miércoles, 12 de febrero de 2014


COLOMBIA , WIKILEAKS Y SNOWDEN.
DISCIPLINA, IMPERIOS Y SOBERANÍA

ÁNGELA HERRERA PUYANA[1]

INTRODUCCIÓN

¿Nos sorprende el espionaje de los Estados Unidos? 

Es más sensato estar indignados por la  actitud de “sorpresa” de nuestro gobierno que por el descubrimiento al público de un espionaje lógico de pensar.

La evidencia histórica revela que la mayoría de Imperios, desde Persia, la Francia de Luis XIV o la China Imperial han sido gestores y practicantes de algún tipo de espionaje. Por tanto lo difícil de entender no es que Estados Unidos vigile a sus habitantes o a los de otros países, sino lo verdaderamente revelador es que la mayoría de los gobiernos afectados por tal conducta actúen como si no pasara nada.

Lo que vemos ahora es un cambio dentro del modelo de espionaje, ya los soplones o las denuncias anónimas han pasado a segundo plano pues el avance tecnológico ha permitido recurrir a herramientas mucho más eficaces: micrófonos, cámaras, control sobre  llamadas y emails.

También se ha producido un cambio en los objetivos a espiar, porque ya no se hace únicamente sobre células terroristas o sobre los mandatarios en el Kremlin, sino se trata de controlar a los ciudadanos del común. Es por esto que el presente ensayo busca analizar el impacto de este fenómeno en Colombia a la luz de los autores y exposiciones trabajadas en clase sobre escritos de la autoría de Michel Foucault, Antonio Negri y Antonio Gramsci.

Además de centrar el ensayo en los mecanismos y el “por qué” del espionaje norteamericano, también buscaré comprender la actitud de personas como Julian Assange y Edward Snowden,   dispuestos a sacrificar grandes sueldos, o una vida cómoda conforme a los dictados del capitalismo en aras de defender las libertades básicas de la población mundial.

Un enfoque general

Primero que todo, digamos que Snowden y Assange forman  parte de una generación de Internet que consideran que el poder de la información debe ser público, que defienden en consecuencia la idea de difundir lo que los gobiernos y corporaciones transnacionales hacen a puerta cerrada.

Por un lado, Julian Assange fundó la organización Wikileaks con el objetivo de difundir información relevante conseguida por medio de ciudadanos anónimos copiando datos de acceso restringido y brindándoselos a la población mundial.  El responsable de la mayor filtración de documentos en la historia sacó a la luz más de 200 000 documentos, la mayoría pertenecientes al gobierno de Estados Unidos. Esta publicación logró poner en evidencia a lo que hacen un sinnúmero de gobiernos, pues no ha habido hasta la fecha país occidental que no se haya visto salpicado por algún caso que le afectase directa o indirectamente.

Por otro lado, encontramos a Edward Snowden, un joven estadounidense que ha puesto en jaque a su gobierno y a la Agencia de Seguridad Nacional, NSA,  - una creación institucional que data del ataque a las torres gemelas, -  toda vez  que filtró  importantes documentos que aceptaban y reflejaban las actividades de espionaje que su gobierno realiza sobre los ciudadanos del mundo.

Concretamente él  “destapó” que el gobierno de los Estados Unidos cuenta con un gran sistema de espionaje con el cual vigila las comunicaciones de gran parte de la población mundial. Todo bajo el pretendido argumento de evitar acciones terroristas dentro y fuera del territorio que Barack Obama gobierna dizque con pretensiones democráticas. Dicho gobierno hasta ahora no ha negado las afirmaciones hechas por Snowden, tampoco tildado de falsos los documentos filtrados por Assange.

Sin embargo el mismo gobierno sindica de criminales a los dos personajes de la lucha democrática, y describe sus actos libertarios como grandes delitos, delitos mucho mayores que los que Estados Unidos cometió contra la privacidad de sus ciudadanos, y contra la soberanía de bastantes países, entre los cuales se cuenta Colombia. Razón por la cual los ha llevado a huir de sus países y pedir asilo en otros, ya que enfrentan la imputación de graves cargos.

Ambos hoy por hoy viven, por supuesto, las mortificaciones del exilio impuesto, por haber descubierto al mundo los arcana imperii  y los arcana dominationis, de los que habló el estudioso de la política y el derecho, Carl Schmitt en su famoso libro La Dictadura.

El caso colombiano

Si nos centramos en el impacto de estos dos casos en Colombia nos encontramos con la “sorprendente” noticia de que nuestro país es el tercero más espiado por la NSA y que además en Bogotá se encuentra una de las sedes subcontinentales de la Agencia para decodificar los datos interceptados satelitalmente. 

Según lo ya consignado,  esta intromisión va más allá de lo obvio, es decir, que nuestro país es una de las víctimas del espionaje de Washington. Es por esto que no se entiende que la reacción de nuestro gobierno sea un simple comunicado de la canciller María Angela Holguín rechazando, sin ninguna medida efectiva, la violación de derechos ciudadanos y de leyes internacionales. Peor aún, ¿por qué seguimos comportándonos como una colonia en el siglo XXI? ¿Por qué van, desfilan políticos y funcionarios colombianos a “rendir informe” ante la embajada Americana, según lo registran sin tacha los cables filtrados por  el portal Wikileaks?

Ahora bien, usando la metáfora del imperio romano, Negri y Hardt se refieren a esta nueva composición política del capitalismo  concentrado dentro de un orden mundial consolidado, que practica una nueva soberanía, el  Imperio de alcance planetario. Se refieren a este como una nueva estructura política capaz de tener el control sobre todo, que tiene la forma de un gobierno mixto,  cuyo ejercicio hace palidecer la fórmula del “imperialismo”,  que “garantiza”  la lógica financiera especulativa de carácter global.

Al denunciarse y comprobarse la operación de espionaje  lo más lógico, siguiendo los planteamientos de estos autores, seria válido pensar que Estados Unidos está viviendo un retroceso en su práctica imperial; y que sería casi improbable que recupere ese terreno que había avanzado en el “dominio de hecho”. Sin embargo,  lo que vemos ahora es que lo único acontecido y quizás un poco difícil de recuperar  está dentro del plano diplomático, sin acciones contundentes que lo hagan detener esas prácticas.

El manejo diplomático que le dio la cancillería colombiana al asunto pudo dejarnos un sinsabor a debilidad y sumisión. Claro, no se esperaba una reacción radical ni un rompimiento de relaciones pero sí,  al menos, un tratamiento que fuera más allá de suaves reclamos. El tema no ha ido más allá desde ninguno de los dos lados. Estados Unidos no ha admitido su error al violar la soberanía de nuestro país y Colombia parece no tener dentro de sus planes el seguir reclamando. Esta posición es de gran contraste si la comparamos con otros países de la región que se han unido para rechazar el acto,  y además piden a la ONU analizar lo ocurrido y generar sanciones.

El proyecto de la guerra preventiva global contra el terrorismo continúa. Al mismo tiempo contemplamos la imposición de un nuevo orden caracterizado por poderes mundiales completamente desterritorializados, los cuales siguen al pie de la letra el “vigilar y castigar”.
Referido al caso colombiano la única manera de explicar su poca indignación ante ser una de las prioridades en espionaje desde Washington y, además, de estar continuamente dando informes a ellos, es que estamos padeciendo una nueva relación colonial donde la extracción minero-energética, y el tráfico de capitales golondrinos nos amarró fuertemente a los centros del poder financiero transnacional.

La deuda con los Estados Unidos es una de las mayores razones que hace que nuestra soberanía se aleje tanto del concepto leído en textos como el de Stuart Hall, donde una de las dimensiones del Estado es que es soberano por tanto tiene el poder supremo dentro de su territorio. En nuestro caso, vemos violada la soberanía un sinnúmero de veces, lo que nos lleva a la discusión común dentro de la ciencia política que afirma que el Estado nación como lo conocíamos ya no existe. Ahora existen, en cambio, organizaciones de toda índole, financieras, terroristas o comerciales con mucho mayor poder de decisión dentro de los países.

Comparto la opinión  de que el Estado nación va a seguir existiendo, y que además se está perfeccionando a la par con el capitalismo. Nos encontramos ante una redefinición de soberanía, donde los Estados deciden ceder una parte de ella a otras instancias. Así ocurre, en buena medida, con el orden Imperial que caracterizan Hardt y Negri en su obra “Imperio”, aunque también se deben tener en cuenta los casos en donde los países no tienen más opción que entregarla.

Unas consideraciones finales

Al analizar este tema desde un autor como Foucault me surgen inmediatamente dos conceptos. El primero es el edificio panóptico, inventado por Jeremy Bentham, pero que Foucault retoma en Vigilar y Castigar. Ese edificio ideado para que los presos se sientan observados sin saber desde que punto es un gran paralelismo con la captura de datos masivos con la ayuda de las nuevas tecnologías.

Este tipo de vigilancia busca que nos comportemos de la manera más natural posible, llevado a cabo con tecnologías digitales que asociamos con la diversión y el entretenimiento. A pesar de esto, y más aún con las filtraciones de Snowden que demuestran el alto grado de vigilancia al que estamos expuestos, nos conduce al efecto deseado del panóptico: la autocensura. Conocer a los “presos” del panóptico en absoluto, lleva al poder absoluto.

El segundo concepto que se me viene a la cabeza es el de sociedad disciplinaria. Según Foucault desde finales del siglo XVIII se instauró en Europa este tipo de sociedad donde no se espera que el sujeto infrinja la ley para disciplinarlo sino que se le considerará siempre sospechoso y por tanto se le estará disciplinando y controlando constantemente.

“Guerra preventiva contra el terrorismo” sirve como ejemplo a esa idea al igual que esta frase lapidaria de las libertades, pronunciada por el presidente Obama: “No podemos tener una seguridad al 100% y una privacidad al 100%.” Se juzga a los individuos por lo que somos capaces de hacer y no por lo que hemos hecho, es así como se justifica esta idea. Todos podemos llegar a ser terroristas, y por lo tanto debemos ser controlados. Así prospera la noción de “guerra justa” preventiva que han implementado impunemente los dos últimos presidentes estadounidenses.  

El gobierno estadounidense no parece querer abandonar su proyecto de espionaje, además sabe que son pocas las consecuencias que le puede generar más allá de una pérdida de prestigio. Por más programas que abandone la NSA, todos estamos seguros que seguirá habiendo espionaje y que estará en manos de ellos, recordando el concepto de la burocracia de Max Weber, nuestra privacidad; sin que en apariencia hubiera maneras de resistirla.

Pareciera que no hubiera modo de poner en su lugar a los Estados Unidos y a los países que lo secundan y/o respaldar en su actuar anti-democrático que ahora pretende disciplinar y controlar al mundo. Haciendo palidecer a la ficción del “gran hermano” escrita por George Orwell.

Bibliografía

Foucault, Michel (1986). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI Editores.
Foucault, Michel. Defender la sociedad.  Fondo de cultura económica  2006. Clase del  10 de marzo y clase del 17 de marzo_ el sujeto y el poder.
Weber, Max.  Economía y Sociedad ,Fondo de Cultura Económica de España, s.l., 1993
Hall, Stuart. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales. Capitulo El estado en cuestión. Instituto de estudios sociales y culturales. Universidad javeriana 2010.
Negri, Antonio & Hardt, Michael. en: Imperio. Prefacio y primera parte. 1.1 El orden Mundial. Traducción: Eduardo Sadier De la edición de Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, 2000.

Apuntes de clase







[1] Estudiante de segundo semestre de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia

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