sábado, 16 de junio de 2018

EL LIBERALISMO PLEBEYO DE GUSTAVO PETRO
CONVERSANDO CON LA COLEGA LUCIANA CADAHIA SOBRE LA COYUNTURA ESTRATÉGICA DE COLOMBIA 2018.

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB
PROFESOR ASOCIADO, CIENCIA POLÍTICA, UNAL, BOGOTÁ.
PRESIDENTE IGS-COLOMBIA.
DIRECTOR GRUPO INVESTIGACIÓN PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN, COLCIENCIAS/UNIJUS.
Email: maherreraz@unal.edu.co

Luciana Cadahia se enfrenta con la problemática del populismo en América Latina, y en qué medida es superable lo que otros denominan populismo de izquierda, para distinguirlo de la égida del populismo de los años 40 y 50, el tiempo de la sustituciones de importaciones.

Bajo las críticas hechas por Raúl Prebisch al despegue de las economías capitalistas de América Latina, a raíz del hiato producido por el paréntesis de la II Guerra Mundial, que afectó, en cierto modo, la lógica de la dependencia capitalista. Lo que Gramsci denominaba capitalismo periférico en sus notas de la cárcel. Acerca de lo cual, el negro Portantiero llamó la atención a su manera.

Al hacerlo, Luciana parece recuperar la intuición de Álvaro García Linera, sin nombrar en forma explícita la serie de ensayo que le publicaron con el título Potencia Plebeya, que es el nombre que le dio el vicepresidente a uno en particular, cuando fue uno de los animadores principales del grupo Comuna, ya disuelto, en Bolivia. Sabido es hoy que García Linera es defensor a capa y espada del que llama capitalismo andino, donde la burguesía indígena de identidad Aymara, es animadora en primera línea.

Pues, bien, para el caso colombiano, alejado de los logros y falencias del progresismo y/o el socialismo del siglo XXI, pareciera sonar la hora del liberalismo plebeyo, a raíz del descentramiento producido, digo yo, por la guerra social que parece llegar a su fin con dificultad, luego de 53 años de combate del bloque en el poder, establecido con el Frente Nacional, contra la insurgencia subalterna colombiana, primero, de las Farc-ep, hoy Farc.

Enseguida con el Eln, con quien se reanuda la negociación de paz, en La Habana, y con los reductos del EPL, los "pelusos". Es decir, lo que sobrevive de la guerrilla maoísta, que empezó llamándose como en otros lugares, Partido Comunista ML, como escisión del Partido comunista colombiano, a raíz del conflicto sino-soviético, y el curso debido de la revolución mundial en tiempos de la autodenominada "guerra fría".

¿Qué podría ser el liberalismo plebeyo?

Lo que resultó de que no haya prosperado en Colombia ninguna fórmula populista hasta la fecha, pasando por las pruebas de Gaitán, el Frente Unido, la Anapo, y luego el populismo armado de M19, cuya divisa inicial proclamaba "Con el pueblo, con las armas al poder". Para entonces, Gustavo Petro, quien era un jovencito concejal de Zipaquirá se identificaba con lo que los marxismos heredados de la experiencia leninista del bolchevismo llamaron democracia revolucionaria, en el curso de las revoluciones rusas entre 1905 y 1918.

Cuando el M19 dejó las armas, y no fue seguido por las otras tres mayores experiencias guerrilleras anteriores, y, luego, del fracaso estratégico de la última fatídica batalla del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985, empezó a explorar, parece que, sin suficiente claridad todavía, la disputa por la hegemonía de la sociedad civil de "los de abajo", como la llamó el sacerdote belga, orientador espiritual del joven Camilo Torres Restrepo.

No eran muchos los que en el M19 histórico habían leído la obra de Gramsci, lo que se había traducido al castellano. Para toda la izquierda, casi, y el nacionalismo revolucionario del tipo M19, Gramsci era un revisionista, y a la vista estaba el fracaso del eurocomunismo, y la experiencia más cercana de la Unidad Popular de Allende. Sin embargo, Fayad, Pizarro LeónGómez, Bateman, "no lo sabían pero lo hacían".

Esta avanzada que impulsó con los sobrevivientes la Asamblea Constituyente de 1991, rompiendo la hegemonía reaccionaria del bipartidismo décimonónico, plasmada en la Constitución de 1886, retomó en el texto constitucional la reforma progresista de 1936, impulsada por las luchas subalternas de comienzos del siglo XX, de estibadores y coteros, obreros agrícolas, campesinos, minorías étnicas, estudiantes e intelectuales de cortes socialista y comunista

. Pero, la Alianza Democrática/ M19 se inhabilitó en su aspiración al Congreso, aceptando separar a su dirigencia principal, una vez que el congreso anterior fuera revocado. Dejando en manos de buena parte del antiguo congreso, el regresivo desmonte o congelamiento de los artículos que le daban contenido efectivo al Estado social y democrático de derecho.

Enseguida vino la más cruenta revolución pasiva del capital, liderada por el relevo neoliberal, que tuvo al comando la trilogía Gaviria/De la Calle/ Cepedín. De ese modo se desencadenó, el mismo día que se elegían los delegados a la asamblea constituyente, los bombardeos contra la insurgencia subalterna de las Farc-Ep, y su secretariado, que fue alertado y no murió aplastado éste por el ataque de la FAC a Casa Verde, con la orientación táctica del comando sur estadounidense, reeditando lo "aprendido" en la aplicación del Plan Laso como corolario de la firma bipartidista del Frente Nacional.

Fue necesaria la recesión de 1998/99, que hizo que a la economía capitalista periférica y dependiente colombiana le fuera mal, para que el plan estratégico de guerra popular lanzado por las Farc-Ep, entre la 7a y la 9a Conferencia, continuara con victorias militares en seguidilla, para que el gobierno Pastrana, después de las intentonas fallidas de Gaviria y Samper, propusiera una nueva negociación de paz.

Junto con el Plan Colombia, la nueva estrategia contraguerrillera pactada con el gobierno Clinton. Este era el contrafuerte, para producir el paralelo rearme de las FF AA de Colombia, y entonces librar la batalla definitiva, teniendo a la vista la denominada escalada estratégico militar de la guerra de posiciones, que fuera ensayada en Mitú, detenida con el apoyo subrepticio del gobierno del brasileño Cardoso, el antiguo dependentista radical.

En efecto, el Plan Colombia triunfó, pero no al modo como lo quiso Uribe Vélez, porque la insurgencia subalterna no fue aplastada, descubriendo su raíz social campesina, como un proyecto de partido agrario en armas, para garantizar lo poco que de reforma agraria se consiguió en la frontera agrícola del profundo sur, con raíces en la colonización emprendida por campesinos pobres, principalmente, desde los tiempos de Viotá y Villarica, trasladados en las columnas de marcha hasta Marquetalia, El Pato, Guayabero y Riochiquito, epopeya que reconstruyó el sociólogo Alfredo Molano, discípulo de Orlando Fals Borda, en las lides de darle factura y divulgación popular a la historia del tránsito de los subalternos sociales a la insurgencia subalterna.
Lo que ocurrió corresponde a la historia presente. Santos "traicionó" a Uribe y su política de tierra arrasada contra los subalternos armados y desarmados. Reinició la negociación de paz, que gestionó con el nuevo secretario de las Farc-Ep, Alfonso Cano, a quien eliminó en cuanto pudo.

Pero la negociación anunciada en público, en el acto de su posesión en la plaza de Bolívar siguió en La Habana, bajo el cobijo del demócrata neoliberal, Barack Obama, dispuesto a disputar no sólo en el campo de guerra imperial, sino también en la orientación hegemónica de la nueva sociedad civil global el liderazgo heredado del derrumbe del socialismo realmente existente con su cabeza de playa en Moscú, durante algo más de 70 años, que empezó con la caída del muro de Berlín, dnde se dio el Adiós a Lenin/Stalin.

La insurgencia sbubalterna aceptó negociar con el gobierno, y sólo a regañadientes enmendó la plana de la estrategia de San Vicente del Caguán, con el peregrinar, cada 5 minutos de los subalternos, presentando sus cahiers de doleances, públicamente.

Porque sólo en los últimos meses de la negociación habanera permitió que se expresaran las víctimas de la guerra, las minorías,, las mujeres, y pare de contar. Pareciera creer, equivocadamente, todavía, que el poder del fusil adocenaba la hegemonía sobre la sociedad civil. Peor aún, ahora, cuando se presentaba desarmado, inerme ante el constituido.

Pues, no. La paz neoliberal empezó a enseñorearse, y su coautor, Juan Manuel Santos, la "sometió" a la suerte del plebiscito gubernamental, para rebajarla más, y entregarla como "consabido tahur," en manos de un congreso dominado por la derecha de todos los pelambres y la reacción organizada como Centro Democrático. Con esa paz, ganó en solitario, el nobel de Paz. Pero, la paz subalterna seguía su marcha aupada por los estudiantes, las mujeres, las víctimas, y las minorías que se tiraron a la plaza pública para evitar un retroceso catastrófico. Y esta paz contrahecha, pero al fin paz, se tuvo que sellar en el teatro Colón.

Luego vino la "peluquiada" en la revisión de la Corte, más las limitaciones a la competencia de la JEP, para dejar por fuera a terratenientes y burgueses financistas de la excepcionalidad del hecho, de la guardia blanca de la reacción, en connivencia con el establishment neoliberal periférico y dependiente, descabezado ya de su dirigencia extraditada o auto-eliminada, como lo ilustre el caso de la familia Castaño que estuvo al frente de las Auc.

A lo anterior se sumó la comedia negra del Fiscal de bolsillo de la paz, Néstor Humberto Martínez Neira, cancerbero de los cacaos del capital financiero, Sarmiento Angulo, Ardila Lulle y Santodomingo. Todo ello, esta recomposición del bloque en el poder nacional, con la aquiescencia del Sindicato Antioqueño y los Char, que tienen a Juan Manuel Santos y Vargas Lleras como los responsables de su fiducia, frente a la voracidad asesina, delincuencial del bloque burgués terrateniente que capitanea el capataz enmontado Álvaro Uribe Vélez.

Con todo éste remozó su estrategia de tierra arrasada, y puso como su delfín presidencial al fortysomething, Iván Duque, para enfrentarse con el plebeyo Gustavo Petro, vocero de los subalternos sociales, y de un modelo alternativo de desarrollo integral, insistiendo en la urgencia de las economías limpias, el trabajo nacional y la igualdad social. Ahora se enfrentan desde la primera vuelta el neoliberalismo reaccionario y el progresismo liberal socializante.

La encrucijada electoral y la disputa por la hegemonía económica

Luciana Cadahia, piensa que o sale de populismo progresista al liberalismo plebeyo, uno y otro dentro del marco del capitalismo global cuya hegemonía no se discute. Así ocurre en la Bolivia de Evo Morales y García Linera, su consejero político principal. Así avanzó a tumbos la revolución ciudadana que orientó Rafael Correa, y que ahora es revisada por su sucesor Lenin Moreno, expurgándola dice él, del excesivo autoritarismo. Sin embargo, el timonazo a la economía que no es de corte plebeyo.

Vemos hoy, cómo la Venezuela del Cdte Chávez, quien había prometido liberarse de la esclavitud del petróleo, fracasó en el intento, cuando el precio de oro negro cayó estruendosamente, sujeto además al dumping inducido por los grandes comercializadores del crudo, y en particular los EUA de Obama, promotor del fracking con tal de poner orden en sus transpatios.

Para cerrar este amplio paréntesis, pienso que un liberalismo plebeyo, si así lo fuera, se vuelve a poner a prueba, 70 después, como se intentó con tristemente famoso Plan Gaitán, que ayudó a confeccionar el eterno socialista liberal, Antonio García Nossa, cuando Jorge Eliécer se convirtió en presidente del liberalismo colombiano, y obtuvo las mayorías en el Congreso. Allí mismo, esos liberales contribuyeron a votar en contra dicho Plan.

Lo que siguió enseguida fue la guerra contra las bases liberales y conservadoras simpatizantes del gaitanismo, a lo que el caudillo popular respondió con la cruzada por la paz, que se cerró en la manifestación del silencio de febrero de 1948. A ella siguió el magnicidio de abril del mismo año. Vino entonces el sueño prolongado del liberalismo socializante, sometido al lecho de Procusto de la guerra social que no acaba de morir después de 70 años.

La de Petro es una propuesta de democracia revolucionaria sin armas, en la medida que su interpelación a los subalternos logre una convalidación en las urnas. Este liberalismo plebeyo está bloqueado de manera vergonzante o abierta por el "centro radical" que tiene dos que tres puntas. las que expresan los figurones políticos de Sergio Fajardo, César Gaviria y Germán Vargas Lleras, con un titiritero mayor, Juan Manuel SantoS.

El quiere aparecer ahora como amable coomponedor, dado el caso que las encuestas de la penúltima semana hayan sido hechas trizas por el fervor plebeyo de las multitudes que se abstienen por 70 años. Sobre todo por la radicalización y movilización intempestiva de la pequeña burguesía urbana, de la que es expresión la juventud movilizada en las grandes ciudades, distintas a Medellín y Cali.

Sin embargo, no basta con la pequeña burguesía radicalizada para que Petro triunfe este 17 de junio, él necesita la movilización del grueso de los trabajadores, y de las víctimas, a cuyo comando están las mujeres vejadas, mancilladas, excluidas en la guerra regional que arrasó los campos de Colombia.

Lo que es evidente, a menos de dos días de la elección, es que las tendencias electorales conocidas, rastreadas, marcan una línea de ascenso en favor de Petro, y una de descenso en contra de Duque. Este dilema, con todo, tiene dos extremos, en materia de encuestas, el que marcan los resultados de Guarumo, con una diferencia de 16,5, en favor de Duque, y lo que registra la encuesta del CEGAL, que registra una distancia reducida de 5,5 % en favor de Duque.

En la semana que corre, las buenas y malas lenguas dicen que a la fecha hay un empate técnico entre los dos canddatos. Amanecerá y veremos el próximo domingo, cuando se consume, la más importante elección de los colombianos para el medio siglo. Ojalá que sin fraude, porque las consecuencias de perpetrarlos no serán otras que la generalización de una devastadora violencia rural y urbana, con los desastres humanos que ello conlleva.

En todo caso, es tentador volver a repetir lo que Gramsci decía para la Italia de los años 30, insistiendo en las dificultades para el parto de la nueva Colombia, en este caso. Sin que, por supuesto, sea suficiente la receta de la representación política liberal. Tal y como la conocemos hasta ahora.

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