EL PARTO DE LOS MONTES
¿UN MARTES DECISIVO?
Miguel Angel Herrera Zgaib[1]
Después de los días transcurridos, cuando
se vino abajo el cielorraso de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, lo
más obvio, inmediato y urgente no tuvo aún cabal solución.
El quehacer inmediato
La
comunidad activa de estudiantes de pregrado, algunos de posgrado, y un puñado
de profesores de las dos carreras, obrando con sensatez y prudencia han puesto
como plazo efectivo este martes próximo, 12 de noviembre, para que la dirección
universitaria a todos los niveles garantice la continuidad del semestre sin
sobresaltos de infraestructura física.
Por lo demás, es urgente que la dirección nacional y local de
la Nacho defina sin dilaciones la hoja de ruta de recuperación inmediata del
edificio, en lo interno, y la disposición del personal idóneo para definir
cuáles son, si las hay, las fallas estructurales que den cuenta de los
agrietamientos observados en el segundo piso del edificio calificado como
monumento arquitectónico, patrimonio cultural de la nación.
Pero, antes, la dirección de la Facultad, su Consejo en
particular, debe tomar en consideración lo advertido por Veeduría
universitaria, y lo probado por los
estudiantes mismos en términos de capacidad, dotación y distancias de
los salones provisionales habilitados para las clases de derecho y ciencia
política a lo largo y ancho de la Ciudad Blanca.
Por lo pronto, según lo visto por quienes informan, la
secretaría académica y las unidades encargadas de mantenimiento y espacio
físico han de redistribuir, en lo posible, la cercanía y regularidad relativa
de los salones para que las distancias no conspiren con el margen de 15 minutos
que en condiciones normales, algunas clases esperan como plazo de gracia. Esto
no admite más aplazamientos.
Por
los medios masivos, el vicerrector de sede, el ingeniero Diego Hernández dijo
que hay $75.000 millones disponibles para hacer reparaciones en diferentes
edificaciones de la Nacional; pero, por ninguna parte apareció mencionado el
edificio de Derecho en este primer reparto de reparaciones pendientes.
Pareciera que, en el caso de nuestro edificio, no las hubiera, y sólo bastara
reemplazar los cielosrasos de bahareque y guaduas por los “elegantes” dry walls
“y santo remedio”.
Peor aún. En cuanto a presupuesto para reparaciones estructurales
y locativas, el rector dijo que si la
estampilla se aprueba por el Congreso, la
Nacional podrá disponer de $1 billón para reparaciones estructurales, dentro de
un año. Estas en total, a pesos de hoy cuestan
2,1 billones, y lo restante se cubriría a 15 años.
Pero, en estas realidades de deterioro físico evidente, y de
no garantía frente a movimientos telúricos, no hay lugar a amortizaciones que
no impliquen tragedias anunciadas. Los arreglos tienen que hacerse ya. No dan
espera. Por lo pronto, sin embargo, la burocracia vive una calma chicha, aunque
vociferen lo contrario.
Ahora bien, la cuestión es más grave de los que se pensó. Las
edificaciones de IPARM también hicieron agua, esto es las que albergan a los
niños jóvenes. Hasta el punto que algunos estudiantes han propuesto en esta
temporada invernal a sus padres ir en vestido de baño; y eventualmente, dotarse
de caretas y aletas para salir de sus salones nadando en caso que la inundación
se generalice. No es chacota, sino charcos y goteras que los asedian dentro y
fuera de varios salones.
Atención! Achtung!
Watch out!
No estamos hablando de la Mojana, o de las tierras aledañas al canal del
Dique, o de las inundaciones en la vecindad del Puente del Común, sino del
corazón de Bogotá.
A pocas cuadras de CAN, donde dizque el gobierno distrital va
a adelantar una renovación urbana. En el lugar en el que supuestamente, el
talento de Steven Holl, despliegue su
ingenio, por un pago superior a los $2.000 millones, dar paso al diseño
necesario del edificio de doctorados en que se hermanan tres facultades.
Mientras, la facultad da grima a dos semanas.
El arreglo
inmediato de los techos y cielorrasos no
tiene que ver con la cafetería que hace
más de un año no funciona; la biblioteca que requiere una mejoría sustancial
para darle cabida a nuevos libros y colecciones; las goteras persistentes del
Auditorio Camilo Torres, y el no funcionamiento del proyector empotrado en su
techo para nombrar las más visibles.
Primero, manos a la obra, para
resolver lo urgente y necesario. Descongelar los recursos disponibles y
aplicarlos a los arreglos de todos los edificios, y de Derecho inmediatamente.
Exigirlo ante las autoridades del orden nacional, Minhacienda y Educación, para
que la prosperidad la veamos efectivamente y de inmediato.
De estos asuntos esperamos respuestas claras y contundentes,
a todos los niveles, esto es, la dirección de nuestra facultad también, así
sea, cuando menos, por medios virtuales.
Todos, la comunidad universitarios, los padres de familia, y
la ciudadanía en general estamos “a la pata”, como se dice. La prudencia y
sensatez no quieren decir falta de carácter, ni
carencia de disposición para la acción.
No se equivoquen una vez más, señores encargados del gobierno
de la educación pública superior en Colombia. Chile puede ayudar a refrescar la
memoria y corregir el rumbo errático de estos años de espaldas a la realidad
común.
[1]
Profesor asociado, ex director de Ciencia Política y Unijus, Universidad
Nacional de Colombia. Bogotá. Catedrático Maestría Estudios Políticos, U.
Javeriana. Ex rector nacional de intervención Universidad Libre de Colombia.
Autor libros: Participación y representación política en Occidente (2000),
Antonio Gramsci y la Crisis de Hegemonía. La refundación de la Ciencia Política
(2013).
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