desacuerdos entre Tomás Uribe Márquez y parte de la dirección del PSR, a raíz de su alianza con el prominente general liberal Cuberos Niño, para organizar la fracasada insurrección de 1929.

En parte, dicha acción estuvo afectada por la perniciosa injerencia del Komintern, que después del Frente Único de Lenin, - que se ensayó durante pocos años -, volvió con José Stalin a insistir en la estrategia de lucha de clase contra clase, en parte atizado por el derrumbe de Wall Street.

A contrapelo, en medio de tales afugias, internas y externas, el pensamiento y la acción de Raúl Eduardo Mahecha se hizo, en cambio, responsable de la lucha sindical y antiimperialista. No participó del golpe y los preparativos. Pero este asunto exige un estudio especial y más detallado.

No aparece claro, todavía, que Mahecha diera aprobación al levantamiento armado. Conviene también hacer luego un ejercicio reflexivo, un parangón con lo que ocurriera con los comunistas Karl Liebknecht, 1871-1919, y Rosa Luxemburgo,1871-1919, en la fracasada experiencia espartaquista putchista durante la República de Weimar, diez años antes del primer levantamiento armado subalterno colombiano del nuevo siglo. En este caso, el resultado fue la muerte violenta de los dos revolucionarios, con la indiferencia del presidente socialdemócrata.

Es reconocible, igualmente, al interior del PSR, la presencia de un ala reformista, que ante las derrotas de Bananeras y la insurrección en el Líbano (Tolima), propuso una dirección diferente, buscando acuerdos electorales con el liberalismo más “civilista”. Todo agravado por la presencia del burocratismo de los delegados del Komintern. Esta fracción dirigió los estertores del partido en forma breve.

Afincado en Buenos Aires, el secretariado latinoamericano, hizo sobre todo una función de comisariado político y limpieza “revolucionaria”. Bajo los dictados de un migrante italiano Vittorio Codovilla, 1894-1970, una réplica de Stalin tropical, ayuno en su nueva patria de cualquier participación revolucionaria inmediata, que en cambio sí tuvo el dictador georgiano conspirando y haciendo la revolución.

Victorio se convirtió pronto en ejecutor obsecuente del Termidor soviético en aras de preservar la nación rusa, por sobre todas las cosas, no solo en América Latina, sino también en España durante el tránsito dramático de la república española, en donde participó del desplazamiento de la dirección del partido comunista español que encabezaba José Bullejos.

Tal fue la antesala a un nuevo viraje, que empieza a concretarse en lo organizativo entre 1933/1934. En lo principal se correspondía con la continuidad de la República Liberal, y el anuncio de la candidatura del reformista Alfonso López Pumarejo, hijo de banquero, y dedicado al negocio internacional del café, por una parte.

Tuvo el apoyo del PCC, por otra. Afectado vivamente por lo que ocurría en Europa con el ascenso del fascismo y el nazismo, y la disposición de la Komintern para la defensa de la Unión Soviética, que al efecto lanzó la táctica de los Frentes Populares que el PC de Colombia acogió, y hasta cambió su nombre por el de Partido Socialista Democrático.

Era el remedo político de la NEP leninista, esto es, la nueva política de los Frentes Populares, una forma abierta de colaboración en Colombia, cuando antes, con las alianzas con liberales, a la cola de estos. Actuaciones que pocos años atrás habían producido la condena, el extrañamiento y defenestración de valiosos dirigentes. Uno de ellos, que incluso fue secretario del PSR por breve tiempo, dio su paso abierto al liberalismo.

Otro tanto pasó con la experiencia del liberalismo socialista de un notable joven político, y abogado laboralista, Jorge Eliécer Gaitán que fundó la UNIR, la Unión Nacionalista Izquierdista Revolucionaria, para mostrar  a las claras, su separación del internacionalismo comunista,[2] y que luego de un modesto resultado electoral.

Ante la magra cosecha electoral decidió aplazar su credo de Ideas Socialistas,[3] que escribiera como estudio para su tesis de abogado en derecho de la U. Nacional, cuando tenía 21 años, durante el periodo final de la Regeneración. Gaitán disolvió la UNIR, y aceptó la participación política con el gobierno de Alfonso López Pumarejo, que lo nombró alcalde de Bogotá (1936). 

Luego Gaitán aceptó ser Ministro de Educación, cuando fracasó su gestión de alcalde, cuando enfrentó sin éxito una huelga de taxistas que no aceptaron sus imposiciones, que algunos calificaron de fascistas, recordándole para desacreditarlo su estadía en la Italia de Mussolini.[4]

Poco a poco Gaitán se convirtió en liberal, hasta que obtuvo la dirección de su partido, que recibió de manos de Eduardo Santos, después de competir por la presidencia contra otro liberal, éste sí de arranques marxistas en su juventud, Gabriel Turbay,[5] con quien unieron fuerzas en el congreso para contribuir en el derrumbe de la hegemonía conservadora.  

Jorge Eliécer ganó las elecciones municipales de 1947 con una gran, pero movediza, incierta mayoría. Así se probó al pasar a impulsar la aprobación del programa de reformas llamado “Plan Gaitán”, con el apoyo ideológico y conceptual de quien fuera creador de la Liga de Acción Política (1942-1944), el abogado y economista Antonio García Nossa.[6]

Estaba clara la urgencia de la reforma económica y social, en procura de la igualdad social, y el desarrollo de la industria nacional, pero no era así para la mayoría de las corrientes de la izquierda criolla y el liberalismo.

Se entraba en un tiempo al que Gramsci denominó en la Italia de los años treinta una estrategia de guerra de posiciones en el horizonte político, sin que pudiera desterrarse la amenaza de guerra. La Unión Soviética de Stalin se había consolidado en sus fronteras, a las puertas de Polonia, quería protegerse del avance impetuoso del militarismo alemán conducido por el canciller Adolfo Hitler. Es lo que arguyó al inicio. Luego hubo la ocupación de Polonia.

Mientras tanto, este país se convirtió en un cerrojo,[7] a la vez que posible, apetecible presa para dos potencias nacionales en ascenso, nacidas del Tratado de Versalles. La Alemania de posguerra y la Rusia soviética bajo la égida de Stalin, el “padrecito”, quien eliminó a la vanguardia bolchevique, diezmada, arrepentida y liquidada en los juicios de Moscú.

La Komintern, sus delegados, trataron a los partidos de América Latina como hermanos menores, y, hasta cierto punto, como masa de maniobra para fortalecer la hegemonía de Rusia soviética sobre el movimiento comunista internacional. Los comunistas de Colombia no fueron para nada la excepción.

El PCC se presentó en la nueva etapa a elección con candidato propio, Eutiquio Timoté con una precarísima votación en 1934. La presidencia la ganó López Pumarejo. El PC aplicó entonces la política del frente popular antifascista. Obreros comunistas y liberales utilizaron como organización mediadora a la CTC, cobijada por la reforma laboral del nuevo presidente. Orientada por el ministro Adán Arriaga. Se juntaron las  bases obreras en apoyo de la República Liberal y la autodenominada “revolución en marcha”.

Esta política, en su realidad y proyecciones, resulta ser, en perspectiva, una clarísima muestra de revolución pasiva a la colombiana. Esta consistió en que la elite liberal dirigida por Alfonso López, y las audacias menores de 30 años, que presidía el nuevo bloque dominante en el gobierno, 1934-38, realizó una exitosa cooptación y transformismo capilar y molecular de la dirección subalterna que conformó la dirección comunista durante los años treinta.

El nuevo secretario, el líder portuario Augusto Durán, hasta cambió el nombre del PCC por Partido Socialista Democrático, PSD, en su Tercer Congreso;[8] y hasta prohibió el ingreso de intelectuales al partido. En lugar de los anteriores dictados de la lucha de clases, aplicaba las tesis del browderismo estadounidense, de colaboración entre clases antagónicas, con todas sus inconsecuencias. Ellas condujeron al apoyo electoral de Gabriel Turbay, y el señalamiento de Gaitán como proto fascista.

El resultado a la vista fue la derrota Liberal frente al Conservatismo que se presentó con un único candidato, y había aprendido de su derrota, que puso fin a la hegemonía regeneradora en la elección presidencial del 1930.

Este accionar, además, colocó a los comunistas y trabajadores a la cola del reformismo liberal encarnado por el centenarismo de Alfonso López Pumarejo, quien se pretendía revolucionario en campaña pública. Hubo así una gran confrontación al interior del PSD que enfrentó a la dirección del obrero Durán con el grupo del “intelectual” manizalita Gilberto Viera White.

Aquella disputa la zanjó el Congreso de Bucaramanga, donde sube la estrella del “intelectual” Gilberto Viera y sus aliados. Éste, a su turno, prolongará una dirección monolítica, antes y después de muerto Stalin, casi sin sobresaltos hasta el año de 1993.

Este será otro periodo por examinar, el que correrá entre 1948-1994. La primera fecha marca el desastre político del primer ensayo democrático nacional. El brote popular insurreccional es ahogado en fuego disparado por el ejército, que engañó primero a los protestantes, quienes reclamaban cuentas al presidente Mariano Ospina Pérez ad portas del palacio presidencial. El asesinato, el engaño y la masacre siguientes de los subalternos sublevados, abrieron una transición cruenta y una larga guerra civil interna, que primero se vistió de bipartidista, y luego se fue diferenciando y radicalizando.

Tales definiciones serán después de celebrado el pacto del Frente Nacional, un acuerdo excluyente, consociacional interélites, que ejercita muy pronto acciones contra los rebeldes subalternos, dándole paso a la guerra social de arriba, que la prueban no solamente contra los “bandidos” sobrevivientes del tiempo de la violencia, sino contra la insurgencia subalterna organizada ahora como resistencia comunista en zonas nuevas de asentamiento campesino por el encuentro de columnas de desplazados de campos y ciudades.[9]



[1] Ver al respecto lo escrito por Becerra al Comité Ejecutivo Nacional Ampliado del PSR, para descubrir la problemática interna de su dirección, que a la postre condujo a su división, e ineficacia en la acción en los principales frentes, el sindical y el político insurreccional. Revisar Liquidando el Pasado, Op. Cit., ps. 53-55.

[2] Al respecto es significativo el debate que al interior de los Nuevos sostuvieron Luis Tejada, comunista leninista, y Jorge Eliécer Gaitán, quien se autodefinía a comienzos del siglo pasado como un socialista liberal.

[3] La tesis de J.E. Gaitán se titula Las ideas socialistas en Colombia

[4] Lo que sí es cierto es la participación de Enrico Ferri, un antiguo socialista, quien fuera después diputado fascista, de lo que muy poco se sabe que Gaitán hubiese comentado o aclarado alguna vez, luego de su regreso de Roma, donde obtuvo su doctorado en derecho penal.

[5] Gabriel Turbay hizo parte de los círculos marxistas que organizó el notable periodista antioqueño, Luis Tejada, quien escribió regularmente la columna Gotas de Tinta, en el diario El Espectador, con cuyos propietarios estaba emparentado.

[6] De esta Liga de Acción Política de la que participaron Gerardo Molina, Mauro Torres, Darío Samper, Agustín Aljure Ramírez, entre otros. Luego creó el Movimiento Socialista Colombiano.

[7] Mediante el Tratado de No agresión Molotov- Von Ribbentrop, firmado en Moscú el 23 de agosto de 1939. Hubo incluso amagos de entrada de la Unión Soviética en el Eje del que hacían parte con Alemania, Italia y Japón.

[8] Conviene hacer constar que de esta experiencia hizo parte el líder Luis Alberto Morantes, 1924-1990, luego conocido como Jacobo Arenas, en la experiencia de la guerrilla de las Farc, luego Farc-Ep hasta su fallecimiento. Él mismo había promovido crear otro Partido Comunista a raíz de la escisión de Bucaramanga, pero fue una experiencia de cortísima duración. Antes, en su juventud, fue soldado del Batallón Guardia Presidencial, 1938-1945.

Es muy importante leer al respecto de este periodo los trabajos publicados sobre la historia del PCC, en dos volúmenes,1980 y 1989. Tomos que estuvieron a cargo el historiador Medófilo Medina y un grupo de investigadores del CEIS.

[9] Allí se probarán los oficiales que orientaron al Batallón Colombia en la guerra de intervención en Corea, entre 1950 y 1952. En particular, el coronel José Joaquín Matallana, quien había estado al mando del capitán Álvaro Valencia Tovar en las acciones bélicas de Corea, de cuyo diario se está haciendo publicación reciente por su familia.

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