domingo, 20 de diciembre de 2020

LOS CUATRO AMIGÜES   (PARTE II)

Miguel Angel Herrera  Zgaib, PhD.

¿De cuál éxodo hablamos?

“…la perspectiva de resistencia y controversia radical no armada frente al orden social vigente ha de orientarse al éxodo, sin claudicaciones ni cooptaciones…sin la utilización de las armas que, de manera simultánea, permitan la satisfacción de las necesidades básicas de la existencia social sin obstáculos de naturaleza mercantil…” Víctor M. Moncayo, Éxodo, 2018:329.

“La protección de la población civil es la prioridad de la estrategia de seguridad dirigida directamente por el presidente Iván Duque.” Nancy P. Gutiérrez, consejera para los D.H, del gobierno de Colombia, en ET, 16/12/2020, 1.4.

“Seguimos rechazando esta violencia sistemática en contra de quienes son parte de las comunidades y han ejercido como autoridades.” Jhoe Sauca, coordinador del CRIC, en Togoima, municipio de Páez. ET, 16/12/2020, 1.4.

Nuestra respuesta…no es todavía una propuesta sustantiva, sino apenas una línea-guía metodológica y, en todo caso, no se debe esperar que esta respuesta ofrezca una solución y dé reposo al tema planteado. Antonio Negri, Hacia la redefinición del poder constituyente: más allá de la soberanía estatal, en: Prólogo, Éxodo. Salir del Capitalismo, Aurora, 2018: 38.

                                                                                                                   Desde antes del año 2002, con el exrector Víctor Manuel Moncayo hemos mantenido un interés sostenido en las contribuciones del intelectual comunista y autonomista Toni Negri. Lo hemos hecho de diferentes maneras y diferentes momentos. Aprovechando los espacios académicos, científicos y políticos de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, y la Universidad Nacional de Colombia. Respondiendo cada uno, a los aprestos de la modernidad que somos, y que son propios del capitalismo dependiente y periférico que es Colombia.

Las lecturas de uno y de otro han estado descentradas de la vulgata marxista, desde diferentes orillas. Una enriquecida por la interlocución previa con Althusser, Poulantzas, Holloway, y sobre todo, Paolo Virno; y la otra, la mía, de modo principal con la obra de Antonio Gramsci y las experiencias de la escuela italiana de Galvano Della Volpe, y la interlocución con la obra de Lucio Colletti y Mario Rossi, así como los trabajos de Cornelius Castoriadis, y claro, Paolo Virno. En particular, un ensayo que he trabajado en diferentes momentos de mi actividad docente, Multitud y principio de individuación, publicado en la revista Multitudes, que es una sintética interlocución con la obra de Gilbert Simondon, el maestro de cabecera de Gilles Deleuze.

 

Pero, ahora, en los dos últimos años, el exrector de la Nacional, quien fuera mi profesor de primer año de Derecho, en Ciencia Política, se ha lanzado contra viento y marea,  a recepcionar el último trabajo de Antonio Negri, en su libro ensayo Éxodo. Salir del Capitalismo (2018). Aquí, él involucra y actualiza sus aprendizajes anteriores, que volcó en parte en el Leviatán Derrotado (2004), donde la preocupación era por mostrar la crisis del estado moderno, al modo como lo concibieran Hobbes y sus continuadores, con aplicación a una lectura descentrada del estado colombiano y su derrumbe.

Pero, lo que en verdad acometió allí fue el estudio del régimen político colombiano, y su carácter sistémico. Algo que él enseñaba desde su cátedra en la Nacional, cuando regresó de Lovaina, y nos puso en contacto con la obra de David Easton y de Umberto Cerroni.

Ahora, en su segunda parte reflexiva, ya se aventura a un ejercicio no solo crítico sino propositivo, con respecto a la caducidad del estado en el mundo y en el país, lo que no quiere decir que haya desaparecido, o vaya a desaparecer de un momento para otro. Pero, él también busca salidas para Colombia, que implican, como lo revela el subtítulo, salir del capitalismo, esto es, el sistema como totalidad, de cuyo estudio primordial se encargó Karl Marx, entregando su vida a esta empresa heroica, después del fracaso de la revolución de 1848, y el éxito parcial, provisional de la Comuna de París (1871), en tiempos de crisis capitalistas.

Estas reflexiones actuales están abrevadas por su participación en la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas en Colombia, donde fungió como uno de los relatores. A la cual contribuyeron diferentes visiones, de un espectro de inclinaciones y credos políticos. A estas él se refiere a espacio y con diferentes énfasis. Nominándolos por los apellidos de sus autores, sobre todo, en el recorrido del capítulo VI, que lo denominó La perspectiva colombiana.

Esta parte que se extiende desde la página 210 a la 329, contiene un muy buen material comentado, y reflexiones propias para tratar de desentrañar el rumbo de la lucha del trabajo material e inmaterial en la presente coyuntura estratégica glocal. Valiéndose de claves interpretativas y explicativas provenientes de un tronco principal, las cogitaciones del maestro cattivo, de quien lo separan en edad, nueve años. Él mismo que en el texto que sirvió de Prólogo a Éxodo, revela la siguiente guía metodológica:

 “Nuestra respuesta es la de alguien que se hace con el balón y dispara, creando así una dinámica, un movimiento…tenemos que comenzar por investigar las redes de cooperación que animan la producción y la reproducción de la vida social.”

La comunicación de esta última parte de mi reflexión, descubre las comunidades con Negri, y  Moncayo, con las consabidas distancias materiales y especificidades formativas e investigativas, a las que ninguno tiene por qué renunciar, siguiendo la revelación de Antonio:

“Por primera vez, por fin, nosotros los intelectuales podemos comenzar a hablar como los proletarios. Finalmente, ha terminado aquella separación del trabajo manual que nos hacía sentir distintos, y de alguna manera partícipes de la explotación de los obreros. Ahora sabemos que el trabajo que hacemos con nuestra cabeza no tiene nada que envidiar al de cualquier otro…nosotros los intelectuales somos también los explotados y la sal de la tierra.” (Moncayo, 2018: 23)

Al preguntarme por ¿cuál éxodo? Acepto el reto de estos peculiares compañeros de viaje. Teniendo en cuenta, como lo expresa Moncayo, el partir del Acuerdo de Paz de La Habana, la perspectiva del éxodo, que el desarrolló en el capítulo V, de modo general. Para lo cual él observa las prácticas y movimientos sociales, y no sólo a la organización guerrillera convertida ahora en partido político legal, enfrentadas con múltiples retos y expectativas. (Moncayo, 2018: 24)

En materia de diferencias conceptuales, al hablar de nuestro éxodo y su actualidad, Moncayo recuerda que la multitud no la componen “ciudadanos”, ni “productores”, porque se rompieron las distinciones, que no diferencias, entre lo individual y lo colectivo, lo público y lo privado.

Hablemos, pues, de los “muchos” que no son todos y cada uno, como aparecen por ejemplo mencionados por Baruch Spinoza, cuando se refiere a la voluntad de todos, a diferencia de la voluntad general rousseauniana. La referencia es a multitud como concepto de clase, es decir, “la clase de todas las singularidades productivas, de todos los sujetos del trabajo material e inmaterial, inmediato y no inmediato, cuya potencia puede expresar su deseo de transformar el mundo.” (Moncayo, 2018:25)

Tal es la multitud de la que también hablo aquí, cuando me refiero al bloque de la paz, enfrentado al bloque de la guerra; cuando hablo en esta coyuntura estratégica de su potencia desenlace, en el sentido del triunfo de una de dos alternativas: la paz reaccionaria o la paz subalterna, en una lógica que pretende ser adversarial, aunque el bloque al comando del estado insista en la fórmula amigo y enemigo.

Si no, ¿dónde situar el siguiente reporte del solo año 2020, entregado por la ONU? En él la alta comisionada para la paz, Michelle Bachelet, señaló que la Comisión de Verificación documentó 66 masacres, en las que 255 personas fueron asesinadas en 18 departamentos, el asesinato de 120 defensores de D.H, y 244 asesinatos de excombatientes de las Farc.

La multitud que protagoniza el éxodo en Colombia está hecha de las víctimas muertas y, claro está, de las vivas que son millones, sujetas a relaciones de opresión, explotación, dominación y subordinación, multiplicadas. En entero acuerdo que no se trata, en ningún caso de homogeneizarlas, a través de una soberanía bajo la forma del pueblo nación.

A pesar de las ambigüedades que la constituyen, como bien lo subraya Paolo Virno, en sus escritos, esta, en mis términos, multitud subalterna, tiene la capacidad de imponer una sociedad alternativa a la sociedad del capital, que para nada requiere que se borren y resuelvan las diferencias, sino que garantice que las singularidades, las subjetividades en su pluralidad florezcan con sus respectivos procesos de individuación, que no hay por qué tronchar o truncar.

A las puertas del estado de emergencia climática

“EE.UU volverá al Acuerdo de París en el primer día de mi presidencia e inmediatamente empezaré a trabajar con mis homólogos en el mundo.” Joe Biden

“Tenemos ahora la posibilidad de congregar al mundo en un enorme esfuerzo para reducir las emisiones de gas de efecto invernadero.” John Sauven, director ejecutivo de Greenpeace.

                                                                        Todo lo anterior dicho supone, en el caso de Colombia, y en el marco indiscutible de la emergencia climática, que la multitud se haga estado para darle curso radical a la sociedad autorregulada en procura de lo común. Expresada en las múltiples formas de auto-organización que tenemos a la vista en el último periodo, que se extiende desde los años 2010/2011.

El hacerse estado de los subalternos, nos acerca a Lenin como punto de fuga efectiva de lo político estatal sin romanticismos anárquicos. Este hacerse estado lo es en avance de la lucha contra-hegemónica que disgrega el bloque histórico que domina a las fuerzas subalternas en Colombia.

Al respecto existe una discusión directa, en el marco de esta coyuntura estratégica con respecto al entendimiento de la autonomía de lo político y de la política, que diferencian también Negri con Moncayo, y otros tantos. A una y otra caben en la reflexión en comento, que caen desde el campo liberal hasta la izquierda radical en el espectro de la soberanía.

Pero, en nuestro caso, la lectura se hace desde la perspectiva de Jacques Rancière, que propone la política, como el hacer de los sin parte, que no define a la democracia como régimen, sino, en últimas como poder constituyente y, añadiría, destituyente,  en procura, incesante, de la autonomía integral que signa la nueva época de la guerra de posiciones política  que a nivel planetario se libre entre la democracia y el imperio.

En este caso de la multitud subalterna que lucha por la autonomía integral. Ella está, en efecto, compuesta de diferentes singularidades constituyentes. Empleando y corrigiendo los términos de Moncayo, no se trata de un pluralismo, sino de una pluralidad multitudinaria que lo recuerda Negri, rompe “con toda concepción fetichista de la unidad política”, y corta “amarras con los conceptos de pueblo y de nación tradicionalmente entendidos como unidad” (Negri, 2018, 35)

Con las diferencias anotadas, la multitud en movimiento, que arranca cuando menos, en el marco del régimen para-presidencial gobernado por Álvaro Uribe, con la marcha protesta del maestro Moncayo, quien partió de Sandoná, para reclamar la liberación de su hijo militar, y llegó hasta Bogotá. Es la que continua después hasta la movilización multitudinaria, diversa, de los diferentes de noviembre de 21, y las protestas espontáneas de rebeldía ciudadana y juvenil de septiembre pasado en las calles de Bogotá, y Cali, que se sellaron con asesinatos oficiales.

Esta multitud responde, sin duda, a nuevas formas de antagonismo, que no se reducen al clásico enfrentamiento entre capital y trabajo que correspondió a la fase del capitalismo competitivo, y del que dio cuenta de manera magistral el escrito de Federico Engels, acerca de la situación de la clase obrera en Inglaterra, durante el siglo XIX.

Se trata de una nueva forma de poder constituyente, no solo política sino social, que está vinculado a “los comportamientos sociales y a las nuevas tecnologías de subsistencia, resistencia y transformación de la vida” (Negri, 2018, 38). En Colombia, en nuestra modernidad, que no responde a ningún molde o prototipo a seguir, también se da la presencia hegemónica del trabajo inmaterial, que toma cuerpo en las experiencias protagónicas de modo diverso, de las mujeres, de los jóvenes, de las minorías étnicas, y la pobrería desempleada e informal. Para solo referir tres de las realidades observadas en sus luchas, que prueban que los subalternos en Colombia, no solo pueden hablar, sino que actúan, y reinventan sus formas de organizarse y reproducir la vida.

Este es el tiempo de la producción biopolítica, y al respecto, Gustavo Petro, quien rechaza, igualmente, casi en solitario, los embelecos del centro, en relación con las candidaturas más opcionadas, por las mediciones iniciales, coloca, en cambio, en uno de los extremos la defensa de la naturaleza, la alternativa ecológica que se enfrenta con la voracidad capitalista, y responde al “estado de emergencia climática.”

Al hacerlo está en sintonía desafiante con lo dispuesto en el Acuerdo de París, de limitar el calentamiento global a un máximo de 2 oC, pero a todas luces la marcha en el presente siglo, por el contrario parece acercarse a superar los 3 oC. Reunidos en París, en la Cumbre de Ambición Climática, a instancias de Antonio Guterres, y el papa Francisco, con 38 estados reconocen la urgencia de lograr la neutralidad del carbono. Para empezar, fijan a las claras otra ruta para el éxodo del capitalismo, después de 2015.

Con la expectativa de la inminente salida de Trump del gobierno estadounidense, y las promesas de Biden, de recuperar la sensatez en materia de emergencia climática, sin que haya en él, y en la inmensa mayoría de los gobiernos firmantes ningún giro anticapitalista, se fija un norte al “credo realista” de la Colombia Humana. Dan una ruta al rumbo presente de la empantanada paz de Colombia, y a la producción biopolítica que de paso al desmonte definitivo del régimen para-presidencial y ponga un alto al avance de la para-república que no cesa por estos días, sino que crece como verdolaga asesina en casi total impunidad.

Así las cosas, el éxodo anticapitalista empieza a tomar cuerpo y figura, muy a pesar de los silencios al respecto del progresista Petro; y sin que dejemos de lado los ejercicios de las nuevas ciudadanías que pueblan los campos y ciudades de Colombia, potenciando el núcleo de buen sentido que anida en el corazón del sentido común dominante. Haciéndose eco inteligente del decir del papa jesuita, amante del fútbol: “la actual pandemia y el cambio climático, que tienen una relevancia no solo ambiental, sino también ética, social, económica y política, inciden, sobre todo, en la vida de los más pobres y los más frágiles.”

Así las cosas, el desenlace de la crisis de hegemonía en Colombia, está pasada por el diapasón de la bioética, y por el hacerse estado de los subalternos en procura de las condiciones para una paz democrática duradera, donde la sociedad autoregulada exhiba sus potencialidades constituyentes.

Lo cual reclamará una puesta en situación de los lenguaje puestos en la liza por el accionar de los “cuatro amigües”, que siguen hurtándole el bulto a la relevancia de la autonomía de las multitudes para fijarle el rumbo adecuado a sus sociedades, y que le hacen el juego a los cantos de sirena, supuestamente “democráticos,” tan democráticos como el  del Centro, que empieza a proyectar las aspiraciones de Tomás, el delfín capitalista, de la prole ubérrima. 

El bloque reaccionario escucha a esta  “oposición,” así llamada por Leopoldo López, Corina Machado, Juan Guaidó y sus asociados. Mientras guarda silencio frente a lo que le reclama la oposición interna colombiana, cuyos liderazgos se anegan en sangre diaria; con la ocurrencia lapidaria de la comisionada de D.H, del gobierno de Colombia, que dice que el principal problema es la ilegalidad, y no la hecatombe humanitaria que está delante de sus ojos, y de 48 millones de compatriotas. 

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