SOCIALISMO vs POPULISMO –
Capítulo IV
REDISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA
SOCIAL: COSTOS Y FINANCIACIÓN.
LUIS MEJÍA, Ph.D. en Economía
Índice:
1. Redistribución en la historia
a. Impuestos como mecanismos de
redistribución
2. Populismo distributivo y gasto social
a. Financiación del gasto social
b. Populismos y costos del gasto social
3. Límites a la redistribución de la
riqueza social
a. La escasez de recursos
b. La planeación del gasto social
4. Lo esperado y lo inesperado en planes
y programas
a. La falacia de los planes
b. El azar en los planes
Este es el cuarto capítulo de
la colaboración que estamos desarrollando el Profesor Miguel Herrera Zgaib,
Universidad Nacional de Colombia – Bogotá, y yo sobre el tópico Socialismo y
Populismo.
En este capítulo hablaremos de
la redistribución de la riqueza social, la manera de lograrlo, sus límites y
los costos en que se incurre. Introducimos una reflexión sobre lo predecible e
impredecible en los planes de redistribución.
Conviene advertir al lector que
este es un trabajo en desarrollo. Ahora, como antes, invitamos a nuestros
lectores a participar con sus sugerencias, críticas y adiciones.
1. Redistribución en la historia
En la historia de la humanidad la
riqueza se ha distribuido y redistribuido por medios pacíficos y violentos, por
vías de hecho y de derecho[i].
Saqueos en medio de disturbios
populares son maneras violentas de redistribuir riqueza, pero no tienen efecto
permanente en las finanzas de los saqueadores; los saqueados, por su parte,
pueden sufrir pérdidas considerables, especialmente si no tienen seguros que
los protejan.
De consecuencias más
permanentes son las revoluciones. También las guerras acompañadas de saqueo
sistemático. Por ejemplo, las invasiones armadas de un país a otro que terminan
con indemnizaciones pagaderas a la parte victoriosa por parte de los
derrotados.
Se encuentran también las
bestiales guerras de represalia, las guerras civiles para destruir o someter a minorías
sociales o para desplazar a los habitantes de territorios económica o
estratégicamente valiosos. De las que Colombia es un doloroso y recurrente
ejemplo.
Pero también hay redistribución
pacífica de la riqueza, lo cual se logra por medio de reformas agrarias o
urbanas, impuestos progresivos, incrementos del gasto social, negociaciones obrero-patronales
de salarios y condiciones de trabajo o reformas socialistas del sistema de
producción.
[Ver ejemplos en el Apéndice a
este capítulo]
a. Impuestos como mecanismos de redistribución
Así, tarifas proporcionalmente
más altas para los relativamente más ricos -que lo pueden ser de manera exorbitante-
limitan el poder de estos y generan recursos para subsidiar el consumo de los
relativamente más pobres y las obras de infraestructura que estos usan. Tanto
el consumo como la infraestructura subsidiados son importantes para el
bienestar de quienes generalmente viven y/o sobreviven de su trabajo directo,
material o inmaterial, manual o intelectual.
Algunos conservadores de
extrema se oponen a esto en principio. El actual presidente de los Estados
Unidos y su partido de gobierno dan ejemplo de esta actitud.
En su opinión los impuestos [1]
limitan la iniciativa privada, [2] subvierten el orden impuesto por la
naturaleza que le da a unos las condiciones para ser más ricos que otros y [3]
son un desconocimiento al derecho de propiedad.
Esos conservadores son
indiferentes a la realidad histórica del capitalismo: los pobres librados a sus
propios recursos no tienen con qué pagar los servicios, mercancías e
infraestructura que mantienen vivos los negocios y los mercados y que hacen
ricos a sus dueños.
Además, desde un punto de vista
práctico hay que reconocer que una buena porción de los impuestos regresa a la
clase alta -con un efecto multiplicador- por la vía de los altos salarios
pagados a sus delegados en el gobierno y de los contratos de obras, suministros
y servicios con el estado.
El ejemplo más notorio es la
industria de armamentos de los Estados Unidos; aunque es de propiedad privada no
sobreviviría sin las compras -usualmente a sobreprecio- del estado.
Los impuestos también sirven
para ayudar a acumular la riqueza en pocas manos. Por ejemplo, los impuestos
regresivos ponen la carga de sostener los gastos del estado sobre los hombros
de las clases media y obrera. Esto tiene el efecto de congelar o reducir la
tasa de crecimiento de su capital y de sus ingresos y de limitar de modo artificial
su capacidad de compra[ii].
Por otra parte, los impuestos
regresivos dejan intacta –o la afectan solo marginalmente- la tasa de crecimiento
del patrimonio y de los ingresos de las clases altas pues estas quedan
excusadas de contribuir proporcionalmente a los gastos sociales comunes.
El efecto favorable que puede
tener el régimen de impuestos en la riqueza de las clases altas es reforzado
por prácticas discriminatorias en su colección. La tolerancia –expresa o
tácita- de la evasión fiscal se manifiesta, por ejemplo, en:
- demoras y olvidos en el cobro
de impuestos,
- fallas en la auditoria de las
declaraciones de ingresos y patrimonio,
- fraude en el cálculo y cobro
de impuestos,
- negligencia en la persecución
de paraísos fiscales.
La evasión de impuestos
consolida el poder económico y político de los más ricos y al mismo tiempo debilita
el de las clases medias y bajas; de contera, reduce la capacidad del estado
para financiar el gasto social, debilitando así su función redistributiva[iii].
2. Populismo distributivo y gasto social
El populismo distributivo se
enfoca en repartir la riqueza social acumulada en las arcas del estado y en manos
privadas.
Esta redistribución ocurre de
varias maneras:
1] incrementando los gastos sociales
a través de tres canales:
a]
La prestación de servicios públicos gratis o a bajo costo (ej., agua potable,
electricidad, recolección de basuras, desagües de aguas negras),
b]
Los subsidios directos o indirectos al consumo de bienes y servicios necesarios
para mejorar la calidad de vida de las clases bajas (ej., combustibles,
educación, salud, vivienda, medios de transporte y comunicación, alimentos de
primera necesidad, comidas escolares),
c]
El aumento en el número de empleados de las agencias y empresas del estado[iv],
2] decretando aumentos en la
remuneración del trabajador asalariado aunque no sean necesariamente
proporcionados a la capacidad de pago del empleador,
3] reduciendo los impuestos
directos de la población de menores ingresos.
En cambio, nótese que servicios
tradicionales del estado como lo son la administración de justicia -accesible,
gratis y expedita- y la protección de vidas y haciendas de los particulares -contra
el crimen común y contra los abusos de poder público- con frecuencia carecen de
prioridad para estos gobiernos populistas.
a. Financiación del gasto social
El gasto social se financia de
varias maneras:
1)
Transferencia de
fondos dentro del presupuesto gubernamental (ej., transferencia al presupuesto
de gastos sociales de los fondos destinados a inversión y capitalización del
estado),
2)
Aumento de
impuestos indirectos (ej., impuestos al consumo o de valor agregado, impuestos
a las importaciones de bienes de capital e intermedios, impuestos a
transacciones comerciales o bancarias), que afectan desproporcionadamente a las
clases inferiores,
3)
Aumento de
impuestos directos a las clases altas (ej., tasas impositivas más altas para
ingresos altos, ganancias de capital y herencias, impuestos a la importación de
bienes suntuarios),
4)
Incremento de la
deuda pública,
5)
Impresión de papel moneda,
6)
Control de precios
a productos de primera necesidad,
7)
Expropiación de
bienes y empresas,
8)
Descapitalización
de empresas rentables del estado (ej., la transferencia de fondos de inversión
de empresas petroleras oficiales al presupuesto de gastos del gobierno).
b. Populismos y costos del gasto social
Recordemos la diferencia entre
populismo distributivo y populismo acumulativo. De ella hablamos en el capítulo
I. Observemos ahora cómo manejan ambos
modelos los gastos sociales:
1)
El populismo
distributivo transfiere recursos del estado y la sociedad a las clases
inferiores a través del gasto social. Los costos de esa transferencia con
frecuencia están ausentes del discurso oficial, como es costumbre entre los
gobiernos de ocultar o minimizar la información que pueda reflejar
desfavorablemente en su desempeño o debilitar el respaldo de las masas[v].
Este
ocultamiento permite a los simpatizantes y a los beneficiarios de sus programas
anticipar mejoras sostenidas en las condiciones de vida de las clases
inferiores independientemente de que sean viables o no. Solo ocasionalmente un
líder de coraje informa al pueblo las dificultades reales del momento[vi].
2)
El populismo
distributivo no necesariamente elimina la corrupción que venía de antes[vii]; al contrario, al profundizar la intervención del
gobierno en la economía para financiar el gasto social surgen incentivos perversos
para el enriquecimiento indebido de funcionarios públicos, sus familiares y los
particulares que les colaboran.
Este riesgo
manifiesto es parte de una debilidad política de muchos movimientos populistas:
llegan al poder en una oleada súbita de insatisfacción popular pero, no pocas
veces, carecen de un equipo de gobierno entrenado científica, ideológica y
moralmente para gerenciar el estado[viii].
De tal manera que lo probable es que repitan
los errores del régimen que reemplazaron. En tales casos, la lucha contra la
posible corrupción depende de la integridad personal de los líderes.
De ahí que
haya ganado tanta importancia la obra que produjo Antonio Gramsci[ix] durante
su estadía en las cárceles fascistas. Enfatiza él la hegemonía que debe ejercer
el movimiento o el partido de avanzada, esto es, la dirección política,
económica e intelectual que debe estar establecida sobre los subalternos antes
de la conquista del poder, del gobierno o del estado, según sea el caso.
3)
El populismo
acumulativo enfatiza la seguridad de los ciudadanos frente al crimen común pero
no siempre frente a los abusos de los empleados del estado. La experiencia de
los gobiernos de Alberto Fujimori en el Perú y de Álvaro Uribe en Colombia, por
ejemplo, es suficiente para ilustrar las deficiencias de este modelo de
seguridad ciudadana.
4)
El populismo
acumulativo utiliza los mismos mecanismos de financiación que usa el populismo
distributivo pero en este caso para transferir recursos del estado y la
sociedad a la clase alta.
5)
La privatización de
empresas y agencias de propiedad del estado es un recurso favorito de
financiación del populismo acumulativo; sus practicantes y promotores invocan
como justificación la supuesta ineficiencia con que son administradas[x].
6)
Algunos gobiernos
de derecha hacen gastos sociales similares a los de gobiernos populistas. Pero la
diferencia radica en que casi siempre esos programas están diseñados para:
[1] Beneficiar
tanto a pobres como a ricos,
[2] dar a las
clases inferiores la impresión de que el gobierno respeta sus intereses,
[3] reducir
las tensiones sociales causadas por la acumulación de poder, riqueza e ingresos
en pocas manos, y
[4] reducir el
rechazo popular que deberían despertar las políticas de transferencia masiva de
recursos públicos y privados a la clase alta[xi].
3. Límites a la redistribución de la riqueza social
Cuando hablamos de que una sociedad
puede hacer cambios en la manera de distribuir la riqueza no podemos asumir que
todo el sistema de producción y acumulación de riqueza es maleable y sujeto a
la voluntad de un caudillo, un movimiento, un partido o un gobierno.
Como hemos visto, las mejoras
en las condiciones de vida de la población tienen un costo y unos límites
discernibles. De manera que si el liderazgo individual y colectivo de un país
desea que las mejoras sean duraderas, sostenibles y crecientes tiene que
asegurar siempre que las fuentes de financiación son las adecuadas para cubrir ese
costo a medida que ocurre.
Lo anterior quiere decir que
las actividades económicas de la sociedad tienen que generar riqueza suficiente
para pagar los programas sociales que ejecuta su gobierno. Es una ley de hierro
de la economía política de todos conocida.
Cuando los recursos disponibles
son insuficientes para sostener los programas sociales se generan bloqueos en
los procesos de producción y distribución, desaparecen las industrias, quiebran
las empresas, se eliminan fuentes de
riqueza y empleo.
Todo lo cual pone en riesgo el
bienestar de las clases bajas que no tienen otra manera de responder al
incumplimiento de las promesas del gobierno y al deterioro de las condiciones
de vida que los saqueos, las rebeliones, los paros, y, en últimas, las
revueltas y revoluciones. O, cuando tienen la oportunidad de ejercerlo, el voto
por políticos populistas de derecha.
a. La escasez de recursos
Las actividades económicas de
un país –y su capacidad de beneficiar a las clases bajas- están constreñidas de
manera muy rígida por la escasez de recursos, que aplica tanto al capitalismo
como al socialismo.
Desde el punto de vista técnico
es una cuestión de contabilidad que se manifiesta de dos maneras:
1) En primer lugar, [a] las
existencias de recursos y energía no renovables son limitadas, [b] los recursos
existentes no son explotables en su totalidad con la tecnología disponible o a
corto plazo, o no tienen mercado, o su explotación perjudicaría asentamientos
humanos adyacentes, o se haría daño al medio ambiente y [c] la capacidad
productiva de la población está limitada por sus conocimientos y habilidades, y
2) Hay un balance entre gastos
sociales, ingresos del estado y riqueza acumulada de la sociedad que los gobiernos
pueden violar solo por un cierto margen. Pasado ese margen el estado entra en
bancarrota, la economía no genera la riqueza necesaria para sostener el gasto
social, la población deja de ser industriosa y dedica su ingenio a sobrevivir[xii].
Uno de los efectos anticipados
del gasto social es la producción de mayor riqueza. Mejoras en la alimentación,
la educación, la salubridad y la salud ayudan a que la población sea más
productiva. Pero este resultado ocurre a la larga. Mientras tanto los
gobernantes prudentes se aseguran de que tienen con qué sostener estos gastos
hasta cuando comiencen a generar beneficios.
b. La planeación del gasto social
Depende de la prudencia y
conocimiento del legislador y el gobernante decidir cuándo y hasta dónde se
pueden forzar lo procesos económicos para mantener un ritmo específico de
gastos sociales. Los planes formales de desarrollo, con su formulación de
prioridades y sus cálculos de gastos y recursos, ayudan a hacer claridad sobre
el potencial de la economía para sostener los programas de bienestar social,
infraestructura y financiación de servicios públicos del estado.
Algunos programas pueden
dinamizar el proceso productivo y diversificarlo, estimular la energía creativa
de la población, generar empleo, mejorar las condiciones de vida de las clases
bajas, consolidar los avances de la clase media.
Pero los efectos pueden ser los
opuestos, pues siempre existe la posibilidad de que los programas sociales
tengan resultados impredecibles y desfavorables.
Cuando la planificación se hace
con participación de la población se convierte en un mecanismo educativo en la
medida en que los gobernantes tienen que explicar sus decisiones y los
contribuyentes aprenden las limitaciones a que está sujeta la acción del
estado.
4. Lo esperado y lo
inesperado en planes y programas
Los planificadores de gastos sociales tienen muchas
dificultades en su trabajo. Dos de ellas merecen atención especial en este
capítulo: la falacia de los planes omniscientes y omnipotentes y el azar o la
suerte.
a. La falacia de los planes
El psicólogo y economista
Daniel Kahneman, ganador del premio Nobel por su crítica demoledora del modelo
del agente económico racional, hace un resumen de los estudios existentes sobre
este particular.
Recomiendo al lector curioso
acercarse a su libro Pensar rápido,
pensar despacio[xiii]
(Thinking, fast and slow, en el
original inglés) para profundizar los aspectos técnicos del tema.
Dice Kahneman:
“He usado el término falacia de los planes para
referirme a proyectos y pronósticos que de manera poco real se aproximan al
mejor escenario posible y que podrían mejorarse si se consultaran las
estadísticas de casos similares. […]
“Los ejecutivos caen fácilmente en la falacia de los
planes cuando anticipan los resultados de proyectos arriesgados. Bajo su
influencia toman decisiones basados en un optimismo delirante en lugar de
sopesar ganancias, pérdidas y probabilidades. Sobreestiman los beneficios y
subestiman los costos. Inventan escenarios de éxito e ignoran la posibilidad de
equivocarse o cometer errores en los cálculos.
“En consecuencia, se empeñan en iniciativas que probablemente
no se van a cumplir dentro del presupuesto o a tiempo, o no van a dar los
resultados esperados, o ni siquiera se van a completar”.
Los comentarios de Kahneman van
dirigidos a la iniciativa privada. Pero uno puede ver su aplicación a los
planes y políticas a mediano y largo plazo de gobiernos y agencias
internacionales de desarrollo.
A la vista están los planes que
se quedaron en el papel, las construcciones incompletas, las obras de
infraestructura abandonadas por inútiles o redundantes, los planes de bienestar
social incumplidos por falta de personal idóneo o ausencia de voluntad
ejecutora.
Los planes nacionales de
desarrollo –incluyendo los de gasto social- son importantes porque establecen
un marco de referencia para organizar recursos y coordinar decisiones alrededor
de un propósito común[xiv]. Pero
al mismo tiempo tienen un potencial de error en los cálculos que rara vez se
menciona.
Como la economía no es ni será
una ciencia exacta –a pesar del querer de algunos de mis colegas economistas-,
sino un saber social, que nunca es equiparable a las denominadas ciencias
naturales, esos planes tienen un elemento de esperanza y buena voluntad de sus
diseñadores, de conjetura sobre los recursos y tiempos de ejecución, de especulación
en sus premisas.
b. El azar y los planes
La mayoría de la gente, experta
o no, prefiere eliminar la suerte, el acaso o el azar del estudio de los
eventos sociales y de las biografías de los famosos[xv]. Todos
preferimos historias causales, con dirección y propósito, que reflejen un mundo
bajo control humano.
La intervención de la suerte
nos hace sentir impotentes y confusos, pues se debilita la historia direccional
a que nos hemos acostumbrado en nuestras vidas y profesiones. La suerte, sin
embargo, es lo que hace impredecible el futuro con exactitud.
Por eso, hay eventos que
favorecen la ejecución de los planes de desarrollo e inversión social aunque no
los podemos anticipar completamente. Por ejemplo, varios años de buen tiempo
para las cosechas y la construcción de infraestructuras, lluvias generosas en
las cabeceras de los ríos que surten de agua potable a las ciudades, periodos
de paz doméstica e internacional – que favorecen el comercio-, o las guerras
ajenas que aumentan la demanda por productos de exportación. También lo es una
racha de ingenio y creatividad en la población trabajadora.
Al contrario, una catástrofe
natural, una epidemia humana o pecuaria, la muerte inoportuna de un líder, la
aparición inesperada de una idea o un movimiento que debilite el statu quo, la
volatilidad de la opinión pública, la inconstancia de amigos y aliados de un
país o de un gobernante, por ejemplo, pueden dar al traste con los mejores
planes.
Al final, los planes deben acompañarse
de la oración sefardí: Dio, dame un grano
de mazal y eshame en las fundinas de la mar[xvi].
[i] Teóricamente esta ha sido la
forma de procurar con el esfuerzo colectivo un excedente de producción que
permita mantener por periodos más o menos largos un determinado orden de
existencia humana.
[ii] Las economías nacional e internacionalmente
integradas necesitan una demanda sostenida de bienes y servicios para mantener
activos a los productores de los mismos. El consumismo y la obsolescencia
planeada son maneras de sostener e incrementar la demanda y la oferta en los
mercados capitalistas contemporáneos que enfatizan la maximización de ganancias
de la empresa.
[iii] Financial
flows and tax havens: Combining to limit the lives of billions of people: http://www.gfintegrity.org/report/financial-flows-and-tax-havens-combining-to-limit-the-lives-of-billions-of-people/
[iv] El aumento de empleados oficiales (que en ocasiones llega a niveles de
sobreempleo o contratación innecesaria) cumple varias funciones: engancha
personal para administrar los nuevos programas de bienestar social, reduce los
índices generales de desempleo, premia a los activistas que ayudaron a ganar
las elecciones, crea un bloque de simpatizantes confiables de los gobernantes.
Los gobiernos clientelistas de derecha hacen
lo mismo con fines similares.
[v] Este ocultamiento de información ocurre a diario, en grande y en
pequeño. El gobierno soviético suprimió toda referencia en los medios a la
hambruna de Ucrania y al costo humano de la segunda guerra mundial mientras
ocurría, el de la China declaró secreto de estado todo dato económico, el de la
Argentina bajo Cristina Kirchener dejó de recoger estadísticas sobre amplias
áreas de la economía y convirtió en delito la estimación privada del costo de
vida.
Varios gobiernos ponen límites a la circulación de información sobre
corrupción o incompetencia oficial en los medios sociales. Sucesivos gobiernos
colombianos establecieron censura formal de prensa de 1949 a 1957. El gobierno
estadounidense ha sido más transparente que muchos bajo una política de
publicar la información sin divulgarla, confiando en que ni los medios ni las
masas tienen interés en profundizar su conocimiento; así sucede con los costos
de sus guerras y con los costos y beneficios de sus políticas y regulaciones
económicas, por ejemplo.
[vi] En mayo de 1940, principiando la guerra mundial, Churchill le informó a
los británicos: “Solo tengo sangre, trabajo, lágrimas y sudor que ofrecer.
Estamos frente a un reto inmenso. Se avecinan muchos, muchos meses de lucha y
sufrimiento” [https://www.winstonchurchill.org/resources/speeches/1940-the-finest-hour/blood-toil-tears-sweat/]. Cuando se disolvió la Unión Soviética en 1991
Fidel Castro explicó al pueblo cubano la serie crisis económica a que lo
exponía el desaparecimiento de la ayuda soviética y la necesidad de imponer un
régimen de racionamiento; aún así usó el eufemismo “periodo especial” para
referirse a las dificultades del momento.
[vii] Como he explicado en un capítulo anterior el
populismo distributivo es con frecuencia producto de insatisfacciones populares
válidas con respecto a la competencia y honestidad de la clase dirigente
pre-existente.
[viii] Cuando analicemos las instituciones políticas de un régimen socialista
hablaremos de la formación de partidos y equipos de mando que estén preparados
para dirigir el estado con competencia y ética.
[x] El tema de la
ineficiencia de las empresas oficiales es muy complejo. Existen en muchos
países empresas estatales con excelente desempeño técnico y financiero. Existen
también las que se convierten en una carga financiera para el estado aunque
tengan un potencial comercial óptimo no realizado por incompetencia de sus administradores,
sobrecostos en sus operaciones o sobreempleo. Generalmente son las primeras las
que se privatizan, con frecuencia a precios inferiores a los de su valor en el
mercado.
[xi] Un ejemplo de esta situación lo dan los
subsidios a la producción agrícola de los últimos dos gobiernos colombianos
(Uribe: 2002-2010, Santos: 2010-2018) que teóricamente beneficiarían a
agricultores medianos y pequeños pero que realmente han favorecido a
latifundistas y empresas agro-industriales.
[xii] La historia está llena de ejemplos de esta
situación. La imposibilidad de sostener al mismo tiempo la carrera
armamentista, subsidiar las empresas estatales ineficientes y sostener la
calidad de vida de sus ciudadanos a un mínimo fue uno de los factores que
ayudaron al colapso de la Unión Soviética. La reforma agraria de Zimbabue era
necesaria para redistribuir la propiedad rural pero su ejecución causó el
colapso de la producción agropecuaria y la acumulación de tierras en manos de
los validos presidenciales.
El control de precios en Venezuela, ideado tanto
para mantener la capacidad de consumo de las masas como para castigar lo que se
veía como falta de colaboración de los empresarios privados con los proyectos
gubernamentales, ha producido escasez de productos de primera necesidad y
disminución de la producción agropecuaria; al mismo tiempo, el pago de la deuda
externa y el control de la producción petrolera por personal leal al gobierno
pero técnicamente incompetente han reducido los fondos disponibles para
sostener el gasto social.
[xiii] Dos copias en castellano que puede consultar el lector: http://www.medicinayarte.com/img/kahneman_daniel_pensar_rapido_pensar_despacio.pdf
y http://www.formarse.com.ar/libros/Libros-recomendados-pdf/Pensar%20r%C3%A1pido,%20pensar%20despacio-Kahneman.pdf
[xiv] Los planes quinquenales de la Unión Soviética
sirven de ejemplo sobre sus beneficios y riesgos. Esos planes coordinaron los
recursos para industrializar el país y desarrollar su arsenal nuclear. El
sobrecosto humano fue incalculable. Y generaron una cultura de falsedad estadística
para reportar el cumplimiento de metas y de abuso de poder por parte de los
funcionarios del estado y del partido encargados de hacer cumplir las cuotas de
producción.
[xv] Charles de Gaulle,
Fidel Castro y Yasser Arafat escaparon a atentados contra sus vidas por pura
suerte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario