martes, 7 de enero de 2014

¿Por qué fracasan los países hoy en día? Instituciones, instituciones, instituciones. A propósito del libro de Robinson y Acemoglu (Parte III).

Miguel Angel Herrera Zgaib

Una semblanza política de Álvaro Uribe  Vélez.

                                                    Acemoglu y Robinson se preguntan cómo es posible que Colombia resista por tantos años semejantes contrastes, entre áreas urbanas como Bogotá y Barranquilla, y  "partes significativas del país (donde el Estado) proporciona pocos servicios públicos y prácticamente ninguna ley y orden." (p. 446)

Dan como explicación plausible la que llaman una "relación simbiótica" que "surge porque los políticos nacionales explotan la falta de ley de las zonas periféricas del país, mientras que el gobierno nacional deja libertad a los grupos paramilitares" (p. 447)

En seguida viene la directa mención al expresidente Uribe y a su antecesor Andrés Pastrana. Así comienza la cita:

"Este patrón se hizo particularmente evidente a partir del año 2000". Esto es, cuando están iniciándose las conversaciones de paz en San Vicente del Caguán entre el gobierno de Pastrana  y la guerrilla de las Farc-ep. 

Los autores se refieren a Uribe así:

"En 2002, Álvaro Uribe ganó las elecciones presidenciales. Uribe tenía algo de común  con los hermanos Castaño: su padre había sido asesinado por las Farc. Realizó una campaña en la que repudiaba los intentos de la administración anterior de hacer las paces con las Farc. 

En 2002, su porcentaje de votos era 3 puntos porcentuales superior en zonas con paramilitares. En 2006, cuando fue reelegido, su porcentaje de votos era 11 puntos porcentuales superior en esas zonas." (p. 447)

Acemoglu y Robinson, con suficiente distancia de Colombia, infieren lo siguiente:
"Si Mancuso y sus compañeros podían entregar el voto para la Cámara (la traductora dice el Congreso) y el Senado, lo podían hacer también en las elecciones presidenciales, sobre todo para un presidente fuertemente alineado con su visión mundial (en favor de la guerra contra el terrorismo, lanzado por G.W. Bush, añadido mío) y que probablemente sería indulgente con ellos."
Y los investigadores refuerzan su aserto citando una declaración de Jairo Angarita, "el segundo de Salvatore Mancuso y exlíder de los bloques Sinú y San José de las Auc, en septiembre de 2005, estaba orgulloso de trabajar para la <> (p. 447)

El  "nuevo" Congreso y los  resultados: Reelección y Justicia y paz.

                                                    Robinson y Acemoglu hablan ahora sin tapujos sobre el Congreso, y sus representantes paramilitares:
"Una vez elegidos, los senadores y congresistas paramilitares votaban lo que Uribe quería, sobre todo los cambios en la constitución para que él pudiera ser elegido en 2006, lo que no estaba permitido...A cambio, el presidente promulgó una ley profundamente indulgente que permitió a los paramilitares desmovilizarse." (p. 447)

Los autores hacen la siguiente apreciación al respecto:
"La desmovilización no significaba el fin del paramilitarismo, sino simplemente su institucionalización en grandes zonas de Colombia y el Estado colombiano, de las que s habían adueñado los paramilitares y que se les permitió mantener." (p. 447)

Esta situación "novedosa" está en correspondencia con la estrategia de descarado desmonte de la promesa del Estado social de derecho y su reemplazo desde las regiones por el autodenominado Estado comunitario de los propietarios, en cumplimiento descarado, a sangre y fuego, de uno de  los 100 puntos del programa del <>.

La Colombia que "ganó" Juan Manuel Santos.

                                                           Juan Manuel Santos, prometió en el momento más álgido de su campaña, cuando estaba detrás de la intención de voto que favorecía a Antanas Mockus, famoso por el lema: "todo no se vale", que cuidaría como un padre de familia ejemplar los "huevitos" protegidos por su antecesor, el ganadero, terrateniente  "gran elector" de Santos. 

Mockus  recordaba su petición de renuncia directa a Álvaro Uribe, cuando se comprobó la compra de los votos de dos congresistas; así consiguió el cambio del "articulito" para su reelección, mediando el delito de  cohecho, el 28 de mayo de 2006. Una causa judicial aún no concluida.

Para los neo-institucionalistas, vinculados con prestigiosas universidades estadounidenses, de la "Ivy League", esta es la precaria condición del sistema político nacional, después del cambio de mando en 2010:

"En Colombia, muchos de los aspectos de las instituciones políticas y económicas han pasado a ser más inclusivos con el tiempo. Sin embargo, ciertos grandes elementos extractivos permanecen. La falta de ley y los derechos de propiedad inseguros son endémicos en grandes zonas del país, y esto es consecuencia de la falta de control por parte del Estado nacional de muchas partes del país, y la forma particular de falta de centralización del Estado en Colombia." (p. 447)

Una luz de esperanza en el túnel

                                                           A pesar de lo dicho, los académicos, autores de "Por qué fracasan las naciones", aventuran el siguiente pronóstico:

"No obstante, esta situación no es un resultado inevitable, sino una consecuencia de la dinámica que refleja el círculo vicioso: 

las instituciones políticas de Colombia no generan incentivos para que los políticos proporcionen servicios públicos, ley y orden en gran parte del país y no les ponen límites suficientes para evitar que hagan tratos implícitos o explícitos con los paramilitares y los criminales." (p. 448)

A las puertas del nuevo ciclo electoral, lo que advierte acá Acemoglu y Robinson está superado? Han hecho algo Santos y quien fuera su ministro estrella, Germán Vargas, han hecho algo en tal sentido, o por el contrario, sigue cuidando con efectivo celo los más "preciados huevitos" de quién fuera su principal padrino político y sus aliados.

La conclusión, para desgracia de la ciudadanía coombiana, y la inmensa mayoría de su población es otra. La situación diagnosticada por estos académicos extranjeros se mantiene; y ha empeorado con el descarado ejercicio del neoclientelismo presidencial.

Peor aún, el régimen para-presidencial no ha sido desmontado, y los herederos de la para-política se encuentran bien asentados en sus territorios, y dispuestos a jugar las cartas del triunfo con el mejor postor en favor de sus intereses.

Mientras tanto

                                                     Mientras tanto,  las fuerzas de izquierda, y quienes se identifican con la democracia duermen la siesta " de los justos", y se arremolinan en el incómodo canapé republicano, que no han sido capaces de reparar, porque se esmeran en competir entre ellas, sujetas al síndrome de las pequeñas diferencias doctrinarias. 

Después de lo hecho por la generación del Centenario, nada o casi nada se avanza en el rediseño democrático de la república de los señores de golilla y peluquín. Estamos en tiempo, pero ya "doblan las campanas," por la sepultura definitiva de la prometido en la Constitución de 1991.

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