BIG DAVID, DOPAJE Y
TRIUNFO DE LOS MEDIAS ROJAS
El estado de Massachusetts está de moda, y en la prensa por muchas
razones. La última de ellas se debe a que el equipo Medias Rojas (Red Sox) de
Boston, tuvo que esperar 86 años para conseguir su tercer banderín, en lo que
los estadounidenses denominan la serie mundial, sin que ninguno hasta la fecha
les dispute ese "privilegio" con éxito, en cuyas disputas anuales se
practicó por muchos años la discriminación "racial", una palabra
proscrita del vocabulario mundial, y del esperanto de los D.H.
La invasión y la revancha del
béisbol
Esta vez la hazaña tiene que ver con la fortaleza de un gigantón, 1.93,
bautizado David Américo, nacido en Santo
Domingo, República Dominicana, un pedazo de isla mancillado en los años 60, por
una invasión norteamericana, cuando la bestialidad del dictador Leónidas
Trujillo, novelado por Mario Vargas Llosa ya no iba más. Y la figura de Juan
Bosch, primero, y el general Caamaño después lucharon en vano por restituir la
dignidad, esto es, la libertad nacional hollada por la bota de los marines.
David Ortiz como pelotero, y hacedor de jonrones tuvo el mejor
promedio, calificado por eso como el jugador más valioso en el territorio de
los invasores, y en el corazón del Tea Party, y donde los irlandeses con los
Kennedy a la cabeza de esa rebeldía de siglos, han forjado una amalgama de
pobreza y riqueza intelectual, como que allí se agolpan las universidades
insignia del pragmatismo y el talento de la llamada "melting pot",
Harvard, Cambridge y MIT, entre otras.
Un ángel caído que vuelve a volar
Pero Ortiz, quien compartió con el barranquillero Edgar Rentería la
temporada de 2005, en el mismo equipo, no ha sido siempre una "buena
persona". El “big papi” ha sido acusado de usar esteroides, y parece que
los empleó para mantener la endiablada voracidad del deporte sometido a la
escofina del capitalismo. En particular, Ortiz fue "devoto"
entusiasta, por ejemplo, del clubhouse, un tóxico.
En el año 2003, el "viejo David" no pasó las pruebas de
control antidopping, tal y como lo escribieran en el New York Times, y que se
practicaron entonces como anónimas para parar en las grandes ligas el uso de
estimulantes.
Entre Guerra y Jackie Robinson
Por supuesto, hasta la fecha, Ortiz no habla de invasiones ni de
política, es un chico "correcto", quien este año cumplirá 38 años. Lejos
están los tiempos de Jackie Roosevelt Robinson, la maravilla negra, que robó
cualquier cantidad de carreras, y se hizo famoso en los años 40 y 50, luchando
contra la discriminación a brazo partido, y con una inolvidable estirpe de
bateador, que coronó jugando para los Dodgers de Brooklyn, cuando esta era el
centro administrativo de la gran manzana, y aquel un equipo insignia.
Robinson dio fama a su novena, abrió para los negros y el "color
people" el jardín de la fama, en un deporte que los estadounidenses
sienten que los definen en su variopinta procedencia, y en particular a los
"wasp", que sienten hasta hoy, equivocadamente ser el ombligo del
mundo.
Ortiz no habla de política, tampoco comenta de las "cosas
feas" que ocurren en la pobre República Dominicana, o de la discriminación
que está ejerce sobre su vecina y pariente más pobre, Haití.
Es paisano de Juan Luis Guerra, quien canta como Ortiz batea, y sin
duda baila merengue, sin importar su pesada humanidad; pero uno y otro tienen
pendiente como millones de pobres expandir el mensaje de la igualdad como
realidad, y tomar distancia de los daños que la relación perversa del capital
ha impuesto sobre esta tierra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario