viernes, 6 de marzo de 2015

Camilo Torres Restrepo. Un Pensamiento Propositivo para la Paz de Colombia

CAMILO TORRES RESTREPO
Un pensamiento propositivo para la paz de Colombia

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia

El 3 de febrero de 2015 se cumplieron 86 años del natalicio del sacerdote, sociólogo, y líder social y político Camilo Torres Restrepo. El 15 de febrero  se cumplieron 49 años de su muerte en las filas de las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en el corregimiento de Patio Cemento, departamento de Santander. Y el próximo 12 de mayo han de conmemorase los 50 años de la propuesta de Frente Unido del Pueblo hecha por Camilo, alrededor de una plataforma de lucha y una idea de unidad de las fuerzas democráticas, de izquierda y populares que transitara el difícil camino de la lucha política e impulsara las trasformaciones necesarias para el bienestar de las clases populares y en general de la sociedad colombiana.

Estas conmemoraciones se dan en una coyuntura muy particular: el avance de las conversaciones de paz entre el Gobierno Nacional con la insurgencia de las FARC-EP  y el desarrollo de la fase exploratoria de conversaciones con el ELN. El tema de la paz ocupa la agenda nacional. Después de más de sesenta años de conflicto armado parece tener eco, tanto en la insurgencia y en el Gobierno Nacional, el clamor nacional de paz construido por distinto sectores de la sociedad colombiana, a través de distintos eventos y las más diversas manifestaciones populares y sociales.

Convocar la figura y el pensamiento de Camilo Torres Restrepo resulta pertinente y necesario en esta fase de incertidumbres y búsquedas de imaginarios de unidad y posibilidades de organización política, para abordar la fase de un posible postconflicto cargado de movilización social y política, y posibilidades democráticas de que sectores tradicionalmente excluidos puedan convertirse, en distintos territorios y a diferentes niveles, como auténticas alternativas de poder. Pero esto será posible si pueden encontrarse en un proceso unitario en el que se reconozca y respete la diferencia, y se fijen propósitos comunes en el marco de procesos de corto, mediano y largo alcance donde puedan adquirir forma y realidad histórica las expresiones del poder popular y ciudadano, en torno a agendas reivindicativas y plataformas políticas esenciales.

 Esta es una idea central del pensamiento de Camilo Torres Restrepo, en el periodo que precede a su incorporación al ELN, por la cual se movilizó en todo el país, encontrando importantes respaldos, así como abrumadoras y desesperanzadoras expresiones de dogmatismo y sectarismo político de las izquierdas tradicionales, que no permitieron que las ideas germinaran y se consolidaran en un gran movimiento social y político de raigambre popular. El concepto de Unidad y la necesidad de un Frente Unido del Pueblo, entorno a una plataforma de lucha social y política, fueron en su momento y sigue siendo aún componentes del pensamiento de Camilo, profundamente válido.

Han pasado casi cincuenta años y el desarrollo de la confrontación social y política ha dejado una estela de tragedia, terror y muerte del que la sociedad colombiana tiene la responsabilidad y obligación de salir, y la izquierda, los movimientos sociales y políticos, las distintas poblaciones y las gentes que habitan todos los territorios, el compromiso de construirse desde una perspectiva política que coloque al centro del proceso de reconstrucción del país la tarea central de trabajar por la unidad y la organización de los sectores populares, en el marco de una práctica política renovada y vigorosa con el suficiente músculo unitario, capaz de convertirse en una auténtica alternativa de poder.

La necesidad de organizar y potenciar la capacidad de participación y de construcción de escenarios de poder social y popular, en el marco de una democracia renovada y trasformada por nuevos modelos de gobierno, gobernabilidad y gobernanza hacen parte de los imaginarios de Camilo, que hoy es necesario recuperar para que los sectores populares protagonicen en los diversos territorios los procesos de cambio que se requieren para construirse en “dignidad” conforme lo soñó Camilo.   

Al conmemorarse este nuevo aniversario de la desaparición física de Camilo Torres Restrepo, resulta útil echar mano de su pensamiento y desde su vigencia aportar a las urgencias políticas de hoy y a las de la construcción de una paz con libertad, democracia y justicia social.  

1.      Camilo: la violencia y la guerra revolucionaria

A Camilo se le ha dimensionado desde su condición de sacerdote–revolucionario y especial admiración se ha mostrado por su disposición para la lucha, incluyendo la lucha armada, como la forma de oponerse a la violencia institucional a través de la contraviolencia, en un contexto de estrecheces democráticas, agudas persecuciones, asesinatos, masacres, desapariciones y desplazamientos generados por los ajustes requeridos para el desarrollo del modelo político y las urgencias del capitalismo emergente en nuestro País. 

Siendo hijo de la violencia, no era de su naturaleza el ejercicio de la misma. Lo que era propio de su condición humana era su capacidad para hacer uso de lo que Albert Einstein llamó la más poderosa y creativa de todas las fuerzas de la naturaleza: el amor humano, que en Camilo adquiere una condición revolucionaria y profundamente humanista al hacerse amor eficaz.

Camilo nace en el fervor de las luchas sociales y sindicales de finales de la década del treinta, en donde los actores que van a desarrollar los conflictos del siglo XX  apenas se están configurando en sus identidades sociales y construyendo sus respectivas agendas de derechos y reivindicación, marcadas desde sus comienzos por prácticas de exclusión y violencia criminal. 

Ahí están las luchas de los campesinos por la tierra y el trabajo digno en las asociaciones y ligas campesinas que marcaron rutas hacia la demanda de las primeras y hasta hoy insuficientes reformas agrarias; los obreros emergiendo a la historia y soportando la explotación de las empresas transnacionales en enclaves criminales del petróleo y del banano, levantando huelgas por derechos fundamentales como el trabajo, la jornada laboral, el descanso, el salario digno,  la seguridad, el derecho a la organización sindical y a la huelga; las comunidades indígenas retomando las luchas de la resistencia, de la mano de Quintín Lame,  para conservar sus territorios, mantener sus condición de pueblos y naciones comunitarias, conservar sus lenguas y dialectos, las formas de la organización social y política, su cultura, sus prácticas de justicia, su autonomía. 

El movimiento de las mujeres unidas en sus derechos a los trabajadores y sus reivindicaciones  en lo esencial:  trabajo - descanso - educación como bien supo enunciarlo y defenderlo María Cano; el Movimiento Cívico y Ciudadano contra el clientelismo, el manzanillismo y la corrupción en las empresas públicas del acueducto, el alumbrado y el tranvía, enfrentado funcionarios corruptos y prácticas de nepotismo en la calles, animados por caudillos naturales de manera multitudinaria; los estudiantes cumpliendo con su servicio social voluntario de seguridad, reemplazando policías violentas, criminales y corruptas.

Camilo desarrolla su niñez en medio de aceleradas y conflictivas transformaciones, que buscan llevar al país de una economía señorial centrada en el campo a un capitalismo dependiente,  que requiere de centros urbanos y mano de obra. Crece a la sombra de las reformas liberales y la violencia política interpartidista. 

Atraviesa en su juventud la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla, para llegar cargado de vitalidad, entusiasmo, compromiso y amor eficaz a un importante proceso político, como lo fue el Frente Unido del Pueblo. En escasos cuatro años, pasó de sociólogo y sacerdote a líder y dirigente social y político, y de defensor de la contra-violencia, movido por un altruismo extremo, a guerrillero del ELN.

Camilo era sabedor de los problemas de los campesino y de los habitantes de los barrios populares; desarrolla trabajo con comunidades en los barrios del sur de la ciudad capital  (Tunjuelito y San Carlos); conoce los padecimientos de la reforma agraria, la violencia del campo y en particular de los movimientos agrarios del sur del país, construidos por colonos que a punta de necesidad van ampliando la frontera agrícola; participa en los programas institucionales de la reforma agraria y se angustia con las amenazas contra Marquetalia, el Pato, Guayabero y Riochiquito, señaladas como Repúblicas Independientes; sabe de los padecimientos de los trabajadores en las fábricas, de sus sindicatos y de sus luchas, y vive con especial pasión las luchas estudiantiles en su condición de capellán de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.

Camilo no solo es de la generación de la violencia y el conflicto social, también lo es de la segunda postguerra y de la guerra fría, de las luchas de liberación y descolonización, de la oleada revolucionaria de América Latina despertada por la revolución cubana;  en síntesis, es un hombre de su tiempo. Pero su esencia, el material de que está hecho, es de humanismo y de amor eficaz. Su condición cristina y revolucionaria se unieron para conducir sus prácticas de amor y humanismo, a la entrega absoluta y a las incertidumbres de la lucha armada en las consignas del ELN.

El 10 de febrero de 2015, la Comisión de Historia del Conflicto y las Víctimas (CHDCV) entregó el informe final: doce (12) ensayos y dos relatorías, que colocan a disposición de la nación las distintas explicaciones de los orígenes, causas, determinantes y consecuencias del conflicto social, político y armado en Colombia. No hay  una única historia, no hay una única verdad. Gran parte de las explicaciones que se dan desde los distintos horizontes teóricos e interpretativos, muestran la complejidad de fenómenos que Camilo en su momento tuvo que sortear, enfrentar y pensar en sus posibles soluciones.

El país fue resolviendo parte de las agendas de lucha de la década de los sesenta de manera insuficiente, creando un déficit de atención social que se hizo inmanejable con el paso del tiempo y los gobiernos. No logró construir ni un Estado ni una institucionalidad lo suficientemente fuerte como para dar albergue a una sociedad civil fuerte, organizada y capaz de generar, legal y legítimamente, los cambios que requería el país. 

El proceso de modernización del Estado y la sociedad siguió la desafortunada ruta de la violencia y la guerra, y contó con unas élites políticas y económicas mezquinas y corruptas, que no les importó desangrar el país, si sus intereses se veían afectados. 

Hoy se requiere de una nueva lectura de los procesos y conflictos  que ayuden a potenciar el imaginario de rutas de solución; recuperar las autonomías del pensamiento social y político para pensarse en contextos reales y formular para sus problemas,  con suficiente autonomía,  políticas públicas pertinentes. Esa es una preocupación Camilista.  

2.      Pluralismo Utópico y unidad política

A las puertas de un proceso que está por construirse hay que volver a retomar la senda transitada por Camilo, que fue llenando de urgencias y profundas preocupaciones sobre la necesidad de constituir a las clases populares en un sujeto social, cargado de reconocimiento e identidades propias que explicitan las condiciones de su realidad social e histórica, y se erigen en sujetos de derechos, definen a través de programas y plataformas sus agendas reivindicativas y de derechos, y desde allí se hacen sujetos político, convirtiéndose en comunidades organizadas, con capacidad de movilización, decisión y gestión política y social.

Hay una realidad concreta que da razón por los estados de pobreza, marginalidad, indigencia, desempleo y falta de oportunidades para construirse en dignidad, y hay una explicación amplia de los determinantes económicos que generan y agudizan esas realidades a través de la desigualdad, la inequidad, la exclusión, la discriminación y todo lo que ello genera en materia de traumatismos sociales y anomias.

Pensarse en términos de las urgencias del presente, definir una plataforma de realizaciones para lo inmediato, posesionar en las comunidades el sentido de lo que significa la unidad como fundamento de poder y la organización como posibilidad trasformadora, es poner en marcha, para estos tiempos, lo que Camilo pretendió hacer para su tiempo. Desde luego que esta es una tarea difícil y de las más altas responsabilidades, y no puede realizarse si no se cuenta con una fuerza inteligente y comprometida, dispuesta a colocar su proyecto de vida al servicio de la construcción de lo humano y su “dignificación”. Una tarea que requiere reconocerse como distintos y respetarse para poder construir unidad y organización, que son sin duda los dos mayores retos que tiene todo proceso de participación política que se fije como propósito transformar la sociedad.   

Desideologizar el discurso, politizar la práctica  

La etapa de desideologizar el discurso no significa renunciar a las ideologías, ni a tener principios o no hacer parte de un proyecto ético y político, capaz de pensarse en relación con el futuro y el bienestar de la nación, no. Es una etapa para pensarse esencialmente en el escenario de la política, donde se construyen los procesos de cambio que requiere el país y en el que todos los sectores deben ser protagonistas de primera línea.

El 15 de enero del 2006 en la Universidad Nacional,  en la conmemoración de los 40 años de la muerte de Camilo, uno de los más destacados y juiciosos constructores del pensamiento Camilista, Orlando Fals Borda (q.e.p.d.), hizo una ilustrativa disertación sobre los imaginario del Frente Unido del Pueblo propuesto por Camilo, que él acompaño, para señalar que:

El Padre Camilo Torres Restrepo…, creó el Frente Unido como un aparato político que él denominó “pluralista”. En esta forma logró armar una nueva utopía para el país. Esta utopía tenía ingredientes especiales, como aquellos derivados de convicciones religiosas y del examen de la realidad nacional y de las revoluciones latinoamericanas contemporáneas, en especial la cubana…, la utopía pluralista de Camilo Torres… Al trascender la realidad y pasar al plano de la práctica, su planteamiento tiende a modificar profundamente el orden de cosas existente, produciendo crisis sociales y personales, induciendo el examen crítico de la sociedad e impulsando el cambio subversor necesario. 
   
Ese  pluralismo utópico adquiere forma y sentido en el presente de Camilo, y vigencia en esta Colombia de hoy. Cómo podría no tener valor y sentido un planteamiento como el formulado en la Plataforma del Frente Unido del Pueblo (22 de mayo de 1965), en donde se afirma que “el aparato político que debe organizarse debe ser de carácter pluralista, aprovechando al máximo el apoyo de los nuevos partidos, de los sectores inconformes de los partidos tradicionales, de las organizaciones no políticas y, en general, de las masas”. Una mirada que no se encasilla, que transciende los reservados espacios de la izquierda para pensarse con la sociedad en su conjunto. La idea de Camilo adquiere sentido, no en cuanto se quede como enunciado teórico que orienta desde el discurso el que hacer de los otros, sino en cuanto entiende y asume el cambio subvertor necesario, en la propia corporalidad de su territorio, en la práctica social y política que lo habita.  

Tal vez sea injusto afirmar que la gran tragedia de la izquierda colombiana y de sus liderazgos más reconocidos fue trabajar más con el discurso y la ideología, que con la realidad y la práctica transformadora de la misma, haciendo asistencialismo revolucionario, y asumieron con misticismo un compromiso sin una ruta que construyera en el presente lo que debería ser el futuro. Llevados por una inapropiada forma de concebir la ideología, generaron más fraccionamiento y dispersión que unidad y dinámicas de trasformación. Si bien las ideologías guían el accionar político es la política como práctica la que construye la realidad histórica.

 Según Fals Borda, en Camilo “el pluralismo utópico es una herramienta para unir grupos diversos, y hacerlos mover hacia una misma dirección. Se presenta como una estrategia que busca cambiar las reglas del juego, y que al hacerlo quiere promover el cambio del orden social y político en que se desarrolla”. Pero, por su misma naturaleza diversa, no busca crear sistemas cerrados y autoritarios, sino sociedades libres y abiertas que persiguen la utopía del desarrollo humano y de la libre personalidad. “Una sociedad en la que se encuentran diversas tendencias, pero que tienen las mismas metas valoradas, aquellas que hoy podríamos definir como provenientes de pueblos originarios. Con este fin se unen todas en un impulso común de creación que permite una amplia libertad de cruces ideológicos, y que ofrece alternativas para escoger las vías de acción con base en una moderna racionalidad.

La unida en la diversidad es el fundamento del pensamiento unitario de Camilo, pero es esa diversidad, ese pluralismo utópico, el que constituye la esencia de un auténtico régimen democrático. He ahí un aporte fundamental a la paz en nuestra Colombia del Siglo XXI.

La produccion de Camilo busca dar razón por las causalidades del conflicto y las necesidades de las clases populares, de ahí su preocupación por la pobreza como tema de investigación científica, sociológica y política, por las transformaciones del campo y el mejoramiento de la vida de las comunidades rurales, su particular compromiso con los sectores sociales que van configurando en la marginalidad las nuevas formas de habitar y demandar en derechos los espacios urbanos, acompañando las demandas en vivienda, servicios públicos, salud, educación, trabajo. 

Todos estos elementos son constitutivos de su concepción de la dignidad humana, la que une a la construcción de las responsabilidades y la demanda de obligaciones de las clases populares, en una acertada convicción de que nadie puede quedarse por fuera de las dinámicas y los procesos de cambio que requiere el país.  


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