LA CRISIS
DEL POSFORDISMO Y LA PAZ EN COLOMBIA, 2009-2012. Segunda parte.
DEL POSFORDISMO Y LA PAZ EN COLOMBIA, 2009-2012. Segunda parte.
Un remedio y una mutación polémica
Vida en común. La posibilidad de la democracia a
escala global emerge hoy por primera vez. Este libro trata de esa posibilidad,
de lo que vamos a llamar el “proceso de la multitud”. Un proyecto que no solo
expresa el deseo de un mundo de igualdad y libertad, no solo exige una sociedad
global democrática abierta e inclusiva, sino que proporciona los medios para
conseguirla. Esa es la conclusión de nuestro libro, pero no es así como hay que
empezar. Michael Hardt, Antonio Negri. Prefacio,
en: Multitud, p. 13.
La crisis del capitalismo global bajo el régimen posfordista es
atendida, asistida con la estructuración de un orden político imperial que
esgrime la guerra para suturar en parte la crisis del espacio político mundial,
según lo plantea la reflexión inicial de Toni Negri.
Él prosigue esta indagación en tres volúmenes comenzando con Imperio vinieron luego Multitud y Commonwealth. A dúo con Michael Hardt responden en ello, ponderan las diversas críticas que se hacen a esta reflexión que cuestiona tanto la doble hegemonía de la clásica lógica imperialista como la teoría latinoamericana de la dependencia para dar cuenta del presente.
Él prosigue esta indagación en tres volúmenes comenzando con Imperio vinieron luego Multitud y Commonwealth. A dúo con Michael Hardt responden en ello, ponderan las diversas críticas que se hacen a esta reflexión que cuestiona tanto la doble hegemonía de la clásica lógica imperialista como la teoría latinoamericana de la dependencia para dar cuenta del presente.
Para ellos, estos paradigmas perdieron su poder explicativo más
general. Al concluir que vivimos un nuevo tiempo del capitalismo, la era del
imperio, un nuevo tipo de soberanía "llamado" por la acción directa de
las multitudes, y las tensiones fundamentales actuales se expresan en la ecuación guerra
y democracia, que es el baremo transversal del espacio tiempo en que vivimos. [1]
Una de los más conocidos críticos a este planteamiento es
Atilio Borón con su ensayo Imperio &
Imperialismo,[2]
publicado en Clacso y premiado luego por el concurso Casa de las Américas de
Cuba. En el epílogo de su ensayo Borón
concluye:
“…el argumento central
del libro evidenciaba una sorprendente y bienvenida similitud con las
principales tesis que los ideólogos de la globalización habían venido
propagando por todo el mundo desde los años ochenta, a saber: que el
estado-nación se encuentra prácticamente extinto, que una lógica global
gobierna el mundo, y que para desafiar esa ominosa estructura –cuyos concretos
beneficiarios así como sus víctimas y oprimidos se pierden en las sombras-
existe una nueva y amorfa entidad, la “multitud”, y ya no más el pueblo y mucho
menos los trabajadores o el proletariado”.[3]
Eso sí, Atilio abre también un compás de espera para redimir
en vida a uno de los autores de Imperio, el
primer libro de la trilogía que sustenta el nuevo orden imperial que no
imperialista, diciendo: “Esperamos de todo corazón poder tener en fechas
próximas la satisfacción de comentar, en términos completamente diferentes, un
nuevo libro en donde el extraordinario talento de Negri se reencuentre con su
propia historia”.[4]
La situación de
Colombia durante la crisis
Esta disputa mundial y las tensiones teóricas y prácticas que
le son inherentes tienen su expresión en
Colombia, aquí se tradujeron en una contravía de la transición democrática, en
su retroceso autoritario de una décad, que arrancó con importantes reformas que se probaron entre 1991 y 1999. La
siguiente década fue la de la destorcida de la guerra declarada contra los de
abajo, en dos escenarios, la sociedad política, con teatro en los campos de modo directo, expresada en desplazamientos y masacres ininterrumpidas; y en la sociedad civil, con lo que otros denominan la guerra social, que se resume en que el país ocupa el tercer lugar en desigualdad en el planeta.
Ahora bien , el proceso de la transición se degenera dramáticamente
producto de la quiebra de la política pública de paz, con la que el presidente
Andrés Pastrana obtuvo su elección, pactando con las Farc y su líder histórico,
el guerrillero Manuel Marulanda, y con un centinela imperial, el gobierno
estadounidense de Bill Clinton, con el Plan Colombia como espada de Damocles,
de doble filo, pendiendo amenazadora sobre sus cabezas.
A esta cita, al inicio
formal de las negociaciones en San Vicente del Caguán, no concurre Tirofijo, el sobreviviente de mil combates de resistencia,
y la silla vacía se vuelve premonitoria de lo que vendrá, el in crescendo de la
guerra interna, entre gobierno y guerrillas durante la última década, cuando el
paquete de reformas quede servida en la
mesa, después que se sentaron a manteles varios candidatos presidenciales, para
exigirles cuentas a esta insurgencia armada.
El periodo de la de-democratización,
es el nombre que tiene la destorcida antidemocrática. Tiene un interregno de
casi dos años, vivido en la zona de distensión, San Vicente del Caguán, “el
paraíso perdido” de la paz; y luego viene la degeneración democrática abierta con el triunfo del presidente guerrero, Álvaro Uribe Velez, el portador de la
seguridad “democrática”.
La operación de-democratizadora, noción que utilizó Charles
Tilly al estudiar la democratización durante la globalización capitalista, en
Europa del Este, en Colombia abarca los años
2002-2010, y luego parece cambiar su curso que coincide con el cambio de
gobierno al ser derrotada la segunda reelección del “pacificador” en la Corte
Constitucional.
La resistencia de los grupos y clases subalternas forzó un cambio de rumbo. De una parte, la gran
ofensiva militar contra la guerrilla de las Farc-ep, a través del plan
consolidación no logró liquidarla. Esta guerrilla cambió su estrategia, se
replegó, y volvió a actuar como guerrilla con micro-operaciones de castigo, y
daño a la infraestructura económica y social en las zonas de su
influencia. Eso sí, perdió en combate,
en operaciones de inteligencia y ataques aéreos, dentro y fuera de la frontera
nacional, a figuras políticas y militares de incuestionable relevancia como
Alfonso Cano, el Mono Jojoy, y Raúl Reyes, forjadas al lado de los liderazgos
de Jacobo Arenas y Manuel Marulanda.
De otra parte, los movimientos sociales se fortalecieron y
multiplicaron en resistencia contra el autoritarismo y la parapolítica juntas.
Las comunidades indígenas y campesinas se conformaron en espacios colectivos de
composición plural como la Minga Social, y el Congreso de los Pueblos, primero,
y luego vino el despliegue del Movice,
la Mane y el Movimiento estudiantil, y la Marcha Patriótica.
En la escena electoral, aunque el nuevo presidente obtuvo
algo más de 9 millones de votos, como cabeza de un nuevo frente, la Unidad
Nacional, las fuerzas derrotadas principales, el PDA y el Partido Verde, aunque
diferentes en programa, sumadas obtuvieron casi 5 millones de votos, en medio
de una considerable abstención en la elección presidencial. Y aunque el
principal partido de oposición, el PDA, pasara en votos a un tercer lugar,
después de los verdes, uno de sus desprendimientos, el movimiento Progresistas,
después de la debacle política y la corrupción rampante en la Alcaldía de
Samuel Moreno del PDA en la capital, Bogotá, garantizó por tercera vez el
triunfo electoral de izquierda con Gustavo Petro como alcalde.
La alianza progresista, que incluye como compañeros de viaje
a liberales y conservadores en la administración de la segunda más importante
posición política del país, no tiene la participación del PDA. En el 2012, este
partido realizó la Conferencia ideológica, transida de maniobras autoritarias y
censuras temáticas, realizará el III Congreso, para el cual se han postulado
más de 3600 aspirantes a ser delegados. En el ínterin, el Comité ejecutivo
nacional expulsó al Partido Comunista, socio histórico del PDA, por ejercer la
doble militancia, como animador de primera línea de la Marcha Patriótica; y
otro tanto ha hecho con congresistas ligados al Movimiento Progresistas,
quienes han resistido la exclusión de que son objeto.
El clima político del régimen para-presidencial se deterioró
más a partir de 2006, cuando se cambió la constitución de 1991 para permitir la
reelección del comandante supremo de las F.A., en campaña “pacificadora”. El
resultado fue el degeneramiento democrático de las libertades públicas, el
asesinato en masa, la vigilancia ilegal de opositores, cortes y copamiento de
los organismos de control.
Este degeneramiento fue agenciado en las dos presidencias de Álvaro Uribe, a
sus espaldas, como en los tiempos de su primer mentor, el expresidente Ernesto
Samper, a quien él tuvo candidatizado para hacerlo embajador de Colombia en París.
Un recuerdo agradecido de los tiempos del Poder popular, cuando la presidencia
de Samper se ganó en la segunda vuelta con la provisión de fondos del
triunfante cartel de los Hermanos Rodríguez Orejuela, extraditados después por el presidente electo a los Estados
Unidos.
[1]
El segundo libro de la trilogía se titula Multitud.
Guerra y democracia en la era del Imperio, publicado en 2004 por Penguin
Press en la edición inglesa, y en el mismo año en la edición argentina, en la
colección Debate de Random House Mondadori Press.
[2]
BORÓN, Atilio (2002). Imperio &
Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri. Clacso,
Buenos Aires
[3]
BORÓN, Atilio, op. cit., p. 151.
[4]
Ibídem, p. 153.
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