viernes, 26 de febrero de 2016

EL SECRETO DE UN SUBALTERNO MORDAZ Y 

SOCARRÓN.

LA MUERTE DE UMBERTO ECO Y LA CULTURA POP

miguel angel herrera zgaib.
Proyecto Estética, Arte y Política

Todos los despachos noticiosos occidentales se volcaron para informar del fallecimiento del semiólogo Umberto Eco, un italiano apasionado por la cultura medioeval, y, en particular, el mundo comunal que palpitara en el tránsito hacia el renacimiento y la reforma, que tocan con la Italia cosmopolita, con la que este intelectual se hermanó hasta el final de sus días.

Nacido en 1932, y crecido al lado de su abuelo, un artesano, dedicado al noble oficio de la tipografía, Eco se forjó entre tipos móviles, chibaletes y libros. Una pasión que no lo abandonó, porque deja como herencia una gran biblioteca armada en el edificio de un antiguo monasterio, que en lugar de monjes alberga más de 35.000 volúmenes, que él, por supuesto, no alcanzó a leer en vida, pero que lo inmortalizan, para los cultores de la lectura inteligente y curiosa.

El interés por el medioevo quedó plasmado desde el tiempo en que se hizo doctor, en 1956, cuando escribiera "El problema estético en Tomás de Aquino". Este trabajo le sirvió de insumo para su primer éxito estético literario, el thriller "El nombre de la rosa", que no se resistió en un cierto sentido a destripar, escribiendo luego el texto "Apostilla a El nombre de la rosa".

Esta fue una manera de anticipar sus memorias, de las cuales dejó unos manuscritos, acerca de los que ironizó, diciendo, " Hay que pensar en dejar trabajo a las generaciones futuras".

Entre las lecturas de El nombre de la rosa" estuvo una que indicara, cómo en ella había una suerte de lenguaje cifrado, para desentrañar lo que fuera la experiencia de la autonomía política en sus "n" variantes, y el fenómeno del terror estatal y plebeyo, solo que dado a través de la búsqueda del tratado sobre la risa, un texto que no se encontrará refundido en su propia biblioteca.

Eco fue, a su modo, un cultor de la "levedad del ser", al modo como Milan Kundera lo descubrió en un ambiente de rancio e impostado socialismo, como el que se impuso a la rebelde y traviesa Checoeslovaquia que ya no existe más.

Eco, por el contrario, a su manera, no quiso espantar a pequeño-burgueses, sino divertirlos con best sellers que tuvieron sabor a filosofía, y en últimas a teología, mientras llevó la vida de buen burgués acompañado desde 1962, con Renate Ramge, en un matrimonio bien avenido.

Para los públicos quedará la huella de su voz gangosa, su ironía inocultable, y al disposición para hurgar en la cultura popular, en lo pop, que encontró tanto cultivo y personería en los Estados Unidos, la tierra que universalizó el american way of life, del que Eco escribió una saga razonado en su escrito Apocalípticos e Integrados.

Su último escrito, "Número Cero" conviene leerlo, como cierre aparente de una época falsamente posmoderna, una suerte de neomanierismo insustancial, marca de una decadencia, de un tiempo de crisis no resuelta, cuya solución o alcanzó a ver. A pesar de su cáncer que lo consumía, continuó riendo, y mostrando a la vez los dientes, como un notable epígono del culteranismo burgués del siglo XX.

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