jueves, 14 de junio de 2018


MOSCÚ HOY, DOS REVOLUCIONES SE JUNTAN.

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB
Profesor asociado, C. Política, UNal, Bogotá
Presidente de la International Gramsci Society-Colombia
www.seminariogramsci.org


Estamos a horas de que en el estadio de Moscú, la tierra se transforme en balón y teja con la genial habilidad de 22 hombres, porque aún no se tienen equipos mixtos, las expectativas de cientos de millones de ver satisfechos sus deseos, y desatadas sus ansiedades en un rectángulo de césped bien podado y drenado.

En la ceremonia de hoy, lo repiten las redes sociales, y todos los sistemas de comunicación masiva, se juntarán las figuras del alcalde de Moscú, Sergei Sobianin, para quien los ecos de la revolución de octubre/noviembre suenan lejanos, aunque se esté cerca de la plaza roja.

A su lado estará el presidente Putin, antiguo jefe de la KGB, y el suizo Gianni Infantino, otro presidente, pero de la Fifa, quien logró salvar su pellejo del ciclo de corrupción que orientó Joseph Blatter, caído en desgracia con otros jerarcas del negocio del fútbol en todos los continentes, sin la excepción de América Latina.

En concierto

Los organizadores de la fiesta insisten que el espectáculo de la música no le robará tribuna a la batalla campal denominada balompié. La que dejó huella reciente de la violencia estampada en la pupila de los espectadores del mundo.

Así fue en la final de campeones europeos, donde Sergio Ramos, capitán del Real Madrid, hizo estragos físicos en dos figuras del Liverpool, Karius y Mohamed Salah, quien, luego de la lesión sufrida, sí podrá estar con el equipo egipcio en este mundial.

Del lado de la "madre patria" estará también el destructor Ramos, con una novedad, quien fuera por dos años director del combinado, Julen Lopetegui, tuvo que regresar en secrecía, retirado sorpresivamente por la Real Federación Española de Fútbol, RFEF.

El reemplazo casi inmediato, a dos días de enfrentar a Portugal, fue otro merengue, Fernando Hierro, ex capitán de esta escuadra, una de las favoritas del Mundial 21, desde que se coronara campeón Uruguay.

En el canto inaugural estarán el rebelde británico Robbie Williams emulando con la soprano Aída Garifullina, y algunos prometen eventuales sorpresas para los 80.000 asistentes que abarrotarán el estadio.

No se escucharán

Los ecos de la Internacional, para celebrar la más grande revolución pacífica del sentido común proletario, el culto a la pelota de cuero, que es, probablemente, la religión laica con más adeptos, tifosi, fans del mundo.

Acompañándola estarán los nuevos ídolos con Messi, Cristiano, Mbappé, Neymar, James, Falcao, acariciándola, consintiéndola con sus genialidades.

En pocas horas, en materia deportiva, el orden imperial tendrá a dos equipos representándolo. De una parte, la selección rusa, que no parece que estará entre las cuatro finalistas, y la de Arabia Saudita, una centinela obsecuente con la familia del rey Saud, un clan embriagado de petróleo, del inestable orden del Medio Oriente.

Es allí donde Trump tiene puesta la mira, al trasladar su embajada a la disputada Jerusalén, después del término de la II Guerra Mundial, y el nacimiento de la ONU, con Lord Balfour como titiritero del nuevo orden de la guerra fría. Y a pocos días de sentarse en Singapur, con la cabeza de otra dinastía, la que manda en Corea del Norte, blindada con el argumento del poder nuclear de destrucción.

Al inicio de la más esperada justa mundial, serán los obreros, como en el ciclo de las revoluciones proletarias que empezaron a tomar cuerpo y entidad propia en la primera mitad del siglo XIX, los que jugando a la pelota, en las canchas improvisadas al lado de las fábricas en Inglaterra, estén hoy, de nuevo.

Recordándonos en la tierra de Lenin, Trotsky, Kollontai, Zasulich, Bujarin, Stalin, Mayakovski, Eisenstein, Vajtangov, Bajtin, y, por supuesto, Lev Yatchine, la "araña negra", sacudida por el histórico 4-4, que es tiempo para la disutopía, para tejer un nuevo sentido común, con el trabajo creador, en común, liberado.

Mientras tanto, los subalternos del globo tienen delante otro mundo por construir, más allá de los dictados del capitalismo global, cuando caiga el telón del mundial de fútbol, se apaguen las luces de los estadios, y se corone a un nuevo campeón.







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