MATERIALES PREPARATORIOS PARA EL VII SEMINARIO INTERNACIONAL A. GRAMSCI,
BOGOTÁ. COLOMBIA
ARTÍCULOS
Utopía y Praxis Latinoamericana. Año: 16, nº.
53 (Abril-Junio), 2011, pp
Revista Internacional de Filosofía y Teoría
Social /ISSN: 1315-5216
CESA-FCES-Universidad
del Zulia. Maracaibo-Venezuela.
Subalternidad y excepcionalidad en el posfordismo
hegemónico.
El caso colombiano: 1999-2009
Miguel Ángel
HERRERA ZGAIB[1]
Departamento de Ciencia Política, Universidad
Nacional de Colombia, Colombia.
RESUMEN
Sí, el proceso de
trabajo ha sido revolucionado por la innovación tecnológica,
el trabajo industrial es ahora marginal en el mundo
occidental,
aunque tiende a
devenir central en el resto del mundo,
la figura del
obrero masa ha sido fragmentada sin el retorno,
a pesar de la
ideología del nuevo trabajo en la fábrica integrada,
a la figura del
trabajador profesional.
Mario TRONTI
(2001). Prólogo, en: Obreros y capital. Akal, p. 14.
El imperio
gobierna un orden global fracturado por divisiones
y jerarquías
internas, y abatido por la guerra
perpetua.
M. HARDT, A.
NEGRI. Prefacio, in: Multitud. Guerra y democracia en la era del
Imperio, p. 15.
En un volumen
editado por Eduardo Mendieta,
diversos autores,
entre ellos Santiago Castro- Gómez, Walter Mignolo y Enrique Dussel,
se ocupan de
discutir la cuestión posmoderna
“…) Ellos se
centran en la pregunta acerca de si somos posmodernos
o poscoloniales,
o si se trata de
una más de las modas intelectuales que se importan de Europa y los Estados
Unidos (…)
Farid Samir
BENAVIDES (2008, editor), “Introducción”,
in: La subalternización a través del discurso
jurídico,
Col. Gerardo
Molina 16. Unijus, Bogotá, p. 37.
PRELIMINARES
En el marco de los
debates contemporáneos,explicamos ahora en el curso de la disputa
contra-hegemónica concreta en Colombia, que protagonizan las multitudes que
resisten y se rebelan empleando diversas formas de lucha y organización enfrentando el modelo autoritario del régimen para-presidencial, cuyas secuelas no han desaparecido del todo con el sucesor presidencial de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, quien ha asumido como eje programático la llamada prosperidad "democrática".
Esta disputa no tiene una
exclusiva dimensión nacional, sino que también es global, y su lectura y
explicación la hago desde la
subalternidad gramsciana como perspectiva, a la vez heurística y analítica,
en torno al dilema de si somos,
posmodernos o poscoloniales, en la medida que la formación social
colombiana para su reproducción, desde el tiempo de la “apertura” capitalista,
durante la segunda mitad de los 80, está condicionada por los dictados de un
gobierno imperial de alcance global. Lo
cual pone en entredicho las lógicas tradicionales de la dependencia y el
imperialismo como fórmula explicativa predilecta.
Colombia está sujeta, bajos las
nuevas condiciones, a una gobernabilidad autoritaria, cuya arquitectura
política y económica se concretó en dos planos: el económico, según lo dictado
por el Consenso de Washington; y el político luego articulando su Estado, en lo
estratégico militar con la adopción bilateral del Plan Colombia, al hegemón continental sellado con la firma
del gobierno del demócrata Bill Clinton,
y el presidido por Andrés Pastrana en
1999; una sumisión ratificada después por los congresos respectivos. Al ocurrir
ambos eventos, ni más ni menos, se le “torcía el pescuezo al cisne” del
curso democratizador prometido bajo los auspicios del llamado Estado social de
Derecho en la Constitución de 1991, antes de cumplir una década de
vigencia.
Este proceso no ha cuajado del
todo, por la resistencia armada y desarmada de los subalternos, que, sin
embargo, padecen de una fragmentación política prolongada, y porque el TLC
bilateral no lo aprueba todavía el
Congreso de los Estados Unidos,[2]
debido a la exigencias de su propia fuerza laboral amenazada por el desempleo
inducido por, las diferencias comparativas, salariales entre países centrales,
periféricos y semi-periféricos. En resumen la hegemonía capitalista que se
impone, legal e ilegalmente en Colombia,
exige también “la aparición de un modelo neoliberal de gobierno
(cuando) el Estado empieza a perder centralidad y el complejo legal…ha sido
complementado con una serie de prácticas no legales…”[3].
La destorcida (de)
democratizadora[4],
es síntoma de una renovada disputa
hegemónica, desigual y asimétrica no resuelta. Ella tuvo un primer pasaje en los
Diálogos de San Vicente del Caguán, entre el gobierno de Andrés Pastrana y las
Farc-Ep como polo legal institucional de una abortada negociación de paz; y su siguiente contrapartida ilegal, en paralelo,
en los Acuerdos de Ralito y el Nudo de Paramillo bajo el protagonismo clandestino de los políticos regionales y los jefes paramilitares,
dispuestos a la acción contra-insurgente en toda la línea para refundar a
Colombia[5].
Este enfrentamiento abierto y
encubierto, esta disputa por la conducción de la sociedad civil de abajo[6],
resultó convertido en un bloque de poder nacional recompuesto en lo interno con el refuerzo de una alianza
político-militar y económica con el gobierno imperial estadounidense. Esta alianza fue dispuesta para resolver la guerra interna de Colombia contra los de abajo, quienes la resisten
de manera diversa. De otra parte, en esta situación de crisis esta la fuerza plural, descentrada, diseminada local y
regionalmente de los subalternos, rebeldes, insurrectos y resistentes a la
imposición y el despojo capitalista, quienes aprenden los riesgos y
oportunidades de la nueva situación en la lucha misma. Esta fuerza pone a prueba, igualmente, el pensamiento emancipador que los anima, y dialoga directa o
implícitamente elaborando un pensamiento de ruptura
Esta fuerza contra-hegemónica,
trabajadores, mujeres, minorías étnicas, comunidades indígenas y afro, LGBT,
jóvenes e intelectuales, ensaya en
Colombia desde proyectos reformistas hasta propuestas
anticapitalistas y libertarias. Unos y otras no solo definen y perfilan las
identidades de nuevos sujetos, sino que reinterpretan los discursos de
emancipación y liberación, bajo los cuales la contra-hegemonía logra identidad y propósito. Con
altibajos, un nuevo sujeto político y social viene emergiendo: la multitud cuya presencia y
teorización es objeto de polémica y cuestionamiento académico y político en Colombia, y en el campo de la izquierda internacional[7].
Para otros, entre ellos los
colombianos Arturo Escobar y Santiago Castro Gómez, entre los más conocidos
continuadores de la obra de Orlando Fals Borda,[8] de
lo que se trata es de la puesta en acto de la decolonialidad, otra forma de
aprehender y corregir el curso de la modernidad como una alternativa siempre
presente. Aquí se inscriben trabajos como los que en la Universidad Nacional
introdujo el grupo de investigación, Transformaciones
jurídicas e identitarias en el moderno
colonial capitalista sistema/mundo asociado
con COPAL, coordinado por Farid
Samir Benavides Vanegas, editor del libro La constitución de identidades
subalternizadas en el discurso jurídico y literario colombiano en el siglo XIX,
donde pese a su temática específica, los coautores exponen el enfoque y entendimiento que se
da al pensamiento poscolonial y decolonial, y se ensayan algunas aplicaciones
del mismo[9].
La doble condición de sujeción imperial, económica y
política, conviene aclararlo, tampoco excluye la persistencia de las
intervenciones imperialistas en cualquier parte del mundo. Así se probó, con
las que invocaron la lógica de la guerra preventiva justa[10], aunque
ahora, con la primera presidencia de Barack Obama, parece haber un giro
estratégico y retórico que las coloca en un segundo plano, restringiéndolas al
máximo. Todo lo cual está a prueba ahora, en la ola de rebelión e insurrecciones
que marca la orilla sur del Mediterráneo, y en particular, la actual situación
de Libia, en la que el gobierno estadounidense aparece día a día repitiendo la
receta del gobierno de G. W. Busch, ante el reclamo de UE y otros aliados.
CRITERIOS
METODOLÓGICOS PARA ESTUDIAR LA SUBALTERNIDAD
Desde la perspectiva de los
gobernados, los dominados, los grupos y clases subalternas de Colombia, éstos
resisten y se rebelan construyendo con innúmeras dificultades una trayectoria
propia, en pos de la autonomía y la abolición de los privilegios sociales, que
les haga posible la emancipación política de las elites oligárquicas en el
mediano plazo y la liberación del yugo capitalista después.
¿Cómo estudiar tal
trayectoria, cómo pensarla en una coyuntura específica?, cuando estamos en el devenir puntual
de una crisis orgánica de larga duración, esto es, la que abre la crisis
de representación que experimentan los subalternos en Colombia durante la
segunda mitad de los años cuarenta, 1946-1948, respondiendo a la interpelación popular,
más allá del bipartidismo que les hace un caudillo popular, Jorge Eliécer quien
convoca a las multitudes de ambos partidos con éxito inusitado y traumático
para el bloque político tradicional, dominante.
Ahora, 50 años después, hay un
nuevo ciclo de luchas mundiales y regionales, que colocan en actualidad y proyección práctica las
reflexiones de Antonio Gramsci. Es el tiempo posmoderno, la fase de la crítica
a la modernidad capitalista y socialista, y son estas luchas situadas
estratégicamente, y pensadas, claro está, desde la categoría de la
Subalternidad[11], Esta traduce el proceso de la praxis del
trabajo como realidad positiva, independiente en la antagónica relación
capitalista y en confrontación con ella surge la multitud como nuevo sujeto proletario con la activa incorporación de campesinos y pobres[12].
El capitalismo en
su progresión global ensaya una nueva fase de revolución pasiva, el
posfordismo, que es diferente a la que estudió Antonio Gramsci en sus escritos
titulados Americanismo y fordismo,
que hacen parte de sus más celebrados Cuadernos de la Cárcel. Razón por la
cual, esta nueva realidad pone a prueba la validez de categorías como
hegemonía, contra-hegemonía, guerra de posiciones, subalternidad, con las
cuales se pretende aprehender la nueva realidad fenoménica de capitalismo
global.
En Los Cuadernos se lee: “Las
clases subalternas, por definición, no se han unificado y no pueden unificarse
mientras no puedan convertirse en “estado”: su historia, por tanto, está
entrelazada con la de la sociedad civil, es una función “disgregada” y
discontinua de la historia de la sociedad civil y, a través de ella, de la
historia de los estados o grupos de estados”[13].
La perspectiva metodológica de Gramsci establece seis criterios para avanzar el proyecto de la historia de las clases subalternas, que viene perfilando desde sus primeros atisbos de 1929, una vez le autorizan escribir en su encierro por los fascistas. Él indica un primer obstáculo para escribir la historia de las clases subalternas que contrasta con la de las clases dirigentes, que sí experimentan su unidad histórica en el estado, de ahí que esta historia sea esencialmente la de los estados y grupos de estados.
Estos son los criterios generales esbozados por Gramsci en uno de sus últimos escritos:
La perspectiva metodológica de Gramsci establece seis criterios para avanzar el proyecto de la historia de las clases subalternas, que viene perfilando desde sus primeros atisbos de 1929, una vez le autorizan escribir en su encierro por los fascistas. Él indica un primer obstáculo para escribir la historia de las clases subalternas que contrasta con la de las clases dirigentes, que sí experimentan su unidad histórica en el estado, de ahí que esta historia sea esencialmente la de los estados y grupos de estados.
Estos son los criterios generales esbozados por Gramsci en uno de sus últimos escritos:
1) La formación objetiva de los grupos sociales subalternos…;
2) Su adhesión activa o pasiva
a las formaciones políticas dominantes…;
3) El nacimiento de partidos
nuevos de los grupos dominantes para mantener el consenso y el control de los
grupos subalternos…;
4) Las formaciones propias de
los grupos subalternos para reivindicaciones de carácter reducido y parcial;
5) Las nuevas formaciones que
afirmen la autonomía de los grupos subalternos, pero dentro de los viejos
marcos;
Al respecto de los procesos hegemónicos, ayuda
referir, además, un apunte de Antonio Gramsci escrito en el Cuaderno 6 de la Cárcel, que dedicó a la dimensión teórica del
Estado y la sociedad regulada (parágrafo 38, 1930-1932).
Gramsci anotaba algo que emula
bien con lo escrito por Foucault sobre orden neoliberal y el posfordismo, más
de cuarenta años después: “Estamos constantemente en el terreno de la identificación entre estado y gobierno,
identificación que es una nueva versión de la forma corporativo-económica, es
decir, de la confusión entre sociedad y política, puesto que es de notar que en
la noción general de Estado entran elementos relacionados con la noción de sociedad civil (en este
sentido, podríamos decir que Estado = sociedad política + sociedad civil, es
decir, la hegemonía acorazada por la coerción)[15].
En
América Latina, las reflexiones de Gramsci tienen recibo en el grupo Comuna de Bolivia, del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera. En el gobierno de Evo Morales, él ha traído a consideración la tópica del Estado
integral, del Estado ampliado, sociedad política más sociedad civil para explicar el problema de la hegemonía en el proyecto de la construcción
socialista que impulsa el MAS, enmarcada en la disputa que enfrenta los desafíos de la
globalización capitalista. El discurso de Gramsci bajo las
condiciones de lucha y gobierno de los subalternos tiene presente en el curso de la
experiencia boliviana.
GUBERNAMENTALIDAD: EXCEPCIONALIDAD Y RESISTENCIA
“La historia de los grupos
sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica. No hay duda de
que en la actividad histórica de estos
grupos hay una tendencia a la unificación, aunque sea a niveles provisionales;
pero esa tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los grupos
dirigentes y, por tanto, sólo es posible mostrar su existencia cuando se ha
consumado el ciclo histórico, y siempre que esa conclusión haya sido un éxito”[16].
El objeto de este análisis político centrado en lo que acontece en Colombia, en el periodo de la de-democratización, postula la relación y tensión entre democracia y excepcionalidad, que enmarca la disputa por la hegemonía en la sociedad civil, y la conducción de la sociedad política, de derecho y de hecho. Tal estado de cosas, la nueva situación, la comprende Gramsci como un espacio-tiempo de guerra de posiciones, de lucha democrática, que reinterpreta las categorías político militares inventadas por Carl Von Clausewitz en el desenlace de las guerras napoleónicas[17].
Esta reinterpretación obedeció,
claramente, al fracaso relativo de la onda expansiva de la revolución
proletaria que tuvo por epicentro a Rusia gobernada por el proyecto
bolchevique, y que condujo en Europa al triunfo del fascismo, el nazismo, el
franquismo, para citar los más conocidos. Así dicho, la guerra de posiciones involucra una relectura de la hegemonía,
que introduce de manera explícita la validez y pertinencia de los movimientos
contra-hegemónicos al interior de una realidad social y económica dominada por
el capitalismo; conducidos por el bloque alternativo que configuran los grupos
y clases subalternas en su accionar autónomo en pos de la emancipación y la
liberación del trabajo del dominio de la relación capitalista.
Es éste, como no serlo, un
accidentado trasegar de luchas ininterrumpidas de los subalternos, quienes
durante más de una década entre 1999-2010, experimentan las bondades e
inocultables limitaciones del marco constitucional.[18] El
objeto de pesquisa e interpretación es, por supuesto, el fenómeno de la
subalternidad y cómo se constituye ésta en una subjetividad plural dispuesta a
enfrentar la globalización capitalista.
En un tiempo histórico, en el
que a la vez, la gubernamentalidad, o mejor, la mentalidad de gobierno trabaja
cuatro situaciones: subjetivación,
normalización, espacialización y autorización[19],
en acuerdo con la lectura que Mariana Valverde y Nikolas Rose hacen del
discurso de Foucault[20],
en el interés de pensar situaciones concretas. Para pensar la gubernamentalidad
como dispositivo político en tiempos neoliberales.
Aquí se trabaja como supuesto
teórico implícito en el plan estratégico que se ensayó por el nuevo bloque de
poder dominante, primero, en el espacio concreto de las conversaciones de San
Vicente del Caguán con la guerrilla de las Farc-Ep, hasta que las negociaciones
de paz, la disputa por la conducción de la sociedad civil, se quiebran con el
giro estratégico de la guerra abierta. Producto de una decisión discrecional en
lo interno, conjunta en lo internacional, del jefe del ejecutivo colombiano,
Andrés Pastrana, con plazo perentorio, apoyo y beneplácito del gobierno
estadounidense presidido por Clinton.
Luego de aquel laboratorio de
18 meses, donde se pusieron en juego y entredicho, los discursos y promesas, de
dominantes y subalternos, el dispositivo de la gubernamentalidad, con la
fórmula de la gobernabilidad autoritaria se multiplicará, ahora bajo la forma
de consejos comunales de gobierno, por las regiones y municipalidades en
riesgo. En cuarentena excepcional, por estar afectadas por la acción y la prédica “narcoterrorista” de los
subalternos, quiens organizados política y militarmente, bases de apoyo.
Ahora, en aquellos consejos,
por principio, no pueden tocarse los temas de orden público, porque son la
palabra de orden del nuevo gobierno que encabeza el “pacificador” Álvaro Uribe Vélez. Entonces, a la vez, las
palabras guerra, o conflicto armado son desterradas del lenguaje oficial, y
prohibido bajo sospecha grave su uso corriente de parte de la sociedad civil, y
las organizaciones e instituciones de
oposición que actúan en la sociedad civil.
De esta manera se le da curso a
un periodo de excepcionalidad, interrumpida en lo legal, por los límites
establecidos en la Constitución, a los estados de excepción, pero
ininterrumpida en los hechos, a través de la fórmula complementaria de la
parapolítica, que adquiere identidad propia en paralelo al Caguán, como ya se
estableció con los pactos para refundar la nueva Colombia, a
través de los acuerdos del Nudo de Paramillo, Ralito, y sus réplicas
clandestinas regionales.
De ese modo, el proyecto
económico y político neoliberal, del nuevo gobierno de las multitudes,
reconstruye la arquitectura institucional de la dominación, desmontando con
celeridad la progresividad incluida en el acuerdo constitucional de 1991, que
sabido es, no comprendió en él, a las principales fuerzas insurgentes que lo
desecharon, por carecer este de una verdadera reforma radical en materia social
y económica, y una consagrar una estado de cosas políticas ventajoso en lo
político para las fuerzas en control y dominio de la infraestructura económica
de la formación social colombiana.
PLAN
COLOMBIA Y RESPUESTA NORMALIZADORA
La norma instituye así un
juicio impersonal y, si se quiere, democrático sobre los sujetos (subalternos).
Ya no es un soberano alejado de los sujetos el que se encarga de determinar qué
es lo prohibido y qué es lo permitido. Ahora de lo que se trata es del control
y del gobierno de sujetos que son libres e iguales y por tanto que gozan de la
capacidad de gobernar y gobernarse. Esto significa que la ley deja de ser la
ley del Estado y pasa a convertirse en una ley social, o sea, en una ley producida por y para la sociedad”. Farid
Samir BENAVIDES VANEGAS, en: La
constitución de identidades, p. 24.
Desde entonces se implementa la
estrategia de la normalización contra “los anormales”, calificados, por todos
los medios retóricos, guerrilleros y auxiliadores indeterminados, como
terroristas. Así la ley, en lugar del discurso legitimador del Estado social de
derecho, se conecta con la
regulación. Del fracaso del Caguán, con Uribe se pasa a los
ejercicios de “normalización” descentrados, bajo la figura de los consejos comunales, una zona móvil,
sí, a la vez que heterogénea de transacción, conflicto y alianza.
En ella se prueba la estrategia
de la llamada “seguridad democrática” a cargo de la nueva capa intelectual,
presidida por la persona que encarna un “ejecutivo mediático”, al servicio del
Estado de gobierno. Es el trance que marca el marchitamiento de la fórmula
participativa de la sociedad civil, palanca legitimadora del
neo-presidencialismo, para que entre 1999 y 2002, opere la mutación en régimen
para-presidencial, que acompaña el paso de las negociaciones de paz a la guerra
contra la subalternidad armada y desarmada en Colombia.
En cuanto a la espacialidad,
siguiendo lo trabajado por Valverde y Rose, ésta “muestra cómo las prácticas
legales están involucradas en la constitución…de espacios gobernables”[21].
Aquí, la conducta de los subalternos es
gobernada por la ley, pero, y es la novedad de la excepcionalidad,
“sujetos no legales son investidos de autoridad con fines de regulación”.[22]
De este modo se cuaja la espacialidad de la para-política, con la emergencia
tout court del régimen parapresidencial durante las presidencias de Álvaro
Uribe Vélez.[23]
Era
este un tiempo, en que los subalternos, a través de ejercicios
contra-hegemónicos no sólo resisten, desobedecen, se rebelan contra la política
pública de guerra interna,[24]
sino que también, al final de la coyuntura de los años 90, antagonizan con los
dictados del neoliberalismo y su nuevo régimen de acumulación posfordista. Bajo
los parámetros de la confrontación armada, experimentan una escalada
guerrillera contra el bloque en el poder, que hace pensar a los consejeros del
príncipe que se va camino de una guerra de posiciones en lo militar, al modo
como lo entendía Clausewitz, y lo explicó en su Discurso de la Guerra.
Mediante esa situación, y ante
el descrédito del gobierno anterior, las clases dominantes y las fracciones
aliadas recomponen su quehacer táctico y estratégico. Primero, ellas escogen el comando presidencial
conservador del presidente Pastrana y su ministro de defensa, Rodrigo Lloreda.
Para dar inicio a unas segundas negociaciones de paz en San Vicente del Caguán,
con el cobijo político militar bilateral del Plan Colombia, que a la vez que
sirve a la causa inmediata de la guerra interna estimula la economía del país, afectada por una severa
recesión económica de 1998-1999, que no pocos llegan a equipararla con lo que
ocurría en 1929-1930, y que propició la ocurrencia de una transición política
diferente, el paso de una hegemonía conservadora a una liberal.
El bloque en el poder
recompuesto, reaccionó paralela y preventivamente, al prohijar en la
ilegalidad, de modo clandestino, una alianza político militar, basada en redes
clientelares preexistentes, entre paramilitares y políticos regionales con
vinculaciones nacionales. Para atacar, diezmar las bases de apoyo de las
guerrillas, las Farc-ep, entonces en franca ofensiva, con una seguidilla de éxitos
militares que avanzaba en procura de las metas de su plan estratégico de toma
del poder.
El Eln, que había sufrido esta
“cirugía” en el proyecto paramilitar del Magdalena medio, insistía e insiste,
sin audiencia suficiente, en realizar una Convención
nacional para poner fin al conflicto armado. Eran sus garantes una
representación de la sociedad civil, con el patrocinio de la jerarquía católica
internacional con la facilitación de la iglesia alemana, blandiendo los Acuerdos de Puerta del Cielo, firmados a
instancias del gobierno del liberal Ernesto Samper[25].
Este proyecto
contra-insurgente, a la vez que anti-democrático, dirigido contra la
organización ilegal como legal de los grupos y clases subalternas, fue probado
primero, en su funcionalidad y viabilidad, antes del Caguán en la gobernación
de Antioquia en cabeza de Álvaro Uribe Velez, apoyado en la sombra por la
fórmula político militar de Los Doce Apóstoles[26].
Este experimento reaccionario
se replicó en sucesivos acuerdos regionales como el de Santafé de Ralito y el
Nudo de Paramillo. Una estrategia dirigida, orquestada par dar pie militar y
electoral al establecimiento pleno de un régimen para-presidencial, que
reemplazó por todos los medios a su alcance el neo-presidencialismo acordado en
1991[27].
La forma institucional que debía ser garante y ejecutora del Estado social de
derecho pactado entre la guerrilla
signataria de la paz y el movimiento democrático con la elite bipartidista que obtuvo la
segunda mayor votación para la asamblea constituyente. Entonces Movimiento 19
de Abril/Alianza Democrática y el bipartidismo liberal conservador en la Asamblea Constituyente
sellaron acuerdos parciales de paz con el bloque de fuerzas guerrilleras
lideradas por el M19, del que no participaron las FARC-ep ni el ELN.
Diez años después, ocurría el
fenómeno inverso, se agenciaba por la alianza político-paramilitar el desmonte
a sangre y fuego del proyecto democratizador que prometía el desmonte de los
privilegios y la exclusión social. Operaba la destorcida, la ola
de-democratizadora[28],
para detener el avance contra-hegemónico, político y militar de las clases
gobernadas, que se sacudían con triunfos militares y electorales parciales, el
dominio oligárquico bipartidista. A ellos se enfrentó durante los siguientes
años, el bloque en el poder, sus dos alas, legal e ilegal, con el cometido de
refundar la patria, bajo la dirección de un liderazgo constituido
mediáticamente, en la persona de Álvaro Uribe Vélez, electo y reelecto[29].
El nuevo agente político
colectivo, en la dominación capitalista posfordista, obra localmente bajo la
estrategia de una revolución pasiva neoliberal, autoritaria. En el comando
global la soberanía es imperial a través de su red de alianzas,[30]
para el buen gobierno del nuevo régimen de acumulación, hegemonizado
regionalmente por la presidencia imperial estadounidense, en la que se pone en
práctica “la tercera vía”, que ha tenido su laboratorio en la transición
inglesa, del gobierno de Margareth Thatcher a Tony Blair, como exponente
conspicuo del neolaborismo.
La versión socialista ligth neoliberal, cuyo teórico de
cabecera en términos de sociología política de la situación es Anthony Giddens,
al frente de esta reforma intelectual regresiva, teórico de esta revolución
pasiva, en ese periodo de ascenso político, como rector de la London
School of Economics
and Political Science, un fortín del laborismo reformista, cosecha
discípulos aventajados en América Latina, en particular, el excanciller
mexicano, Jorge Castañeda, y el colombiano Juan Manuel Santos; y claro está, un
gobernante, el pragmático Bill Clinton, quien gobierna la crisis capitalista en
los Estados Unidos, y dirige el conjunto de los reformadores.
Para los subalternos, la nueva
realidad mundial del trabajo, después de los años 60-70, se revela
sintomáticamente en lo económico[31],
terminó con la derrota de la experiencia autonomista del trabajo, dondequiera
que se ensayó, y en particular, en Italia, donde obtuvo los mayores alcances y
teorizaciones como alternativa de rumbo anticapitalista de la sociedad. El
resultado al final, como lo afirma Mario Tronti, fue la supresión pura del viejo trabajo y la
precarización salvaje del nuevo, en vocabulario gramsciano, una nueva
revolución pasiva, una revolución desde arriba bajo el comando capitalista y
contra el trabajo insurrecto en rebelión durante la década anterior. Tal y como
ahora lo experimenta Colombia, y no pocos países de Suramérica, con su
singularidad; eso sí, en forma híbrida, donde el viejo trabajo coexiste con
gran pesos cuantitativo, sobredeterminado por nuevas formas de trabajador
social, que son minoritarias en número. Sufriendo el desmonte salvaje de las
garantías sindicales, vapuleadas por una nueva legislación laborar
reaccionaria, y la plaga de las cooperativas asociativas de intermediación
laboral.[32]
Para explicar la transformación
negativa de la democracia colombiana que estableció la Constitución de 1991, -
que no tuvo el refrendo de la
ciudadanía-[33],
y su sentido actual postulo como eje principal del análisis el
choque antagónico entre el bloque de
poder local, terratenientes y paramilitares, asociados con el capital
financiero asociado a los megaproyectos, que encarnan los intereses
estratégicos del capital glocal, y la
resistencia cívica y armada contra la guerra animada por un nuevo sujeto, la
multitud ciudadana, diversa, plural y heterogénea, y sus diversas expresiones
políticas; constituida a partir de las luchas por la autonomía, contra el
autoritarismo, que libran trabajadores, pobres, minorías, pueblos originarios e
intelectuales.
Las luchas aunque dispersas de
los subalternos en procura de la autonomía, desarticuladas y contradictorias,
con multiplicidad de escenarios, sin embargo, fuerzan con su presencia el
enjuiciamiento internacional de la guerra en Colombia[34],
denunciando la debacle humanitaria del desplazamiento interno, los
ajusticiamientos extrajudiciales de cientos de inocentes, los denominados
“falsos positivos”, la censura y espionaje a los intelectuales y partidos de
oposición[35].
El balance del desastre humanitario
en cifras del año 2010, es como sigue: 35 desplazamientos masivos, 92 personas
desaparecidas, 79 civiles cuyas muertas están documentadas, 16 ataques contra
civiles, y 254 personas reportadas amenazadas. Este es el balance proporcionado
por la CICR; que se complementa con el informe de la Comisión interamericana de
derechos humanos (CIDH). Este, primero que todo, expresa su preocupación, por
la escasez de condenas en los casos de ejecuciones extrajudiciales. En su
balance están activos 1. 244 casos, 40 sentencias condenatorias contra 194
personas, 12 de ellas aceptaron sus cargos, y 10 sentencias absolutorias con
beneficio para 33 sindicados. Además, en materia judicial, persiste un
conflicto de competencia entre la justicia civil y militar no resuelto, porque
subsisten 200 conflictos de competencia, a la vez que la militar remitió 299
casos a la justicia civil[36].
Tales son algunas de las
características del tránsito
de-democratizador que lidera Álvaro Uribe Vélez, cabeza de dos gobiernos sucesivos de la seguridad
democrática que entronizan el régimen para-presidencial que redujo la
participación política y social a las “formas concentracionarias” de la
legalidad marcial[37].
La nueva etapa de la prosperidad
democrática, proclamada por su sucesor, Juan Manuel Santos, y la coalición de fuerzas de la Unidad Nacional,
fija el límite espacio temporal del proyecto de desmonte de la Constitución de
1991, que prometía la igualdad social, y
del presente ensayo.
SUBALTERNIDAD
Y POSFORDISMO HEGEMÓNICO
Pero
desde el momento en que un grupo subalterno deviene realmente autónomo y
hegemónico suscitando un nuevo tipo de Estado, nace la concreta exigencia de
construir un nuevo orden intelectual y moral o sea un nuevo tipo de sociedad y
por tanto la exigencia de elaborar los conceptos más universales, las armas
ideológicas más refinadas y decisivas[38].
(…) encontrar un conocimiento
único y correcto que capture la cosa, un significante vacío (dominante) que
acoja toda la diversidad de los particulares. Esto iría en contra de mi propia
concepción de pensamiento fronterizo,
transformaría el contenido pero no los términos de la conversación. Caería
en una visión moderna y universal del conocimiento y de la epistemología según
la cual, los conceptos no están relacionados con las historias locales, sino
con los diseños globales y los
diseños globales (por ejemplo la misión civilizatoria) están invariablemente
controlados por ciertos tipos de historias locales (por ejemplo la historia local europea)[39].
Lo que sigue tiene que ver con
la utilización de las premisas teóricas en las que se juntan la reflexión
poscolonial y contra-hegemónica de la subalternidad que hagan posible pensar la
nueva ciencia de la democracia, al fragor de la guerra interna, y externa[40],
y que exigen un enfoque inter y transdisciplinar que subvierte las formas
tradicionales del conocer y el actuar. Haciendo el análisis político de una transición singular,
la fase de-democratizadora de Colombia que observaré desde la perspectiva estratégica, no neutral, del trabajo y la
creación de las multitudes como opuesto en la relación social capitalista.
Se trata de historiar,
críticamente, desde la perspectiva subalterna la relación de poder efectivo
sobre determinados grupos y clases, donde se combina, desde arriba, la
excepcionalidad y un desarrollismo económico afincado en los megaproyectos
agrícolas y mineros, bajo los cuales prospera una fórmula de revolución
pasiva, que ha tenido dos fases, la seguridad y la prosperidad como puntos
de articulación hegemónica del bloque en el poder para subordinar y conjurar la
rebelión y la resistencia de los subalternos[41].
El bloque dominante busca darle
solución circunstancial a una crisis orgánica, resolver el asunto de la
dirección hegemónica de larga duración en Colombia, abierta al finalizar la
primera mitad del siglo XX.[42] Mientras
que, los afectados por el desmonte durante la década en estudio, de la utopía
referenciada bajo el diseño del estado social de derecho, y la tutela de los
derechos fundamentales individuales como residuo, resisten y cuestionan la
violenta inserción de Colombia en el nuevo régimen de acumulación, el
posfordismo que hegemoniza la red capitalista global.
Para la nueva forma político
estatal, que caracterizamos como presidencialismo de excepción, la
excepcionalidad es la forma de gubernamentalidad “naturalizada”, que resulta
ser el dispositivo recurrente del sistema político global de la soberanía
imperial. De ese modo, se garantiza la reproducción planetaria de la nueva
acumulación autoritaria, debido, en buena parte, a la resistencia que
experimenta el capitalismo globalmente. Colombia no es la excepción a este
modelo y diseño institucional reaccionario, sino uno de los escenarios más
sangrientos y letales, bajo la triple cara del desplazamiento económico, el
asesinato político sumario, y la conculcación de la libertad de asociación,
expresión e información alternativa y de oposición.
A la guerra interna y externa,
la multitud responde con el éxodo, que en las condiciones de Colombia, mucho
tiene que ver, perversamente, con el desplazamiento interno y externo de
millones de pobres, minorías y proletarios, aupado por el despojo e intimidado
por la violencia armada. Esta multitud, ontológicamente, “es un conjunto difuso
de singularidades que produce una vida común; es una especie de carne social
que se organiza a sí misma en un nuevo cuerpo social. Esto es lo que define a
la bio-política. Lo común, que es al mismo tiempo un resultado artificial y un
fundamento constitutivo, es lo que configura la sustancia móvil y flexible de
la multitud[43].
La anterior presencia de la
multitud en Colombia, aparece también en términos sociales, tanto en el trabajo
agrícola como el industrial, que con sus particularidades históricas desarrolla
bases comunes, y liderazgos diferenciados, a través de la cooperación y la
comunicación, y tienden a formar un tipo de motor constituyente[44].
Todo esto ocurre ahora, bajo
una forma de dominación, el estado democrático liberal formal, que, sin
embargo, ahora usa de modo recurrente, en la segunda etapa, de-democratizadora,
al degenerarse por la estrategia de guerra, los estados de excepción y desecha
las formas democráticas, manteniendo los mínimos que garantizan en la forma la
competencia electoral, el pluralismo contrahecho que teorizó Schumpeter y Dahl,
como poliarquía, para decir quiénes son los que gobiernan periódicamente y
quienes obedecen. Donde la ecuación de la igualdad política está reducida a sus
mínimos.
Luego de la ruptura
intempestiva de las negociaciones de paz en el Caguán, avanza en progresión tal excepcionalidad, desde el
Decreto 1837 del 11 de agosto de 2002[45], y
luego la legislación de orden público, como el Estatuto Antiterrorista, acto
legislativo 2 de 18 de diciembre de 2003, que modificaba los artículos 15,24,
28 y 250 de la Constitución, declarado inexequible por la C.C.
Hacer la guerra contra la oposición armada, y
desacreditar a la civil señalándola como colaboradora de las guerrillas[46],
y con el apoyo e injerencia extranjera manifiesta, el Plan Colombia rinde sus
frutos de-democratizadores en el campo, a la vez que fracasa en la eliminación
de los cultivos ilícitos, con los que asocia guerrilla, terrorismo y
narcotráfico[47].
Luego, de cara a la transición,
frente a la acumulación de demandas insatisfechas, el bloque dominante del
capital en coalición de independientes y con el concurso de los partidos
tradicionales liberal y conservador
realiza un giro reaccionario en toda la línea, y acude a la excepcionalidad de
la guerra para desmontar el proyecto democratizador prometido por el Estado
social de derecho[48].
El
enfoque exige no sólo el análisis lógico de la apariencia de la realidad
política de la transición actual, sobre-determinada por la excepcionalidad
política. También articula un ejercicio hermenéutico que hace posible el
estudio sintomático de la forma que adopta la relación democracia y guerra en
Colombia. Ello implica el estudio de la forma ideológica del imaginario de la
seguridad democrática.
Esta forma constituye la realidad de-democratizadora de la transición[49], cuando subtiende y fija el sentido de
la compleja red de poder micro, capilar, y macro estatal de las relaciones
político-jurídicas, económicas, culturales y sociales. En suma, el imaginario
de la seguridad democrática define el bloque histórico gobernante y dominante
con el dispositivo principal de la excepción de hecho y de derecho.
Con la ayuda de los estudios
sobre el discurso político, adelantados por Laclau/Mouffe[50],
Michel Foucault[51],
Norman Fairclough[52],
y Slavoj Zizek, se realiza el estudio de las formas ideológicas. Ellas
conforman los aparatos de hegemonía y legitimidad parciales, y posibilitan las
funciones “normales o no” de producción y reproducción de la formación social,
bajo el régimen del significante dominante que las codifica.
UN
COLOFÓN TEÓRICO Y PRÁCTICO
En este caso particular, que
estudia la disputa hegemónica en Colombia, nos referimos a la seguridad democrática como concepto
bisagra, donde chocan dos principios que definen las alternativas de la
modernidad, no resueltas, en el antagonismo que define también, de fondo, el
tiempo posmoderno/poscolonial.
El nuevo tiempo del capital,
sabido es, que en Colombia instrumentalizó el dispositivo de la excepcionalidad
para hacer posible y ejecutable la política pública de guerra como rectora del
conjunto de la actividad estatal. Este fue el curso de la acción seguido desde
1999 hasta el final del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, sin que el
nuevo mandatario haya procedido a su efectivo desmonte, pero sí, a implementar
un nuevo giro estratégico, cambiando seguridad por prosperidad democrática.
Ahora bien, el Estado de gobierno que se formalizó
en el Estado social de Derecho vive su desmonte vía ejecutiva, quien decide la
excepcionalidad en los presidencialismos; y lo refuerza con el triunfo electoral del presidente Juan Manuel
Santos, cultor de “la tercera vía” neo-laborista. Más de nueve millones de
votos, con las mayorías del congreso, legitiman el proyecto de Unidad Nacional,
que no incluye el Partido Verde, de Antanas Mockus y el PDA de Gustavo Petro,
los dos candidatos perdedores, quienes representan a 5 millones de electores,
sectores de la clase media, trabajadores y pobres del campo y la sociedad.
Tal el punto de arranque en lo
electoral del proyecto de la prosperidad
democrática, con que reestructura el sistema de poder su estrategia para resolver
la crisis orgánica del capitalismo político colombiano. Estableciendo una
alianza forzada con el trabajo[53],
en la época del posfordismo, impuesta por la presidencia imperial estadounidense,
para abrirle las compuertas al mercado estadounidense con el TLC bilateral.
Esta es su cara “civilizada”, porque la barbarie sigue escenificándose en los
campos, en las regiones donde se confrontan, sembrando minas y despachando
racimos de bombas, guerrilla y fuerzas regulares del ejército, con apoyo de las
Bacrim, que renuevan a su modo la
alianza paramilitar de las AUC, que dio existencia al fenómeno de la
para-política[54].
Ahora todo ocurre bajo “el
cobijo” de la forma soberana imperial desterritorializada, donde Estados Unidos
y el Reino Unido, son los dos mejores aliados de esta “tercera vía”
trasnochada, y recalentada, que al final de abril tuvo el espaldarazo
conceptual y político con la visita de Tony Blair a Colombia, y la visita de Santos
a Obama en la Casa Blanca
para recibir el pliego de condiciones de la presidencial imperial, que fija las
nuevas reglas del juego económico y político[55].
El nuevo presidente, que
anunció un giro discursivo cambiando el sustantivo prosperidad en lugar de
seguridad, parte de la premisa que ésta ya fue conquistada. Y pretende a conquistar
la hegemonía sobre el trabajo organizado, ir más allá de la legitimidad
obtenida para la política pública de guerra.
Recompuesto el bloque en el
poder, militar y político, que comanda la sociedad política, e incorporando a
Cambio Radical y al Liberalismo en la coalición de Unidad Nacional, para
dirigir el quehacer en el Congreso, ahora expurga a las Fuerzas Armadas del
general Gustavo Matamoros, el contra-fuerte en materia de derechos humanos de
la doctrina del todo se puede, cuyo resultado es la nefasta doctrina de los
falsos positivos, la burla al derecho de la guerra, y la impunidad para los
militares.
En procura de la hegemonía
sobre la sociedad civil, efectúa operaciones de impacto del resorte inmediato
del gobierno y la acción congresional. Allanan el Concejo Nacional de
Estupefacientes, destituyen a su director y confiscan los archivos institucionales,
donde están las huellas de la para-política. El ministro de agricultura entrega
tierras despojadas a campesinos e indígenas. Se tramita el proyecto de
reparación a las víctimas del conflicto armado, y la modificación del régimen de regalías a
municipios y departamentos.
De manera sumaria, estas son
pruebas del giro de la prosperidad, la
nueva estrategia en la guerra de posición que cambia el imaginario de la seguridad. El
propósito de ganar el control y
dirección de la sociedad civil, y neutralizando la oposición expresada en tres
vertientes organizadas y diversas: el recién creado Partido Verde, que canalizó
el descontento de sectores de la clase media y las juventudes; el PDA, que pasó
electoralmente a ser la tercera fuerza, afectado por la burocracia, la división
interna y la corrupción política cuyo último episodio es la orden de captura
librada contra el senador Iván
Moreno, hermano del actual alcalde de Bogotá, Samuel Moreno,
electo por el PDA y una coalición electoral.
La tercera fuerza la
constituyen los movimientos sociales y las minorías étnicas no alineadas, con
iniciativas de carácter local y regional, que no logran estructurar un bloque
contra-hegemónico, capaz. A lo cual se suma el repliegue táctico de las FARC,
golpeada en lo interno, en el frente internacional, sin posibilidad de cruzar
sin riesgo las fronteras, y separadas de sus aliados en el campo. Su
dirigencia, con la vocería de Alfonso Cano, como el ELN, a través de Gabino.
Ambos líderes guerrilleros
insisten en el interés de dialogar con condiciones, con la mediación de la
iniciativa de Colombian@s por la Paz, que en febrero de 2011, siendo anfitrión
Buenos Aires, intentó fijar una ruta cierta al dilema de la paz con reformas o
la continuación de la guerra por los peores medios. Pero, esta tercera fuerza
mantiene bifurcados sus caminos, y no logra articular en un proyecto diferente
que haga posible librar una lucha exitosa en este tiempo de guerra de
posiciones, donde democracia y guerra son los polos principales de la acción
estratégica.
Hay una luz esperanzadora en el
devenir de esta alternativa. El reclamo de paz con principios y reformas, que
parte de una sociedad civil de los de abajo activa y propositiva frente al
orden neoliberal remozado ahora con injertos de la “tercera vía”. En este caso,
dicha alternativa mucho tiene que ver con la conducción de la lucha por la
defensa y democratización de la educación pública, que empieza a dar muestras
de vigor en los espacios urbanos principales, al confrontar las contra-reformas
propuesta por el nuevo gobierno empezando por la privatización abierta de la
educación pública superior, esto es, el desmonte de la Ley 30 de 1992, nacida
al calor de la nueva Constitución sancionada en 1991, y que ahora cumplirá
veinte años de vigencia incluidas las cicatrices de 29 reformas.
Pero, tales resistencias son solo
los preliminares de una lucha que adquirirá momento a lo largo de este año
2011. O será de nuevo cooptada y negociada en su impulso potencialmente
revolucionario, esto es, como perspectiva contra-hegemónica, donde la
interrumpida revolución democrática que se anunciaba al final de los años
ochenta se enfrenta ahora no solamente con la degeneración democrática del
pasado decenio bajo la égida aciaga de Álvaro Uribe Vélez y el fenómeno
concomitante de la parapolítica, sino con el ensayo en profundidad del bloque
histórico dominante a través del principio de la prosperidad a sangre y
fuego. Esta prosperidad no se desprende,
claro está, de la divisa “democrática” como un estribillo, vacío de la
participación decisoria de los muchos.
Estos enfrentan una nueva
estrategia de revolución pasiva, de revolución desde arriba agenciada por las
elites orgánicas al capital transnacional en cuyo comando se encuentra un
dirigente destacado de la oligarquía colombiana, Juan Manuel Santos
complementado por el trabajo arriba del ministro del interior, Germán Vargas
Lleras, y abajo, a cargo del exsindicalista, Angelino Garzón, un vicepresidente
en funciones que no renuncia a ser coprotagonista de la contra-reforma que
cierra la segunda década de la Constitución de 1991.
[1] Director del Grupo
Presidencialismo y Participación, COLCIENCIAS/UNIJUS. Exrector de la Universidad Libre de Colombia. Autor del libro Participación
y Representación Política en Occidente. Editorial CEJA. Universidad
Javeriana. Bogotá, 2000.
[2] Sin embargo, a la fecha, bajo
la presidencia del demócrata Barack Obama, el nuevo presidente Juan Manuel
Santos, ha aceptado la imposición de una serie de condiciones, en lo laboral,
desmontar las cooperativas de trabajo, que mediante la intermediación
“flexibilizan” la contratación laboral; y en materia de derechos humanos,
principalmente, acabar con la impunidad en materia de asesinatos a dirigentes
sindicales, cuando Colombia encabeza la lista;
y la garantía de protección a los procesos de afiliación y ejercicio organizativo
sindical. Estas medidas, al ponerse en funcionamiento por el gobierno de
Colombia, permitirán la aprobación del TLC con el concurso de los legisladores
demócratas, sin que se hable en Colombia de la
ratificación de estas modificaciones por sus congresistas.
[3] BENAVIDES VANEGAS, Farid (2008). “Introducción”, in: La constitución de identidades.
Colección Gerardo Molina 16. Unal/Unijus. Bogotá, p. 23.
[4] Expresión ésta del movimiento
negativo que acompaña a las transiciones democráticas, según lo observaba en
las transiciones vividas en el Este de Europa a la caída y desmonte de los
socialismos realmente existentes. Así lo teorizó el sociólogo de la política,
Charles TILLY al final de su vida, primero en una seguidilla de ensayos
publicados después como libro con el título Democracy
(2003).
[5] Ver la genealogía de este proceso, por vía
testimonial, en el libro de Olga BEHAR, periodista y politóloga, El Clan de los Doce Apóstoles. Y por vía
argumental en el libro colectivo, editado por Claudia LÓPEZ y la Fundación Arcoiris,
Y refundaron la Patria.
[6] Es la denominación que emplea
François HOUTART para hacer una lectura del concepto y la realidad de clase que
es transversal a cualquier sociedad civil moderna. Es, por supuesto, una
clarificación de la categoría reintroducida por Antonio Gramsci, en el discurso
marxista, reinterpretando lo aportado por Marx, quien le hizo una crítica
ideológica al vocablo sociedad civil, tomándolo de G. W. HEGEL, y utilizado por el pensamiento burgués de la
Ilustración escocesa, y en particular aquel con que se fundó la economía
política clásica.
[7] Hay varias voces que teorizan
la emergencia de la multitud, principalmente provenientes de la experiencia
italiana de la
corriente Autonomista, que nace y se expresa en una década
que se extendió desde la segunda mitad de los años sesenta y setenta del siglo
pasado.
Los más destacados pensadores de la multitud son
Paolo VIRNO, Antonio NEGRI y Maurizio LAZZARATO. Pero, la obra que “popularizó”
el término y el debate es, sin duda, Imperio
(2000), escrita por Michael HARDT y Antonio NEGRI. Para hablar solo de América
Latina es muy conocida la respuesta polémica del sociólogo y filósofo de la
política, Atilio BORÓN, quien discute el sujeto multitud en Imperio & Imperialismo, en el marco de una supuesta relación imperial
global que tornaría obsoleta la teoría imperialista de la dependencia; y la
reflexión de Ernesto LACLAU, que en lugar de la multitud defiende y teoriza la
presencia del sujeto nacional popular en todas sus formas. Ver al respecto la
cadena de ensayos publicada en el libro Razón
Populista.
[8] Notable sociólogo colombiano,
renovador del pensamiento social y político en su lucha contra el colonialismo.
Estudioso de la violencia y los grupos y clases subalternas. Fue autor de una
serie de ensayos en un libro, Ciencia
propia y colonialismo intelectual, que puede ser ubicado como un
antecedente nacional de los estudios decoloniales. Decolonialidad es la
caracterización teórica que da el argentino Walter Mignolo a un pensamiento
alternativo de la modernidad y la posmodernidad aprehendida como
poscolonialidad. Implica el entendimiento crítico y explicación de la
modernidad, donde se le reconoce papel protagónico en su emergencia a los
“colonizados”.
[9] BENAVIDES VANEGAS, Farid (2008).
La constitución de identidades
subalternizadas en el discurso jurídico y literario colombiano en el siglo XIX.
Colección Gerardo Molina 16. UNIJUS/UNAL.
Bogotá.
[10] Antonio NEGRI calificó la
invasión de Iraq como golpe de estado contra el orden imperial, y en
particular, contra la autoridad global de la ONU, que es parte constituyente de
una de las tres formas del gobierno mixto global, la democracia que articula la
nueva soberanía imperial, distinta de la estatal, junto con la monarquía y la aristocracia. Ver
al respecto lo escrito en el libro Imperio
(2002). Paidós. Buenos Aires.
[11] Al respecto ver un apartado
titulado por Antonio GRAMSCI, A (1981). Apuntes
sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de método (1934).
Incluida en la
selección Escritos Políticos (1917-1933) Antonio Gramsci. Cuadernos
de Pasado y presente 54. 2ª edición modificada 1981. Editorial Siglo XXI.
México, pp, 359-61.
[12] Desde la cárcel fascista,
Antonio Gramsci emprende una revisión a profundidad del marxismo practicado por
la Tercera internacional en el periodo de entreguerras. Haciendo la crítica del
economicismo y el ideologismo voluntarista, con pasión por la verdad, reclama
la urgencia de estudiar la historia de las clases y grupos subalternos, con el
grado de dificultad que tal esfuerzo entrañas, porque éstas, de modo general,
no escriben la historia, sino los vencedores. Así lo pensaba también Walter
BENJAMIN, en el contexto alemán, en un tiempo similar, pero en el doloroso
entorno del exilio, utilizando la alegoría del Angelus Novus.
En uno de los apuntes de sus Cuadernos…, y tras varios borradores conocidos, él emprende en 1929, tal aventura intelectual de
profunda significación político práctica, que lo conduce en pos de la historia
del sujeto subalterno al entendimiento cabal de la significación de la
categoría y la práctica hegemónica, ensayada por la primera vez, de manera
triunfal por el proletariado ruso, conducido por V. I. Lenin y el partido
bolchevique.
[13] GRAMSCI, A (1981). Op. cit., p. 359.
[14] GRAMSCI, A (1981). Op. cit., p. 360.
[15] Consultar dossier de la Revista Viejo Topo. Barcelona, 1977, p. 5.
[16] GRAMSCI, A (
s/f). Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de
método, p. 361.
[17] Ver al respecto Discurso de la Guerra, con los comentarios
hechos por André GLUCKSMANN, y la lectura más tradicional del sociólogo,
historiador y filósofo de la política, Raymond Aron.
[18] La lucha contra-hegemónica que
se examina en la acotada coyuntura de 1999-2010, viene precedida por un proceso
que define el devenir de una crisis orgánica de larga duración, abierta en el
periodo que comienza en 1945/46 que produce un quiebre al interior del sistema
de dominio hegemónico bipartidista, conservador liberal, con la irrupción de un
proyecto de signo popular, de basamento inicial, izquierdista y revolucionario,
la UNIR, cuyo principal conductor fue el liberal socializante Jorge Eliécer
GAITÁN, asesinado el 9 de abril de 1948, en la confluencia de dos eventos
significativos, uno internacional, la institución de la OEA en Bogotá, con la
presencia del General Marshall, y el otro nacional, la escalada de la violencia
bipartidista, y el inminente, probable triunfo electoral del caudillo
asesinado, en las futuras elecciones presidenciales.
[19] Cursivas del autor.
[20] ROSE, N & VALVERDE, M
(1998). “Governed by Law?”, Social and Legal Studies, 7, nº. 4. Citados en el libro editado por BENAVIDES VANEGAS,
FS (2008). Op. cit., pp, 24-25.
[21] BENAVIDES VANEGAS, FS (2008). Op. cit., p. 25.
[22] Ibíd., p. 25.
[23] HERRERA ZGAIB, MA et al (2007).
El 28 de mayo y el presidencialismo de
excepción en Colombia. UNIJUS/Unal Derecho y Ciencia Política. Bogotá.
[24]Basándome en los desarrollos
del análisis discursivo actual, como lo propone y desarrolla Frank FISCHER, al
reestructurar la política pública, yo aplico de modo heterodoxo tales
instrumentos e intuiciones para la que defino como la principal política
pública del periodo 1999-2009, la guerra para prevenir las demandas
democráticas de los de abajo, que juntas tienen la potencia de una revolución
de los de abajo.
[25] Este gobierno fue
“desacreditado” por el gobierno estadounidense, por la financiación non santa
de la elección presidencial por el cartel mafioso de los hermanos Rodriguez
Orejuela. En lo interno dio origen al proceso 8.000, que culminó en un
escándalo y la absolución del presidente Ernesto Samper por la comisión de
acusación de la Cámara de representantes, y el pleno del Congreso de mayoría
samperista.
[26] Ver al respecto, el anunciado
libro de la
periodista Olga BEHAR (2011). El clan de los doce apóstoles, donde divulga las revelaciones
hechas por el mayor Meneses de la Policía colombiana, hoy a resguardo de ACNUR,
en particular, el capítulo titulado “Los Doce”.
[27] HERRERA ZGAIB, MA et al
(2007). Op. cit.
[28] Así la teorizó Charles TILLY
en Democracy, uno de sus últimos
libros, para dar cuenta, en primer lugar, a lo ocurrido en las llamadas nueva
democracias del Este, cuando se produjo el desmonte de aquellos socialismos
tutelados por la
Unión Soviética. Ver TILLY, Ch (2007). Democracy. Cambridge University Press. New York.
[29] LÓPEZ HERNÁNDEZ, C et al
(2010). Y refundaron la patria. De cómo
mafiosos y políticos reconfiguraron el Estado colombiano. Corporación Arco
Iris/ Random House Mondadori. Nomos editores. Bogotá.
[30] JESSOP, B (1999). “Fordismo y
Posfordismo”, in: Crisis del Estado de
Bienestar. Cap. 1. Siglo del Hombre Editores/Unal. Bogotá, pp. 40-62.
[31] En este análisis se asume,
igualmente, el aporte de Jacques Lacan en teoría de la ideología, a partir de
la afirmación que Marx inventó el síntoma. Lo cual procesa, Slavoj ZIZEK, su
continuador heterodoxo, para desarrollar su crítica política y cultural.
[32] A la fecha, por imposición de
la presidencia demócrata estadounidense, por exigencia de su ala congresional y
sindical, se ha impuesto al gobierno de Colombia la necesidad de cortar la
intermediación de las cooperativas, como condición para darle trato ante el
Congreso al TLC interrumpido, entre otras razones, por esta situación, y la
calamitosa situación de los D.H., que hacen de Colombia el país con más
asesinatos a líderes sindicales, que se mantienen en la impunidad.
[33] Como sí lo obtuvo, para citar
solo un ejemplo, la constitución actual de la República Bolivariana
de Venezuela, mediante el referendo del
15 de diciembre de 1999, según se dispuso por la Constituyente entonces
presidida por Luis Miquelena, Isaías Rodríguez y Aristóbulo Istúriz el 17 de
noviembre de 1999.
[34]Guerra
de posición es
la expresión que Antonio Gramsci empleó para entender la reacción capitalista
al curso expansivo de la revolución rusa en Occidente, mediante la revolución
pasiva del bloque capitalista internacional que tornó hegemónico el régimen
fordista de acumulación, hasta alterar incluso el curso mismo de la revolución
proletaria en su escenario original. Ver: GRAMSCI, A (1950). Cuaderno Americanismo e fordismo.
Universale económica, Milán.
[35] Es brutalmente elocuente lo
informado por la CICR, en su reporte de 2010. El jefe de delegación, Christophe
Beney, en la presentación del informe, señala la presencia de las Bacrim (bandas criminales), en lugar de
las AUC (Autodefensas Unidas de
Colombia), desmovilizadas oficialmente en 2006, mediante la Ley de Justicia y
Paz, iniciativa del gobierno Uribe Vélez, y el comisionado de Paz, Luis Carlos
Restrepo.
[36] Información recopilada de El
Tiempo, sección Debes saber, de 15 de abril de 2011. Bogotá, p. 7.
[37] Ver HERRERA ZGAIB, MÁ et al
(2007). “Presentación”, in:
El 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colombia. Unijus/UNAL.
Bogotá, pp. 7-36.
[39] MIGNOLO, Walter (2003). Historias locales/Diseños globales,
Madrid, Akal, p. 130.
[40] Si damos crédito a los
análisis volcado por NEGRI y HARDT en dos libros consecutivos, Imperio (2000) y Multitud. Guerra y Democracia en la era del Imperio (2004).
[41] La revolución pasiva, según el
estudioso italiano Giuseppe Vacca, califica en Gramsci la época histórica en
las que las transformaciones impuestas por una gran revolución, la propagación
de sus impulsos en otras realidades y en otros países, sucede en ausencia de
iniciativas históricas de las masas populares y por lo tanto es promovida y
dirigida por las viejas clases dominantes. “Prólogo”, in: KANOUSSI, D (2000). Una introducción a los Cuadernos de la
Cárcel de Antonio Gramsci. P y V.
México, pp. 17-18
[42] HERRERA ZGAIB, MA et al
(2005). Seguridad y Gobernabilidad
Democrática. Neopresidencialismo y participación en Colombia, 1991-2003. DIB/UNIJUS,
Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
[43] HARDT, M & NEGRI, A
(2004). Multitud. Guerra y democracia en
la era del Imperio. Debate. Random House
Mondadori. Argentina, p. 396.
[44] Ibíd., p. 397.
[45] VALENCIA, LC (2010).
“Democracia y excepcionalidad”, Revista
Javeriana. Dossier: El autoritarismo de opinión. nº. 762, pp. 54-59.
[46] El episodio más reciente es la
destitución de la
senadora Piedad Córdoba, cabeza de Colombian@s por la Paz,
ordenada por la Procuraduría, aduciendo su colaboración manifiesta con las
FARC.
[47] ALOP (2001). Plan Colombia ¿seguridad nacional o amenaza
regional. CEPES. Lima, pp. 37-68.
[48] Una primera aproximación al
asunto del “método de investigación” que empleo, implica considerar una
hibridación teórica de análisis y la hermenéutica del síntoma según lo
propuesto por Michel FOUCAULT al estudiar las técnicas de interpretación. Así
lo plasmé en el breve apartado “Los laberintos del método materialista”, de mi
libro: La participación y la
representación política en Occidente (2000). CEJA/UJ.
Bogotá, pp. 20-22.
[49] TILLY, Charles (2003). Op. cit.
[50] LACLAU, E. & MOUFFE, Ch
(1987). Hegemonía y estrategia socialista.
Siglo XXI editores. Madrid.
[51] FOUCAULT, M (1967).
“Nietzsche, Freud y Marx” in: El
psicoanálisis en el materialismo histórico. Editorial
Zeta. Medellín.
[52] FAIRCLOUGH, N (1994). Language
and Power. Longman. London.
[53] Ver al respecto la fórmula
vicepresidencial, el exsindicalista católico, Angelino GARZÓN y la CGT, cuyo
secretario Julio Roberto GALINDO, cuyo IX Congreso, el 28 de abril de 2011,
anunció que pactará con el gobierno de la prosperidad que reestablecerá el
Ministerio del Trabajo, reforzará los programas de protección a sindicalistas,
creará 480 cargos de inspectores del trabajo, y combatirá la intermediación de
las cooperativas de trabajo asociado.
[54] Ver, la Presentación”, in: HERRERA ZGAIB, MA et al (2007).
[55] “Colombia pasa por un gran momento”, dice
Tony BLAIR, ver nota de El Tiempo, 29
de abril 2011, p. 5.
La versión que aquí se publica ha tenido unas precisiones y ajustes en la edición que la original no incluía. La expectativa es que redundará en una mayor claridad del escrito. Bienvenidos son todos los comentarios y preguntas al respecto.
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