sábado, 2 de noviembre de 2013

BIG DAVID, DOPAJE  Y  TRIUNFO DE LOS MEDIAS ROJAS

El estado de Massachusetts está de moda, y en la prensa por muchas razones. La última de ellas se debe a que el equipo Medias Rojas (Red Sox) de Boston, tuvo que esperar 86 años para conseguir su tercer banderín, en lo que los estadounidenses denominan la serie mundial, sin que ninguno hasta la fecha les dispute ese "privilegio" con éxito, en cuyas disputas anuales se practicó por muchos años la discriminación "racial", una palabra proscrita del vocabulario mundial, y del esperanto de los D.H.

La invasión  y la revancha del béisbol

                                                      Esta vez la hazaña tiene que ver con la fortaleza de un gigantón, 1.93, bautizado David  Américo, nacido en Santo Domingo, República Dominicana, un pedazo de isla mancillado en los años 60, por una invasión norteamericana, cuando la bestialidad del dictador Leónidas Trujillo, novelado por Mario Vargas Llosa ya no iba más. Y la figura de Juan Bosch, primero, y el general Caamaño después lucharon en vano por restituir la dignidad, esto es, la libertad nacional hollada por la bota de los marines.

David Ortiz como pelotero, y hacedor de jonrones tuvo el mejor promedio, calificado por eso como el jugador más valioso en el territorio de los invasores, y en el corazón del Tea Party, y donde los irlandeses con los Kennedy a la cabeza de esa rebeldía de siglos, han forjado una amalgama de pobreza y riqueza intelectual, como que allí se agolpan las universidades insignia del pragmatismo y el talento de la llamada "melting pot", Harvard, Cambridge y MIT, entre otras.

Un ángel caído que vuelve a volar

Pero Ortiz, quien compartió con el barranquillero Edgar Rentería la temporada de 2005, en el mismo equipo, no ha sido siempre una "buena persona". El “big papi” ha sido acusado de usar esteroides, y parece que los empleó para mantener la endiablada voracidad del deporte sometido a la escofina del capitalismo. En particular, Ortiz fue "devoto" entusiasta, por ejemplo, del clubhouse, un tóxico.

En el año 2003, el "viejo David" no pasó las pruebas de control antidopping, tal y como lo escribieran en el New York Times, y que se practicaron entonces como anónimas para parar en las grandes ligas el uso de estimulantes. 

Entre  Guerra  y Jackie Robinson

Por supuesto, hasta la fecha, Ortiz no habla de invasiones ni de política, es un chico "correcto", quien este año cumplirá 38 años. Lejos están los tiempos de Jackie Roosevelt Robinson, la maravilla negra, que robó cualquier cantidad de carreras, y se hizo famoso en los años 40 y 50, luchando contra la discriminación a brazo partido, y con una inolvidable estirpe de bateador, que coronó jugando para los Dodgers de Brooklyn, cuando esta era el centro administrativo de la gran manzana, y aquel un equipo insignia.

Robinson dio fama a su novena, abrió para los negros y el "color people" el jardín de la fama, en un deporte que los estadounidenses sienten que los definen en su variopinta procedencia, y en particular a los "wasp", que sienten hasta hoy, equivocadamente ser el ombligo del mundo.
Ortiz no habla de política, tampoco comenta de las "cosas feas" que ocurren en la pobre República Dominicana, o de la discriminación que está ejerce sobre su vecina y pariente más pobre, Haití.


Es paisano de Juan Luis Guerra, quien canta como Ortiz batea, y sin duda baila merengue, sin importar su pesada humanidad; pero uno y otro tienen pendiente como millones de pobres expandir el mensaje de la igualdad como realidad, y tomar distancia de los daños que la relación perversa del capital ha impuesto sobre esta tierra.

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