PONENCIA PARA el VI CONGRESO ALACIP, 12-14 DE JUNIO. QUITO,
ECUADOR.
SUBALTERNIDAD Y
MULTITUDES COMO ACTOR POLÍTICO.
PRIMERA PARTE
AUTOR: MIGUEL ANGEL
HERRERA ZGAIB[1]
PRELIMINARES
“Por la propia concepción
del mundo se pertenece siempre a un
determinado agrupamiento, y precisamente al de todos los elementos sociales que
participan de un mismo modo de pensar y de obrar. Se es conformista de algún
conformismo, se es siempre hombre masa u hombre colectivo. El problema es éste:
¿a qué tipo histórico pertenece el conformismo, el hombre-masa del cual se
participa?
Antonio Gramsci, Nota I, en: Introducción al estudio de
la Filosofía y del materialismo histórico. Premiá Editora. México, 1981,
p. 8.
Durante la primera mitad de
los años 70, cuando el estado de sitio
era una constante institucional colombiana, empecé a participar de un grupo
juvenil universitario, Núcleos 21 de abril, que luego hizo parte del fallido
proceso de la Unión Revolucionaria Socialista, la URS. Esta organización
pretendía convertirse en partido político articulando un conjunto de
agrupamientos y núcleos marxistas de diferentes vertientes del espectro
socialista, desde pro-castristas, y camilistas comprometidos con la teología de
la liberación hasta seguidores del marxismo, leninistas, trotskistas, y
pro-chinos movidos por la revolución cultural del gran timonel, y su ruptura
con la hegemonía de la Unión Soviética.
Encarnábamos como precipitado la fractura política de la hegemonía
liberal-conservadora ejercida sobre dos sectores sociales específicos, jóvenes
y trabajadores intelectuales, expresiones sí de la contrahecha y postergada
modernidad plena que aún sufre Colombia.
Aquella fractura era el producto de una crisis de
representación en la sociedad tradicional, un fruto de la crisis de hegemonía
cultural que se tradujo en la separación de los sectores medios educados del
bloque de poder y su proyecto de paz y progreso llamado Frente Nacional, nacido
dizque para acabar con la violencia partidista.[2]
INCUBACIÓN DE LA REBELDÍA SUBALTERNA
“En ciertos momentos
de su vida histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos
tradicionales. Esto significa que los partidos tradicionales, con la forma de
organización que presentan, con los determinados hombres que los constituyen,
representan y dirigen, ya no son reconocidos como expresión propia de su clase
o de una fracción de esta.
Cuando tales crisis se manifiestan, la situación inmediata se
torna delicada y peligrosa, porque el terreno es propicio para soluciones de
fuerza, para la actividad de potencias oscuras, representadas por hombres
providenciales o carismáticos”. Antonio Gramsci, Observaciones sobre algunos aspectos de la estructura de los partidos
políticos en los periodos de crisis orgánica, p. 361.
La acción de la izquierda en Colombia expresaba una conducta transversal
que movilizaba a sectores empobrecidos y excluidos de la clase media, y con
ésta a grupos de trabajadores y sectores populares desplazados por la gran
Violencia, y también a habitantes de los cinturones de miseria de cuatro
grandes ciudades, Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali. A todos ellos se les
intentaba comprender como a un pueblo. Aquellos proyectos de la izquierda
incipiente eran reprimidos violentamente e ilegalizados siempre que resistían a las imposiciones de una sociedad
ultra conservadora, que lo era antes y lo sigue siendo ahora.
Aunque a la fecha, después de pasar dos periodos de seguridad
con el expresidente Álvaro Uribe, el sucesor Juan Manuel Santos implementa un
alivio focalizado, un viraje que quiere aclimatar “la tercera vía” de la
prosperidad, interpelando a los desplazados, y a los más pobres de los pobres,
de los cuales, 100.000 familias, dice, serán beneficiarias de vivienda gratuita durante
este gobierno. Claro, ninguno de los dos dirigentes del bloque de poder
oligárquico burgués, prescinde de auto-llamar gobiernos democráticos a sus
coaliciones al comando del Estado.
Para la pequeña burguesía intelectual, escindida de la
conducción bipartidista del Frente Nacional, hacer la revolución era el primer
mandamiento del nuevo credo laico. Las universidades e instituciones secundarias
fueron los templos donde se alimentó la mayor parte de aquella herejía
ideológica, de las cuales se desprendieron los primeros predicadores de la
buena nueva. Tuvimos delante el espejo agónico del guerrillero heroico y ateo,
junto a imaginarios del compromiso con
la caridad cristiana representados por los curas del Golconda, y el padre
Camilo Torres Restrepo.
Hubo para todos los gustos y compromisos militantes durante
ese periodo de incubación. Emergieron figuras múltiples fractales del
heterogéneo campo de la izquierda que alcanzaron proyecciones
transcontinentales. En primer lugar, en la cadena sacrificial estuvo Ernesto
Guevara, con la misión inconclusa de crear muchos Vietnams. Antes fue Patricio Lumumba,
primer ministro, asesinado por garantizar la independencia del Congo contra
Bélgica, para emprender luego la construcción socialista.
Después el turno fue para Miguel Enríquez, secretario del Mir chileno, quien precavía la destorcida de la reacción contra las nacionalizaciones de la Unidad Popular del presidente socialista Salvador Allende. Impulsaba el Mir la creación de autogestión obrera de la producción y poder popular autónomo mediante los cinturones industriales, y el auto-abastecimiento en las barriadas populares de Santiago, Valparaiso, Concepción y otras ciudades. En la Argentina era Mario Roberto Santucho y el ERP, quienes organizaban a los pobres del campo del norte argentino, desde Tucumán; y a los herederos urbanos de los cabecitas negras peronistas, y avanzar con dificultad manifiesta del justicialismo peronista al socialismo trotskista. El método escogido aquí fue la vía armada, reafirmada por la defección de Perón a su regreso, en la masacre del aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires.
Después el turno fue para Miguel Enríquez, secretario del Mir chileno, quien precavía la destorcida de la reacción contra las nacionalizaciones de la Unidad Popular del presidente socialista Salvador Allende. Impulsaba el Mir la creación de autogestión obrera de la producción y poder popular autónomo mediante los cinturones industriales, y el auto-abastecimiento en las barriadas populares de Santiago, Valparaiso, Concepción y otras ciudades. En la Argentina era Mario Roberto Santucho y el ERP, quienes organizaban a los pobres del campo del norte argentino, desde Tucumán; y a los herederos urbanos de los cabecitas negras peronistas, y avanzar con dificultad manifiesta del justicialismo peronista al socialismo trotskista. El método escogido aquí fue la vía armada, reafirmada por la defección de Perón a su regreso, en la masacre del aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires.
Junto con ellos tantos
militantes optimistas y anónimos se formaron, cayeron y desaparecieron durante
los años del alumbramiento dramático de la opción de izquierda, Casi sin
excepción, no pensaban en serio, sino que obviaban la opción democrática por
reformista. No faltaban razones y hechos que apoyaran tal aserto.
Más aún, contra una modernidad
contrahecha,[3]
henchida de desigualdades y con un gran índice de analfabetismo político,
inducido por los lazos de dependencia y subordinación personal anteriores, con
afán se buscaba la vía rápida. La revolución cubana parecía ser el ejemplo
más elocuente a seguir no sólo en América Latina sino en otras latitudes de
situación política y social parecida, agrupadas como tercer mundo por los analistas occidentales del desarrollo y el subdesarrollo.
Sin embargo, con heroísmo y sacrificios, este movimiento en
sí expresaba un conato de reforma intelectual y moral, una disputa por la
hegemonía cultura. Como tal animó, fue
catalizador de la segunda oleada revolucionaria, donde no solo hubo sectores
medios, intelectuales y estudiantiles, sino también obreros, nuevos y
tradicionales, campesinos pobres y jornaleros, habitantes de todas las
barriadas y villas miseria. Constituían los activos brotes de las multitudes
invisibilizadas por la república señorial,[4] en rebelión contra la
exclusión, la desigualdad y la miseria que los asfixiaba en campos y ciudades.
En América Latina fue un proceso cuya dinámica duró un cuarto de siglo, entre
1955 y 1980. Para establecer así unos límites convencionales que se extienden
entre la caída del peronismo, la derrota de la Unión Soviética en Afganistán en
Asia, y la imposición del modelo neoliberal
en América Latina, y el revisionismo en la China popular con Deng Tsiao Ping a
la cabeza. [5]
La nueva conducción hegemónica de la economía capitalista
gravitó hacia y conquistó una nueva capa intelectual, de procedencia
pequeño-burguesa. Forjada orgánicamente tal dirección
por las enseñanzas añejas de F. Von Hayek y Milton Friedman, difundidas en y desde las
universidades estadounidenses de modo preferente; y dispuesta a imponer lo que
los analistas de la izquierda denominaron “un pensamiento único”, popularizado
como “reagonomics” y “thatcherismo” en el curso de la globalización capitalista y la mercantilización del conjunto de
derechos y servicios públicos de bienestar dondequiera que fuera posible.
Los dictados de esta intelectualidad se apostaron en Suramérica. La ocasión, el golpe militar en Chile, los “Chicago Boys” fueron ahora orgánicos a la dictadura militar para
convencer de la apertura de los mercados, la inserción en los circuitos del
capital financiero global, así como para realizar el desmonte regresivo de los derechos
sociales y económicos conquistados por el Estado de compromiso en América
Latina, llamado así por el sociólogo brasileño Francisco Weffort.[6]
Esa égida aún persiste, en forma vergonzante, pasa por los gobiernos de la llamada “concertación democrática”, y en particular, los turnos socialistas decoloridos de Lagos y Bachelet, quienes no quisieron/pudieron desmontar el autoritarismo empotrado en las instituciones de dirección de la nación, y le apostaron, en parte, a la tercera vía que ensayó Tony Blair en Gran Bretaña .
Esa égida aún persiste, en forma vergonzante, pasa por los gobiernos de la llamada “concertación democrática”, y en particular, los turnos socialistas decoloridos de Lagos y Bachelet, quienes no quisieron/pudieron desmontar el autoritarismo empotrado en las instituciones de dirección de la nación, y le apostaron, en parte, a la tercera vía que ensayó Tony Blair en Gran Bretaña .
LA ESCALADA DEMOCRÁTICA,
ANTES Y AHORA.
“¿Cómo se forman estas situaciones de contraste entre
“representantes y representados” que desde el terreno de los partidos
(organizaciones de partido en sentido estricto, campo electoral parlamentario,
organización periodística) se transmiten a todo el organismo estatal,
reforzando la posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar),
de las altas finanzas, de la iglesia, y en general de todos los organismos
relativamente independientes a las fluctuaciones de la opinión pública? En cada
país el proceso es diferente, aunque el contenido sea el mismo. Antonio
Gramsci, Escritos Políticos, 1917-1933,
p. 362.
El experimento neo-liberal,
su dirección intelectual y política triunfante en los 80 enfrenta la crisis social y política en América del Sur,
que aparece como definitiva, con sus especificidades que es requisito
ineludible aprehender en cada situación. Es, sin embargo, en lo general una
crisis orgánica del capitalismo posfordista, para recuperar a Gramsci en el
entendimiento del capitalismo de la segunda posguerra del pasado siglo, y las
contribuciones presentes de la corriente autonomista.
Al entender de ese modo la crisis actual nos reabre un campo
potencial para las reformas democráticas represadas y reprimidas a sangre y
fuego durante el pasado cuarto de siglo; y define pasos primordiales en el
proyecto gramsciano de construir la sociedad civil auto-regulada que
desarticula, desmonta el proyecto capitalista globalizado a lo largo de una
dolorosa guerra de posiciones que enfrenta a democracia y guerra.[7]
El nuevo espíritu de la reforma se nutre del discurso del
socialismo del siglo XXI, donde triunfaron partidos y/o coaliciones de fuerzas
de izquierda o democráticas. Y vuelve a tener como punta de lanza visible a los
estudiantes universitarios y secundarios, donde tales triunfos no han ocurrido.
Tales son los casos de Chile primero, y Colombia desde el año 2011, cuando los estudiantes
organizados en la MANE enfrentaron con éxito coyuntural el trámite de una
contra-reforma que abría de par en par las puertas a la privatización de los
saberes, y la derrotaron.[8]
En Chile, los estudiantes universitarios y de secundaria, -
primero, los legendarios “pingüinos”-, exigen al gobierno de la concertación de
Michele Bachelet, y ahora al del derechista Sebastián Piñera, - ligado antaño al
partido Nacional golpista-, desmontar el negocio capitalista de la educación
pública, porque los convirtió a ellos y sus familias en deudores
consuetudinarios, y a la educación pública un bien común inalcanzable. Ahora, la
reciente movilización de más de 80.000 jóvenes, radicalizados por su
intransigencia frente al despojo cultural y científico, exigen también el
cambio radical del régimen heredero de la dictadura militar.
Dicho giro a la izquierda supone e impulsa, para no quedar en
enunciaciones retóricas, la efectiva democratización de la sociedad en todos
los órdenes, contrahecha por los efectos del placebo neo-liberal que hizo
crecer artificial, especulativamente, a sus sectores medios, empleados del
sector terciario de la economía, afectados ahora por los altísimos costos de
educación, salud, y con escasas, casi nulas garantías para la tercera edad.
El objetivo inmediato de las multitudes en su despertar como
monstruo político, cuyo movimiento sacude al neo-liberalismo en América del
Sur, en países como Chile y Colombia,[9] es combatir la exclusión de la igualdad social
básica, la pobreza y la miseria de los muchos. Por lo que este sujeto plural en formación reclama la
redistribución de la plusvalía relativa obtenida del voraz crecimiento
capitalista sin rostro humano que parasita la inaudita productividad del
trabajo durante el tercer milenio.
Esa bonanza ilusoria que pregonaron las grandes burguesías
asociadas con el capital financiero global, en la pasada década mucho tiene que
ver con la venta de grandes volúmenes de recursos naturales no renovables,
mono-productos no procesados para dar impulso a las economías capitalistas
emergentes del eje Asia-Pacífico, y de los mercados más tradicionales como Estados
Unidos, Francia y Alemania de las bautizadas sociedades postindustriales.
La conducción de la rebeldía chilena, que hasta el Wall
Street Journal publicitó destaca a Camila Vallejo, hoy vicepresidenta de la FECH[10]; pero cada vez adquiere
más claros visos de una guerra social de posiciones en la
encarnizada disputa por la democracia, por obtener el comando de la sociedad civil, que
tiene ahora en la dirigencia estudiantil organizada, no solo un despertar sino
el estreno de conducción nueva, aunque en parte vertida en odres viejos.
El abogado Gabriel Boriç que la preside tiene inspiración
autonomista en la renovación política chilena, y recupera el legado gramsciano,
prácticamente invisible, irrelevante durante
la Unidad Popular. Aquellos tiempos aparecían como propicios para una guerra de
movimientos, que dividió a la izquierda entre agrupamientos dispuestos a una
transición democrática, sin guerra, y fuerzas que como el MIR, pensaban y
alertaban a lavez que los antagonismos se resolverían por la vía armada.
Estos jóvenes representantes y protagonistas de primera
línea, comunistas y autónomos, insisten hoy en el despliegue de un verdadero y
efectivo liderazgo democrático, que
impida en lo posible la burocratización y las consabidas manipulaciones
de las multitudes emergentes y actuantes en la primavera del monstruo político
heterogéneo, diverso y con mil caras y colores.
Treinta años atrás, en otra transición sin consolidación, un
brillante intérprete ultraconservador del cambio democrático, el politólogo
Samuel H. Huntington calificó de “tercera ola” aquel traumático despertar del
trabajo levantado contra el dominio del capital. Él caracterizó el avance de
aquella onda de creciente participación que antes sacudió los principales
escenarios capitalistas, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia en Occidente;
producida por el temprano despertar del monstruo político compuesto de
multitudes de trabajadores, pobres, mujeres y estudiantes. Estas encarnaron y
animaron los nuevos movimientos sociales que ofrecieron materia a otra
generación de analistas, desde Alain Touraine hasta Alberto Melucci.
La crisis de la hegemonía fordista a escala planetaria empezó
a gestarse en el torbellino de las universidades estadounidenses levantadas y
movilizadas en contra la guerra, hasta conformar el vigoroso movimiento de
estudiantes por la sociedad democrática, que se juntó a la lucha que por los
derechos civiles que hermanaba a blancos, mujeres, y minorías negras y chicanas,
y que padeció el asesinato, la cárcel o
el exilio de sus principales líderes.
La “tercera ola” se fortaleció primero con la rebeldía de la
juventud estadounidense contra la guerra en Vietnam, y en defensa de los
derechos civiles en casa; y creció en el legendario mayo 68, que catalizó una crisis
orgánica al interior del modelo
autoritario de posguerra la V República francesa. Estudiantes y jóvenes obreros pusieron en
ascuas a De Gaulle y a su criatura más
querida, el “estado de bienestar”, el compromiso de posguerra entre sindicatos
y patronos confederados en la reproducción capitalista.
Alemania pos-nazi vivió otro tanto del despertar con la rebeldía
de la juventud del SPD, que fue un polo de acciones y pensamiento radical de
cuño marxista.[11]
Entonces Rudi Dutschke denunció y desafió la connivencia de los aliados de la
reconstrucción con los enclaves del nazismo, y la explotación de los
trabajadores migrantes europeos y turcos. Der
Spiegel y la industria editorial sierva del capital fue objeto de sus
ataques políticos directos y denuncias reflexivas.[12] Los líderes económicos y políticos del “milagro
alemán” del canciller Erhardt mantuvieron a colaboradores y negociantes del
régimen hitleriano después de los juicios de Nüremberg.
La relación de fuerzas internacionales tenía un hegemón
indiscutible, los Estados Unidos, pero ya afectado por el desastroso curso de la guerra
imperialista que el complejo industrial militar estadounidense libraba en el
sureste de Asia; y por el incierto devenir de la descolonización de Africa y
Asia, donde la cuestión palestina y surafricana eran el pedernal. Claro, unido
a la inclusión de la vuelta democrático-liberal de España, Portugal y Grecia
que salían de ser dictaduras apoyadas por los poderes occidentales desde el
reparto de Yalta.
Pero, el detonador más visible de la crisis fueron las
escaramuzas especulativas, desestabilizadoras de los precios en la lucha por el
control del petróleo. La presencia de un nuevo jugador internacional poderosos,
la OPEP, enfrentó al status quo de
las “7 hermanas”, el oligopolio occidental que dominaba a sus anchas la
explotación y comercialización del oro negro. El mundo se inundó de
petrodólares, circuló con la revolución científico-técnica el trabajo social
cristalizado, “el intelecto general”, y la corriente crítica de los nuevos
marxismos.[13]
Ante semejante cuadro internacional, Huntington, estratega de
las sociedades en cambio, previno acerca de la revolución democrática en curso
a los gobiernos burgueses del centro del sistema capitalista que lo consultaron. La
ingobernabilidad era la plaga inducida por, según él, Crozier y Watanuki, esto
es, la Comisión trilateral, - antecedente político de los consensos de Washington
-, una exagerada participación política.
Tarea urgente era encauzarla, moderarla, reducirla para bien
de todos. Nixon y Kissinger fueron los audaces cruzados en China y en la
Cochinchina, ofreciéndole estabilidad y prosperidad al desenlace de la
revolución cultural, y así apaciguaron el despertar del monstruo político en
Asia, sin importar el costo a pagar; y tornaron roma aquella punta de lanza
anticipando la muerte de Mao y el cambio de guarda con el “castigado” Deng
Tsiao Ping, el nuevo reformador del socialismo con rostro capitalista.
[1] Profesor asociado, Departamento
de Ciencia política, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Director grupo
presidencialismo y participación. Autor:
Presidencialismo y participación política en Occidente. Ceja. Universidad
javeriana, Bogotá, 2000. Coautor y editor del libro: Seguridad y gobernabilidad
democrática. Neopresidencialismo y participación en Colombia, 1991-2003.
unijus/dib. universidad nacional. Bogotá, 2005.
[2]
HERRERA ZGAIB, Miguel Angel y Marco
Aurelio (2010). Educación pública
superior, Hegemonía cultural y Crisis
de representación política en Colombia, 1842-1984. Colección Gerardo Molina, 20. UNIJUS/Unal.
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Bogotá.
[3] El filósofo y analista
colombiano Rubén Jaramillo la denomina modernidad postergada. Ver Colombia: la modernidad postergada. 2ª
edición. Argumentos, Bogotá, 1998.
[4] Antonio García Nossa,
teórico y militante socialista colombiano, utilizó la expresión república señorial para caracterizar a la comunidad política
nacional con la que se enfrentó Jorge Eliécer Gaitán, y otros líderes
reformistas durante el curso del siglo XX.
[5] Lo que un disidente chino,
influido por el nihilismo de Nietzsche, llamó
“la búsqueda ascética del hedonismo”.
[6]
Ver ¿Cuál democracia? (1993). Flacso.
Costa Rica.
[7]
HARDT, Michael, NEGRI, Antonio (2004).
Multitud. Guerra y Democracia en la Era del Imperio. Colección Debate. Random
House Mondadori. Argentina
[8]
MANE es la mesa ampliada nacional estudiantil, la organización que asume y
defiende el programa mínimo de los estudiantes universitarios, y en la que
tienen asiento representantes de la educación superior pública y privada. Ya
celebraron su primer congreso nacional, y ha tenido que experimentar
disidencias internas, con reclamos de
las direcciones regionales del
movimiento.
[9] Monstruo político es la
referencia, que entre otros acuña Toni Negri
para caracterizar las multitudes,
el movimiento de movimientos que se despierta como antagonista del poder
imperial, global y localmente.
[10] Camila Vallejo fue
elegida presidente de la FECh en noviembre de 2010. Fue derrotada en la
siguiente elección, en diciembre de 2011, por la lista “Creando Izquierda” que
eligió como nuevo presidente a Gabriel
Boric, quien obtuvo 4053, y como vicepresidenta quedó ahora Camila con 3864
votos. Boriç, de ancestro croata, es miembro del colectivo Izquierda
Autónoma, que está aliado con los grupos
Izquierda Construye y Arrebol. Empezó en la Universidad de Chile en el
colectivo de Estudiantes Autónomos, y tiene raíces político intelectuales en el
autonomismo italiano y el legado de
Antonio Gramsci.
[11]
De ese tiempo es la escuela de “la lógica del Capital”, acuña en las aulas de
la Universidad Libre de Berlín, atenta a lo que ocurría del otro lado de la
frontera, así como a acoger a sus disidentes más destacados que traían noticias
del derrumbe del socialismo impuesto por la Unión Soviética y sus cronnies
políticos.
[12]
En ese clima radical se intentó la solidaridad internacional armada con la
corta y trágica experiencia de la Armada Roja.
[13]
ALTAMIRA, César (2006). Los marxismos del
nuevo siglo. Prólogo de Toni Negri. Editorial Biblos. Pensamiento Social. Buenos Aires.
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